Regalo para Griffin. Espero te guste el fic -y aunque me costó, lo admito- pude terminarlo :). ¡Feliz San Valentín!. Un placer haberlo escrito ;).
Disclaimer: Nada es mío y los personajes son propiedad de George Martin.
Renly Baratheon es atractivo, simpático, carismático y querible. Y besa bien. Muy bien. Los labios del Rey son adictivos y todos los habitantes de los siete reinos deberían probarlos. O mejor no, Renly es mío. Sólo mío. Ni siquiera de Margaery, aunque amo a Margaery, mi hermana.
Recuerdo esa primera vez que lo ví. Tenía el pelo más largo de como lo lleva ahora y no se había afeitado, lo que le daba un aspecto más hermoso. Y hasta salvaje, como indómito, indomable, increíble, intenso, in…inocente… bueno, inocente no. Y ahora, tiempo después, comando su Guardia Arcoiris. Orgulloso estoy de eso, desde ya.
Estamos en las afueras de Bastión de Tormentas y Renly junto a Lady Catelyn Stark acaban de regresar del encuentro con Stannis, el hermano de mi Rey. El menor de los Baratheon parece desinteresado del asunto.
—¿Melocotones, Loras? —me preguntó el Rey recostándose contra una silla enorme y mullida. Estamos solos.
—No, gracias, Alteza —respondí.
—¿Sabes rezar, Loras?
—Sí, mi Señor, a los Siete y desde pequeño.
—Entonces hice bien en pedirte que me ayudes. Es verdad lo que le dije a Lady Stark… hace
tanto que no lo hago que se me ha olvidado.
Y rió. Luego mordió un melocotón y el jugo de la fruta le chorreó por el mentón.
Estando yo de pie, me así de toda mi fuerza de voluntad para no caer en la tentación de ir y lamerle, besarle y morderle –si era necesario– aquel delicioso jugo, cuyas gotitas hacían un recorrido desde su barbilla cayendo provocativamente, y perdiéndose camino abajo.
—Loras ¿Gustarías peras? ¿Manzanas?
—No, mi Señor, así estoy bien. Gracias.
—Acércate —me ordenó y yendo como un súbdito obediente, llegué hasta él. El aroma dulzón de la fruta podía percibirse.
El Rey, buscó en su frutera y de alí sacó una pequeñísima fruta de color violeta oscuro. Dejó sobre la mesa su melocotón a medio comer y se acercó a mí. Su nariz casi rozaba la mía.
«Maldición, contrólate —me dije»
—Loras, ¿Sabes con qué rima tu nombre?
Tragué saliva y negué con la cabeza. No podía apartar mi vista de sus ojos azules, jóvenes y traviesos.
—Con moras. Loras rima con moras… y me encantan las moras —susurró al tiempo que introducía en mi boca el pequeño fruto violeta que antes había tomado.
El sabor explotó en mi boca cuando lo mordí. Renly no me sacaba los ojos de encima. Sonreía sin mostrar los dientes.
—Déjame probar.
Y lo siguiente que entró en mi boca fue su lengua. La lengua del Rey, aquella que querría probar hasta el fin de los tiempos. Así eran nuestros besos, ardientes, apasionados. Y cuanto más besos, menos ropa.
Poco más de una hora después, salí de allí sastifecho y feliz. Y con la promesa de más. Lo que ni Renly y yo sabíamos era que no habría próxima vez, esa había sido la última. Pero por el momento, mi éxtasis era supremo. Mi boca sabía a Renly y a moras ¿Quién iba a decir que un fruto tan pequeño, causaría un placer tan prohibido?
