#Desafío pedido por Nessarose Black. Perdona por la tardanza, ojala te guste :)

De repente, la vida le pesa sobre los hombros. Es como si se le derrumbase el castillo entero encima suyo, una figura tan diminuta y débil que es ella. Sonríe, porque el perdedor siempre debe aceptar su derrota. Y ella la acepta. No sin antes relucir lo vivido.

Desde sus primeros días del nombre que noto que algo era diferente. Joanna no se parecía en nada a sus hermanos, tan preciosamente rubios ellos. Quizás sea por eso que a menudo se sentía fuera de lugar. Y sobre todo, porque su madre no le ofrecía el mismo trato que a sus hermanos. Alguna que otra vez, llego a considerar que la odiaba.

Al menos agradecía, aunque sea solo un poco, el evidente parentesco con su padre, un hombre borracho, mujeriego y gruñón que, al igual que su madre, tampoco notaba su existencia. Su fuerza de voluntad se iba doblegando, cada vez más. «Soy un fantasma entre tanta gente »pensaba a menudo, frase que la acompañaría por el resto de su vida.

Crecer en un hogar sin amor, rodeado de lujos y abundante comida día a día, cuando los demás ciudadanos de Poniente se morían de hambre, se le antojaba hipócrita. La tristeza era una marca registrada en su bello rostro, y en su pequeño ser, que día a día se transformaba en una hermosa mujer.

Y el amor llego, junto con la calidez de la primavera y el dulce olor a manzanas. El joven, tan hermoso como el ocaso, miembro de la Guardia Real, Arys Hockeheart, visitaba frecuentemente su lecho. Mas su amor partió con la llegada del invierno. El caballero fue enviado a Dorne, dejándola sola de nuevo y con el corazón roto.

Los meses pasaron, y el renacer de una esperanza crecía en su vientre. «Es una señal de los Dioses. Gracias, Dioses». Creyó que sería libre, que a partir de ese momento, todo cambiaría. ¡Que equivocada estaba!

Fue cuestión de días para que su madre, la Reina Cersei Lannister se enterase. Si su vida era un infierno, lo que le esperaba sería peor.

-.-

— ¡Dejadme salir, dejadme salir!

—De ninguna manera, niña ingrata. Te quedaras encerrada el resto de tu vida.

La voz de su madre sonaba filosa como una espada de acero valyrio. Oyó sus pasos alejarse, quedándose sola de nuevo en las tinieblas del calabozo.

Sus ojos azules, iguales al color del firmamento, viajaron por toda la inmensidad de su encierro. El tachito ubicado en una esquina del calabozo, alimentos podridos esparcidos por el suelo, el repugnante olor a excrementos y orina, el colchón de paja plagado de pulgas, la suciedad de su cuerpo desnutrido y su prominente barriga de siete meses.

«Todo por amar. Mi pecado… mi pecado… fue amar».

Y su error fue creer en las palabras del Caballero.

-.-

Su niño nació, y se lo arrebataron de sus brazos. Imploro, lloro, e incluso juro que se iría lejos de Desembarco, que no volverían a verle. Fue en vano.

"Este niño es una vergüenza para la familia Baratheon. Tú, una princesa, ensuciando nuestro nombre con tus… necesidades "humanas". Ya cállate, de nada sirven tus suplicas. No volverás a verlo nunca más a este… bastardo" le dijo su madre fríamente, acunando al bebé en sus brazos. Era muy bonito, precioso. Tenía sus ojos. Y ella le quería muchísimo.

Y es por eso que no pudo soportar más el dolor, y se dio muerte.

Era más de lo que no podía tolerar.

*Fin*