Propósito # 2 del 2011 para la FF, para una descripción más amplia pasar al profile.
Primera Escena.
Yamato está acostumbrado a hacer las cosas por cuenta propia, sin pedir o recibir ayuda, pero se olvida de que ahora vive con Tai.
A las 3:15 AM
Yamato se levantó sintiendo que se quemaba en frío, estaba algo mareado y tuvo que volver a sentarse antes de conseguir que las cosas no se vieran dobles en aquella habitación. Se llevó una mano al rostro, sintiendo los dedos fríos pero la frente ardiendo.
Tenía escalofríos.
Frotándose el cuello y la nuca, observó al moreno que dormía a pierna suelta del lado izquierdo dela cama.
Sonrió ligeramente porque a Tai podía pasarle una estampida encima y, seguramente, sólo jalaría las mantas mientras reclamaba que aún no era la hora del desayuno. A veces pensaba que, sin importar la edad o los cambios que vivieran, había detalles de éste que jamás cambiarían. Y en ese momento, no sabría decir si eso era bueno o no.
Cerró los ojos y con el dorso de la diestra, los frotó.
Sentía un ardor incómodo en ellos y sabía bien que no se quitaría mientras tuviera fiebre. Respiró profundamente consciente de la pesadez que tenía en el cuerpo y se resignó, sabiendo que desde media tarde había tenido la sensación de que aquello ocurriría.
Tai había hecho un escándalo recriminándole el llevar virus a casa y enfermarse cuando éste se encontraba en época de partidos. Así que aunque tenía ánimo de recostarse de nuevo, lo que hizo fue ponerse en pie y caminar al baño.
No era como si necesitara de alguien más para sobrevivir a un resfriado. No lo había hecho de niño y ahora tanta atención, tantos cuidados, seguro le asfixiaban. Aunque eso no significaba que no los necesitara o que, una buena parte de él, no los deseara.
Mas, obviamente, no lo diría...
La luz del baño parpadeó y, al haber estado en la oscuridad, tuvo que entrecerrar los ojos; el agua fría del grifo le resultó agradable, sólo los escasos segundos, antes de volver a sentir un escalofrío. Aún así se mojó el rostro y se secó con una toalla. Revolvió un par de cajones en busca de algún medicamento y cuando no encontró ninguno, fuera de las múltiples cremas que Tai tenía para los golpes y dolores musculares, realmente lo consideró un caso perdido.
Ninguno era de enfermarse. Así que, o salía a comprar algo para la fiebre o esperaba hasta el día siguiente. Y cuando el mareo volvió, de regreso a la habitación, decidió que sería mejor aguardar.
–Y eso que alegabas tener sueño ligero –se burló, recordando los primeros días viviendo juntos.
Un ronquido proveniente de la cama le llevó a encogerse de hombros y a abandonar el cuarto para ir hasta la sala. Nunca había logrado dormir mucho cuando tenía fiebre, eran los únicos momentos en los que recordaba soñar y no precisamente cosas agradables.
Si podía, lo evitaría.
Klennex, un recipiente para basura y una botella de agua le acompañaron cuando se arrojó al sillón y se envolvió, dispuesto a acampar en ese lugar. A lo lejos vio el control y sólo arrugó el entrecejo, debió de tomarlo antes de acomodarse... ahora, ya no se movería.
La piel le ardía.
Llevaba mucho tiempo sin enfermarse, quizás desde aquellos años en los que había terminado la escuela secundaria. Su padre siempre trabajaba, así que estaba acostumbrado a esperar a que el malestar pasara sin prestarle gran atención o, en todo caso, a medicarse con lo que encontraba en casa.
Era un mal hábito pero había sobrevivido.
Si recordaba algún momento diferente esos eran en el pasado, cuando su madre aún vivía con ellos y él era muy pequeño. Entonces sí podía pensar en que si se quedaba en cama, llegaría un plato de sopa caliente, una mano tibia sobre su frente y hasta algún ungüento en el pecho cubriendo todos los estereotipos que se veían en los anuncios de antigripales infantiles.
Tocándose la frente, como si nunca se hubiera mojado el rostro con agua fría, volvió a sentirse ardiendo. Bebió un sorbo largo y reconoció ese ardor en la garganta, tragó con pesadez y cerró los ojos escuchando el silencio.
A Yamato no le era fácil pedir ayuda...
Sin saber en qué momento cabeceó, y la maldición exclamada junto al temblor de una mesita le arrastraron de regreso a la realidad. Tai caminaba a oscuras y rumiaba algo sobre el haberse roto el dedo chiquito del pie.
–¿Por qué no estas en la cama?
–Roncabas –mintió.
–¡¿Qué? Imposible –la indignación se escuchó en la voz del moreno–, yo... no ronco.
–Eso lo dices porque no te escuchas...
–Claro que no.
–Sí, lo haces.
–No.
Tai alargó una mano para tomar la botella y Yamato se la quitó, lo que menos quería era contagiarle. Primero por sus importantes partidos y luego porque, quien hubiera visto a Tai enfermo..., sabía bien que era mejor prevenir.
–Ya, dime –se sentó a su lado y colocó la mano en la pierna del rubio, apretándole la rodilla–, ¿qué haces fuera de la cama?
Echando la cabeza hacia atrás, el rubio observó a Tai preguntándose si acaso los ojos hinchados, la nariz llorosa y el estar envuelto en una manta no le decían algo. Claro, hasta tenía la caja de pañuelos y medio bote lleno de éstos.
Y entonces, estornudó.
–Resfriado –concluyó Tai, con ese tono de voz que aparentaba estar descubriendo una verdad ineludible–. ¡Oh! ¿No me digas que éstas enfadado?
Para ese entonces, debido al malestar, Yamato ya había perdido el hilo de la conversación. La cabeza le pesaba y algo zumbaba dentro de ella, como si tuviera una pieza rota que rebotaba una y otra vez.
–No habrás creído lo que dije, ¿o sí?
Tai arqueó una ceja ante la falta de respuestas.
–Yama, ¡eres tan condenadamente sensible! –le golpeó el hombro, esbozando una sonrisa ancha–. No pensé que fueras a tomarlo en serio, no taaaaaaan en serio –exclamó, conteniéndose de gritar–, si sólo estaba jugando.
El moreno deslizó un brazo por la cintura del otro y lo acercó hacia él. Quizás era la fiebre pero una oleada de calor corrió por el cuerpo de Yamato hasta que se asentó en sus mejillas. Él le había creído, sólo un poco.
Tai bufó.
–Sí, eres un virus gigante y si me enfermo te reclamaré pero, eso no quiere decir que no estaré ahí para ti –revolvió los cabellos del rubio, teniéndole recargado en su pecho –a veces se me olvida que tú no sabes pedir ayudar.
–Tai...
–¿Si?
Hablar, hablar y hablar. Nadie podría detener a Tai y Yamato comenzaba a sentirse enfermo y notablemente expuesto.
–Shhh –murmuró el rubio.
–¿Cómo que shhh? –replicó Tai, con tono ofendido.
–Shhh –repitió Yamato, acurrucándose mejor–, me duele la cabeza.
–Me duele la cabeza –arremedó Tai, frotando el brazo del otro –y no me gusta que me digan las verdades en la cara.
–Tai...
Yamato estuvo a punto de responder cuando el moreno soltó una risa leve y le estrechó mejor. No pensaba ponerlo en evidencia, no innecesariamente.
–Veamos la repetición del partido –concluyó, tocándole la frente al otro–. Bueno, yo la veré, tú puedes volver a dormir.
Porque, con esa fiebre, seguro que lo haría.
Quizás Yamato había sobrevivido a resfriados y quién sabe cuántas más enfermedades sin compañía, sí... sabía que éste podía hacer algo como aquello pero, ahora que estaban juntos, el rubio no tenía necesidad de pasar solo momentos como aquel.
Aún a riesgo de enfermarse, Tai se quedaría con él.
Para cuando Yamato despertó se encontraba en la cama. Aún tenía fiebre y no estaba muy seguro de cuánto tiempo había pasado, pero se sentía como si hubiera dormido un día entero.
Con cierta pesadez giró bajo las mantas que lo cubrían y notó, a su derecha, la mesita junto a la cama en donde habían un par de cosas: un vaso lleno, una gran botella de agua, una caja rectangular pequeña y una nota con la caligrafía de Tai garabateando su nombre.
Estiró un brazo para tomarla y así, la leyó:
Te compré la medicina, me dijeron que esa es buena.
Bébete el jugo y luego toma la pastilla, no al revés. Volveré pronto.
PD. La botella de agua no es un adorno, bébela también. Tai
Le dio la vuelta al papelito esperando encontrar algo más. No lo había, al menos no de forma explicita, pero esbozó una ligera sonrisa pues aunque no le era fácil pedir ayuda, Tai le conocía y, sin ser invasivo, cuidaba de él.
oOo
Recuerden, aunque sea rectangular y tenga esquinas,
el botoncito del review..., no muerde.
