Impostor de la promesa incumplida
Capítulo 0
La promesa incumplida
— ¡Alfred, nos vamos!
— ¡Pero papá, estábamos jugando!
— ¡Me da igual, se acabó!— Gritó el respetable Robert Jones a la vez que tomaba con fuerza a su hijo junto a su hermana del brazo — ¡No volveremos a este lugar!
— ¡Pero papá! ¿Por qué?
— ¡Porqué yo lo digo! ¡Se acabó!— En medio de los jalones que le daba su padre, Alfred Jones volteó su mirada hacia su amigo que observaba triste la escena, no lucía sorprendido, era como si supiese que era lo que había pasado. Ni siquiera intentó de hablarle a su padre, ni intentó de pedir una explicación, ni siquiera intento de zafarse de la mano de su padre que comenzaba a agarrarle del cabello con fuerza.
— ¡Arthur!— Y entonces la puerta de la mansión se cerró en sus narices…
La tormenta no parecía tener fin, aquella lluvia invadía cada rincón de Londres. Parecía como si aquella tormenta buscara arruinar su último encuentro con su mejor amigo. Él solo quería darle la noticia. Aunque en cierto modo la misma tormenta podía ayudarle a internarse en la propiedad Kirkland sin que los guardias se enterasen, con tan solo once años logro cruzar el muro ayudándose de un árbol. Una vez en el suelo busco con la mirada la ventana de su amigo Arthur. Estaba en el segundo piso, pero por suerte existía otro árbol que daba justo a aquella ventana.
El pequeño era muy hábil trepando, el único problema, fue que una vez en la rama que daba a la ventana el viento comenzó a soplar con más fuerza provocando que casi cayese. Por la ventana podía visualizar la cama de su amigo, y en ella bajo las sabanas pudo distinguir un bulto tembloroso.
De inmediato golpeo la ventana mientras se aferraba a la rama de aquel árbol, vio al pequeño bulto estremecerse, mas no se levantó, comenzó a golpear entonces sin parar. Al hacerse incesante aquel sonido, dejo de cubrirse con las sabanas para ver hacia la ventana. Su cabello rubio lucía más desordenado que de costumbre, sus ojos verdes estaban llenos de lágrimas que resbalaban por sus mejillas, o al menos eso pudo distinguir Alfred en medio de la oscuridad. Una vez sus ojos se posaron en la ventana junto a su cama, sus muy pobladas cejas se levantaron de la sorpresa. De inmediato sus lágrimas se detuvieron socorriendo a aquel chico que yacía apenas sobre la rama del árbol.
— ¡Idiota!— Casi le grito el pequeño inglés. De inmediato abrió la ventana y tomo rápidamente al chico del brazo y lo hizo entrar de un tirón provocando que cayese sobre él en la cama— ¿Estás loco o qué? ¡Podrías haberte caído! Más encima me dejaste todo empapado…— Gruño, a lo cual el otro niño levantándose dejo escapar una pequeña risita, hizo un intento de ver el rostro de su amigo inglés, pero este desvió la mirada.
— No seas tan amargado, Arthie— Rio viendo como su amigo se levantaba— ¿Dónde vas?
— A buscarte una maldita toalla…—Susurró saliendo despacio de su habitación, ni siquiera lo miro, mas no le molesto. Conociendo a su amigo era demasiado orgulloso para mostrar su rostro lloroso, por lo que sabía bien que ir a buscar una toalla no era más que una excusa para poder limpiar su rostro. Con todo lo que había pasado hacia unas horas, lo entendía muy bien…aunque aún le molestaba lo último que vio antes de abandonar la mansión aquella tarde. El padre de Arthur tirando de los cabellos de su hijo como si fuera a estrellarlo contra la pared, aquella visión le daba escalofríos.
Siempre, siempre había encontrado esa familia extraña, algo no iba bien con ella y de eso sabia de cierto modo que no podía salir algo bueno, aunque aun sabiendo esto jamás se planteó el abandonar a Arthur. Porque su amigo era diferente, era como si simplemente hubiese nacido en la familia equivocada, aunque su hermana Alice parecía quererlo mucho, al igual que el hermano mayor a pesar de que siempre solía molestarlo…ellos dos parecían más conectados al mundo que el padre de Arthur había formado, lo cual le daba mala espina, no en lo que pudiesen hacer ellos a Arthur, pues era algo que solo el padre haría…aun así era algo que no podía explicar. Era al mundo al que también habían metido a su propio padre y del que repentinamente quiso salir de él.
Finalmente vio cómo su amigo volvía abriendo la puerta con sigilo, llevaba una toalla entre sus brazos con la cabeza gacha, nuevamente se acercó a él sin dirigirle la mirada.
— Maldito Alfred, eso fue peligroso— Volvió a gruñir el inglés dejando caer la toalla sobre la cabeza de su amigo americano, para así luego sentarse esta vez en la cama dándole la espalda. No entendía el porque estaba evitándole— ¿…Y? ¿A qué viniste?
— Necesitaba hablar contigo…
— ¿No podía ser mañana?
— Pues no…
— ¿Por qué? — Pregunto el de ojos verdes con curiosidad, mas no volteo.
— Quizás…no haya mañana…— En ese momento su amigo volteo a verle a los ojos, justo cuando un relámpago hacia aparición. Alfred se sorprendió al observar su rostro ahora iluminado, pudo ver que estaba herido por un segundo, fue entonces cuando aquella visión de Arthur siendo aporreado contra la pared volvió a su cabeza— ¡Arthie! ¡¿Qué te paso?!— Al darse cuenta de que estaba expuesto volvió a darle la espalda a la vez que escondía su rostro entre sus rodillas.
— Nada…
— No me digas que nada, déjame ver…
— ¡No!
— Arthur…
— ¿Por qué no va a "haber mañana"?— Alfred calló, y coloco una mano en su hombro, pidiéndole a su amigo inglés que voltease.
— Respóndeme…
— Voy a volver a Estados unidos…— Susurró ante sus palabras no pudo evitar derramar nuevamente sus lágrimas, a pesar de todo lo que había llorado aquella tarde— No sé cuándo, pero puede que sea mañana o en una semana…hasta ese entonces…no van a dejarme ir a la escuela, y nadie puede ir a verme a casa mañana…
— Pero…tu cumpleaños es mañana…— Susurró el inglés, todavía con su rostro escondido entre sus rodillas.
— Lo sé, pero a mi papá no le importa— Refunfuño también abrazando sus rodillas— Solo está preocupado por el quiebre de la sociedad…Aun no entiendo porque llegaron a eso… ¿Arthie, tú lo sabes?—Vio como la cabecita de su amigo hacia un pequeño gesto de negación, pero no levanto la mirada siquiera, tenía la leve sensación de que el inglés mentía, había algo que sabía pero que no le quería decir…aunque eso poco importante era ahora— Arthur…déjame verte…—Susurró el niño americano obligándole a que volteara, al instante cubrió su rostro con ambos brazos.
— No quiero…— Sollozó Arthur. Alfred preocupado luego de encender la lámpara de la mesita de noche, tomó de ambas muñecas con cuidado y le obligo a descubrir su rostro, el inglés mantenía sus ojos cerrados mientras las lágrimas deslizaban por sus mejillas, su ojo derecho estaba hinchado y había adquirido un tono un tanto violeta, tenía varios raspones en sus mejillas y una herida en la sien que había sido cubierta por una gaza. Observo cada una de las heridas que adornaban su piel con horror y culpabilidad.
— Fue… mi culpa, ¿cierto?— En ese momento Arthur abrió sus ojos sorprendido, encontrándose con que Alfred estaba a punto de llorar otra vez…Claro que era su culpa, aquella tarde antes de que la sociedad de sus padres se rompiese, Alfred por accidente había quebrado el bolígrafo favorito del padre de su amigo inglés…probablemente después de que la sociedad se rompiese encontró el bolígrafo y le atribuyo toda la culpa a Arthur...
— Por supuesto que no, idiota…— Pronto se vio rodeado por los brazos de su amigo, él le abrazo también escondiéndose en su hombro.
— Lo siento…lo siento…— le abrazaba con la fuerza que tanto le caracterizaba—de verdad no quiero irme…— Arthur también sollozaba mientras le abrazaba, Alfred era el único amigo que tenía Arthur y ahora…quedaría solo.
— Yo tampoco quiero que te vayas…— Susurró Arthur.
— Te prometí que no nos separaríamos nunca…—Era cierto, tanto que a Alfred le había costado acercarse a ese niño tan solitario cuando lo conoció, de inmediato recordó cuando le pregunto por qué no quería ser su amigo, recordaba muy bien la respuesta, que con tan solo seis años no logro comprender, pero si le había parecido triste, muy triste…
"Porque todo aquel que se hace mi amigo desaparece…"
— Eso no es tu culpa…
— ¡Pero te lo prometí!—Dijo levantando un tanto la voz— Quería demostrarte que una amistad puede ser para siempre— Sollozo en silencio—Ahora no nos volveremos a ver…
— Pero podemos escribirnos cartas, ¿no?
— ¡No será lo mismo!
— Alfred…por lo menos seguiremos siendo amigos… ¿o no?
— ¡Obvio que sí!—Dejo de abrazarle para verle a los ojos, no pudo evitar morder su labio al observar las heridas de su amigo
— Cuando he perdido a mis amigos ha sido para siempre…ahora al menos seguiremos siendo amigos aunque no nos veamos…—
Alfred continuaba viéndole en silencio, poniendo sin quererlo atención a cada una de las heridas
— Si tan solo pudieses venir conmigo…así no te seguirían pegando…— Susurró esta vez acariciando con cuidado sus mejillas golpeadas.
— Estaré bien…
— ¡Sabes que no es así!
Ambos se quedaron en silencio mirando el suelo, ambos sabían que el americano estaba en lo cierto y en como Arthur no podía engañar a Alfred. Odiaban todo, odiaban a sus familias, siempre se habían dedicado a manipular sus vidas como les daba la gana. Vamos, que hasta su amistad era producto de su familia…aunque solo esa vez habían estado agradecidos del egoísmo de sus padres, solo por haber llegado a formar una amistad que era casi más una hermandad…y que ahora les obligaban a romper…
— ¿Cuánto tardara una carta desde estados unidos hasta aquí…?— Pregunto Alfred de pronto resignado.
— No lo sé…—Susurró Arthur— Sería más fácil si tuviésemos email…— A pesar de estar en el año 2004 y de ser familias muy adineradas, sus padres no les permitían tener correos electrónicos por el eterno miedo de que pudieran entrar en contacto con posibles secuestradores. La verdad es que ambos no le habían tomado mucha importancia pues pasaban el día entero juntos y no necesitaban hablar por medio de una pantalla…hasta ahora— Podríamos hablar por el chat por ultimo…eso sería incluso más rápido que el email…
— ¿Sabes? ¡A la mierda lo que dicen nuestros padres, mañana mismo me hago uno!— Alfred miro a Arthur decidido— ¡Tú también! ¡No me imagino estar quizás cuanto tiempo esperando tu carta!— Arthur miraba dudoso el suelo, incluso lucía un tanto temeroso, Alfred no entendía por qué hasta que llevo una mano a la herida que tenía en su cabeza, si bien no era muy bueno interpretando la atmosfera lo hacía casi siempre con su amigo, lo conocía demasiado bien para no hacerlo. De todas formas no quería perder el contacto con él, era solo cosa de que se conectara solamente cuando no estuvieran sus padres.
— Aun así…no será lo mismo…—Declaro Arthur volviendo a mirarle, Alfred asintió sonriendo con amargura— Sobre todo si no podemos volver a vernos nunca…
— ¡…No será así!—La lluvia acababa de detenerse, por lo que se obligó a bajar la voz— ¡Tengo una idea!— Susurro esta vez— Vendré por ti cuando nos vayamos.
— Pero Alfred…
— ¡Así podrías irte conmigo! ¿No sería genial?— Era una idea descabellada, pero no para niños de apenas once años, o mejor dicho para Alfred, de alguna forma un pequeño brillo de esperanza había aparecido en los ojos verdes de su amigo, sin embargo parecía dudoso de aquella idea, hasta triste, por lo que el pequeño americano se molestó— ¿Qué pasa, Arthur? ¿No te agrada la idea?—Hizo un puchero—Entonces no quieres estar conmigo después de todo…—Esta vez el inglés le miro un tanto sorprendido y sonrió un poco triste.
— No es eso…es solo que…no sé si tu papá querrá llevarme con ustedes…Tu papá está enojado con el mío y…
— ¡No importa! ¡Si no lo convenzo te meto en la maleta y ya está!
— ¡¿Sabes cuánto tiempo dura un maldito viaje en avión hasta allá?! —Casi le grito Arthur.
— Bueno, bueno ¿pero que hacemos si no lo convenzo?— Arthur volvió a sonreír con tristeza, como si supiera que era imposible el convencerlo. Alfred por otro lado mordió su labio frustrado puesto que lo único que quería era ver a su amigo sonreír…
— Estaré bien, Alfred…no te preocupes…—Suspiro Arthur derrotado— De todas formas escríbeme, ¿sí?
— ¡Ya se! ¡Arthur ya se!— Celebro de repente Alfred, dejando al pequeño ingles confundido— ¿Arthie, tú me esperarías?
— ¿Qué cosa?
— ¡Juntare mi mesada y con eso lograre comprar un pasaje para sacarte de aquí!
— Sabes que es caro, ¿cierto?
— Por eso...espérame—El pequeño Alfred le miro serio para luego sonreír—, porque soy un héroe y te salvare — Esta vez fue el turno de Arthur de sonreír.
— Sera mucho tiempo, pero al menos no será un "nunca más"…— Entonces Alfred extendió su mano.
— Entonces… ¿Lo prometes?— Arthur observo aquella mano sorprendido, mas sonrió antes de estrecharla.
— ¡Prometido!
— Te sacare de aquí, Arthie…te lo prometo.
Ambos se abrazaron por última vez antes de despedirse y prometieron pasarse el correo por medio de un escondite que tenían en el patio de los Jones, pero cuando Alfred llego a su casa, casi todos los muebles habían sido embalados, a excepción de su cama. Su hermana Emily lloraba desconsolada pues no se había podido despedir de su amiga Alice, se sintió culpable de no llevarla consigo, puesto que partirían a primera hora de esa mañana, se apresuró a intentar de convencer a su padre de llevar a Arthur con ellos mas solo recibió negativas— ¡Papá! ¡¿No entiendes que lo terminaran matando?!— Era increíble pensar que con tan solo once años Alfred era consciente del peligro real que corría su amigo, y lo había hecho en el momento que salió de la mansión Kirkland esa tarde, cuando vio como a Arthur le agarraban del cabello de esa manera. Había sido la primera vez que había temido por su vida. Si bien, sabía que a Arthur le golpeaban a menudo en casa, fue la primera vez que fue consciente de eso. Que su amigo podía morir.
—No digas tonterías—Le había dicho su padre, a lo cual Alfred intento nuevamente replicar con un "¡Si yo lo vi!", fue entonces cuando recibió una gran bofetada, la primera que le había dado su padre— ¡Ya basta! ¡No me importa!
Fue la primera vez en que Alfred le declaro odio a su padre, con tan solo once años.
Partieron a las seis de la mañana hacia el aeropuerto Hearthrow para tomar el vuelo a la ciudad de Nueva York. El pequeño Alfred se preguntaba cuando Arthur descubriría su partida.
Una vez arribo a la que sería su nueva mansión, y ya estaban instalados, corrió a su habitación y rápidamente escribió una carta y una vez pudo hacer su dirección de correo electrónico y averiguar en donde se encontraba la oficina de correo, escapo de casa para enviarla.
Los meses pasaron sin embargo no recibía respuesta alguna de sus cartas, sabía que era posible que las cartas se perdieran o que el papá de Arthur las escondiera, por lo que no se rindió y siguió enviándolas y pasando las tardes junto al buzón de correos esperando que dicha carta llegase, como sería que ya incluso era conocido tanto por el cartero como de la gente que trabajaba en la oficina de correos, por otro lado, intentaba de todas las formas juntar dinero para cumplir su promesa, para un niño lo que sumaba esos pasajes era demasiado aún así tardo un año en recaudar el dinero cuando se dio cuenta que los pasajes habían subido.
Su padre fácilmente podría costearse esa diferencia sin problemas, si era de una de las familias más ricas de Estados Unidos, pero sabía que si le pedía esa cantidad de dinero le preguntaría para que sería…y obviamente también que por eso no se lo daría, además que desde ese día en que dejo Londres, no volvieron a tener la misma relación entre padre e hijo.
Todavía no recibía respuesta a sus cartas, lo cual le frustraba bastante, varias veces pensó en dejarlo, puesto que el juntar el dinero le resultaba imposible y Arthur parecía haberse olvidado de él…pero cuando veía la única foto que había logrado conservar de ambos y recordaba el riesgo que corría su amigo se animaba a continuar.
Había pasado poco más de dos años desde que había llegado a Nueva York, un día de Diciembre cuando Alfred recibió al fin una carta, estaba tan emocionado que entro corriendo feliz a la mansión Jones dispuesto a leerla en su habitación, cuando se topó con su padre.
— ¿Por qué estás tan feliz?— Lo cuestiono al instante, Alfred estaba tan feliz que no se preocupó de esconder que había recibido una carta, había llegado a incluso a olvidar el enojo que tenía a su padre.
— ¡Arthur al fin me escribió!— Tan feliz estaba que no alcanzo a percatarse de como los ojos de su padre se horrorizaban hasta que le quitaron la carta de sus manos.
— ¡ ¿Le has estado escribiendo?!— Alfred no entendía porque pero su padre se había puesto pálido mientras con su mano comenzaba a arrugar el sobre—¡ ¿Quieres decir que sabe dónde estamos?!
— ¡Papá, no! ¡La vas a romper!— Suplico intentando inútilmente de quitársela de las manos cuando el hombre aquel comenzó de despedazar la carta en medio de los gritos y llantos de su hijo, una vez termino de destrozarla, se dirigió al salón de visitas donde la quemo. Alfred se quedó llorando en su habitación con la foto aquella entre sus manos.
Sin entender porque volvieron a mudarse, esta vez a la ciudad no tan grande de Seattle, pasaron la Navidad ahí y ni siquiera había podido despedirse esta vez de sus amigos de Estados Unidos, se fue esa misma madrugada a ocupar una nueva mansión.
A pesar de todo no fue motivo para el pequeño Alfred el rendirse, continuo buscando formas de recaudar dinero para ir a buscar a Arthur, el pasaje aumentaba cada vez más. Por suerte también el tener trece años hizo que aumentara su mesada, por lo que comenzaba a hacérsele fácil, pero para ello no gastaba ni para salir con amigos de su nueva escuela ni en nada que le gustase.
No volvió a tener respuesta nueva a sus cartas hasta que pasaron cerca de siete meses desde que se había mudado a Seattle, era el día de su cumpleaños, 4 de Julio, ¿Cómo iba a olvidarlo? Esta vez tuvo cuidado y con el corazón en la mano corrió a un lugar que había encontrado para estar lejos de sus padres y tranquilo, un muelle abandonado junto a una tienda de regalos. Estaba feliz, finalmente había conseguido el dinero para los pasajes y más encima había recibido al fin una carta de su amigo que podría leer.
Una vez llego al muelle, se sentó a la orilla de este. Mientras abría el sobre se preguntaba con ilusión si le felicitaría, que cosas que iba a contarle, como estaba, el si había sido capaz de hacer amigos, si había al fin aprendido a tocar guitarra como él quería, si continuaba cantando, si aún lo estaba esperando...
Pero Arthur no escribía para felicitarle…
Tampoco tenía nada para contarle...
No tenía como hacerlo tampoco…
Porque su amigo Arthur había muerto hacia una semana…
Fin Capítulo 0
Notas Autora:
Hola a todas! Tanto tiempo sin subir nada, bueno como ven aqui les traigo mi nuevo fic y quizás el ultimo. Esta basado en un antiguo rol que tuve con una amiga que jamas terminamos, aunque de alguna manera es muy distinto a lo que planeabamos en ese entonces.
He estado sin tiempo por culpa de la tesis -.- y mi profe guía no ha sido de mucha ayuda. En fin, de seguro quieren matarme ahora :D porque bueno, maté a Arthur y ahora Alfred sufre.
Les pido disculpas por la demora, además de la tesis, en un principio la trama no me era muy convincente, por lo que le di muchas vueltas. Lo chistoso es que termine con una idea que se me había ocurrido hace mucho, y fue como "no...WHY?!" y ahora hace poco le volvi a dar vuelta y fue como "¿Porque no lo hice antes?!" ajajaja
Eso hizo que tuviera que hacer este capitulo, que iba a ser un prologo, más largo y mejor desarrollado asi que por eso creo que valio la pena la espera.
Gracias a todos los que han seguido apoyándome con mis fic, espero no decepcionarlos con este ultimo que sera un gran desafió, ya que interactuaran más personajes y tendrán cada uno su propia historia.
Espero que les haya gustado el capitulo, asi que espero ansiosa sus comentarios :3
Nos leemos
