Título- The Devil in Me

Autor- Lyson

Disclaimer- Beyblade es propiedad de Takao Aoki. La mente maestra detrás de este fanfiction es Lyson, quien me concedió el honor de traducirlo.

Advertencias- Yaoi, angst, violencia, gore, sangre, violación y violencia sexual explícita.

Una nueva traducción para todos aquellos lectores que votaron por una historia yaoi TalaXKai. Debo admitir que estoy muy emocionado por este nuevo proyecto, desde que comencé a leer este fic no pude dejarlo y supe que sería lo siguiente que traduciría. Espero que ustedes lo disfruten tanto como lo hice yo.

Sólo este primer capítulo estará en clasificación T, a partir del segundo pasará a clasificación M. Personas sensibles, por favor, absténganse de leerlo.


Capítulo Uno – Oculto

Carmen Malevich era una vecina típica; amaba la idea de una taza de café y un buen chisme con sus compañeras amas de casa en el pequeño vecindario. No era el vecindario más adinerado, pero era el segundo de San Petersburgo.

Las familias que vivían allí eran aquellas que podían costear vidas estables y lujos simples, los niños asistían a escuelas privadas sólo por debajo del nivel de la Liga de la Hiedra, era seguro y particularmente privado para las familias residentes.

Carmen era una mujer americana que se había casado con un hombre ruso de buena posición, la mayoría de los hombres que compraban propiedades en esa área eran frecuentemente grandes hombres de negocios o aquellos justo debajo de los jefes.

Por el momento, ella estaba caminando por la calle, llevando un recipiente sellado con pastelillos adentro, estaba en camino para visitar a su colega de chismes, la cual era rusa, pero también angloparlante, Tatyana Ivanov, a quien veía al menos dos veces por semana cuando menos.

Tatyana Ivanov era una mujer miserable, difícilmente sonreía y parecía demasiado engreída, pero aceptaba la presencia de Carmen porque sentía que ello la volvía normal y parecía un ama de casa, lo cual pretendía lograr puesto que ella no se atrevería a crear una mala reputación tanto para ella misma como para su marido, Stas Ivanov, un acaudalado dueño de una compañía y accionista, quien estaba bastante involucrado en aspectos gubernamentales.

Carmen nunca comprendería cómo una familia de tal condición vivía en ese vecindario, pero más importante, ella estaba interesada en porqué el hijo de Tatyana y Stas no acudía a la escuela aún cuando tenía diez años. Tatyana alguna vez había le hablado acerca de cuando estuvo embarazada y Carmen había atado cabos para determinar la edad del niño. Esa era la razón real por la que amaba visitarlos, para echar un vistazo del pequeño niño, o un detalle jugoso acerca del porqué ellos escondían al infante de la manera en que lo hacían.

Ella había preguntado una vez después de vislumbrarlo cuando Tatyana lo había apresurado para que fuese de regreso a su habitación donde permanecía oculto, el porqué los mantenían tanto en su recámara y si resultaba saludable.

De lo que había visto, el niño era poseía una apariencia extremadamente rara y era muy hermoso, ella únicamente había alcanzado a ver su piel tan blanca como la porcelana y el cabello rojo sangre que destellaba como dos cuernos sobre su cabeza. Tatyana había chasqueado la lengua y dejado pasar el tema casualmente mientras volvía a tomar asiento con Carmen ese día.

Recordaba, sin emrbargo, que su nombre era Yuri porque había escuchado a Tatyana llamarlo de esa manera cuando le hablaba o se refería a él con su marido en todo momento. Las ocasiones en la que Carmen había visto a Stas eran muy pocas y él ni siquiera una sola vez se había molestado en sonreírle o saludarla, él era delgado pero atractivo, era alto, pálido con el cabello negro como el carbón y ojos azul oscuro.

Tatyana era muy atractiva y parecía no envejecer; poseía cabello rojo oscuro y la misma piel y ojos que Stas, sólo resultaba un poco más baja que su esposo.

Carmen llegó a la casa y caminó a través de las grandes rejas y paredes que rodeaban la casa de dos pisos, observó una cortina moverse en la recámara de arriba y se las arregló para ver una pequeña manita pálida dejar la cortina caer.

Carmen tuvo un escalofrío repentino mientras caminaba por la entrada cubierta de nieve, el patio estaba tan estático que ni siquiera había una ligera brisa, todo estaba quieto e inmóvil.

El Mercedes de Tatyana yacía justo afuera de la cochera y la nieve formaba una gruesa capa sobre él, era un día tan frío como lo era normalmente con una leve nevada de vez en cuando. Se aproximó a la casa de piedra gris con un poco de vacilación, algo no se sentía bien.

Llegó a la puerta de madera y utilizó la aldaba, a los Ivanov jamás les habían gustado los timbres. Aguardó cerca de un minuto, nadie respondió y tampoco se podía escuchar nada desde el interior. Reculó un paso y miró hacia arriba, viendo cómo la cortina que se había movido anteriormente se mantenía sin movimiento.

Suspiró y pensó en irse a casa, pero su curiosidad se llevó lo mejor de ella, así que giró el picaporte, podía sentir en frío calar por su guante y, ahora, el abrigo que portaba también parecía haberse congelado.

Sostuvo su recipiente firmemente al tiempo que entraba en la casa, la cual estaba muy limpia y siempre olía de ese modo, nunca había un aroma o un sentimiento acogedor, únicamente aire limpio y gélido.

–Tat… Tatyana… –llamó y se estremeció con el eco más tenue.

La casa estaba tan silenciosa y quieta, las cortinas estaban abiertas pero el cielo nublado no ayudaba a iluminarla y hacerla lucir aún más agradable. Sostuvo su respiración y cerró la puerta de manera un tanto ruidosa en espera de causar revuelo, pero tras un momento no había sucedido nada.

–Tatyana… soy Carmen, cariño, ¿estás ahí? –dijo en su débil acento texano.

Aún nada. Suspiró de nuevo y decidió que debería irse, pero escuchó algo venir de arriba, las escaleras quedaban justo a su izquierda, sonaba como una manilla, una manilla estaba siendo forzada.

–¿Tatyana? –llamó de nuevo y se dirigió a la base de las escaleras.

No oyó nada esta vez, pero miró hacia arriba al descanso y a la barandilla de madera y se cuestionó del porqué estaba tan oscuro arriba. El pasillo doblaba a la derecha y el resto de las escaleras estaban sumidas en la oscuridad como si la cortina del pasillo no estuviese abierta.

Se obligó a sí misma a ser valiente y subió las escalinatas, decidió que iría a la habitación de Tatyana y vería si tal vez se había quedado dormida o estaba enferma, después de todo ya pasaban de las once de la mañana.

Subió haciendo mucho ruido con sus tacones sobre la madera oscura, no obstante, ella no buscaba ser discreta, llegó al pasillo y vio que a la orilla, en la ventana, la cortina estaba cerrada aunque se podía ver la luz opaca asomándose por los resquicios de la cortina de Borgoña.

Estaba parada en la cima cuando miró a la puerta que yacía sólo a unos pocos pasos de las escaleras, sabía, por su propia casa, que ese era una de las recámaras que tenía ventanas hacia el frente de la casa, sabía que era la del niño. Frunció fuertemente el ceño cuando observó la llave fuera de la puerta.

Se preguntó si estaría cerrada y si él estaría encerrado dentro. Miró al fondo de a puerta y vio que allí había algo como un tope de puerta bloqueando el espacio bajo la puerta del exterior, probablemente para que, si la llave fuese empujada del cerrojo desde el interior, no pudiese ser alcanzada por debajo de la puerta.

Pensó que aquello era terrible, cómo podían Tatyana y Stas encerrar a su hijo de esa manera, se revolvió silenciosamente por el disgusto y caminó hacia la puerta.

Sostuvo la llave y la giró con cuidado, al escuchar el pestillo sonar confirmó con disgusto que el niño estaba recluido, instantáneamente creyó que él era víctima de abuso, lo cual no sería sorprendente, pues Tatyana era fácilmente el tipo de golpeadora.

Cuando abrió la puerta, fue golpeada por una ráfaga de viento helado. Tembló al notar cómo el niño no tenía ninguna clase de calefacción en el cuarto. Avanzó al interior y vislumbró los alrededores, era mayormente blanco, con toques de lino rojo y detalles por el estilo.

Era tan sencillo y también desprendía un olor a limpio, un juego de cómodas grandes, un ropero, una sola alfombra roja, un escritorio con papeles regados, las cortinas eran pesadas y blancas, las paredes eran blancas y pudo ver un baño aledaño a través de la puerta que se hallaba a un extremo de la habitación.

Fue entonces cuando se centró en la cama de cuatro postes con lino rojo y blanco y sus ojos recayeron en el chico sentado con las piernas cruzadas en medio de la cama doble y que portaba una playera roja y pantalones negros con calcetines blancos.

Le sonrió cálidamente cuando notó cómo se él se le quedaba viendo. Era pálido y su piel se veía como la leche, sus ojos, ahora se daba cuenta, eran azul claro, casi color cian, sus cejas limpias y delgadas tan rojas como su cabello que estaba inmóvil, estilizado sobre su cabeza cual cuernos.

Dio un paso al frente pero él no se movió, sus suaves mechones rojos enmarcaban perfectamente su extrañamente demacrado rostro, él era delgado y no tenía grasa parda, lo cual resultaba inusual para su edad, pensó tristemente que lo habían estado matando de hambre, a pesar de que no mostraba signos de desnutrición.

Llegó a la cama y se sentó en la sábana perfectamente extendidas, por lo que un poco de nieve cayó de su abrigo a la cama, colocó el recipiente en su regazo y le sonrió, moviendo una pierna ligeramente sobre la cama para poder encararlo más directamente. Ella pudo observar cómo sus ojos nunca la dejaron de seguir, aún cuando él no realizó ningún movimiento.

–Hello, Yuri –lo saludó en inglés, bajo su duro escrutinio.

Ella observó sus labios naturalmente rojos y esperó a que le hablara, pero él no lo hizo, sólo continuó analizándola con la misma intensidad.

Ella sonrió de nuevo y abrió en contenedor, liberando el aroma de bienes recién horneados y aire caliente.

–¿Te gustaría un pastelillo o una magdalena, corazón? –le preguntó y le extendió el recipiente.

Él se le quedó viendo a ella, provocándole una risita. Tomó un pequeño bloque de pastel de vainilla.

–Toma… Te ayudaré, no necesitas ser tímido –dijo amablemente, al tiempo que empujaba el pastel un poco más cerca de sus labios rojo sangre.

Él no apartó su vista ni un instante, pero ella sonrió cuando vio sus labios separarse y abrir ampliamente su diminuta y bonita boca para tomar un bocado. Estaba a punto de hablar de nuevo, cuando su boca rodeó el pequeño pastel y su mandíbula se cerró.

–¡Ah! –gritó con la presión de esos dientes clavándose en sus dedos con fuerza premeditada. Ella comenzó a tirar de su mano mientras sus gritos se transformaban en chillidos de dolor y terror al observar que esos ojos azules tenían una mirada amenazante conforme la sostenía mordiéndola fuertemente.

Haló su mano con mucha el mayor ímpeto del que fue capaz hasta poderla liberar, provocando que cayera de la cama de espaldas sobre la alfombra roja. Llorando de dolor miró a su pulgar y dedo índice, su pulgar estaba desgarrado y sangrando; ella no pudo reprimir un grito cuando se dio cuenta que la punta de su dedo índice se había ido y la sangre emanaba de él.

Murmuraba suaves "oh, por dios", entre sus gritos y lloriqueos mientras sostenía su mano. Volteó a ver a la cama otra vez, el niño estaba de rodillas ahora, sus puños aferrándose con vehemencia a las sábanas mientras la había estado mordiendo para que no se fuera a mover.

Miró a su cara, la sangre y el glaseado de vainilla manchaban su boca y sus ojos brillaban divertidos al verla sollozar, su sangre resbalando de las comisuras de su boca sobre las sábanas blancas.

Sus ojos se abrieron grandemente cuando vio su boca moverse y escuchó crujidos al masticar, sintió cómo la bilis subía por su garganta al oírlo mascar la punta de su dedo.

–Tat… ¡Tatyana! ¡Ayuda! –vociferó al intentar levantarse.

Fue espeluznante qué tan rápido él gateó fuera de la cama y la cogió del cabello, jalándola de su posición arrodillada a yacer sobre su espalda. Lo intentó alejar con las manos mientras gritaba al sentir un dolor punzante proveniente de su cabeza conforme él tiraba de su cabello y al escuchar los sonidos de desgarre cuando mechones de su cabello eran arrancados de su cuero cabelludo.

Él la estaba arrastrando del cabello a través del piso de la habitación cuando ella sintió algo humedecer su ropa, no necesitó mirar para saber que se trataba de sangre, por el olor.

–Detente… ¡Ayúdenme! –gritaba en pequeños chillidos tras las vociferaciones de dolor.

Identificó los pequeños gruñidos de diversión e ira provenientes del niño al tiempo que inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo. Él retrocedió un paso, soltándola al sentir su mirada sobre sí. Ella estaba llorando y estirando sus manos hacia arriba, no quería hacerlo, pero tanteó su cabeza, llorando de miseria cuando halló montones de su cabello rubio frente a su vista. Se atragantó con su propia saliva con tosidos y gruñidos mientras gimoteaba.

Dejó caer el cabello e agachó su cabeza de nuevo para volverlo a ver mientras permanecía ahí parado, pecaminosamente hermoso y lindo con su cabeza inclinada a un lado, con su ropa y faz manchadas de sangre, sus ojos tan azules y felices.

–Yu… ri… ayúdame… –exhaló en un último intento de obtener ayuda.

La última cosa que vio antes de gritar fue a él avanzar hacia ella con sus manos primero…


Fin del primer capítulo. Creo que el porqué del próximo cambio de clasificación queda muy claro desde este capítulo; sin embargo, me gustaría seguirlos viendo después a pesar de ello. Por favor, no duden en dejar un comentario, ¿gustó, no gustó?, quiero escuchar lo que tengan por decir. Por lo pronto, ¡gracias por leer!