Comienza la primavera. Por esos días de estación, no era de extrañarse que las últimas lluvias del año, arremetieran contra la urbe. El reloj de su coche, marcaba la 1:06 de la madrugada. Deidara, retornaba a Tokio de unas merecidas y descansadas vacaciones; a los pies del majestuoso monte Tsukuba. Situado solo a 100 kilómetros de Hokkaido, en la prefectura de Ibaraki. Un lugar sencillamente paradisiaco. Rodeado de templos milenarios y de lo que muchos buscarían a las afueras de la metrópoli, un poco de silencio. No tenía la más mínima intención de volver a la rutina, sin embargo, el plazo ya estaba cumplido. Dos semanas fuera de la capital, ya se reflejaban en sus agotados orbes nocturnos. El monzón, no daba tregua. Y acabó viéndose forzado, en activar el nivel máximo del parabrisas. No veía un carajo. Disminuyó la velocidad, optando una posición defensiva por si las dudas. Buscar la muerte a sus cortos 20 años, no era una de sus expectativas.
Recordó haber tomado dos tazas de café antes de partir. Quizás, no con el suficiente endulzante. Resultado de ello,ya cabeceaba. Para no correr riesgos, encendió la radio. Una de sus canciones favoritas, comenzó a sonar. Tarareando, podría sobrellevar el sueño que traía a cuestas. Su teléfono celular, vibró. Conocía a la perfección, el nombre que figuraba la pantalla al titilar.
—Danna —murmuró, acomodando el auricular en su oído derecho—. Me ha cagado la canción. Iba en la mejor parte, hm —protestó en tono infantil.
—Hay mucho ruido de fondo. ¿En dónde estás?
—Ni idea. Creo que voy por…—echó una ojeada rápida al camino—. La intercepción de la 34. Está lloviendo, quizás es eso.
—Espero no llegues tarde mañana. Recuerda que tenemos la reunión con los contribuyentes.
—Gracias por su preocupación. Llevo cinturón de seguridad, hm —bufó el rubio.
—Confío en tus habilidades al volante.
—Claro, claro —rió—. Yo soy-…—acalló de forma abrupta, percatándose que un camión, se había desviado a su camino. En una maniobra de película, logró esquivarlo— ¡FIJATE POR DONDE VAS, ANIMAL! —aulló.
—…creo que ya no confió tanto.
—Demonios. ¿Vio eso? Ese idiot-…
Una luz cegadora, empañó el vidrio trasero de su vehículo. La explosión estridente, se escabulló por el espejo retrovisor. El camión, había colisionado contra algo. Completamente en shock, el ojiazul pisó el freno. El chirrido de las llantas contra la acera, resbaló producto del húmedo pavimento.
—Oe… ¿Qué ha sido eso? ¿Estás bien?
—El idiota ese…—murmuró, pasmado. El color se le había ido del rostro— Mierda…—Danna, lo llamo luego.
— ¡Espera! ¡No vayas a-…! Cortarme…
Orillándose a un costado de la carretera, Deidara extrajo un paraguas debajo del asiento y descendió del automóvil con aires de incertidumbre. El humo, mezclado con la polvareda del ambiente y la lluvia, dejaban mucho a la imaginación. Y conforme se fue disipando, la imagen se revelaba aún más escabrosa de lo que pensó, que se encontraría. Paso a paso, los trozos de material pesado, se dejaban ver en el asfalto. Algo de vidrios rotos y uno que otro caucho quemado. El vehículo mayor, había impactado de lleno contra otro mucho más pequeño. Su señero testigo, sería elalbor, del único foco que iluminaba el suceso. Más perturbado que otra cosa, el lozano se arrimó a inspeccionar aún más de cerca. Sus intenciones, eran claras. Al menos, comprobar que todo estuviera en orden. Algo ilógico en un momento como ese.
De manera vertiginosa, un hombre saltó desde el interior del camión, tirando la puerta descuartizada de una sola patada. Sangraba por la sien. A tremebundos pasos, se tambaleó de un lado a otro, con una expresión desconcertada y aterrada, fruto del accidente. Se dejó caer de rodillas, dándose de bruces al suelo. De inmediato, Deidara corrió a socorrerle.
—¡O-oe! ¡¿Te encuentras bien?! —le movió un poco. Estaba muy mal herido, y sus labios parecían querer decir algo. Nada concreto en realidad. Seguramente, deliraba producto del shock o del frio. No, más bien, el claro olor etílico que despedía su cuerpo, era la respuesta a todas sus dudas. El idiota estaba ebrio. Y a pesar de saber la condición de su estado, de forma instintiva, marcó a emergencias. Pronto, terminó percatándose de la existencia del vehículo menor y que en su interior, había un bulto. Dejándose de rodeos, echo carrera hasta el, golpeando la manija de la puerta piloto, hasta que esta, aflojara.
Pero…ya era demasiado tarde. Su conductor, una mujer de cabello largo y bermejo, hacía de todo menos moverse. Su frente, estaba incrustada en el volante. Un líquido espeso, escarlata, mezclado con uno más grisáceo, llegó a tocar los pies de Deidara, al punto de hacerle retroceder del nerviosismo. Escurría, a beneficio de la lluvia. No sacaba mucho con ver su rostro. La luz, se había apagado de sus ojos. ¿Qué se supone que debía hacer? El pavor, dominó su semblante. ¿Había sido culpa del idiota del camión? Claro, si no lo hubiera esquivado antes, la victima seria él. De todas formas, no importaba cuantas veces lo pensara, una mujer había fallecido. ¿Quizás había hecho mal, en llamar a una ambulancia para salvarle la vida? Más que sentir pena, sus venas se llenaron de impotencia. No se iba a quedar para verlo vivir. Y tal vez, se odiaría por el resto de su vida por ello. Sí. Definitivamente, iba a largarse, sin si quiera preocuparse por el imbécil. Era su culpa. Debió haber llamado a la policía en vez de una maldita ambulancia.
Deidara se encontraba en un proceso de odio existencial. Haciendo usufructo de su gran sentido de reproche, fue interrumpido abruptamente por el sonido de un aullido pequeño. Algo así, como un gatito chiquito. Un quejido menor, proveniente de los asientos traseros. ¿Algún animal? Aun había algo que podía salvar de todo ese infierno. Un cuerpo negro se movía ahí atrás. La puerta no se abrió. Se mojaría. Regresó al auto en busca de una llave inglesa que portaba en el maletero y a golpes limpios, quebró la ventana. De esa forma, introdujo la mano, destrabando el seguro por dentro. Una manta negra, cubría lo que a simple vista, parecía ser una silla de bebes. Y si no era una mascota…entonces…
— ¿Es…un bebé…?
Lo era. Un pequeño bebé de cabellera rubia y fuertes ojos azules, como el cielo; le observaron con titubeo. Mordisqueaba un juguete de plástico, relleno de agua, completamente baboso y despeinado. Sus pequeños orbes, amenazaban con hacerle llorar. Tal vez como una forma de hacerle entender su miedo. Claramente, no tenía idea de que era lo que había pasado. No fue muy difícil para Deidara, atar los cabos sueltos. El hijo de la mujer, quien ahora, desconocía su estado de soledad y desamparo ante el mundo. Si su madre había muerto. ¿Quién iba a cuidar de el…?
El rubio mayor, tragó saliva con perplejidad. Lamentablemente, no podía hacer nada contra el destino del menor. Así le había tocado la cosa. Una lástima para él. No tenía experiencia en cuidar niños y jamás llego a pensar en tener hijos. Se asimilaba así mismo como alguien demasiado frio y egoísta como para si quiera, ponerlo en tela de juicio. Las alarmas de la ambulancia, ya se avecinaban a lo lejos. Pronto llegarían. Deidara chasqueó la lengua y dio media vuelta. Los enfermeros sabrían que hacer con él. Sí. Eso.
El pequeño, no le quitaba los ojos de encima.
—Lo siento mucho, enano. No puedo hacer nada —le aclaró, como si realmente entendiera lo que decía. Abrió nuevamente su paraguas, aunque ya estaba empapado hasta el culo. Sin embargo, muy lejos de asustarlo, el bebé solo atinó a sonreírle. Una de esas sonrisas rompecorazones que roban alientos, incluso al hueso más duro de roer. Deidara, gruñó, sutilmente sonrojado— No…definitivamente…no —negó así mismo su cabeza—. Adiós.
Y se alejó del automóvil…
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—¡Arggh! —berreó, jalando la silla del interior del vehículo— ¡Me voy a arrepentir de esto toda la vida, hm! —una cadenita de oro, relucía de su cuello— ¿Naruto…? —farfulló— Que nombre tan feo —pero este, solo le respondió con una burbuja de saliva—. No te vayas a cagar en el auto ¿Me oíste? Joder.
Las autoridades ya estaban por llegar. Como le lleva el diablo, Deidara subió al bebé a su auto y pisó a fondo el acelerador, perdiéndose entre la lluvia nocturna. Claramente, no era hora de pensar en las consecuencias de sus actos. Y si tenía que ponerle un nombre a lo que había hecho, lo más cercano a ello seria "cuando haces cagada". Bien, admitía ser un humano desalmado sin corazón, pero jamás llegó a demostrarlo realmente. En un rincón muy recóndito de su ser, adoraba a los más indefensos. Aquella lluviosa noche de primavera, su vida cambiaria para siempre.
[...]
4 años después. Corporación Akatsuki. 16:30 PM.
—Las inversiones de Konoha, están por sobre nuestras expectativas. Debemos aumentar el nivel de producción.
Una reunión de emergencia, se llevaba a cabo la sala de conferencias. Akatsuki por esos días, se dedicaba a fabricar juguetes para niños, entre las edades de 1 a 12 años. Su cuerpo corporativo, era conformado por tres personas. El presidente, el vicepresidente y el ejecutivo representante.
—Deidara —llamó Sasori. Este último, frunció el ceño tras notar la presencia despistada del rubio—. Representante.
—Dann-...quiero decir, presidente —se excusó el ojiazul, sintiendo la mirada rabiosa de sus compañeros—. Disculpe, estaba distraído, hm.
—Últimamente pasas mucho tiempo distraído —acotó la vicepresidenta, Konan. A lo cual, Deidara respondió con un gesto trivial.
—No presionemos al personal —interrumpió Nagato.
—¿Alguna idea para cubrir la cuota de este mes, representante? —arremetió el pelirrojo.
—Bueno... —carraspeó un tanto, girando los ojos hasta sus papeles. Demasiadas cosas en su cabeza por esos momentos, estaban fundiendo sus palabras—. E-estaba pensando en que quizás sería bueno darle una visita a Konoha —la directiva comenzó a parlotear, en un acto de rebeldía por sus palabras. Seguramente, planeaban echarle la caballería encima de la peor forma. Ah, pero claro que tenía algo bajo la manga—. Como bien ya saben, la semana pasada lanzamos un nuevo modelo de Aviones; que la competencia nos copió.
—No es una copia, si están en versión macro —murmuró un joven.
—Vamos, no bromeen —refutó Deidara— ¿En verdad, piensas que fue algo inventado por ellos? Recuerdo que esa semana, Kakuzu se quedó hasta las 5 de la madrugada, terminando el modelo.
—No quiero hablar de eso —se excusó Kakuzu. Estaba traumado.
—No se ustedes, pero estoy harto de las rivalidades sin sentido —declaró sin más—. Comprendo que sus dueños tengan cosas entre ambos. Pero nosotros...¿Qué monos pintamos ahí? Llevamos años, combatiendo por una rivalidad imaginaria y absurda. Creo que es tiempo de formar una tregua.
—¿Realmente pretendes rebajar a la compañía, hablando con ellos? —expuso una mujer.
—Esto es ridículo —dijo alguien por ahí.
Nuevamente, se inició la cháchara. Cada quien, tenía su punto de vista discrepante ante la propuesta que a simple vista, era descabellada para quien la dejase oír. ¿Deidara se había golpeado la cabeza? Su carácter, estaba por sobre mucho, demasiado blando para el cargo que de antaño, sobrellevaba con fama e ímpetu. ¿La razón...? Sasori golpeó la mesa, con un libro grueso. Todos callaron.
—No quiero tener que recordarles, que sigo aquí —exhibió Sasori, haciendo uso de su tan conocido; malogrado perfil de mierda—. Representante. Su idea me parece de lo peor. Creo que lo que está a punto de hacer, es suicidio. Sin embargo... —suspiró, rendido—...confió en sus habilidades. Como siempre, espero no me decepcione. Acordaremos una cita con el anfitrión de Konoha. Nos vendría bien una mano amiga para no irnos a la quiebra.
Una sonrisa picaresca, ligeramente sutil, se dibujó en el rostro del bermejo. Ambos, se atravesaron miradas de confabulación, como si la ayuda; realmente tuviese un doble sentido al asunto. Deidara, se retrajo en su silla, haciendo amago de no mostrar el interés mimoso; que realmente sentía por Sasori. Después de todo, era su jefe. La reunión llegó a su fin. Todos los integrantes de la comitiva, salieron de la sala. Todos, menos el representante.
—No esperaba menos de ti, representante —murmuró el Akasuna, sin ningún tono aparente. Daba de golpes suaves a un fajo de papeles. Sus dedos índices, trazaron líneas de un lugar a otro, ordenándolos milimétricamente en su lugar—. Prepararé comida francesa, esta noche —el ojiazul, desvió la mirada con un sonrojo delatador. Seguido de ello, asintió con la cabeza, sin emitir ni si quiera un suspiro. Esa, había sido respuesta suficiente—. A las 10:00 en mi apartamento. Trae un vino —determinó, casi como una orden, segundos antes de salir de la habitación.
Las invitaciones de Sasori, siempre conllevaban a algo más. Algo, de lo cual ya estaba acostumbrado. No era como si deseara negarse o si realmente le convenía hacerlo. Por dos sencillas razones. El, era el cabecilla de la entidad. Y además, no era para nada desagradable. Paradójicamente, resultaba ser jodidamente atractivo a la hora de estar en la intimidad. Aunque en el fondo, Deidara dudara constantemente de si realmente, el bermejo tenia sentimientos o no. Rara vez los exponía, siendo más su careta inexpresiva la sombra de todas sus acciones. Agregándole a todo esto, que nadie tenía conocimiento, de la relación extraña que ambos acarreaban. Porque si bien, no eran novios, tampoco eran amantes, ya que no habían afectos de por medio —al menos no por parte del pelirrojo—. Demasiado confuso de explicar. Tal vez, tan solo era un juego demasiado apetitoso que muy difícilmente, podrían rechazar. Lo que había comenzado como una cita inocua, acabó embrollándose; en una red de rituales amatorios, sin mayores miramientos ni compromisos.
Pensando en que iba a ponerse para la velada, de camino a su oficina, llegó a la conclusión de ir con lo más sencillo que tuviese. El director, odiaba la ropa. Y jamás le dio la mera importancia, que el rubio le daba. La última vez, había gastado una buena cantidad de dinero en ella, solo para que acabara hecha pedazos. No. Sasori, no era romántico. Así no se puede.
Su secretaria, Sakura, le había pillado desprevenido, por el corredor. Alertada por la hora, le informó que estaba retrasado a la cita de las 17:00. Itachi, había llamado. De un solo jalón, se llevó su chaqueta y su maletín. Esperaba que el trafico no le jugara en contra. Había ansiado mucho ese momento. Ese día, crucial.
Tribunal de familia, 15:10PM.
—Llegas tarde —reprochó el Uchiha, marchando por el pasillo— ¿En dónde demonios te habías metido? Te dejé 7 memos.
—¡Ya se! ¡Ya se! ¡Joder! —gruñó Deidara, ofuscado— ¡Tuve una reunión importante en la tarde y me retrase, hm!
—Estamos a tiempo al menos. Ya hablé con el magistrado —declaró Itachi.
—Eres el mejor abogado del mundo —bufó con ironía.
—Es que me pagas una fortuna —y eso si lo dijo en serio.
[...]
En el estrado judicial, se encontraban el Juez, el jurado —conformado por tan solo unas 8 personas—, el podio de los demandados junto con el abogado y el demandante —Deidara y su abogado Itachi—. A pesar del retraso, el hombre mayor les otorgaba el pase; por ser amigo del pelinegro.
—Muy bien, ya que estamos todos aquí —dijo—. Se abre la sesión numero 37, de la corte de apelaciones y justicia de Hokkaido. El querellante, Deidara, inició una contrademanda el 10/07/2011 producto de la re tuición generada por el servicio nacional de menores de Tokio. Los señores aquí presente —explicó—,representantes legales de la fundación, tomaron bajo su cuidado al menor; Uzumaki Naruto, debido a la manera ilegal en la que se encontraba en el domicilio del querellante. Y citaron que permanecía "bajo secuestro". Cosa, que ya se aclaró en las sesiones pasadas —aclaró, observando como el rostro del rubio se deformaba—. Nos hemos reunido para escuchar hoy, la sentencia final del caso. Dándose por finalizado el juicio. Toma la palabra el joven Uchiha.
—Señoría —se alzó Itachi, dejándole una carpeta gris, sobre el podio—. He puesto a disposición de la tribuna, los últimos resultados médicos. Mi cliente, no consume estupefacientes, no ingiere alcohol, ni mucho menos ha delinquido en los últimos 20 años. Propongo la ley de tutela, en favor de Deidara —señaló, dándole una mirada sutil al ojiazul—. Para que sea capaz de adoptar al pequeño.
—Mhn...me parece que esta todo en orden aquí —comunicó el juez, releyendo los informes.
—Además, añado a ello que mantiene un trabajo estable, con un sueldo acorde al mercado. Habilidades y capacidades cognitivas para su crianza. Y por sobre todas las cosas, lo que más necesita un niño. Amor —expuso Itachi—. Usted y el jurado saben, todos los años que lleva luchando por su adopción. Privándole del amor y la dedicación que a diario le demuestra, tras visitarlo en el orfanato en donde se hospeda. El vinculo, ya es irrefutable. Pido por favor, que de una vez por todas, se acabe esto.
—¿Algo que decir al respecto, demandado? —inquirió el juez, observando el podio de los representantes del orfanato. Se miraron entre ellos, algo confundidos. Una de las chicas, carraspeó, extrayendo desde el interior de su bolso un sobre blanco con un escrito dentro. El abogado, tomó la palabra, entregando el documento en manos del fiscal.
—Excelencia. Dejo en sus asistencias, el documento que acredita que Deidara, no está capacitado para adoptar nada. Ni si quiera, a una mascota.
—¿Qué? —farfulló Deidara, siendo calmado por Itachi. Seguramente, alguna broma de mal gusto. ¿Justo ahora que tenían todo listo?
El decano, echó lectura del manuscrito, alzando ambas cejas con asombro. Casi como de una película de terror, se quitó los anteojos, levantando hacia un costado el papel. Esa miradita de pocos amigos, iba para Deidara.
—Aquí dice, que sufre de un trastorno de Depresión Endógena hace mas de 6 años. ¿Qué significa esto?
—¿Qué dice...? —parpadeó el ojiazul, atónito con la noticia— ¿De dónde demonios sacaron eso...? —¡No! ¡Eso no es verdad! —aulló, saltando de un tranco de su silla— ¡Eso es mentira!
—¡Objeción su señoría! —chilló el abogado contrario.
—Denegada —ordenó el juez, dándole la palabra al rubio— ¿Y bien? Usted me había dicho que estaba bien, mentalmente. No puedo entregarle un niño, si está pensando en suicidarse cada dos segundos.
Oscuro. Todo se volvió negro para Deidara. Tan así, que sus propios hombros cayeron como una cadena perpetua. Realmente, no podía responder a su pregunta. Su cuerpo, se recargó sobre el respaldo de la silla nuevamente. Negó con la cabeza, pasmado con el solo hecho de ponerse a recordar en ello. Algo, que creyó haber enterrado en su pasado hacía mucho tiempo.
—Excelencia, no sé de donde habrá salido eso, pero claramente es mentira. Es una acusación demasiado fuerte. Mi cliente no está en condiciones de responder esa pregunt-...
—Tampoco está en condiciones de adoptar nada, Uchiha —masculló el abogado.
—Ha lugar, abogado —determinó el mayor, al contrario—. Los papeles están firmados y timbrados por el centro de salud de Shibuya. Dos crisis narcóticas por intento de suicidio, producto de una depresión recesiva, muy aguda. Se medicaba.
—Señoría, mi cliente pasó por una ruptura amorosa muy fuerte —se defendió Itachi—. Es verdad que quizás, la pena y la frustración le llevó a intentos de suicidios, pero solo fueron dos, producto de años de maltrato físico y psicológico por parte de su ex pareja. Y ahí claramente lo dice. Actualmente ya está sano y no se medica —mentira—. Todos pasamos por problemas del corazón. Incluso usted y yo. Es de humanos querer acabar con todo. Por favor, no se deje llevar por engaños. Nuestros exámenes son fidedignos —habló, aun mas convencido de sus propias palabras—. No hagamos mas victimas de lo que ya somos. A todos nos ha faltado amor, alguna vez...
El juez parecía bastante sugestionado a la idea, de creer en sus palabras. No obstante, no así el jurado, que entre tantos, se murmuraban cosas al oído y observaban a un Deidara completamente en shock. La sesión, entro en un receso de 5 minutos. 5 minutos, eternos en la sala de espera. Itachi se movía de un lado a otro, sujetándose el mentón. Estaba molesto. Y eso, era raro en el.
—Mierda —redundó el ojinegro—. No puedo creer lo bajo que han caído. ¿Recurrir a informes médicos de hace años? ¿Y cómo demonios los encontraron? Son unas ratas infames. No tienen honor.
—Es mi fin... —murmuró vencido, el rubio. Se tomaba la cabeza con ambas manos, sobre el sillón.
—¿Jah? Deja de rendirte tan fácilmente, joder. Estamos en la sentencia. ¿Es el último paso y ya te quieres retirar? No ahora por favor —chistó Itachi.
—Tú lo viste. ¿Acaso estas ciego? Los idiotas me tienen de las bolas —dijo desanimado—. No vas a lograr convencer al jurado de lo contrario, Itachi. Pensaran que soy un farsante y que falsificamos los documentos o algo así.
—Si tienes tanta imaginación para cosas como estas, úsala al menos para algo decente —protestó el Uchiha—. Ya han pasado los 5 minutos. Es hora de entrar. Y por favor, respira hondo ¿Si? Se fuerte.
[...]
—Se reanuda la sesión numero 37. Yo, ya tengo mi veredicto final. Y el jurado también —emitió el juez—. Sin embargo, ambos discrepamos en muchas cosas y creo, que debemos llegar a un consenso del cual, creo que están de acuerdo —asintieron en respuesta. La tensión, se palpaba en el aire. Tanto Deidara como los propios enemigos estaban de piedra. Era el último paso para concluir todo—. He determinado, que independientemente de los problemas amorosos que tuvo o no el demandante, es un caso completamente anexo al que se trata hoy. Por lo tanto, dejo fuera de lugar las pruebas demostradas por una depresión, que ni si quiera esta vigente. Y eso, ellos lo saben —decretó sin más. Los ojos del rubio, se prendieron como dos focos. Casi podía saltar de su silla. De los puros nervios, se aferró al brazo de Itachi, sin querer sonreír o expresar el fuego de su ser—. Por tanto, se decreta, la tutela legal y parcial del menor, Uzumaki Naruto, a nombre de Deidara. Lo cual, tiene lugar a ser retirado del orfanato y vivir en su domicilio.
Regocijo y satisfaccion. Solo eso llenaba su agitado corazón, incluso más que un orgasmo. El mismo, que amenazaba con salírsele de la boca si llegaba a decir palabra alguna. Sin embargo, un pequeño inconveniente estaba a punto de surgir en su tedioso trayecto al paraíso.
—No obstante... —agregó— si bien, se le concede la tutela del menor, no podrá ejercer su derecho a adopción. No... —estableció— hasta que Deidara, se case.
—...¿Jah...? —pestañeó el ojiazul, aturdido con la noticia. Itachi, sonrió ladino. Como si realmente lo hubiese visto venir.
—El jurado ha considerado, que la falta de afecto en la vida del demandante, es abismal. Y si desea adoptar al pequeño, incluyéndolo en su hogar, deberá formar una familia, que según la ley del estado 28.300, de la prefectura de Hokkaido, solo se consigue contrayendo nupcias, ya sea con un hombre o con una mujer. Es la sentencia final. Se cierra la sesión.
¿No se suponía que debía estar feliz? Al fin, tenía la tutela de Naruto en sus manos. ¿Por qué entonces, parecía mas bien un fantasma, que otra cosa? Tras recibir el papel oficial de su tutela, Deidara se retiró del estrado con aires de estupefacción. La noticia, le había caído como un balde de agua fría. ¿Era una broma de mal gusto o un sueño acaso? Que le pellizcaran por favor.
—¿Tu ya lo sabías, no? —protestó el rubio, sentado sobre una banca. Ambos se encontraban en una plaza cercana a las dependencias. No dejaba de leer el papel que tenía en su poder—. Tu sabias, que para adoptar en este distrito, debo estar casado.
—Tú solo querías la tutela de Naruto. ¿No la tienes ya? —bufó, sonriente.
—¡No me estés jodiendo, Itachi! —saltó— ¡No te pago para que me hagas de payaso, hm! —le apuntó con el dedo. Luego, se rascó la nuca con fuerza— ¡Argg! ¡Jodeeeeeeer! ¡¿Estas de broma?! ¡Jamás voy a conseguir adoptarlo como mi hijo!
—¿Por qué dices eso? Solo debes contraer matrimonio y ya —se encogió de hombros de lo más normal.
—¡Si claro! ¡¿Así de fácil, no?! ¡Jodete, hm!
—Lo es. De hecho.
—Tch, pendejo —bramó, chasqueando la lengua— ¿Y si lo es, por qué no estás casado aun, eh?
—Oye, estamos hablando de ti. No de mi.
—Claro, cámbiame el tema —gruñó, apoyando su mentón contra su mano— Esto no tiene sentido. ¿Me tengo que enamorar obligado, ahora?
—¿Quien dijo que tenias que enamorarte para casarte? —Itachi alzó la vista a los arboles de primavera. Una brisa sutil, merodeaba entre sus hojas—. Es una estación perfecta para comenzar a pensar en ello. Solo debes conseguirle una madre a tu hijo adoptivo y ya.
—No, gracias —se defendió, levantándose mas ofuscado que nunca—. Conmigo tiene suficiente, hm.
—Serás una mami excepcional —bufó el Uchiha, recibiendo un golpe de regreso— Ouch...eres una mami muy amargada. Vieja fea.
—No puedo decepcionar al enano, hm. Le prometí que viviría conmigo. Y que seriamos una familia y todas esas porquerías cursis. Mierda...esto es tan complicado. Ni si quiera soy capaz de decirle que el viejo de pascuas no existe. —rebuscó Deidara. Itachi soltó una risa, levantándose de su lugar— ¿Y ahora que es tan gracioso, ah?
—Nada... —le despeinó un tanto, a modo de cariño—. Recuerda que mañana es su cumpleaños. Sorpréndelo con algo.
—¡Demonios! Casi lo olvido —verificó su celular, notando un mensaje de recordatorio—. Carajo, me citaron para la reunión corporativa con Konoha. Bleh...la cancelaré. El mocoso es más importante, hm.
—Suerte con eso —acotó el ojinegro.
—¡E-espera!... —Deidara se rascó la mejilla con nerviosismo— ¿No conoces...un lugar bonito para ir? Para llevarlo, digo...
—¿Un lugar bonito? Mhn...déjame pensar. ¡Ah! ¿Qué tal el Zoologico central? Justo mañana, es el aniversario. La entrada estará gratis para los menores de 10 años.
—¿El zoológico? Jamás lo he llevado a ese lugar —redundó Deidara, pensando seriamente en su propuesta.
Era una gran ocasión. No podía dejarla pasar, mucho menos ahora que ya era el tutor legal del pequeño. ¿Celebrar? Claro que lo haría. Pero antes de que fuese el día esperado, había una cita por cumplir. Sasori, le esperaba en su apartamento. Y durante todo el trayecto de casa a su lugar de encuentro, se calentó la cabeza pensando, sobre la sentencia del juez. ¿En verdad, debía casarse para poder formar la familia? ¿Y si Itachi tenía razón? En pocas palabras, solo necesitaba encontrar a alguien que quedara como tutor legal, aparte de él, en caso de que le ocurriera alguna tragedia. Y ese alguien, no podía ser cualquier persona. Si Deidara, ya era demasiado exigente a la hora de encontrar pareja, imagínense para hallar una madre para su hijo.
Al llegar a la puerta, una idea macabra asaltó su mente. ¿Y si...en vez de buscarle una madre, le buscaba un padre? Después de todo, dudaba que sus preferencias sexuales fueran a ser un problema, ya que la ley lo permitía. La primera imagen que se le vino a la cabeza, fue...
—Suéltate el cabello. Me gustas mas así —demandó el pelirrojo.
¿Sasori? ¿Por qué no, Sasori? Era apuesto y poderoso. Rico en muchos aspectos —cof—. Inteligente y muy culto. Si Sasori llegaba a ser, el padre de Naruto, de seguro podría vivir cómodamente sin hacer nada por el resto de su vida. El problema...era ver si realmente el aceptaría una carga como esa. Recordemos que él, no pareciera tener sentimientos por el prójimo.
—No lo sé. Una vez, tuve un cactus y se murió.
Joder. Y para que se te muera un cactus, debes de ser muy malo para cuidar algo. Esas mierdas son indestructibles. Viven sin agua por 6 meses. No. Quizás...Sasori no había nacido para tener hijos. Tal vez, nació para otras cosas...
—Eso es. Así. Muéstrame ese culito.
En fin. Ya tendría tiempo para preocuparse por esas cosas...
[...]
—¿Ya te vas? —examinó el Akasuna. Traía en su mano una taza de café. Deidara, se levantaba raudo de la cama—. Quédate un poco más. Tomemos un baño.
—Mierda, la hora que es —acomodó sus pantalones—. Lo siento, Danna. No puedo quedarme. Hoy es el cumpleaños del enano y no puedo llegar retrasado, hm.
—Ahh...si —rascó su nuca, completamente despreocupado—. Olvidé que ahora tienes un crio —acotó, bebiendo un sorbo de su café—. No llegues tarde el lunes. Vienen los contribuyentes.
—Tierno como siempre —bufó con ironía, haciéndose un peinado loco para, dejarle un beso en la mejilla y coger sus zapatos. Salió disparado por la puerta principal, mientras Sasori; estiraba los músculos de su cuerpo con pereza. Se dejó caer a la cama. Claro que dejo el café antes. Nunca tan weon como la escritora.
Algo retrasado, regresó a casa para darse una ducha profunda. Se arregló con lo primero que encontró y echó carrera hasta el auto. El orfanato abría sus puertas a las 10 de la mañana. Deidara, siempre estaba puntual a esa hora, siendo uno de los primeros en entrar. Bajó del vehículo con prisa, casi descuidando poner la alarma. De hecho, tuvo que volver a por el regalo que le tenía. Aun así, a pesar de todo lo que había tardado, ahí estaba Naruto. Como siempre, esperándole con una sonrisa de mejilla a mejilla.
—¡Deidara! —chilló, corriendo con sus pequeñas patitas. Acabó lanzándose sobre él, como de costumbre lo hacía. Y a pesar de que el rubio mayor, criticaba esa acción, nunca luchó para apartarlo. Era su lado Tsundere— ¡Al fin llegas! ¡Te extrañe mucho! —le abrazó, como si el mundo fuese a acabarse. Completamente animado, saltó a ver su regalo— ¡¿Es para mí?!
—Hey enano, ten más cuidado —le despeinó, entregándole el obsequio— ¿Qué crees? Feliz cumpleaños, hm.
—Es mi cumpleaños número 4 —le señalo con los dedos— ya no me cago solo —cuanta sinceridad.
—Así es...ya no te cagas solo —Y yo tampoco, menos mal — Ahehe aha...—acotó, aguantándose la risa—. Ya era hora de quitarte los pañales, cochino.
—¿Cochino? Pero tú me dijiste que lo que entra y sale por el culo es bueno —comentó, muy inocente.
—Culo es una mala palabra —lo sermoneó. Deidara es un pervertido encubierto—. En el auto abrimos el regalo. ¿Qué te parece si hoy vamos al Zoológico?
—¡SIII! ¡Vamos al Zoológico! ¡Vamos! —le jaló del brazo, completamente extasiado de la felicidad.
—¡Oe! ¡No me jales la ropa que es cara! —protestó, siendo tironeado por el Uzumaki.
—Por cierto. ¿Qué es un Zoológico?
[...]
Zoológico metropolitano, 12:00PM.
—¿Lo ves? Es un lugar lleno de animales, hm — Como mi trabajo *cof*
—Me gustó mucho mi regalo —murmuró Naruto, caminando a su lado. En su mano libre, sujetaba un peluche de un Kyuubi—. ¿Cuándo vivamos juntos, podemos tener una mascota?
—Lo voy a pensar —ni en peda.
Ya. Estaba bien que Deidara aceptara a un enano ruidoso como Naruto. Pero ese día, el maldito Zoologico estaba de aniversario y la wea estaba REPLETA. Niños y más niños gritando y llorando y gente y gente y mas...animales. Estuvo a dos segundos de regresarse al automóvil, con cagadera y un tic nervioso, de no ser porque el Uzumaki no paraba de jalarlo hasta la entrada. Una persona de sexo indefinido, disfrazado de mapache, saltaba y saludaba a los niños. Los abrazaba y con mucho cariño, les regala globos. Por supuesto que Naruto quiso ser saludado por él. Deidara casi se lleva un abrazo también, pero lo empujó a la verga y quedo patas arriba, sin poder pararse de nuevo.
—¡Miren! ¡Se cayó el mapache! —todos los niños corrieron a levantarlo. Tan buenitos que son. Hasta las madres ayudaron.
Tras hacer la fila de la caja, al fin les tocaba el turno a ellos.
—Bienvenidos al Zoologico Central. ¿Que desea? —dijo un weon en la caja, completamente mosqueado.
—¿Qué crees que deseo, en la caja del Zoologico? —Deidara arqueó una ceja.
—¡Oiga! ¡A mí no me pagan por responder preguntas! ¡¿Ok?! ¡Solo vendo entradas! —alteradísimo.
—¡DAME DOS ENTRADAS ENTONCES, INFELIZ!
—Ah. Ok. Los niños entran gratis hoy —sonrió, entregándoles los tickets— ¡Disfruten la función de las focas marinas! ¡Y cuidado con el guanaco que escupe!
—No sabía que tenían animales en la caja también, hm —pensó, notando como el menor, se maravillaba con el lugar. Demasiados animales, mucha gente y el, muy tímido. Acabó escondiéndose entre sus piernas— Hey...no temas. Yo estoy a tu lado.
—¿Tu me acompañaras, verdad? —preguntó, sumamente retraído.
—Por supuesto. Venimos juntos —sonrió ladino, frotando su nuca nuevamente— Ven, veamos el mapa del parque.
Era la primera vez que asistían a un lugar tan publico los dos. Deidara, era un hombre de negocios muy ocupado. Pensó en esos momentos, que tal vez, le hacía mucha más falta pasar tiempo con el menor. No solo, algo de fines de semana. Un vinculo que se formaría a diario. Resultó ser, que el mapa se veía demasiado enredado. El "usted está aquí", le hizo sentir que estaba en cualquier lado, menos "ahí". Y mientras se cuestionaba el idioma, en el cual estaba escrita la cosa, una voz femenina atrajo su atención. Junto con un tumulto de personas, anunciaba en un megáfono.
—¡Visita guiada en 5 minutos! ¡Acérquense para el tour!
Era una idea mucho más factible. Ya que no conocía el lugar, lo mejor era ser guiado. Se arrimaron al gentío, que también se sumaba al recorrido. Los adultos, se ordenaban como podían, para hacer una fila mucho mas expedita. Entre tanto jaleó, Naruto soltó su peluche, siendo succionado por el bosque de pies. Afortunadamente, la supervisora, estaba ahí para salvarlo. Vestía ropa de safari, y un gorro muy femenino; de igual material. Con una dulce sonrisa, le entregó el objeto.
—Aquí tienes pequeñito. No lo vayas a perder de nuevo —dijo la femina.
—Ah... —Naruto, se sonrojó, asintiendo con timidez—. Un ángel...
—¿Eh? —rió—. Que tierno —se alzó al resto— ¡Muy bien amigos! ¿Ya están todos juntos? Acérquense mas. Comencemos entonces —anunció, a voz limpia—. Bienvenidos al Zoológico Central, en su 20 aniversario. Mi nombre es Rin Nohara, soy veterinaria. Y yo, los acompañaré en este recorrido. Ahora...¡Síganme los buenos! Comenzaremos con la jaula de los pájaros.
Instintivamente, Naruto tomó la manito de Deidara. Este, no opuso resistencia, estrujando la suya de vuelta.
[...]
Jaula de los osos.
—Ahh... —suspiró— Rin... — Rin... — ¿No te lo digo? Es perfecta —murmuró embobado.
—¿Todavía sigues con eso? Deberías rendirte ya, Obito —aclaró Kakashi. Sacaba trozos de pescado de un balde.
—No jodas. Yo sé que también le gusto ¿Ok? Ella me lo dijo, tch —chistó, barriendo la paja con frustración.
—¿En verdad te lo dijo? —arqueó una ceja con duda.
—B-bueno... —gruñó, sutilmente sonrojado— ¿Ya déjame en paz, si? Dale de comer a los peludos, mejor.
—Y eso que todavía no te doy de comer a ti —bufó el peliplomo— Oe, barre bien ahí. Hay suciedad de oso.
—¡Pero déjame en paz! ¡Qué pesado-...! —pisa— ¡ARGG! ¡TE ODIO!
—Bien hecho amigos —Hatake les guiño el ojo a los osos. Los osos le guiñaron de vuelta.
El tour, fue de ensueño. Prácticamente, salido de un cuento de hadas. Tanto Naruto como Deidara, se sorprendían cada vez más, conforme pasaban los minutos. El reino animal era completamente misterioso y desconocido para ambos. Al cabo de un par de horas, el Uzumaki acabó sentado en los hombros del ojiazul mayor. Era muy chiquito y habían lugares que no alcanzaba a ver. Cada duda que tenían, Rin la contestaba con aun más entusiasmo. Las aves de muchos colores, los tigres y su magnificencia, los elefantes y jirafas en la zona de Sabana. Desde los camaleones, hasta el serpentario y el acuario. Deidara, era feliz. Mucho mas, de lo que realmente creyó serlo. El solo hecho, de ver a su futuro hijo sonreír, notar como sus ojitos brillaban de júbilo, rebozaba su pecho de múltiples sensaciones, haciéndole suspirar casi por inercia. Poder entregarle parte de su tiempo y dedicación a alguien, era su mayor aspiración. Su vida, estaba completa. O al menos, eso creyó...
—Muchas gracias por venir. Que tengan buen retorno —despidió Nohara, reverenciando a los visitantes.
—¡Nee, nee! ¡¿Podemos adoptar un león?! ¡Di que si! —aulló Naruto, jalando de sus cabellos. Tenía la boca toda manchada de chocolate.
—¿No se te ocurrió algo más simple? ¿Como un chupacabras por ejemplo? —ironizó, con una gotita bajando por su sien.
—Me gusta el chupacabras. Tiene cuernitos —admitió.
—Igual que yo, hm.
—No le estés dando ideas al niño —bromeó la marrón, esbozando una sonrisa cálida—. ¿Les ha gustado el tour?
—Bastante. Sabes realmente muchas cosas, por lo demás. Y lo has explicado de una manera, que hasta un retrasado lo entendería —dijo Deidara.
—¿Tú crees? —añadió la chica—. Más que nada, vivo para entretener a los niños. Algún día, tendré los míos —comentó, observando la jaula de los pingüinos— ¿No es romántico? —el rubio mayor, parpadeó—. Los pingüinos, solo tienen una pareja en toda su vida. Y viajan largas distancias, afrontando la muerte, solo para encontrarse con ella, con el fin, de tener un huevo. Uno que soportan meses en el frio y sin comer. Eso, es amor puro en la naturaleza.
—¿Una pareja...para toda la vida...? —pestañeó, aun mas anonadado— ¿Y qué hay si uno de ellos muere?
—Si uno de ellos muere, se acaba todo. Se arrojan a morir al mar —definió sin más.
—...que depresivos, h-hm... — Aunque... — negó con la cabeza, tras recordar su pasado.
—¿Que es depresivos? —preguntó el Uzumaki, mordisqueándose el dedo.
—Tu hijo es muy lindo —le agarró la manita, jovial—. Es muy curioso. Como su papá.
—N-no... —Deidara acabó rojito como un tomate—...el no es mi-...
—¡Mi papá es el mejor! —vociferó Naruto, dando un bostezo final. Agotado, por un largo día de ajetreos. Una fuerte punzada en el pecho, azotó al mayor. Ansioso, suspiró satisfecho.
—Es verdad. Como su papá —consintió, alzando la mano para sobar su nuca—. Ya es hora de irnos. Se me va a dormir en la cabeza y será mi nuevo shampoo de babas, hm —Nohara rió, despidiéndose de ambos. Pero en lo que se acortaba la conversación, alguien, llegó a interrumpirles.
—Ahm...R-Rin —tosió. Era Obito, completamente nervioso—. E-el jefe...te llama por teléfono. Dice que es urgente. Debes ir a la oficina.
—¿Qué? ¿A estas horas?
—Sí. Eh-ah... —rascó su nuca—...es por lo de mañana. Lo del Show de osos.
—¡Ah! Es verdad, casi lo olvido —se dirigió a Deidara— ¿Por qué no vienen mañana? Ya que les gustó el parque. Un show solo de osos como en el circo.
—Las chicas entran gratis igual, por si acaso —acotó el Uchiha, haciendo referencia a Deidara.
—Soy varón —aclaró, completamente indignado. Rin se mofó de la idiotez de su compañero.
—¿Qué...? —el ojinegro ladeó la cabeza, confundido— Jo-der. Si esta buenísima...¿O buenísimo? Eh, mi cabeza —se la frotó con fuerza. Se le fundió.
—¡Oe! ¡Los elefantes se cagaron! ¡Ven a limpiarlos! —vociferó un hombre.
Segundos de silencio entre todos...
—¡Oe! ¡Tú! ¡El idiota de ahí! —redundó.
La temperatura facial de Obito, aumentaba cada vez mas. Cabreadísimo, cerró los ojos con fuerza. Humillación.
—¡Obito Uchiha! ¡Te estoy hablando! ¡Mueve ese trasero y limpia la mierda, carajo! —demandó. Obito Uchiha, citaba el nombre de su pecho. Claro que Deidara lo había leído. Sumamente abochornado, se retiró del lugar; sin chistar nada. Nohara esbozó una expresión de angustia.
—¿Quién demonios era ese sujeto? Vaya idiota —se bufó el rubio.
—El es Obito, el cuidador del Zoológico —desvió la mirada con nostalgia—. Es el hijo del dueño —Deidara casi vomita lo de la semana pasada. ¿Es joda? dijo. Pero no, era más real que nunca. ¿Por qué razón, motivo o circunstancia, el hijo del dueño tendría un trabajo tan mierda como ese? Podría estar cagando el dinero, literal—. Se lo que debes de estar pensando. Y a decir verdad, ni yo sé por qué sigue aquí. Hay muy pocos que sepan de su vida privada, la verdad. Solo he escuchado rumores —añadió—. Estuvo viviendo un tiempo en Alemania. Más allá de eso, no tengo idea. Dicen...que es mafioso. Tuvo problemas con las drogas y tenía muchas chicas. Traficaba armas —se encoge de hombros— En fin, tengo que irme. Me llama el jefe. Nos vemos mañana —se despidió.
—¿De verdad...? —se cuestionó, mas anonadado que nunca.
La tarde ya caía rauda por esas horas. El astro rey, dibujaba sus primeras líneas en el cielo, contorneándole de una manera rojiza muy hermosa. Era hora de que los animales se fueran a la cama. Y cierto pequeñito dormilón, también. Se encauzó hasta la salida, pasando por la sabana. A poca distancia de su campo visual, logró divisar al Uchiha, quien ya había retirado las eses de los elefantes. Vaciaba una cubeta de frutas. De ella, extraia una manzana y la mordisqueaba, para luego dársela a uno de los grandes mamiferos en signo de amistad. Reía, acariciando sus mejillas y orejas, rascándolas con cariño. El elefante, respondía, dándole apretones con su trompa y empujándole.
¿Podía ser alguien realmente tan malo, con un alma pútrida, ser aceptado de esa forma por los animales? Algo no cuadraba. No se llegó a percatar, que estaba pegado viéndole actuar. Obito, se dio cuenta. Y apenas conectó mirada con la suya —con esa cara de idiota que solo el tenia—, Deidara salió volando a la salida. Si. Ese día, estuvo completo. Pero ahora...
[...]
A la mañana siguiente:
—Tch, debería ser ilegal trabajar los domingos —manifestó Obito, molesto por el turno que le había tocado. Se encontraba en la caseta del guardabosques—. Encima, está igual de lleno que ayer. Me cago.
—Podría ser peor —dijo Kakashi, leyendo un manga.
—Exacto. Podría ser peor... —desvió la mirada a su derecha— ¡Como estar cuidando al roñoso de tu sobrino...de 4 AÑOS, LLAMADO SASUKE! —chilló como nena.
—Quiero mear —lo mira feo.
—Cierra el culo un rato —refutó Obito, sacando un cigarro del bolsillo de su pecho. Ya lo tenía listo en los labios y encendido para su deleite.
—No deberías fumar delante de un niño. Eres un tío baka.
—¿Jah? Tú no eres un niño. Eres un mono —se mofó Obito.
—¿Ya ves? De ahí el parecido contigo —respondió Sasuke, apretando las piernas—. Me orinaré.
—Me vale —le hizo un gesto infantil.
—Deja eso —Kakashi le quitó el cigarro de la boca—. Y lleva al niño al baño.
—¡COMO HINCHAN LAS-...!
[...]
El show de los osos, estaba en su máximo apogeo. Los niños reían y los adultos gozaban con la entretención. Los animales, subían a las pelotas y tomaban argollas con destreza. Todos, ciertamente adiestrados. Tanto Naruto como Deidara, se asombraban con el espectáculo. El público, aplaudía. El día invitaba a ser uno de los mejores de todo el fin de semana. Un fin de semana, solo para los dos. Como padre e hijo. Finalizada la presentación, los menores se sacaban fotos con los peludos amigos, resguardados por el instructor. A pesar de toda la aprensión que tenía el rubio mayor, terminó accediendo a la petición del Uzumaki. Si, era un papi muy primerizo. Era normal que tuviese miedo.
—¿Se divierten? —les interceptó Nohara, sonriendo como de costumbre.
—¡Me gustan los osos! —alardeó Naruto, saltando como un monito.
—Ha sido genial. Muchas gracias por avisarnos, hm —agradeció el ojiazul.
—¡Vengan! Les mostraré algo —les invitó Rin. Los llevaría al establo de las cebras. Un acontecimiento sublime se estaba llevando a cabo en ese lugar.
[...]
—Que paja —refutó Obito, afuera de los baños— Tantas chicas lindas y uno aquí, cuidando al enano — ¡¿Ya has acabado?! ¡No entraré a limpiarte, eh!
—No seas pervertido. No me tocaras la cosita —chistó Sasuke, arreglándose la ropita.
—Guacala. No estoy interesado en mocosos chillones —se defendió. A la distancia, logró distinguir a Rin, quien caminaba con alegría junto con Deidara y Naruto. ¡Nuevamente estaba sola! Era una oportunidad que no podía rechazar. Acercarse a ella de forma indiscreta— Coño, es Rin. —miró hacia todos lados, pero nada se venía a su mente. Excepto, al idiota dentro del disfraz de mapache, que bailaba y abrazaba niños. ¡Bingo! — Oe, Sasuke. Vuelve a la caseta. Dile a Kakashi que te cuide un rato. Ya vengo.
—Dios santo, que virgen eres~
El plan era simple. Secuestrar al pendejo y quitarle el disfraz, para reemplazarlo él. Fácil ¿No? Ir a toquetear a Rin, con forma de Mapache. No iba a rechazarle. Le costó un chingo distraer al tipejo, hasta llevarlo a unos arbustos y lograr arrebatarle el trabajo. Una vez, amordazado, detrás de unos basureros, se escabulló de entre la multitud. Su objetivo, Rin Nohara.
En el corral de las cebras, la gente se reunía expectante al suceso. La hembra principal de la atracción, estaba en trabajo de parto. Su primera cría del año. Deidara estaba en shock. Era la primera vez, que veía a un animal, dar a luz. Y comenzaba a cuestionarse eso de ser madre. Eso debe de doler. Naruto era el más impactado de todos. Menos mal que aun no comenzaba con las preguntas incomodas de: ¿Cómo nacen los bebés? Obito ya estaba en el lugar. Se abalanzó a los jóvenes, esperando llegar a ellos en un abrazo sorpresa. Pero fue interceptado por una turba de niños, que también querían cariño. Le valían madres. De un empujón, salieron cagando. La mayoría de ellos, quedaron muy molestos. Poco y nada le importaba. De pronto, uno de los mocosos le pateó el trasero, ofuscado; dejando que el propio traje, le empujase hasta Deidara. Cayó sobre su espalda, en un abrazo jodidamente apretado. Tanto, que por instinto, le plantó un combo en la máscara en respuesta.
—¡¿Qué demonios?! —vociferó Deidara.
El Uchiha, cayó al suelo de espaldas, pataleando al no poder levantarse.
—¡HA-HAIUDA! —chilló.
—¡Miren, se cayó el mapache! —todos los niños corrieron, a patearlo. Ya no tan buenitos.
—Tch...¿Qué le ocurre a ese idiota? —masculló nervioso, el ojiazul.
—Esa voz... —Rin, le reconoció. Rápidamente, corrió a auxiliarle— ¡Oigan, niños! ¡No hagan eso! ¡Déjenlo! —todos los pendejos huyeron despavoridos. Sabían a la perfección que habían hecho una maldad. Pero a nadie le importó un carajo. Era Obito. ¿Qué más da? Luego de poder levantarle, Nohara acabó por quitarle la máscara. En efecto, su verdadera identidad quedaba al descubierto— ¿Obito?
—¿Ese idiota de nuevo? —redundó Deidara.
—¿Qué haces en el traje de Saotome? ¿En dónde está el? —cuestionó la fémina, molesta. Pero el Uchiha estaba medio anonadado con los golpes. Apenas podía hilar palabras coherentes.
Un descuido. Solo...fue...un...maldito...descuido...y Naruto ya no estaba. Con tanto jaleo, Deidara había perdido de vista al enano.
—Un segundo... —reculó, completamente abrumado— ¿En dónde está Naruto? —por mas que le buscó con la mirada, no estaba. Ni rastros de él. El pánico, le desfiguró el rostro. Demasiada gente. Muchos niños. Naruto no estaba— ...no puede ser... ¡Rin! ¡Naruto no está! —llamó, horrorizado.
—¡¿Que dices?! ¿Cómo que no está?
—¡No está! ¡No está! —repitió, angustiado— ¡E-estaba hace un momento a mi lado y ahora no está! ¡Ghn-...! ¡Todo esto es tu culpa! —se abalanzó contra el mapache, zarandeándolo— ¡Animal!
—¡Hey! ¡Estoy en peligro de extinción, no me muevas así! —se defendió Obito, mas mareado que otra cosa. Si le movían mas, vomitaba todo. Pero...dentro de la ira y el enojo que reflejaba los azulados orbes de Deidara, pudo captar a la perfección el miedo y preocupación que sentía. Casi, humedeciendo sus ojos. El ojinegro, despabiló— Vamos a buscarlo. No debe de estar muy lejos. ¡Síganme!
[...]
—Tsk...no pienso regresar con el viejo pervertido de Kakashi —gruñó Sasuke, caminando entre la gente como si fuese de lo más normal. Desde aun más pequeño, que pasaba su tiempo libre en el Zoo. No era como si estuviera perdido, transitando solo por ahí. Se conocía los caminos de memoria. El, era un chico independiente a sus cortos 5 años. Su viaje, concluyó en la jaula de los leones, los cuales, estaban fuera de servicio por el momento. Desde las afueras de la atracción, divisó un peluche de lo que parecía ser, un Kyuubi— ¿Mhn? ¿Y esto? —lo tomó, alzándolo con sutileza. Seguramente, algún niño lo había perdido. El grito despavorido de una mujer, le sacó de sus casillas. Naruto...estaba dentro de la jaula. ¿Cómo llegó hasta ahí? Nadie sabe. Y ni si quiera parecía asustado. Mas bien, estaba contento de estar tan cerca— ¡O-oe! ¡¿Qué crees que haces ahí?!
—Me gustan los leones. Quiero uno de mascota —musitó, justo arriba de una gran roca.
Pero los leones, estaban muy lejos de ser amigables. La razón por la cual, la jaula estaba fuera de servicio, era debido a la época de apareamiento de su raza. Por esas fechas, los felinos, estaban sumamente agresivos y territoriales. Y no iban a aceptar que un desconocido, entrara en su zona de confort. Los asistentes, entraron en pánico.
Obito y los demás, llevaban un buen rato buscando al menor. Gritando su nombre y pensando de forma fugaz: Si fuera Naruto ¿En donde mierda estaría? No tuvieron que buscar más, cuando los aullidos de la gente llegaron a sus oídos. ¡Hay un niño en la jaula de los leones! El corazón de Deidara, se paralizó de golpe. El único que podía estar ahí, era Naruto. Con la respiración a mil, echaron carrera hasta el sector del escándalo. Apenas si, pudo dar paso alguno. Sus piernas, temblaban con estridencia sin querer moverse. Estaba paralizado.
—¡NARUTO!
Ese grito, le salió del alma. Nadie hacia nada. Los guardias del Zoológico, se movilizaron con agilidad, buscando los dardos tranquilizantes para retener a los animales. El pequeño, ya comenzaba a asustarse. El felino macho, intranquilo, se meneaba de un lugar a otro, intentando subir la roca para cazarlo. Lanzaba zarpazos y gruñía con violencia. Un movimiento en falso, y Naruto...
—N-no...por favor...no... —Deidara, entró en colapso. Sin si quiera pensarlo, se tiró a la jaula. Iría a sacarlo, como fuese— ¡Naruto! ¡No te muevas de ahí! ¡Ya voy! —Rin, logró detenerle. Era demasiado peligroso y el ojiazul, no conocía el comportamiento de los animales.
—¡No lo hagas! ¡Es muy peligroso! —le retuvo la marrón— ¡Deja que los guardias se encarguen!
—¡Déjame! ¡No me importa una mierda! —trató de zafarxe. Pero ella tenía razón. Solo restaba ver, como sufría la impotencia de no poder hacer nada— Joder...no...
—Demonios... —volteó Rin— ¡Obito! ¡Tenemos que-...! —no estaba— ¿Obito?
El Uchiha, conocía a los animales. Llevaba toda su vida, trabajando con ellos. Casi de película, se había quitado el traje. Ya estaba dentro de la jaula, para cuando todos notaron su presencia. Hasta Kakashi, había llegado a la escena, alertado por Sasuke.
—¡¿Qué demonios hace ese tonto?! —bramó Hatake— ¡¿Acaso quiere morir?!
—¿Obito...? —el rostro de Deidara, se compungió. Parecía ser, que solo Rin, confiaba en sus habilidades.
El pelinegro, rengueaba con sigilo hasta el macho. Sin hacer ningún movimiento extraño o desconocido para el animal, comenzó a llamar su atención, chasqueando los dedos.
—¡Hey! ¡Hey! —le llamó—. Aquí, Felix. Soy yo ¿Te acuerdas de mí? —ya había captado su atención, logrando que dejara en paz a Naruto— Solíamos jugar. Yo te vi nacer, te di leche ¿Me reconoces? —El león, gruñó en tono amenazante—. Sé que estoy en tu territorio. Discúlpame por interrumpirte. Sé que a nadie le gusta que lo molesten mientras folla ¡¿Verdad que si?! —le gritó al público. La gente, estaba más pasmada por su estupidez que por su acto de heroísmo al pedo— Oe...¿Me dejas sacar al niño? Me lo llevo —agregó, arrastrando los pies hasta la roca, para entrar en contacto con Naruto—. Ven, sujétate de mi. No temas. Yo te ayudaré. Confía en mí.
¿Qué motivos tenia Naruto, un niño de apenas 4 años y completamente asustado, para confiar en un viejo desconocido como el Uchiha? Ninguno. Quizás, el aura amistosa que presentaba el pelinegro. No lo sabía. Pero entre quedarse ahí y saltar a sus brazos, no había por donde perderse. Deidara, no tenía más alternativa que depositar su confianza en el idiota.
—Naruto —le llamó el rubio—. Ve con él. Todo va a salir bien ¿Si? —le alentó desde afuera—. Como papá. El te cuidará.
La pensó. Y la dudó. Pero las palabras de confianza, emitidas por su ahora, figura paterna, valían mucho más que otra cosa. Se tiró a él con cuidado, logrando al fin caer en sus brazos. A lo que; al gran rey león, le encabronó mucho. Sin mas preámbulos, se lanzó a atacarle. Afortunadamente, Obito había alcanzado a dejar al Uzumaki fuera de la jaula y tuvo que arremeter a la pelea el mismo. Incluso, con el rubio menor en brazos de Deidara, aun seguían en shock. Rin, se había cubierto los ojos. No quiso ver. De un zarpazo certero, las garras del felino le rebanaron el rostro. El ojinegro, no se quedaba atrás. Tenía la suficiente fuerza como para enfrentarlo. Logró zafarse. Con la mitad de su rostro mal herido, inhabilitado de poder ver bien, producto de la sangre que corría por su ojo, se acorraló contra la pared. No era como si le tuviera miedo a la muerte, mas bien, no quería darle un espectáculo al menor que había salvado hacia un rato, y que ahora, le observaba con temor. De la cueva, salieron las hembras. Los leones, cazan en manada, algo que él sabía muy bien.
—Tch...Felix —berreó Obito, escupiendo parte de la sangre que manchaba sus labios—. Juegas sucio. Así no se vale, hermano.
—¡No te mueras, papá! —gritó Naruto, alentándole. Deidara, se ruborizó por completo. Pero bueno. Si su hijo decía eso...
—¿Pa-papá...? —parpadeó, atónito. No entendía un carajo.
Las leonas, no se mostraban agresivas. De hecho, en el reino animal, son ellas las que mandan en la casería. El macho solo se come la presa ya cercenada. Sin embargo, al estar en época de celo, estaban algo...reticentes al olor. El aroma de Obito, era desagradable para ellas, ya que técnicamente también era un macho. Le olfatearon, indecisas. Ese único acto de olerle, le prendió el foco. Sabía lo que tenía que hacer. Y aunque lo lamentara después, tenía que hacerlo si quería salir con vida de ahí.
—Mierda...voy a tener que "hacer eso" —farfulló, ligeramente avergonzado.
Cuando Kakashi notó, el rostro del Uchiha, automáticamente captó la idea.
—Oh no...Obito "hará eso"...
—¿Qué? ¿Qué cosa? —preguntó un hombre.
—"Hará eso" —dijo Rin, girándose para no mirar.
—¿Jah? ¿Qué va a hacer? —cuestionó Deidara.
—¿Les molesta mi olor, no? Ya está. Esto...huele muy mal —dijo, quitándose la polera—. No mas olores feos —agregó, quitándose los zapatos, seguido de los calcetines y del pantalón—. ¡Amigos míos! ¡Esto es, solo un acto de vida o muerte! ¡No se vayan a excitar!
—Y lo dice tan normal... —una gota, cayó por la sien de Kakashi.
—Que puto asco, tío —Sasuke se jue de ahí.
—¿Que estas-...? —Deidara gruñó, tapándole los ojos a Naruto, completamente ruborizado— ¡¿Quién demonios se quiere excitar, idiota?! ¡Hay niños presentes aquí, HMM!
—Lo siento mucho —tragó saliva, decidido a proseguir con el elástico de su boxer—...esto es...¡VOY A-...!
Salvado...por los dardos tranquilizantes de los guardias. Los felinos, se replegaron asustados. El macho, cayó dormido al suelo. Todo había acabado. Todos suspiraron. Y no sé si porque Obito se salvó o porque no alcanzaron a traumarse. Un weon, sacaba fotos como enfermo.
—A facebook esta wea loco.
—Nah...yo quería ver —dijo una chica, pateando una piedra.
—¿Qué les pasa...hm? —una gotita cayó por la nuca de Deidara.
Y así, acabó el hermoso día del show de osos. Los guardias, lograron sacar a Obito de la jaula. No obstante, rápidamente fue trasladado al hospital más cercano. Sus heridas, merecían ser curadas con agilidad o podrían infectarse. Por su parte, el parque no sufrió ninguna multa y al Uchiha, lo terminaron demandando por exhibicionismo. Bueno, su padre se encargaría de los escándalos luego. Si, la gente es pendeja.
[...]
Independientemente de todo el revuelo que se armó con el tema del Zoológico, había alguien, no. Mas bien, dos personitas, que no estaban interesadas en demandas ni en pendejadas. El acto, que Obito Uchiha había acometido dentro de esa jaula, era algo impagable. Deidara, no había pegado ojo esa noche. Recordarlo todo, tan fresco como si sucediese a diario, era un martirio para él. Estuvo a punto de perder a su pequeño, por el cual tanto tiempo lucho. Y gracias a que un desconocido, del cual, solo se hablaban mierdas, se tiró a sacrificarse por él, sin pensarlo dos veces, Naruto estaba con vida. Incluso, siendo herido de gravedad y quizás, marcando su rostro por el resto de sus días. Naruto por su parte, tampoco podía dejarlo pasar. A diario, preguntaba por su héroe. Si se encontraba bien o si necesitaba cariño. No había día que no preguntara, si podían ir a verle al hospital. Deseaba darle un regalo. El rubio mayor, estaba confundido. Ya no podía distinguir, si Obito rondaba sus pensamientos por lo que hizo, o...por otra razón mucho más profunda. En más de una ocasión, llegó a estacionar su vehículo a las afueras del centro hospitalario. Su orgullo, le impedía ir como si nada. No le conocía. Era un extraño. ¿Por qué, sentía esa preocupación por él? Y lo peor de todo, era recordar, las palabras de su pequeño: Papá. Si. Porque siendo un don nadie, le había llamado así. Le había dado ya, el crédito de ser alguien en la vida de ambos.
¿Y si Obito era realmente...?
[...]
Parque de Hokkaido. 14:50PM.
—Te noto agobiado —comentó Itachi— ¿Sigues mal por lo sucedido en el Zoo? Te has llevado un susto de aquellos.
—No —negó el ojiazul, cabizbajo—. No es eso. Mas bien, eso ya es casi algo del pasado.
—¿Es lo del chico, verdad? Lo veo en tus ojos —expresó el mayor, regalándole una sonrisa de complicidad— ¿Qué pasa? ¿No crees en el amor a primera vista?
—No lo sé. Desde lo sucedido con Hidan... —Deidara, estaba afligido—. A decir verdad, tengo miedo.
—¿Le tienes miedo al muchacho? —redundó—. Si es por lo que me dijiste, que decían de él. Yo de verdad, dudo mucho esa versión. Soy abogado. Me gusta investigar por mi propia cuenta.
—¿Sabes? Yo no creo que él sea una persona así. Bueno, sé que no lo conozco nada de nada pero... —rascó su nuca, intentando hilar bien sus palabras—. No sé cómo explicarlo. Solo...cuando lo vi ahí, dentro de la jaula. No lo sé. El...me infunde una confianza y un respeto muy grande. Aish...ya ni sé lo que digo. Me siento como un quinceañero, perdido en la nada.
—Nobleza.
—¿Eh?
—Se llama nobleza. La palabra que estas buscando —aclaró el Uchiha, levantándose de su banca—. Se mucho de leyes, sin embargo, debo admitir, que no sé nada del amor. Soy algo inculto en ese campo, recóndito para mí. Porque no se estudia, solamente lo sientes. No puedes pensar en el, solo dejarte llevarte, por el. Y de alguna manera es un arte —expresó, con calidez—. Un arte que se perfecciona con los años. Pero...si hay algo que puedo decirte, Deidara...es que no todos los días se encuentra a alguien noble. La bondad y la honestidad, son cualidades que ya no quedan en este mundo desalmado. Y si en mi vida me llego a topar con alguna chica buena...yo de verdad me caso —rió, frotándole la cabeza como gesto de cariño—. Deja de pensarlo tanto y ve a verlo. De seguro está esperando a que vayas.
—¿Está esperando...? —No le temo a Obito. Le temo al amor ¿Y qué pasa si me rompen el corazón de nuevo? No quiero volver a pasar por lo mismo otra vez, hm,
—Nunca lo sabrás si no lo intentas. Además...¿Qué te hace pensar, que el chico es como Hidan? No hay dos demonios en una vida, sin un ángel que lo resguarde —le guiñe el ojo—. Por cierto, cuando vayas a verlo. Dale mis saludos. Y dile, que si necesita asesoría legal con lo de su demanda por mostrarse, que me llame. Cobro barato.
—Tu ni si quiera deberías cobrarme, hm.
—¿Cuando lo hice? —rió, alejándose—. Como se nota que no revisas tus cuentas.
En efecto. Hacía más de dos años que no revisaba sus finanzas. Nunca tuvo problemas con eso. No tenia ningún cobro realizado. Itachi, era su ángel de la guarda. Ahora, solo quedaba una cosa por hacer.
[...]
Hospital.
—¿Como se ve, doctor? —incursionó Obito— ¿Ya no estoy guapo?
—Hicimos lo que pudimos. Pero lo feo no se te va a quitar —se burló el especialista—. Es broma, míralo por ti mismo
Creyó por unos instantes, que al verse al espejo, se odiaría. Ah, pero estamos hablando de Obito Uchiha. El jamás se rinde, ni siendo chucky.
—JO-DER... —se masajea la cicatriz—...esto es... —apretó los ojos— ¡Mire nada más! Con esto, voy a matar. No hay nada más sexy, que un macho con cicatrices. Es mi herida de guerra. A las personas les encanta. Ahora sí, que podre follar.
—Un minuto ¿Eres virgen? —casi escupe todo.
—¡Hey, hey! ¡Llego la fiesta! —saludaba Kakashi. Seguido de él, venia Rin con un ramo de flores.
—¡Hey! Adivinen que. Ya no necesito mascara para halloween —se mofó. Los tres, se echaron a reír. Nohara agradecía, que su compañero siguiera del mismo animo que siempre. Realmente, les había dado un susto de puta madre. Como dato curioso, ya no estaba tan interesado en la presencia de la fémina. Obito, ya tenía otras intenciones—. Huh...¿Vienen solos?
—¿Mhn? Si —respondió la marrón—. Pedimos hora libre para venir ¿Por qué? ¿Esperabas a alguien en especial?
—¿Eh? Ah. Eh-...nah. Solo preguntaba —el Uchiha rascó su nuca.
—No me vas a creer lo que encontré en Youtube —expresó Hatake, mostrándole el video. "Hombre loco se desnuda en jaula de leones"
—¡A la mierda! ¡Soy famoso! —chilló— ¡Mira nada mas cuantos likes! ¡Y cuantos comentarios! —rió— ¡Todos me apoyan! Huh...¿Qué significa "retraso cognitivo mental"?
—Ehhhh...no quieres saber —Kakashi cerró el video—. Te veías mejor con la venda puesta —se la pone de nuevo.
La puerta de la habitación, fue golpeada con suavidad. Desde el pasillo, una pequeña cabellera rubia se asomaba. Era Naruto, quien traía en sus manitos, una cajita. Se mostraba demasiado tímido como para entrar. Rin, le invitó a pasar. Pero no contaban, conque mas atrás le seguía Deidara. Un tanto, menos tímido pero igual de cohibido que el menor. El único ojo decente de Obito, se iluminó con fulgor, sonrojándose con sutileza.
—Ah...disculpen. No sabía que tenía visitas —murmuró, tomando de la manito al rubio menor—. Podemos volver otro día, hm.
—No, no. Que va —rió Nohara, empujando a Kakashi. Este poco y nada entendia—. Nosotros ya nos íbamos ¿Si? Quédense por favor —musitó más bajito—. Volvemos otro día. Ambos, salieron de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Segundos de silencio, inundaron el ambiente. Tanto Obito como Deidara, se observaron por unos instantes, sin llegar a decir nada. Realmente, no sabía por dónde empezar la conversación. A juzgar por las vendas de su rostro, claramente se había mal herido. Afortunadamente, Naruto no conocía el orgullo o la vergüenza y corrió a hablarle. Algo como para romper el silencio sepulcral.
—Hey, Hola —le saludó, dejando que se subiera a la cama.
—Obi...¿Como estas? ¿Tus heridas duelen? —murmuró el Uzumaki, muy preocupado. Su manita, tocaba sus vendas.
—No. Ya no duelen. Soy muy fuerte —sonrió, mostrando los dientes de oreja a oreja. Deidara llegó a desviar la mirada con nerviosismo. Le parecía jodidamente atractivo, ahora más que nunca. Algo, que seguramente ni él se entendía— Y...¿Ustedes como han estado? ¿Venían pasando por aquí o...?
—Ah. Si. Bien —musitó el rubio mayor, dando giros con los ojos—. Claro. Íbamos pasando y...pensamos que sería bueno venir a ver.
—No es cierto —refutó Naruto—. Papá no dejaba de hablar de ti. Yo quería venir a verte y pues vinimos.
—Oe, no estés hablando cosas si no sabes —le regañó el mayor. Aun mas rojo que nunca.
—¿De verdad? —parpadeó el Uchiha, sonriendo de forma ladina— ¿Solo tu querías verme? —añadió, tirándole la indirecta al pesado de Deidara.
—Tsk...no molestes. El enano ya lo dijo ¿Bien? Así son las cosas —se cruzó de brazos.
Pero Obito, hacía de todo menos dejar de sonreír. Era como si le hubiesen dibujado la mueca en el rostro. Y no importaba cuanto hablara con Naruto, no despegaba la vista del mayor. Realmente, estaba hipnotizado por su presencia. Logró despabilar, solo cuando el Uzumaki abría la cajita. Un regalo, como muestra de agradecimiento por su acto de valor y heroísmo en salvar su vida. La cadenita que traía de bebé, con su nombre. Las cosas para el Uchiha, no tenían un valor comercial. No obstante, objetos de amor como esos, eran imborrables e invaluables para él. Un nudo de nostalgia, se formó en su garganta. No iba a llorar. Pero si tenía que admitirlo, era un llorón. Nunca nadie, le había mostrado un gesto tan bonito en toda su vida. Asintió, dejando que el propio pequeño le acomodara la gargantilla en el cuello.
—Muchas gracias, enano —murmuró, alzando la diestra—. Choca el puño.
—¡Choque de puños! —chocó su puño.
—¿Choque de puños, Deidara? —bufó el Uchiha.
—No jodas.
Obito se echó a reír, casi carcajeando. Como se lo hubiese comido a besos...por ser tan "el". Esa cosa, única, que el tenia, de ser un maldito amargado, pero a la vez, ser tan asquerosamente irresistible. Algo que solo alguien enamorado, podría sentir. Tras un buen rato de charlas y risas, Naruto cayó finalmente rendido ante el sueño. Hacía poco que venía del jardín y realmente, estaba agotado.
—Ya veo. Por un momento, realmente creí que era tu hijo —dijo Obito—. Quiero decir, se parecen tanto.
—Lo sé. Pero...el destino juega de maneras extrañas —respondió nostálgico, divisando como dormía plácidamente sobre el regazo del Uchiha.
—Ya lo creo. Has tenido suerte.
—¿Mhn?
—Jm —sonrió, observando la ventana de su cuarto—. Siempre quise formar mi propia familia. Ya sabes, una pareja y tener hijos. Pero a mis 31 años, acabé rindiéndome a ese sueño. No he tenido suerte. Mi padre me odia. Y la gente, solo inventa cosas de mi.
—Yo nunca creí eso. Quiero decir...las cosas que decían de ti —murmuró, más bajito. Jugueteando con sus dedos, añadió—. Admito que me parecías bastante idiota. Bueno, lo sigues pareciendo. Pero...se ve que tienes un buen corazón. Nob...noble. Además, tienes afinidad con los niños. Pudiste tranquilizar a Naruto en el peor de los momentos y ahora mismo, se ha dormido entre tus brazos como si realmente fueras su-...—acalló. Obito, regresó la mirada al ojiazul, de una manera demasiado penetrante para ser cierta. Deidara apretó los labios—. Tu lo escuchaste. En el Zoológico.
—No soy sordo.
—Ya te he contado demasiado de mi historia. Qué horror. Será mejor que nos vayamos —determinó, encaminándose hasta la camilla—. Dámelo —pero mucho antes de que su mano tocase al pequeño, Obito ya la había jalado hacia él. Casi cayó sobre su cuerpo— ¿Que estas-...? —sus pómulos; se tiñeron carmesí con fulgor.
—Me gustas, Deidara. Y mucho. Sé que apenas te conozco y tu a mí. Pero también sé, que sientes lo mismo por mí. Puedo verlo. En tus ojos. En tu forma de respirar, justo ahora. En tus labios.
—Ghh...animal. No estés inspeccionándome tan fácilmente —protestó, tembloroso del nervio. Un chirrido agudo, comenzó a sonar. Era la maquina cardiaca— ¿Que demo-...? ¿Qué pasa?
—Ah. Es la maquina.
—¿Qué significa?
—Que me está dando un paro cardiaco. Moriré.
—¡¿Que carajos?! ¡Oe!
—Es broma —muy normal—. Es hora de mi droga. Me dormiré en 5 segundos.
—¿Ah...? —una gota se deslizó por su sien.
En efecto. No habían pasado ni 5 segundos, cuando Obito cayó dormido. Deidara poco y nada entendía de medicinas o médicos, pero bueno. Hubiese apreciado un poco mas de charlas, pero ya era hora de regresar. Tomó a Naruto con sumo cuidado de no despertarlo, y lo cargó en su espalda. Ya comenzaba a pesar un tanto el mocosito. Quizás sería bueno dejar los chocolates. Iba a salir como si nada por la puerta...pero algo le retuvo. Volteó. Ahí estaba. Obito Uchiha. Dormido. El hombre que ahora, agitaba su corazón. No estaba pensando realmente. Su cerebro, se desconectó apenas le clavó la mirada.
Por inercia, regresó a su lado, echando una última mirada a su adormecido rostro. Hermoso. Incluso con esa venda ahí y con el rostro destruido. Era hermoso. ¿Qué daño podía hacerle...un...besito? Se relamió los labios, para que no estuvieran tan secos, y se cercioró de que no viniese nadie. Temía por el pudor de sus propias intenciones. ¿Era abuso, besar a un dormido? Si no estaba en contra de su voluntad, supuso que no. Ah...pero si está dormido. ¿Tiene voluntad que valga? Joder. Basta de pensar mierda. Se veían jodidamente exquisitos. Apetecibles. No lo dudó mas. En un acto excelso de cariño, conectó sus labios con los suyos de manera suave y sumamente placentera. En su vida, recordaba haber disfrutado tanto un beso. Incluso, si solo era por encimita no más. Cerró los ojos.
Craso error, cerrar los ojos. Unas manos cálidas, sujetaron sus mejillas. ¿Qué mierda? ¿No se supone que estaba durmiendo...? Y lo que era peor, Obito no buscaba solo un besito, le estaba dando besote. No pudo zafarse de él. Mas bien, no quiso. De esos besos, que prenden hasta el agua. Sus manos, se engancharon aun mas sobre su piel, comiéndole la boca a vaivenes ansiosos y deseosos. De él. De sentirle más. Su lengua, entrelazándose con la suya, danzando un baile silencioso, al ritmo de un compas que solo ambos comprendían. Simplemente...elegante. Sutil. Nada morboso. Perfecto.
Lentamente, fue despejando camino de su boca. Sus labios, mas rosaditos que pálidos, ahora supuraban jadeos. Obito, resopló sobre los suyos, fatigado con tan, exquisito sabor.
—Demonios...no eres humano —musitó, mordiéndose el borde inferior de la carne—. Sabes a gloria.
—Infeliz...no estabas durmiendo —berreó Deidara, casi sin ganas de regañarlo. No. Y es que se le habían ido las fuerzas del cuerpo. Si no hubiese tenido a Naruto encima...
—Es tu culpa por creerme —admitió, tembloroso—. La última vez que besé de esa forma, fue cuando tenía 18 años.
—¿Eres...? —Obito asintió. Ahora todo tenía sentido. Sobre todo, las invenciones que hacían de él. Mas lejos de la realidad, no podían estar—. Creo...que necesitas ayuda.
—¿Aquí?
—No jodas. Vas a hacer un escándalo —se separó de él, regresando a su postura habitual.
—¿Te molesta eso?
—Ghn... —desvió la mirada, rojito como un tomate. Luego, negó con la cabeza—. Solo espero, que no te vayas al amanecer... —expresó, con timidez—...a Naruto le agradas.
Deidara, se había ido. Pero el mensaje, había sido entregado a la claridad. No supo a ciencia cierta, si lo de Naruto había sido porque a él le agradaba o al propio Deidara. En esas cosas, el pelinegro era más lento que una marmota. En fin.
A los pocos días de la alta médica, Obito apareció en la puerta, de la casa de Deidara. Claro, él le había dejado su dirección anotada en un papelito...por si se le ocurría visitarle como que la cosa no quiere. Todo sea, por Naruto. Ajá.
Traía solo una mochila y un gatito bebé en brazos. Sabía que el menor, quería una mascota.
—¡Hola! ¿Choque de puños?
—Adiós.
Si. Le cerró la puerta en la cara. Peeeero no duró mucho. Porque a los pocos segundos, le volvió a abrir la puerta, jalándolo del cuello de su camisa. Ups, casi olvida al gatito. Igual lo entró.
Obito pasó la noche ahí. Y la siguiente. Y la siguiente. Y la siguiente. Pero, durmió en el sofá como weon —y el gato en la cama—. A la semana después, claro que se casaron. Deidara, pudo adoptar al pequeño Naruto en su hogar, tal y como se lo había prometido hacia años atrás. Ahora, los tres, formaban una familia consolidada e indestructible por ley. Y el gato, claro. El pelinegro tenía un sueldo estratosférico, por ser el hijo único del dueño del Zoo, aun así, siguió trabajando ahí, pero ahora, dando autógrafos a los pendejos que le conocieron por el incidente. Las chicas, adoraban firmar sus bíceps, cuádriceps y todas las ceps de su musculoso cuerpo de *cof*. Amaba a sus animales, lo hacía por gusto mas bien. Y al final, hizo las paces con Felix. El cual, ahora lamia la herida que le dejó. De alguna manera, gracias a él, estaba con el hombre de su vida. ¿Qué mejor regalo?
—Pts...¡Hey! —le susurró— ¿Me haces otra cicatriz en la nalga derecha? A mi marido le gustan, hehehe...
Uy, que mal, Deidara estaba escuchando todo desde ahí. Y pos le cerró la jaula. A ver si ahora se lo comían vivo o moría de sarna.
—A ver si te rebanan la verga, hm.
Me diste la idea y lo hice. Escribo este fic, con todo el amor de mi corazón, para la mujer que me hizo inspirarme día a día en el ObiDei, más sublime del mundo. Para ti, Laura. A ver si te saco una hermosa sonrisa, de esas que tanto me gustan.
Cualquier parecido con los personajes, en la vida real, es mera coincidencia [?]. Extraño rolear a Obito :c
No desesperen. Esta historia, continuará...
