Renuncia: todo a Yamamori Mika.
Advertencia: Varias menciones del manga y del capítulo extra.
Rebobinando
Shishio sueña que sueña, simplemente.
(y sus sueños son figuras de cierta chica con piel pálida y sus ojos taciturnos, con las manitos jugueteando con la falda sucia y sus trenzas que cuelgan. Los labios siempre se están moviendo susurrando ciertas palabras dolidas que él se niega a escuchar, pobre de él, pues también se ha olvidado cómo amar).
Shishio sueña que sueña a los primeros amores.
Él es este hombre con los años perdidos y el cabello perfectamente peinado, se la pasa entre sonrisas sarcásticas y todos sus caminos siempre llevan hacia atrás. Shishio es este chico así medio tristón, pues se la pasa cantando sobre el amor y no es que realmente tenga un interés en ello, o no lo sabe bien.
(«Sensei»).
Shishio sueña que los años no han pasado.
Pero realmente no es así.
A veces Shishio rompe en carcajadas y deja de mirar al cielo abierto para disimuladamente estallar en lágrimas, señalando que en el cielo ya no hay estrellas, al menos no en el suyo. Así es mejor, de hecho. Pues cuando encuentra la más leve oscuridad abriéndose piensa en esa chica de vapor, que siempre andaba con la mirada un poco triste y hablaba enamorada del sol.
Shishio sueña que quizás nunca la amó.
Pero realmente no es así.
Sueña con la figura de esta chica que a veces quiere olvidar, con sus faldas largas y sus estrellas en la piel. Quiere recordarla como la pequeña astronauta que llegó y lo amó, que rompía en risillas alegres cuando: «ah, sensei, tú también eres mi estrella fugaz, ¿sabes?» y que le regalaba corbatas graciosas y se emocionaba con tomarle de la mano.
Pero realmente no es así.
Sueña (día, noche, atardecer, amanecer y en toda eternidad) con ella y su sonrisa desaparecida, apretando las manos cansadas y las lágrimas entre sus grietas, pues no hay tristeza más grande para ella cuando él sonríe, triste: «Te amo, Suzume». Y es que allí se ha quedado en el tiempo, pobre de él, con esas palabras de sol apagado sollozando: «Tú eres mi primer amor, sensei».
Después sueña que todo aquello es real y se ha quedado enredado entre sus costillas, como la angustia eterna, pues él le sonrió casi enternecido y la dejó ir, sí, allá volando por el cielo. Pero la más grande verdad es que toda noche Shishio sueña con las palabras en eco de: «Yo también solía amar a sensei. Sabes, tú eres mi primer amor». Y él no puede más que llorar contra la nada.
«Perdón por no saber amarte bien, lo siento tanto. Chunchun, creo que tú también eres mi primer amor».
(y el último, el único, el eterno, el…).
Años después, con la lenta tortura, de repente él la encuentra. Tiene el cabello corto y la sonrisa impecable, con la belleza pintada en esas órbitas suyas, y Shishio recuerda que ella no es un sueño: es real, tanto como el cielo sin estrellas.
«Ah, Chunchun...desde que te amo, hace frío hasta en mis veranos».
Ella le sonríe y lanza palabras casuales a las que él responde con amabilidad, pero realmente no da importancia. La ve alejarse, otra vez, y probablemente no la volverá a ver. «Adiós, adiós, mi querida».
Así que Shishio vuelve a soñar que sueña.
«Adiós. Te he olvidado, no pasa nada, aunque en realidad te sueñe todas las noches y te busque en el cielo frío».
Shishio sueña que ella está aquí, con él.
(hasta que llegue el despertar, claro).
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(«así que amor mío déjame verte tus ojitos tristes una vez más,
pues tengo una gran necesidad de que
me quieras» ).
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