EN BUSCA DEL CORAZÓN DE CRISTAL

CAPITULO 1:

Hace mucho tiempo, la mayoría de los seres mágicos vivían en el mágico Reino de Antares. Aquí cada ser mágico era único, dotados de gran hermosura.

El Reino de Antares, era gobernado por la hermosa y majestuosa emperatriz Jane, a quien se le asigno la tarea de ser la guardiana del reino.

Cada habitante de este reino poseía una gema especial la cual era la fuente de su vida, además poseía un brillo y aspecto precioso. Cuando era época de luna llena, todos los habitantes del reino hacían un gran festival, en el cual todos se reunían y cuando la luna llena alcanzaba su esplendor y brillo máximo, era ahí cuando el poder de su gema se regeneraba y así los habitantes restablecían su energía vital.

El poder de cada una de las gemas de los habitante del Reino de Antares, poseía, además, el poder de curación; pero su poder máximo se conseguía cuando 7 gemas eran reunidas, pues el poder de 7 gemas reunidas, tenían la capacidad de poder cumplir un deseo.

No obstante, este reino no era el único, también existían otros reinos mágicos, y los reinos del hombre. Los reinos mágicos casi nunca tenían rivalidades o guerras con el Reino de Antares. Sin embargo los reinos del hombre, llenos por sus avaricia y codicia, por lo general tenían rivalidades con el Reino de Antares, al conocer los secretos que guardaba este reino, casi siempre buscaban conquistarlo, pues eran muchas las historias y leyendas que se contaban sobre este reino.

Conociendo la avaricia del hombre, la emperatriz Jane, junto a todos los habitantes de su reino y levantó una gran muralla mágica, esta muralla era muy especial, pues se componía de arbustos llenos de espinas, en donde solo aquel que poseyera el corazón puro, o se considerara digno de poder atravesarlo, la muralla cedía y formaba un camino que lo guiaba hacia el reino. Mientras si la persona poseía un corazón lleno de avaricia y malas intenciones, la muralla de espinas nunca cedía, y por más que el que quisiera entrar, las ramas siempre crecías mas y mas, por lo tanto por mas que se usase herramienta alguna, las ramas nunca cederían, y si la persona que no era digna de ingresar se perdería en la muralla y moriría asfixiado por las ramas y desangrado por las espinas.

Así pues, el Reino de Antares se encontraba muy bien resguardado, por mucho tiempo. Los reinos del hombre intentaron por todos los medios de ingresar y destruir la muralla, pero nunca podían hacerlo, rendidos y abatidos, desistían casi siempre de volver a intentarlo.

Fue entonces cuando una mañana, cuando un joven que paseaba por los alrededores de la muralla de espinas, pudo notar que había una abertura, su curiosidad no pudo más y prosiguió el camino que la misma muralla le cedía. La muralla había decidido que aquel joven era digno de ingresar al reino. Aquel joven era el futuro rey del Reino de Abalon, su nombre era Mathew. Fue entonces que el joven prosiguió su camino y llegó a una tierra que para el resultó fantástica, pues quedó totalmente maravillado por la belleza de aquel lugar.

Al seguir caminando, llegó a las orillas de un lago, maravillado otra vez por la excelente vista que yacía ante sus ojos decidió descansar un rato a orillas de aquel lago. Al poco rato pudo observar alguna luces que se movían en las profundidades de aquel lago, al acercarse, el joven Mathew sintió un poco de miedo. No obstante, aquellas luces que habían sentido la presencia del joven mostraron su forma verdadera, se trataban de hadas que salían del lago y comenzaban a revolotear alrededor del joven. Por un instante, el joven quedo muy asombrado por aquellas criaturas que jugaban con él, lo que no sabía, era que muy pronto otras criaturas de los bosques, denominadas Shagems, que era criaturas en forma de arboles gigantes, era los encargados de vigilar los alrededores de la muralla.

Finalmente, al poco rato, aquellas criaturas guardianas, llegaron ante el joven, muy furiosos y con una lanzas hechas de ramas puntiagudas, lista para atacar, le gritaron al joven cómo era que había cruzado la muralla, pues cruzando la muralla, el ingreso para los hombres era prohibido, el joven muy temeroso no supo que decir, por lo que los Shagems tuvieron que atarlo de las manos cual si fuera un delincuente, y los llevaron ante la emperatriz Jane.

Al llegar ante la emperatriz, el joven quedo totalmente prendido de la belleza de ella. Los Shagems empujaron al joven y este cayó al suelo. La emperatriz entonces le preguntó: cuál era su nombre y cuáles eran sus intenciones al poder cruzar la muralla de espinas. El joven muy confundido, pero a la vez temerario, se armo de valor, se levantó y con voz firme, le dijo que su nombre era Mathew, príncipe y futuro rey de Abalon. La emperatriz, se mostró un poco extrañada, pues el joven al parecer no llegaba a comprender lo que le iba a pasar.

Dime príncipe Mathew, ¿cómo es que lograste ingresar hasta aquí? – dijo la emperatriz.

Iba caminando por los alrededores de la muralla, y en mi curiosidad vi una pequeña abertura a la cual ingresé sin miedo. Al entrar por la abertura, seguí caminando, pero noté que mientras seguía caminando el camino hacia adelante se iba abriendo, mas hacia mi atrás el camino iba desapareciendo. Fue así como llegue a este lugar. – dijo el príncipe Mathew.

La emperatriz, muy confundida, imaginó que las murallas habían decidió que aquel joven era digno de ingresar al Reino de Antares y que por lo visto no tenia malas intenciones, pues al ir conversando con él, pudo notar cierta nobleza y amabilidad en sus palabras.

Con el tiempo, la emperatriz y el joven entablaron una bella amistad. La emperatriz había ordenado a todos los habitantes del reino, que aquel joven tenía permiso de poder entrar al Reino de Antares.

Había pasado ya un buen tiempo, desde que el príncipe y la emperatriz habían entablado una muy buena amistad. Sin embargo, luego de tanto tiempo, el príncipe nunca había preguntado cuál era el nombre de la emperatriz. Fue entonces que mientras la emperatriz y el príncipe iban caminando por uno de los pasadizos del reino, el príncipe le hizo la pregunta.

Disculpe, mi noble señora, se podría saber ¿cuál es su nombre? – pregunto el príncipe.

¿Mi nombre dices?, pensé que te lo había dicho. Vaya que descortesía la mía. – dijo con cierta gracia la emperatriz.

El joven príncipe sonrió por unos instantes, al igual que la emperatriz, y mientras seguían caminando hasta llegar a la torre más alta del castillo, fue entonces que la emperatriz le mencionó su nombre.

Mi nombre, mi joven príncipe, es "Jane". – dijo la emperatriz con mucha elegancia.

El príncipe entonces, se la quedó mirando, mientras la emperatriz miraba el ocaso del sol. Finalmente, el príncipe se armó de un valor y logro robarle un beso a la emperatriz, a la cual ella cedió, respondiéndole con el movimiento de sus mano que se dirigían hacia el rostro del príncipe.

Fue entonces que el príncipe y la emperatriz unieron su cuerpos aquella tarde, con el ocaso del sol como testigo.

Luego de aquella bella experiencia del príncipe, él decidió regresar a su reino. Cuando llegó pudo notar que el castillo había sido decorado y que todos al parecer se encontraban muy felices. Lo que el príncipe no sabía, era que sus padres habían ya trazado el futuro de su vida amorosa.

Tanto el reino de Abalon como el reino de Epsilon, habían tenido combates continuos durante años. Pero llego el momento que ambos reinos terminasen sus rivalidades, para lo cual ambos habían realizado un acuerdo de paz, el cual se concretaría con el casamiento de cada uno de los descendiente reales de cada reino. Así pues, la bella princesa de Epsilon, la joven Harmony, seria la futura esposa del joven Mathew.

Pero… ¿qué es lo que está sucediendo aquí? – preguntó el príncipe a uno sus vasallos.

Noble príncipe, ¿no está enterado?, el reino de Epsilon y Abalon han hecho un acuerdo de paz, los conflictos entre ambos reinos se ha terminado. – le respondió el vasallo al príncipe.

El príncipe se emociono mucho y rápidamente se dirigió al gran salón real, confiado de que ahí estarían sus padres y los reyes del reino de Epsilon celebrando la paz, al llegar al gran salón, vio que todo estaban adornado y que la había un gran banquete. Mientras observaba todo, al fin pudo encontrar a su padre y a su madre, así como al rey de Epsilon.

Mientras todos disfrutaban de la fiesta, llego el momento de la cena, y todos los invitados habían tomado haciendo, pero había un asiento vacío que estaba frente al asiento del príncipe.

Madre, ¿por qué aquel asiento esta vacio? ¿esperamos a alguien? – Preguntó con curiosidad el príncipe a su madre.

No te preocupes por ello, mi amado hijo, es una sorpresa, muy pronto tu padre lo dirá a todos los nobles. – respondió la madre del príncipe.

Y así fue, mientras todos disfrutaban del gran banquete, a lo lejos se pudo escuchar el sonido de las trompetas que anunciaban la llegada de la princesa de Epsilon, la bella Harmony.

Al llegar, la bella princesa, el padre de Mathew, hizo que todo los invitados hicieran una reverencia hacia la princesa, y anunció el matrimonio de su hijo con la noble princesa Harmony, y mientras lo decía, el joven príncipe muy confundido y asombrado por aquella anunciación, no puedo entender lo que estaba pasando.

La decisión y el acuerdo ya estaba dado, tanto la princesa Harmony y el príncipe Mathew se tendrían que casar.

El príncipe Mathew, no podía negarse a casarse con la princesa de Epsilon, de hacerlo, las guerras entre su reino y el otro otra vez se iniciarían, y no tendrían fin.

Así pues, sin poder decidir, el joven príncipe prosiguió con todo lo planeado por sus padres. Pero su corazón, ya tenía a alguien por quien latía, ese alguien era la emperatriz de Antares, Jane.

Las nupcias entre la princesa Harmony y el príncipe Mathew seguían su curso. Fue entonces que el príncipe decidió escaparse por un momento de la fiesta y de todos los preparativos de su boda ya planeada.

El príncipe decidió ir al reino de Antares para poder explicarle a la emperatriz que ya podría seguir viéndola más.

Mathew, ¡qué sorpresa!, hace mucho tiempo que ya no vienes, me tenias preocupado, ¿qué te ha pasado? – dijo la emperatriz.

Mi noble señora, me temo que estas visitas ya no podrán realizarse, me temo que ya no podre venir más. – dijo el príncipe con cierta tristeza.

Entiendo, de seguro tendrás tus razones, y comprendo lo que me dices. – dijo muy triste la emperatriz.

Y sin decir nada más, el joven príncipe se retiró del castillo de la emperatriz sin decir nada, no sin antes dándole un gran beso, el cual seria el ultimo, pues no podía decir lo que realmente estaba sucediendo, por miedo a que pueda romper el corazón de la emperatriz.

Cuando el joven príncipe, le dio el último beso a la emperatriz, volteo y sin mirar atrás salió corriendo del castillo, con lagrimas en los ojos, pensaba que lo nunca más podría ver a su amada, pues lo que hacía, lo hacía por un propósito, el cual era la paz de su reino. Así, con lágrimas entre los ojos se fue corriendo. Por su lado la emperatriz cerraba sus ojos, tratando de no olvidar aquella sensación de sentir los labios tibios de su gran amor.