A la vuelta de la esquina
Jeongguk le veía todas las mañanas luego de hacer sus rondas. Como nueva adquisición a la división de la Policía Metropolitana de Seúl, debía realizar revisiones de rutina por el vecindario; acostumbrarse a las avenidas concurridas y las pequeñas calles. Seokjin, su supervisor, le acompañaba con una sonrisa explicándole los conocimientos que tenía de las personas con las que era familiar. El duelo del café que siempre les invitaba un par de donas, la señora de la peluquería que siempre llamaba por culpa de los niños que hacían travesuras y lanzaban papel a su entrada, pero quien había llamado su atención era el encargado de la floristería que estaba a la vuelta de la esquina.
Con su expresión adormilada cuando abría la tienda a tempranas horas, les saludaba siempre con una reverencia aun cuando sus ojos estuviesen cerrados de sueño. Vestía ropa cómoda y un cuidadoso delantal y, le entregaba a Jin un diminuto ramo de unas tres flores para que adornase se escritorio. Jeongguk terminaba observando las flores por horas en el cubículo de enfrente, haciendo a Jin reír por su expresión atontada.
—Jeonggukie-ah —Jin le llamaba desde el umbral de la puerta, el castaño se giró dándole su atención. —El jefe nos quiere para una reunión. ¿Podrías ir con Yoongi y buscar un encargo para mí? —Jeongguk abrió los ojos sorprendido y asintió apresurado, sintiendo como los colores subían a sus mejillas. Jin evitó reír a carcajadas.
Abrió la puerta con cuidado y el sutil sonido del móvil llegó a sus oídos, lo siguió con la mirada encontrando un par de campanas atadas al filo de la puerta. Yoongi se asomó detrás del pasillo donde mantenían las flores y si expresión se ensanchó, la sonrisa alcanzó sus ojos.
—Jeongguk, ¿cierto?
—¡Sí! —Hizo una reverencia apresurada. —Jin-hyung dijo que tenía un encargo.
—Espera aquí. —Jeongguk le vio desaparecer, con los ojos fijos en su espalda.
