Esta historia es solo una adaptacion de el libro "Algo mas que el interes" de DIANA PALMER para nuestro entretenimiento.
Asi mismo los personajes le pertencen a Nobuhiro Watsuki.
Algo más que el interés…
Capítulo Uno
Un trueno retumbó. En una elegante casa de las afueras de Tokio. Pero su habitante, una mujer joven que estaba mirando por la ventana, no sintió ningún estremecimiento. Una experiencia penosa ocurrida dos días antes le había dejado insensible. Kaoru Kamiya tenía veintiseis años, pero parecía tener cincuenta. La lenta enfermedad de su madre la había atormentado bastante, pero su pérdida no la había traumatizado. Sólo deseaba que todo volviera a su cauce, pero no se estaba dando cuenta de lo vacía que se estaba quedando su vida. Ahora no tenía a nadie. Su hermanastra se había ido a París esa misma mañana con su parte de la herencia. No habían tenido una relación muy íntima, pero Kaoru esperaba que después de lo ocurrido todo cambiase. Debería haberlo pensado mejor. Tomoe nunca había cuidado a su madrastra y siempre le decía a Kaoru que había suficiente dinero en la herencia como para pagar a una enfermera.
Mucho dinero. Al oír esto, Kaoru se podría haber echado a llorar. Desde luego que lo había, pero fue hasta que el padre de Kaoru murió y su madre volvió a casarse con Nobu Yukishiro y todos los negocios pasaron a él. Sakura nunca se había preocupado de las finanzas, excepto para asegurarse de que Kenshin no pudiera poner sus manos en las acciones de la sociedad de petróleo de Osaka que su padre y el de Kaoru habían creado.
Kaoru temblaba al pensar en Kenshin Himura. Ella siempre le había visto como un hombre tosco e invulnerable. Kenshin no había asistido al funeral, pero Kaoru sabía que le vería tarde o temprano.
Kaoru se quedó mirando la lluvia que caía sobre las hojas de los árboles que estaban caídas en el suelo.
Apoyó la frente en el cristal de la ventana y cerró los ojos. «Oh, mamá, nunca había conocido la soledad. Nunca la conocí», pensó Kaoru.
Sakura tenía un cáncer que no respondió a ningún tipo de tratamiento, ni de radiación. Se puso muy enferma y Kaoru se hizo la fuerte y la cuidó para que no se muriera. Su madre había sido exigente y perversa y se mostraba siempre irritada e intolerante. Pero Kaoru la quería. Y estuvo cuidándola hasta que fue al hospital. Todo lo hizo casi sin ninguna ayuda de Tomoe porque estaba muy ocupada con su trabajo y no podía perder el tiempo yendo a casa. Tan sólo fue a coger la parte de dinero que le había quedado. Kaoru le recordó que los recibos del hospital y el médico habían disminuido los recursos de la familia. Pero entonces Tomoe le preguntó sobre las acciones de petróleo...
Kaoru se pasó la mano por la nuca. Le dolía mucho la cabeza. Se sentía bastante mal porque no había descansado ni había comido. Las acciones de las que habló Tomoe quedaron grabadas en su mente.
-Incluso tendrás que vender la casa, Kao. Está hipotecada hasta la última cosa -le había dicho Tomoe.
-En cuanto se entere, Kenshin Himura vendrá rápidamente a verme y tú lo sabes.
-Es un hombre muy sexy -había dicho Tomoe-. Podría tener todas las mujeres que quisiera y lo único que desea es divertirse con el petróleo, los hermosos caballos que posee y esa bebe que ha adoptado como hija y protegida.
-Misao no es una bebé. Tiene casi diez años.
-Sí, claro. Tú vas a su propiedad todos los veranos, ¿verdad? Pero no fuiste este verano...
-Tuve que cuidar a mi madre -había dicho Kaoru con firmeza.
-Sí, ya lo sé. Yo pude haber ayudado, pero... ¿Qué piensas hacer con las acciones?
-Desearía no tenerlas. No me gusta tener que enfrentarme a Kenshin. Si mi madre hubiera arreglado lo de las acciones de otra manera...
-Ella le odiaba. Recuerdo que no iba a las fiestas porque sabía que él iba a estar allí. ¿Por qué se llevaban tan mal?
-Porque ella era una chica de sociedad. Y no había nada en el mundo que Kenshin odiara más. La madre de Misao también era así, ya lo sabes. Ella rompió su compromiso mientras él estaba en la guerra y se casó con otro con quien tuvo a Misao . Por esa razón parece que odia a todo el mundo, incluso a mí. Yo pensé que la batalla se acabaría cuando ella muriera.
-Creo que podrás manejarle.
-¿A Kenshin? -había dicho Kaoru sonriendo-. La primera vez que le vi fue cuando estuve con mi padre en la propiedad de los Himura . Yo tenía catorce años. Mi padre se tomó unas cuantas copas y se acercó a él con una pistola cargada. Kenshin no dio ni un paso atrás. Fue derecho a la pistola, se la quitó y le golpeó en las rodillas.
-Te brillan los ojos cuando hablas de él -le había dicho Tomoe a Kaoru-. Te entusiasma, ¿verdad?
-Me asusta.
-Eres terriblemente ingenua para los años que tienes. No es miedo, lo que pasa es que no tienes experiencia para saber lo que es -le había dicho Tomoe dándose la vuelta para marcharse-. Me tengo que ir Akira me está esperando en el aeropuerto. Ya me contarás cómo van las cosas.
Y eso fue todo. Kaoru se quedó sola. No tenía familia, ni ningún amigo en quien confiar. No tuvo la ocasión de tener amigos porque tenía que cuidar a una madre inválida.
Tan pronto como Kenshin se diera cuenta de que Kaoru controlaba sus acciones le haría la vida imposible. Aunque no había conseguido convencer a Carla, eso no quería decir que no lo intentara con Kao.
Se apartó de la ventana al sorprenderle las luces de un coche. El ruido de la lluvia amortiguaba el ruido del motor. Kaoru se fue al vestíbulo y se sentó en la escalera. Se tocó la cara y se comparó a Tomoe. Tenía una nariz perfecta y unos labios rojos muy perfilados. Sus ojos eran grandes azules y atrayentes, v era tan hermosa como su hermanastra, pero a diferencia de ella Tomoe sabia como llamar la atención de los hombres . Algún día encontraría a un hombre y se casaría con él. Pensó en Kenshin y supo que él nunca se casaría. Él ni siquiera había propuesto matrimonio a la madre de Misao.
Kaoru se quedó mirando toda la enorme casa que había formado parte de la herencia de los Kamiya desde hacía más de cien años. Tomoe tenía razón. Debería vender la casa. Los dividendos de sus acciones eran suficientes para que ella pudiera vivir, pero no para mantener la casa.
Kaoru se puso de pie. Podría ponerse a ordenar los cajones y así estaría ocupada. Hubiera sido una bendición si hubiera tenido un trabajo, pero tan sólo había llevado el funcionamiento de esa enorme casa. Y muy pronto, no tendría ni eso. Kaoru sonrió y pensó que tenía que buscar un trabajo.
El timbre de la puerta la sobresaltó. No esperaba a nadie. Se miró en el espejo y vio que estaba algo despeinada, pero no le daba tiempo a arreglárselo. Estaba pálida y sin nada de maquillaje. Esperaba que no fuesen más facturas. Ya había tenido bastante desde que se hizo pública la muerte de su madre. Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo cuando abrió la puerta. El hombre que tenía enfrente era el sueño de cualquier mujer. Era alto, fuerte y llevaba un traje a rayas que parecía ser bastante caro. Se parecía a un modelo de una revista. Pero su rostro era inescrutable y su boca firme. Sus cejas tenían el mismo color rojizo quesu pelo, que llevaba prolijamente sujetado en una coleta alta. La imagen de aquel hombre era tan fabulosa que Kaoru dio un paso hacia atrás sin darse cuenta.
-Me imagino que me estabas esperando -dijo Kenshin Himura .
-Oh, sí, junto con el diluvio, el terremoto y las erupciones volcánicas -dijo Kaoru con ese toque de humor que siempre le salía a flote cuando estaba nerviosa-. No debería molestarme en preguntarte por qué estás aquí. Es obvio que has visto el testamento.
Kenshin entró y cerró la puerta. El agua le caía por los mechones que se había soltado de su peinado.
-¿Dónde podemos hablar?
Kaoru se dio la vuelta recordando que todavía era la señorita Kamiya del Tokio y llevó a Kenshin a un salón que no estaba muy decorado.
-Veo que todavía eres una chica de sociedad -dijo Kenshin sentándose en el sofá-. ¿Me pueden servir un café, señorita Kamiya? o, ¿es que no trabajan hoy los criados?
-Hace dos días que murió mi madre -dijo Kaoru-, por lo tanto, deja tus sarcasmos para otra ocasión. Sí que hay café, pero no hay criados. ¿O no sabes que la única cosa que hay en pie entre mí y la inminente miseria, son esas acciones en las que tú estás deseando poner las manos?
Kenshin la miró como si le hubiese sorprendido.
-Traeré el café -dijo ella.
Mientras lo preparaba, intentó calmar sus nervios. El ponerse así no la ayudaría nada con Kenshin, y sería mejor que se controlara. Kaoru llevó el café al comedor y encontró a Kenshin mirando un retrato de Sakura y Kaoru.
Kenshin vio entrar a Kaoru con el servicio y no le ofreció ninguna ayuda.
-Gracias por tu ayuda -dijo molesta.
-¿Pesaba mucho? -preguntó.
Kaoru casi se echó a reír. La situación era increíble. Al sentarse derramó el café, pero no se dio cuenta de ese desliz.
-¿Debería adularte por acordarte de cómo me gusta el café? -preguntó Kenshin mientras la miraba insolentemente de arriba abajo.
-No hace falta que me adules -contestó Kaoru cogiendo la taza de café-. Yo te conozco.
-Creo que tienes toda la razón.
-¿Cómo está Misao? -preguntó interesada.
-Crece muy deprisa -dijo Kenshin con la mirada fija en ella-. Me preguntó por ti cuando vio a toda la familia este verano.
-Siento no haber podido ir. No podía dejar a mi madre sola.
-Bueno, ya hemos hablado bastante. Te vas a venir conmigo a Osaka.
-¿Qué has dicho? -preguntó Kaoru sorprendida.
-Me has oído muy bien. La única manera que tengo de controlar esas acciones es casándome contigo.
El cuerpo de Kaoru se quedó inmovilizado, como si Kenshin le hubiera golpeado. Kaoru debió haber imaginado eso antes.
-No -contestó Kaoru tajantemente.
-Sí -dijo Kenshin-. He esperado mucho tiempo para tener esas acciones y las voy a tener. Si tú aceptas el trato, yo cumpliré mi parte lo mejor posible.
Kaoru se sonrojó y se puso derecha en el sillón.
-¿Qué te hace pensar que voy a aceptar? -preguntó Kaoru con un tono de voz frío-. Tú eres arrogante y egoísta, y no te preocupas por nadie en el mundo excepto por Misao.
-Eso es verdad -afirmó él -. Pero tú vendrás conmigo al altar, aunque tenga que llevarte atada y amordazada.
-No puedes obligarme a casarme contigo.
-¿Crees que no?
Kenshin se puso de pie. En su rostro se apreciaba el mal humor y la ira. Salió de la habitación y Kaoru se le quedó mirando.
Unos minutos más tarde, Kenshin volvió con el abrigo y el bolso de Kaoru en las manos.
-He quitado la caja de fusibles. Puedes llamar a un corredor de Osaka para que ponga la casa en venta. Las cosas pequeñas te las puedes llevar. Ahora, ponte el abrigo.
Kaoru no podía creer que aquello estuviese ocurriendo. «Debe ser una alucinación», se dijo. Un instante después, Kenshin le puso el abrigo y le dio el bolso.
-¡No iré! -gritó Kaoru.
-¡Ni hablar, tú vendrás!
Kenshin la agarró del brazo y la sacó de la casa.
