Ficha de la historia.
Resumen: La abuela dejó una casa en medio de la nada, ahora tienen que ir para verla. La señora Higurashi se embarca al viaje de su vida, arrastrando consigo a sus dos hijas. Kikyo y Kagome. ¿Qué pasará cuando lleguen?, y ¿Por qué los pobladores de ese pueblo son tan raros? … Y a quién temen. - ¿Los Taisho tendrán algo que ver?
Pueblo: Port Welley. (Lo inventé, así que no pierdan su tiempo gogleando.)
Parejas: Inu&Kag. (Principalmente.)
Autor(A): Piink Cat. (Original) xD
Bueno como verán es una nueva historia que he inventado. Todo será narrado por Kagome, así que no habrá mucha sorpresa. AL menos hasta que lleguen al pueblo. Ahora dejo que lean el primer capítulo que intenté que sea algo largo. La actualizaré cada lunes, y si es que no me quedo sin Word.
Diviértanse :D /Nos leemos abajo.
« No existe el miedo a la muerte, sino a lo desconocido
Capítulo 1: Tormentosa y enjaulada llegada.
— ¿Ya llegamos? — Pregunté por quinta vez, dentro de esa hora.
No quería exagerar, pero llevaba diez horas intactas en un automóvil. Mi cuerpo estaba muy entumecido y ni hablar de mi pobre trasero. ¿Por qué las cosas no salen cómo las cuestiono?, es decir, imaginé este viaje como algo educativo y divertido. ¿Lo educativo?, el desierto seco que se veía por cualquier parte. ¿Lo divertido?, Mi madre cantando las canciones rancheras que pasaban por la radio. —Y sí es que la teníamos, porque con frecuencia se iba la señal.
—No— Dijo con un sonoro suspiro de por medio.
— ¿Cuánto falta? — Volví a preguntar, hecha un ovillo de nervios. —Ya no siento mi trasero.
—Ni yo el mío— Admitió mi madre, con la vista fija en la carretera del gran desierto. —Un par de horas.
— ¿Por qué no bajamos? — Sugerí, viendo el interminable desierto que se extendía hasta lo infinito.
— ¿Quieres morir como pollo frito? — Ironizó.
Exacto, sino fuera por el aire condicionado estaríamos como plato en llamas. ¿Por qué tenía que hacer tanto calor en el desierto?, no sé, quizás un clima como Alaska o Noruega, no le haría mal a nadie—Y menos a los que se pierden. — Solo quedarían hechos cubitos de hielo y más adelante podrían descongelarlos y ver el futuro. ¡Genial! ¿No?
—Recuérdame por qué estoy contigo mamá. — Dije entre dientes, afirmando mi frente en el cristal.
—Porque te amo y tú me amas…— Hizo una pausa. — Y como me amas tanto, me acompañas a poder restaurar los territorios de la abuela.
Siseé y golpeé débilmente mi frente contra el cristal.
Era verdad. La abuela vivía en un lugar muy lejano, tanto que ya me sentía como Sherk en su viaje para ir a ver a sus suegros. —Y en parte como burro, que pregunta a cada rato ¿Ya merito? —. Al menos el lugar lejano resultaba ser el hogar de las princesas, mi destino era solo un pueblo olvidado que seguro estaría catalogado como 'pueblo fantasma'.
Y todo esto gracias a que la abuela, antes de morir hizo un testamento. Y el testamento indica que la casa que se encuentra en el pueblo Port Welley queda únicamente como herencia para mi madre. Y ahora teníamos que viajar bajo el sol amenazante del desierto y las aves rapaces que nos veían desde lo alto —Seguro esperaban nuestra muerte— para llegar a nuestro destino.
Yo y mi bocota. Bien pude decir, No gracias mamá, me quedo con Sota y el abuelo así que ve tú. ¿Quién me convenció?, mi estúpida hermana.
Volteé ligeramente y la vi. Acostada en todo el asiento trasero, luciendo su cuerpo mortal con un top demasiado corto y un short hasta los muslos, escuchando su música a todo volumen.
«Vacaciones agradables»
¡Já!, vacaciones mis zapatos. Esto era un tormento de mi asquerosa hermana y mi imaginativa madre, solo para mí.
— ¿Por qué ella va en la parte de atrás? — Pregunté en medio del silencio.
Mi madre bajó la vista de la carretera y luego de mirarme, volteó sobre su hombro y vio como Kikyo dormía plácidamente en el asiento trasero, escuchando su ipod.
—Porque ella lo cogió primero. — Volvió su vista a la carretera. —Tú quisiste ir adelante, ¿Recuerdas?
Hice una mueca y volví a poner mi frente contra el cristal.
Kikyo, la mujer perfecta y un asco de hermana. Nosotras éramos tan diferentes, que llegaba a pensar que yo era la adoptada y ella la legítima. —Y aunque todos decían que nos parecíamos— Yo me sentía la oveja negra.
Nos parecíamos por fuera y diferentes por dentro.
Ella era lanzada, muy conversadora y tenía los temas perfectos para conquistar a cualquier chico. —Y con sus atributos lo lograba— Y yo, simplemente muy tímida, reservada, impulsiva y rebelde en toda forma. Los chicos me resbalaban, porque sencillamente no podía llegar a ver uno que en realidad me interese.
Lancé un suspiro, observando las montañas rocosas que se empezaban a mostrar por las ventanillas. Bueno al menos había algo que ver. Las formas de las montañas, o eso creo. Y no sé cuánto pasé admirándolas, porque un cartel enorme entretuvo mi vista.
Uno muy grande, con letras polvorientas y una imagen roída de una mujer gringa y típica.
Bienvenidos a Port Welley. El lugar más placentero.
¿Placentero?, obviamente ese cartel estaba muy desactualizado.
—Mamá dijiste que faltaban un par de horas— Comenté como algo para pasar el tiempo, realmente pronto los gallinazos que nos seguían bajarían por mí, porque moriría de aburrimiento.
—No soy un GPS, Kagome…
—Oh…
— ¿Ya llegamos?
La voz suave de mi hermana hizo que pegara un brinco. ¿Por qué no se quedaba dormida por todo el año?, derrepente así me ahorraría las jaquecas.
—No/Sí— Soltamos mi mamá y yo, al mismo tiempo.
—Pónganse de acuerdo. — Ironizó Kikyo, acercándose a una de las ventanas del automóvil. —Bueno la mentirosa es la chinche de mi hermana, porque ya llegamos.
—Me dijo Chinche— Le susurré a mamá.
—Kikyo— Gritó mi mamá en forma de amenaza. —Deja de tratar así a tu hermana, ¿no ves qué es un bebé?
—Mamá— Vociferé, y atrás Kikyo se mató de la risa.
Negué y volví mi vista a la ventana. Definitivamente moriría, pero ya no de aburrimiento, sino de jaqueca. ¿Me encerrarían en la cárcel por estrangular a mi hermana?, pongámoslo así, tengo quince años. Solo me mandarían a una correccional, donde me pondría peor y terminaría siendo una asesina a sueldo. ¿Buen futuro?, al menos era un futuro sin Kikyo.
Lo desconocido se alzó ante mis ojos, porque llegamos a la entrada de un pueblo común y corriente. Afuera se podían ver las calles y algunas tiendas abiertas, con casas de diferentes portes, tamaños y colores. La gente caminaba extrañamente sobre el asfalto y esperaba para cruzar a la otra calle, observando fijamente el semáforo. Habían carros modestos, aparcados afuera de algunas casas y también andando junto al nuestro.
—Es diferente a cómo lo imaginé— Pensé en voz alta, quedándome prendada del hermoso pueblo.
—Y se puede saber… ¿Cómo lo imaginaste? — Kikyo metió todo su rostro por entre el medio de mamá y yo, mirando inexpresiva el pueblo. —Porque yo lo imaginé como New York…, y terminó siendo como el barrio pobre de la esquina.
— ¡Kikyo! — Gritó mi madre, mandándole una mirada fulminante. —Es el pueblo dónde me crié, dale sus créditos.
—A mi me encanta— Dije entre dientes, riéndome en silencio de Kikyo.
—Porque tú eres rara. — Soltó de sopetón, golpeándome con un dedo la cabeza.
—Y tú una asquerosa vulgar— Y le devolví el trato, pero yo la golpeé con más fuerza.
—Bruta— Se quejó.
—Basta— Concluyó mi madre, aún con la vista puesta en las calles casi vacías del pueblo. —Las dos no pueden estar juntas ni un segundo ¿Verdad?
—Cómo dices eso mamá— Dramatizó Kikyo. —Podemos estar juntas…
—Ya no mientas— Solté con una mueca. —No te soporto y tú no a mí.
—Kagome, silencio y tú también Kikyo.
Nos quedamos calladas, pero lanzándonos dagas por los ojos. Luego de ese entretenido campo visual, volteé para fijarme más en el pueblo. Ahora solo se veían casas, y aunque todas eran diferentes, igual mostraban un gran atisbo de superioridad. ¡Es cómo si todas las estrellas de Hollywood hayan mandado a construir sus casas aquí!
Entretenida con aquella vista, no me fijé en qué momento mamá aparcó el carro. E ilusionada me giré para observar la gran casa de la abuela.
—Qué porquería— Exclamó Kikyo, con la quijada a medio partir. —No entraré a esa casa, ni muerta.
Y tampoco era para menos.
La casa de la abuela estaba hecha escombros.
La fachada estaba muy despintada y casi amarillenta. Las ventanas sucias y llenas de tela de arañas. Y el jardín delantero daba lástima— ¡Ni siquiera me la imagino por dentro! —
En realidad la casa daba lástima, a comparación de las demás.
—Vamos niñas, para eso hemos venido— Sentenció mamá, abriendo el pestillo de las puertas. —Ahora sean buenas y ayuden a mamá a descargar las maletas.
—Pero mamá…— Me quejé. —Seguro hay arañas…y detesto las arañas.
Detesto era una palabra muy mal dicha como para mi situación, más bien me especificaría con la palabra, 'fobia'. Y eso era algo heredado de mi infancia, cuando por tonta me escabullí en el sótano del templo del abuelo y me encontré con millones de esos bichitos. Grité por qué hasta los tenía en el cabello.
'Malditos animales de ocho patas'
—No dejes que un trauma te supere.
Siseé y salí del automóvil.
Mis huesos tronaron y mi trasero agradeció en silencio. ¡Nunca más viajaría en automóvil!, y si lo hacía cogería la parte de atrás. De regreso le tocaba a Kikyo sufrir, así que con eso bastaba. Di algunos pasos, estirándome completamente. Kikyo también lo hacía, mientras que mamá se iba a la parte de atrás del carro y sacaba las cuatro maletas. Dos de Kikyo y el resto de mi mamá y mías.
Pasé por el lado de Kikyo, fijándome un poco en el vecindario. No había nadie circulando, y eso era raro porque hace unas calles atrás habíamos visto muchas personas, bueno las regulares. ¿Acaso todos estarían durmiendo?, imposible, recién estaba anocheciendo.
Las veredas vacías y los cercos de luz se empezaron a encender. Los botes de basura estaban afuera de cada casa… típico y extraño a la vez.
—Oye Kagome— Me llamó Kikyo, yo me giré para verla. —Y qué tal si este pueblo es como Silent Hill*.
Un escalofrío pasó por toda mi espina dorsal.
—Espero que no sea así, no estoy apta para luchar contra los zombis, — Lancé irónica. — Suficiente tengo contigo.
Ella rió y asintió, pasándome para ir ayudar a mamá. Yo la seguí y cada una alcanzó su maleta.
¿Y si Kikyo tenía razón?, ¿A qué hora tocarían la campana?, ¡Mou!, espero que eso solo sea una estúpida idea, porque no tenía los nervios de acero como para poder soportarlo.
Cuando entramos a la casa, una estela de polvo nos rodeó. Tosimos y esperamos en silencio que mamá prendiera los fusibles. Cuando la entrada se iluminó, ante nuestros ojos se extendió la sala, con los muebles cubiertos de telas blancas y encima todo estaba amontonado. En la misma sala había una escalera que llevaba a la parte de arriba, obviamente. Se podía ver el pasadizo cercado en la parte de arriba, algo que me hizo recordar a las películas antiguas. También estaban varias puertas que llevaban de seguro a la cocina, y algunos baños.
—Bonito ¿Eh? — Mi madre apareció por una de esas puertas, sacudiéndose sus manos y enfocando su vista nostálgica en cada rincón de la casa. —Este lugar me trae muchos recuerdos.
Gemí y Kikyo me imitó.
—Vamos niñas, hay cuatro habitaciones en el segundo piso— Hizo una pausa para mirarnos. —Escojan la suya.
Nos quedamos como estatuas, aún sin movernos.
—Estás bromeando ¿Verdad? — Vocalizó Kikyo, con cara incrédula. —NO subiré hasta que me aseguren que no me encontraré con algo… desconocido.
—Miedosa— Le susurré.
— ¿Miedosa? — Ladeó su rostro para observarme. —Si crees que soy miedosa, entonces sube tú primero.
—Bueno— Le aseguré, empezando a caminar con mi maleta a mano.
—Si te cogen la pata me avisas. — Se mofó ella.
Rolé los ojos y subí cada escalón con rapidez, hasta llegar a la parte de arriba. Todo tranquilo, y tenebroso. Observé las cuatro puertas seguidas, cerradas y con un letrero imaginario que decía, mejor no abrir y largarse ahora mismo.
Suspiré y espanté las partículas de polvo que nadaban por ahí. ¿Podría haber algo malo?, no lo creo. Solo era una casa. Me acerqué al cerco de madera y me apoyé en el, para ver a la parte de abajo, dónde Kikyo estaba observándome con sus ojos negros e intimidantes.
—Estoy viva, sube o ganaré la mejor habitación.
Kikyo largó miles de insultos, claro que en voz muy baja y se acercó a la escalera. Resignada me giré y abrí la primera habitación que vi.
-Encendí el interruptor- El cuarto era muy grande, y todo igual que la sala, estaba cubierto por telas blancas. Había demasiado polvo, cosa que me hizo estornudar un par de veces. ¿Cuándo había muerto la abuela?, ah sí, hace algunos seis años… cuando el abuelo se mudó al templo. —El pobre no resistía estar en una casa que lo recordaba a ella— Y cómo la casa era de la abuela, se la dejó a mamá. Ahora después de seis años, mi madre tenía la idea de poder hacer algo con ella.
La simple respuesta de mi madre fue: No dejaré que los recuerdos de mi madre se espanten.
Deposité mi maleta en el piso y varié mis pasos. Me quedaría en la habitación, además me daba igual escoger, solo lo tomaba y punto. Necesitaba una buena sacudida y algo de aire puro. Descorrí las cortinas gruesas y casi amarillentas, dejando ver las ventanas llenas de tela de arañas y más polvo.
Me alejé y miré con terror a las arañas que se balanceaban en el marco.
—Mamá— Grité a todo pulmón.
Kikyo fue la primera en aparecer, estaba asustada y con una revista juvenil enrollada entre sus dos manos, la tenía como si fuera un bate y observaba temerosa el alrededor.
— ¿Qué pasó? — Gimió Kikyo, detectando que no había peligro enorme en la habitación.
—Eso— Señalé la ventana.
—Oh— Suspiró y con la revista aplastó todo lo referente a las arañas.
—Diew. — hice una mueca.
—Me debes una revista— Y se fue, encontrándose con mi mamá. Le hizo una seña y luego negó reprobatoriamente. Mi madre me miró y solo suspiró, para luego irse.
¿Qué?, me pregunté. ¿Es malo tenerle miedo a algo?
Suspiré y con cara de repugnancia, abrí la ventana.
Lo primero que vi, fue la casa del frente. Y justo en la ventana que quedaba al frente de la mía, distinguí como alguien me observaba. Fueron segundos, ya que no lo vi muy bien, pero supe que era una persona.
Me acerqué un poco más, observando la oscuridad de aquella casa.
Nada, absolutamente nada.
Después de convencerme que solo fue mi imaginación, aproveché para asearme. Y aunque el baño estuvo en situaciones peores y perdí tiempo esperando que el agua dejara de salir roja, llegué a darme un buen baño. Luego, ayudamos a mamá con algunas cosas en la casa. Reparamos y limpiamos cada pedazo. Y aunque terminamos rendidas y muertas de hambre, a eso de las tres de la mañana. —Eso que empezamos a las seis de la tarde— Logramos dejar todo como una tasita té.
Claro que algunas veces yo gritaba a causa de las arañas, pero terminamos ilesas.
Y así empezó mis vacaciones en el extraño pueblo de Port Welley.
Continuará…
"E InuYasha sacó su gran espada, esperando que el sabio de Sesshomaru sacara la suya."
Esta historia se desarrolló cuando una película sobre mutantes estaba dando por el canal 8. Y exactamente, después de una vana idea, surgió esto. Les voy aclarar algo, si tal vez no entendieron muy bien. (*, Dudas) (+, aclaraciones)
*Silent Hill: Una película basada en Zombis y mucho más. Tienen que verla para ver a qué me refiero.
La casa esa fue de su abuela y abuelo. Cuando la abuela murió, el abuelo se mudó al templo, dejandola así de la nada (Por eso sus condiciones) y Pues ahora llegan ellas y la arreglan. (el motivo porqué están ahí, es que la mamá quiere reconstruirla y venderla y también darle unas vacaciones a sus hijas.) Y sota (El hermano menor), se quedó con el abuelo, acompañándolo. (Son tres)
Bueno, eso por ahora. Más adelante se me ocurrirá algo y publicaré la continuación. (El lunes)
¿Les gustó?
Coraje, ya fue encontrado. Muriel me lo quiso quitar, pero le di un premio en el spa y me lo botó, así que desde el próximo capítulo lo veremos por aquí. Ahora está dolido y llorando por ahí ...
Dejen review :D!
