Ni siquiera se preguntan si está bien. Están demasiado ocupados trabajando o quitándose la ropa el uno al otro como para planteárselo. Es sólo algo que está ahí. Algo que pasa casi desde el principio y ni siquiera se cuestionan. Es rutina.

Es cierto que en algún momento Hotch piensa en Haley y aparece algo parecido a la sensación de culpa, pero la mayoría del tiempo ni siquiera se acuerda de ella.

Rossi por su parte es un seguidor acérrimo de la teoría esa que dice que hay que seguir los instintos.

Y si el instinto de Rossi ese día le dice que tiene que ir a visitar a Hotch y lanzarse contra él nada más verle, pues él, bueno, lo sigue.

(Incluso si es un poco patético)

Y sí, es un poco patético hacerlo en el suelo, pero hacerlo en el suelo de un apartamento sucio y desordenado de separado (o en proceso de divorcio o lo que sea), cuando ambos tienen más de cuarenta años y dinero más que suficiente para pagar una habitación decente de hotel alcanza niveles épicos de patetismo. (Sobre todo si hay una habitación con una cama a no más de treinta metros).

Si encima la ex mujer (o lo que sea) del tío con el que estás follando aporrea la puerta mientras estáis en plena faena, posiblemente se pueda morir de sobredosis de patetismo o algo.

-Como adolescentes.

Eso es lo que Rossi dirá cuando Hotch le pregunte sobre el tema.

No dirá nada más; se limitará a abotonarse la camisa y a ajustarse la corbata, se dará media vuelta y antes de salir por la puerta le dirá Hasta mañana con una sonrisa de medio lado y una mirada llena de (malas) intenciones.

(Y la verdad es que eso hace que Hotch se sienta un poco mejor)

Patético.

Al día siguiente cuando se besan en los lavabos, Rossi se ríe entre dientes, y cuando Hotch le pregunta casi enfadado (sólo que no porque Dave le desabrocha los pantalones entre risas y coloca una mano sobre su entrepierna) qué le pasa, el agente David Rossi estalla en carcajadas.

Es todo muy maduro.

(Como Hotch enfadado saliendo de los baños pegando un portazo porque Rossi se ríe de él).

Al final acaban haciendo las paces en un hotel para que tu mujer no nos pueda pillar. Otra vez según Rossi.

Todo eso de la rutina y los besos robados contra el marco de una puerta. Todo lo de los hoteles y los polvos rápidos, los mordiscos cubiertos por la camisa y los chupetones que se marcan contra la piel pálida, las corbatas que se quitan con prisa y camisas sin botones. Todo lo de las llamadas para consultar detalles sobre un caso que acaban siendo charlas insustanciales, lo de las comidas de trabajo en días festivos, lo de los lametazos en el cuello y los gemidos contra la piel. Todo eso es un poco patético.

Pero a veces está bien, eso de ser patético.

(Aunque estaría aún mejor si Haley nunca hubiera entrado a esa habitación, la verdad).