Título: Calíope
Rating: T
Sinopsis: «Tocan… bien» dijo y agregó esa pausa extraña mientras desviaba la mirada hacia afuera. Ellos no tocan bien. Es más que eso.
Personajes/Parejas: Bokuto Kotaro/Oikawa Toru, menciones de Kuroo Tetsuro/Sugawara Koshi. Apariciones de Kenma, Akaashi e Iwaizumi porque qué serían Kuroo, Bokuto y Oikawa sin sus mejores amigos.
Disclaimer: Haikyuu! pertenece a Haruichi Furudate.
Advertencias: Out of Character, fallas gramaticales y errores de ortografía, para no variar. Ah, y quise probar algo nuevo que, espero, no llegue a ser molesto.


No tengo palabras, más que estas y las siguientes, para expresar mi gratitud por escucharme y aguantar cada cosa tan extraña e hiriente que mi mente no puede evitar pensar. Gracias, Japiera.


Calíope


i.

En un estudio pequeño de la ciudad, un estudio tan pequeño al que ni siquiera prestarías atención, fui testigo de que la música fue, es y siempre será hecha para ser interpretada con pasión y romper con esa barrera de tiempo y espacio al que estamos tan habituados.

La primera vez que les escuché, fue mediante un audio en su cuenta de Soundcloud. Era una grabación casera —tal vez hecha con un teléfono celular—, donde la acústica no era perfecta pero tampoco se puede calificar como mala. Es, sin embargo, uno de esos sonidos que tienen un aura a antiguo, que trae consigo buenos recuerdos.

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Cierra la pestaña del navegador porque sabe que el artículo es muy extenso, que llena de elogios al dúo que varios han escuchado, pero nadie —más que el autor— conoce en persona. Es de esperarse pues, Toru piensa, un par de chicos que forman un dúo de violonchelos no es del interés de todos. Es muy difícil que, personas de su edad, se interesen más en música de cámara, en orquestas, en un par de chelos.

Toru no les conocía hasta que, en una conversación que mantenía con sus compañeras de trabajo, una de las más jóvenes empezó hablar sobre ellos. Se ponía nerviosa, admitió, cuando recibía la notificación de un nuevo audio disponible. Era obvio que, al no querer hacer el ridículo enfrente de esa señorita, admitió que había escuchado unos cuantos audios de ellos, pero no le habían impresionado.

«¿Eh? No puede ser, Oikawa-kun. Pensé que también te gustaban.»

Toru rio, por supuesto. Era una de esas risas que dedicaba a aquellas chicas que solían coquetearle en sus años de instituto, un gesto educado con el que disimulaba muy bien el poco interés que sentía. Sin embargo, esa misma tarde y no queriendo ser un completo ignorante, se dirigió hacia Sugawara —otro compañero de trabajo— y le comentó sobre ellos. Hubo un atisbo de reconocimiento en su mirada y, tras un par de segundos, el muchacho afirmó que sabía de quiénes hablaba. De acuerdo con sus palabras, les había escuchado por recomendación de alguien más, un conocido, y ahora se había vuelto adicto a ese sonido.

«Tocan… bien» dijo y agregó una pausa extraña mientras desviaba la mirada hacia afuera.

Después de eso, Sugawara se marchó y dejó a Toru con la mente llena de curiosidad.

Así que, cuando llegó a casa, antes de desvestirse y de ponerse ropa más cómoda, encendió su laptop y les buscó. Se recordó a sí mismo, cuando llegaba del instituto y encendía su computadora para analizar a detalle cada jugada en un partido de vóleibol.

Unos cuantos clics y encontró su perfil, el cual tenía una bella chica, una cantante, como imagen principal.

Rindiéndose ante su curiosidad, conectó el par de audífonos que le habían regalado en algún cumpleaños pasado. Buscó una de las pistas más viejas, una cuyo nombre era similar a una canción que había escuchado antes, y presionó el gran botón de reproducir. Toru fantaseó con el qué podría ser, con el qué podrían tener ellos que habían cautivado a varias personas, a sus compañeras de trabajo y, sin duda, a Sugawara —quien era muy especial respecto a aquello que escuchaba—.

Sus ojos se abrieron, la sorpresa presente en ellos con cada nota que salía de los audífonos. Se imaginó distintos ritmos, notas, instrumentos… pero nunca pasó por su cabeza que escucharía la música de un par de violonchelos que interpretan aquellas melodías que él conoce, cuyas letras sabe de memoria y que recuerda haber cantado con Iwa-chan, Makki y Mattsun.

La emoción le embargó y, al terminarse la cuarta pista, Toru llegó a una conclusión.

Ellos no tocan bien.

Es más que eso.

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ii.

¿Cómo llegué aquí? ¿A este pequeño estudio escondido entre las calles de Tokio?

Recibí una invitación. Y no, no fue un papel decorado o un correo electrónico; fueron palabras que uno de ellos me dijo justo al terminar mis clases por la tarde. Fue una invitación directa y casual, palabras amigables que no pude rechazar.

Caminamos por las calles de Tokio, sus luces se alzaban sobre nosotros y el nerviosismo me consumía a cada minuto que pasaba. Cada esquina que doblábamos, cada calle que pasábamos hacía que me preguntase sobre el lugar al que nos dirigíamos, me inquietaba el no saber qué era lo que iba a presenciar.

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Como la buena persona que jura ser, Toru hace pequeñas donaciones al dúo mientras descarga un nuevo audio que, como ha adivinado, es otra melodía nueva para él. La música sale de un par de audífonos recién comprados con un sonido excelente para escuchar ese tipo de canciones —no admitirá eso en voz alta y, si alguien le pregunta, dirá que los anteriores ya no servían—.

Disfruta de aquella música y su ritmo, de los acordes y líneas melódicas que los instrumentos se encargan de intercambiar. A veces ni siquiera se da cuenta del momento en el que termina una pista y comienza una nueva. En otras ocasiones la música deja un eco en su mente y no se percata de que lo único que sale de sus audífonos es el silencio. Es después de esos momentos que reproduce todo otra vez.

Cuando descansa de todo —incluida esa música—, recuerda el «tocan bien» de Sugawara y se pregunta qué demonios quiso decir con aquello. Es poco común que él se obsesione con algo —vóleibol y su trabajo aparte—, pero considera que este es un caso digno de hacerlo. Es como aquella vez en la que se quedó practicando hasta tarde con Iwaizumi, trabajando duro hasta que logró cumplir sus propósitos, o cuando al fin, después de muchos intentos y burlas, pudo ganarle la asignación de un proyecto importante a Ushijima, su compañero de trabajo.

Aleja de su mente la silueta de Ushijima que se forma en su mente y decide buscar en internet. Recuerda la dirección de ese ameblo (1) a la perfección, así que vuelve a abrir el enlace y lee el reportaje una vez más. Sin embargo, hay algo a la derecha que llama su atención, un título un poco insulso que reza Primer trabajo oficial. No tarda ni dos segundos en dar clic.

La entrada es muy simple —al igual que su título—. En ella hay una imagen muy sencilla, una ilustración de la musa junto con el nombre alineado a la derecha, escrito en romaji y con el katakana en un tamaño más pequeño. Una lista enumerada se encuentra debajo de la imagen y, después, un enlace que Toru no tarda en abrir. Cuando los audios terminan por descargarse en su computadora, los escucha y no deja de repetirlos hasta que debe ir a dormir.

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iii.

—Itadakimasu.

Iwaizumi luce muy serio y, sin mucho preámbulo, comienza a comer. Toru, a su lado y con la mirada fija en su propio tazón, le imita.

Una risa estruendosa hace que se sobresalte y apriete un poco el agarre que tiene sobre sus palillos. Iwaizumi, en una actitud tan propia de él, ignora el escándalo y sigue comiendo, ajeno a todo a excepción de aquello que Toru esté diciendo —que no sea una queja— y a su comida —y se atreve a asegurar que presta más atención a sus alimentos que a él—.

Sugawara está ahí, compartiendo mesa con otros dos chicos que no había visto antes. Los tres ríen a carcajadas y, Toru cree, el que se ve más normal en esa mesa es su compañero de trabajo.

—No puedo más con esto, Iwa-chan.

—¿Con qué? —Iwaizumi sigue comiendo, casi puede ver el fondo de su plato.

—Con esos chistes tan malos.

Iwaizumi alza una ceja ante su declaración y se gira un poco para ver al trío que ambos tienen a sus espaldas. Toru imita el movimiento al escuchar una vez más cómo esa voz estrepitosa forma palabras que, presiente, dirá un chiste peor que los anteriores y está decidido a levantarse y pedirles que se comporten. Sin embargo, percibe un cambio que hace que su ceño fruncido se esfume. Sugawara no puede comer, no porque no quiera sino porque no puede. El muchacho abandona esa sonrisa que siempre suele tener en el trabajo, aquella que siempre ofrece por mera cortesía o formalidad. Toru ve aquellos inútiles intentos que Sugawara hace para opacar esa risa genuina al punto de llorar un poco por tanto reír.

Toru se arrepiente de su idea inicial. Así que gira una vez más, con la atención puesta en su plato y sigue comiendo. A su lado, Iwaizumi levanta una ceja.

—Pensé que estabas molesto por el escándalo.

Nota el tono burlón en las palabras de su amigo y decide no contestar, se concentra en terminar la comida que está en su tazón y que se enfría poco a poco. Iwaizumi, al darse cuenta de que no recibirá respuesta, coloca el dinero sobre la mesa y suspira.

Toru se levanta y, después de pagar, él e Iwaizumi abandonan el local. A sus espaldas, las carcajadas se vuelven un eco en su memoria.

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iv.

A la hora del almuerzo Toru nota que unas señoritas, aquellas que le comentaron sobre el grupo que se ha vuelto su obsesión, están hablando muy animadas con Sugawara. Es una escena un tanto graciosa, pues el muchacho se ve rodeado de compañeras que tal vez no haya visto antes.

Toru se da cuenta de la sonrisa distante y cortés que su compañero tiene en el rostro. No es que esté demasiado atento a lo que hacen, sino que se han puesto a conversar muy cerca de la mesa en la que él se encuentra. Una de ellas dice algo sobre su trabajo, un informe que debía hacer y que no ha terminado por razones personales —Toru puede jurar que esas razones personales tienen poco que ver con complicaciones y mucho con retirarse hasta tarde de un bar—; otra se queja del Departamento de Recursos Materiales y cómo reportó una fotocopiadora dañada y nadie ha hecho algo al respecto, lo que ocasiona que su trabajo se retrase. Una tercera coquetea con Sugawara pero él ignora esos intentos o no se percata de ello.

Decide ignorar aquella escena y los diálogos que se intercambien, empero, una de ellas dice algo que provoca que su atención sea traída de vuelta a aquella conversación.

—Sugawara-kun —una cuarta chica dice, Toru la reconoce como alguien del Departamento de Recursos Humanos; cuando Sugawara se voltea hacia ella, continúa—, dicen los rumores que eres conocido de Calíope.

—¿En serio? —la chica que se quejaba de la fotocopiadora pregunta, su rostro desprovisto de la molestia que expresaba hacía un momento.

Iwaizumi llega y se sienta junto a él, por lo que se distrae y no puede escuchar lo que Sugawara ha respondido.

—¿Sucede algo? —Debe haber algo en su rostro para que Iwaizumi pregunte de forma directa, sin insultos—. Oh, Sugawara —llama, levanta la mano y el mencionado se voltea para devolverle el saludo—. No sabía que las chicas de Recursos hablaban con él.

—¿Estás celoso, Iwa-chan? —la mirada de su amigo le indica que está a punto de golpearlo si continúa con esa burla; suspira—. Después de quejarse estaban preguntando si conoce a Calíope.

—¿A quién? —Iwaizumi pregunta y Toru no está seguro de si no puso atención o si quiere asegurarse de que escuchó bien.

—A Calíope, el dúo de…

—Oh —le interrumpe y un brillo de malicia se muestra en sus ojos—. Tu más reciente obsesión, ¿no es así?

La sonrisa en el rostro de Iwaizumi se ensancha y las arrugas de sus ojos se profundizan. Toru es consciente de que se está sonrojando —por el calor súbito que siente en su rostro— porque nunca creyó que, de todas las personas, su mejor amigo soltaría como si nada uno de sus más grandes secretos. Voltea hacia ambos lados y el alivio invade su cuerpo cuando ve que nadie les está prestando atención y que el trío de muchachas se ha llevado a Sugawara a un lugar desconocido.

—Golpe bajo, Iwa-chan.

Iwaizumi sonríe y empieza a comer mientras Toru piensa en la respuesta que, tal vez, Sugawara dio, pero él no escuchó.


Notas:
1. Ameba es un sitio de blogs y red social japonés que varios artistas —músicos, artistas de cómics, entre otros— utilizan... o usaban.

Se suponía, como muchas otras cosas, que debía terminar esto para el día de hoy. Fallé una vez más... La idea, obvio, era publicar este monstruo en un solo capítulo. Tal vez lo haga así o sean uno por uno; como dice un compañero mío, haré lo que dicte mi corazón —la mayoría de las veces suelen ser cosas malas—.

Esta idea surgió hace mucho y la comenté tan pronto como la tuve. No sé si estoy contenta con el resultado final pero me digo que siempre pudo ser peor. No sé nada sobre violonchelos, sé muy poco sobre música y creo que este campo seguirá siendo desconocido para mí; pero si hay algo que puedo asegurar es que disfruto mucho de la música.

Gracias por leer, perdón por fracasar.