"Quien deja vivo al ofendido, ha de temer siempre a la venganza." — Francisco de Quevedo

Nunca se había preguntado si tenía el permiso para vagar, de algún modo, errante por los patios exteriores de la academia-internado donde residía a esas horas de la noche, aunque, obviamente, nunca lo haría. ¿Qué clase de alma rebelde que se preciase se preocuparía por infringir las normas cuando lo que ganaba haciéndolo era una reconfortante visión nocturna? Si existía alguien así, ese no era él. Bajo ningún pretexto, no podía tratarse de William Dunbar, un adolescente caótico y extremista donde los hubiera.

Alguien como él no disponía exactamente de una razón en particular para abandonar su cuarto de noche solamente para ser testigo de un negro y sombrío manto que lo rodeaba todo a su paso con frecuencia diaria. Quizás necesitaba quebrantar alguna que otra norma escolar para corroborarse a sí mismo que seguía siendo él mismo. Y era que, desde los sucesos acaecidos con X.A.N.A, a veces no estaba completamente seguro de que todo siguiese su cauce habitual. Para pruebas, su entorno: cuando anteriormente hubiese pensado con qué clase de pegatinas hubiese llenado todo el cielo nocturno, del mismo negro del coche de su anterior director, el cual "ornamentó" de dichos adhesivos sin ninguna sección excepcional y asimismo hubiese reído informalmente ante sus ocurrencias traviesas, ahora, no obstante, todo lucía como harina de otro costal. Ahora, la más completa oscuridad sin pequeña estrella que la contradijera evocaba en su memoria el negro de X.A.N.A: negros eran los espectros en los que el virus se manifestaba, negra era la maldad absoluta en la que lo sumía todo a su paso… Y negro era todo en lo que X.A.N.A había influenciado a William.

Dichas influencias, pese a que todas oscuras, eran ciertamente variadas como todo el amplísimo abanico de colorines. La situación abarcaba aspectos desde su ingreso al club de los Guerreros Lyoko, quienes tenían como propósito la lucha contra el virus, inicio que no pudo desembocar en peor conclusión, ya que X.A.N.A le tomó como prisionero, pasando a controlarle a su merced para fines totalmente opuestos a los que describían las razones por las que había entrado en el club propiamente dicho. Por si fuera poco, sus aliados y amigos, lejos de traicionarle (por otra parte, lo que sentía que había hecho con ellos involuntariamente) intentaron traerle de vuelta, empresa que no resultó precisamente sencilla ni nada que se le asemejara. Sin embargo, lo lograron: William dejó de ser rehén y arma de X.A.N.A, mas fue a un precio realmente doloroso para él. Su confianza con sus amigos y salvadores nunca volvió a ser la misma.

Para William, por rebelde que pudieran denominarle o incluso autodenominarse él mismo, sus amigos siempre habían sido más primordiales que el hecho de pagar con la misma moneda a X.A.N.A, por lo que el hecho de pensar que les había perdido o su relación se había enfriado era mucho más grave que sus cábalas utópicas relacionadas con devolverle la jugada a su peor enemigo.

Desde entonces, había hecho lo posible y lo imposible para tratar de ganarse de nuevo su confianza y, por consiguiente, su amistad, sin embargo siempre terminaba por pensar que desde que sucedió todo aquello, nada había vuelto a ser con precisa exactitud lo mismo. Añoraba los tiempos en los que los Guerreros Lyoko confiaban en él, en los que X.A.N.A todavía no se había interpuesto entre su amistad. A veces parecía que todo mejoraba, y que las diferencias eran mínimas. En cualquier caso, ya no seguía siendo todo igual. No para William, quien no estaba muy seguro de que la situación pudiese mejorar de alguna manera.

—Si sólo hubiese alguna manera de hacer pagar a X.A.N.A por todo lo que me hizo...

Tras su comentario, negó con la cabeza y a continuación calló en seco. Por mucho que existiese una posibilidad, ya no era posible llevarla a cabo. Los héroes de la historia, los Guerreros Lyoko, ya se habían encargado de poner un punto a la historia de la existencia de X.A.N.A, por lo visto eliminándolo de una definitiva vez y por todas. Así pues, la venganza ya no iba a ser posible, parecía ser…

Pensando y pensando en la miscelánea de cosas que andaban confusas por lo amplio de su mente melancólica, William no se percató de que, a lo lejos, procurando no hacer mucho ruido, un grupo de cinco integrantes se acercaba sigilosamente hasta el edificio donde estaban las residencias estudiantiles. Si hubiese estado un poco menos despistado, les hubiera reconocido al instante, puesto que en la historia que se narraba en su cerebro esos cinco chicos formaban una pieza clave.

La pandilla la constituían nadie menos que los Guerreros Lyoko, de nombres Jeremy, Aelita, Ulrich, Odd y Yumi, sus compañeros… Y sus amigos, si se podía decir así. Al menos, para él lo seguían siendo.

—La cena ha estado fantástica, ¿No creéis?—inquirió Yumi, la mayor de todos.

—Lo estuvo hasta que Odd nos dejó en ridículo sacándose un espagueti de la nariz.—comentó Ulrich, con evidente y ácida sorna.

—Venga ya, solo fue una broma. ¿No sabéis lo que es una broma?—protestó Odd, el susodicho, un chico bajito que lo disimulaba con su exagerada cresta engominada hacia arriba como una llamarada rubia.

—Di mejor que el que no entiende muy bien el concepto de broma eres tú, Odd.—le recriminó divertida Aelita, una muchacha de cabellos rosas.

—Sacarse un espagueti de la nariz no es una broma, es una sandez bastante repugnante.—sentenció Jeremy, colocándose bien sus gafas.

—Esa será tu opinión, Einstein, pero al igual que todo lo demás relacionado contigo, es aburrida.—contraatacó Odd, mirándolo maliciosamente.

Jeremy bufó, se encogió de hombros y guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón. Era imposible razonar con su infantil camarada.

—Te perdonaremos si nos cuentas cuál es tu tan currada excusa por si Jim nos pilla. ¿No dijiste que te habías preparado una antes de que saliésemos?—le interceptó rápidamente Ulrich, alzando una ceja.

—Ehm, sí...—tartamudeó el bajito vestido de morado, con una mano tras su cresta y comenzando a sudar, dándose por aludido.

—¿Y bien…?—le espetó Yumi, fulminándolo con la mirada.—Sabía yo que tendría que haberme desviado para mi casa en cuanto tuve la oportunidad…

—Por favor, Yumi, qué poca confianza con tu amigo del alma, Odd el Magnífico. ¿Cuándo ha fallado un plan mío, eh?—sonrió Odd, con claro exceso de confianza.

Mientras le llamaron a modo de pregunta retórica, Aelita y Jeremy se unieron a Yumi en cuanto a su mirada asesina, y asimismo lo hizo Ulrich. Todo el mundo tenía muy claro que no iban a perder el tiempo enumerando las incontables meteduras de pata de Odd. Finalmente, el rubio de la cresta no tuvo más opción que desvelar su tan secreta táctica de despiste.

—P-podemos llamar a alguien para que despiste a Jim mientras nosotros…

—Oh, claro, ¿Por qué no al director, ya que estamos? Seguro que se lo toma mucho mejor que Jim...—le cortó Jeremy, con un suspiro y claro sarcasmo.

—O tal vez a Sissi, seguro que se presta a despegarse la mascarilla de la cara y a ayudarnos, somos taaaan amigos, y le encanta hacernos favores…—se apuntó Ulrich, cruzándose de brazos.

—O quizás podrías llamar a tu perro, Odd. Seguro que incluso lo habías pensado, ¿Me equivoco?—le retó Yumi.

—Hm… ...Sissi es una buena opción, luego podemos sobornarla con una cita con Ulrich, o…

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Si antes Jeremy opinó que lo de su amigo pasaba de castaño oscuro en lo que a las bromas se refería, al parecer de Ulrich aquello había sobrepasado el negro hacía un buen rato.

—¡ODD…!—le gritó, fuera de sus casillas, y haciendo aspavientos con los brazos.

Observando la escena desde la lejanía, William no pudo evitar estallar en una carcajada. Si lo que pretendían era ser discretos, no lo estaban consiguiendo, e incluso él se dio cuenta, a pesar de que no llevaba su nombre por su talento teatral ni nada relacionado con su tocayo Shakespeare.

—Os desearía buenas noches, pero algo me dice que no sería una buena idea dada la situación...—les "saludó" William, introduciéndose a la conversación.

Todos callaron de repente, y acercándose al que les había interceptado, desviaron la mirada hacia él.

—Oh… Hola, William.—musitó Yumi, algo más incómoda.

El interpelado no pudo evitar notar el atisbo de duda en las palabras de su amiga japonesa, y de repente notó como el corazón se le encogía otro poco.

—¿...Cómo va todo?—continuó, aparentando normalidad.

—Ya sabes, Odd es un poco estúpido y nos arrastra en sus estupideces.—replicó Ulrich, mirando de reojo al acusado.

—¡Tío, no te pases, o yo te…!

Al notar que ahora estaban todavía más cerca de la academia, pronto todos coincidieron en hacer callar a Odd rápidamente haciendo ademán de posarse un dedo sobre los labios para lograrlo.

—Podríais haberme dicho que me inventase algo… No me hubiese importado, sabéis.—aclaró William, encogiéndose de hombros y repentinamente serio, aunque tratando de ser amable.

—A-ah… Pues gracias, William.—agradeció Aelita, sin saber bien qué decir.—N-no lo pensamos. Pero la próxima vez…

—Claro...—asintió el moreno rebelde, sin muchas ganas.—E-en fin, chicos, no quería molestaros si teníais planes, o algo.

—Si con planes te refieres a esquivar a Jim en plan ninja gracias a la brillante inteligencia de Odd...—bufó Ulrich, todavía con cierto mosqueo.

Después de una minúscula risa, William calló y todavía con cierta melancolía no obtuvo mejor idea que seguir silencioso durante un rato. No sabía muy bien qué podía decirles en esa situación.

—Oye, William… ¿Estás bien?

—...Sí, claro, Aelita. ¿Por qué lo preguntas? Estoy como siempre.

—El William que conocemos no es tan callado. ¿Te preocupa algo?—continuó Yumi, entendiendo el talante de su amiga pelirrosa.

Como única respuesta, William articuló un sencillo suspiro. No servía de nada explicar por milésima vez lo que era obvio. Todos sabían ya, incluído el mismo William, a qué se debía esa actitud.

—William...—comenzó Jeremy, algo dubitativo.—No estamos enfadados contigo, ¿Entiendes?

—En serio, no me pasa nada, chicos.

—No es necesario negarlo, William.—interrumpió Ulrich. Aunque siempre había presentado cierta actitud antagónica ante él a causa de sus celos, aquello había terminado.—Entendemos cómo te sientes.

Con una pincelada de furia, producto de la resignación, William se exaltó un poco.

—¡Eso no es verdad, Ulrich!—le gritó.

Todo el mundo, el primero el interpelado, se sorprendió ante su actitud. Sin embargo, William trató de corregirla inmediatamente.

—L-lo siento, es solo que… Venga ya, vosotros os vais a cenar juntos, sois muy amigos, no tenéis el más mínimo punto de desconfianza entre vosotros… No podéis saber cómo me siento.

—William, X.A.N.A es agua pasada. No te odiamos por lo que pasó, y tampoco desconfiamos de ti. Ya no. Porque X.A.N.A ya no está.—explicó Yumi, hablando en nombre de todos.

—Es verdad. Y confiamos en ti, en serio. Te vemos como un amigo.—siguió Odd.

—Ya, ya, ya lo sé. Lo que pasa es que a veces no lo veo así. Sé que, en el fondo, hay algo que os dice, por pequeño que sea, que no deberíais volver a confiar en mí. ¡Pero no fue culpa mía! Nunca quise traicionaros, ¡Fue X.A.N.A! ¡Y por su culpa, nunca habéis vuelto a confiar en mí del todo!

Ante su monólogo, los Guerreros Lyoko no pudieron evitar callar un instante, imitando su actitud unos momentos atrás.

—...Dejadlo. Creo que le estoy dando demasiadas vueltas al tema. Tenéis razón, X.A.N.A se ha ido, y mejor que no vuelva. Siento haber sacado el tema.

—...Tienes razón. Mejor será que lo dejemos. Es lo mejor para todos, ¿No?—opinó Ulrich, también incómodo.

—Será lo mejor para todos que tratemos de dejar en el pasado a X.A.N.A.—concluyó Jeremy, solemne.

Sin previo aviso, tan pronto como Jeremy sacó a colación el nombre de X.A.N.A, quedando suspendido en el aire tenebrosamente como si fuese una amenaza todavía presente, resonando vertiginosamente en los tímpanos de William, una veloz luz de un amarillo resplandeciente cruzó el cielo nocturno, creando un místico ambiente.

—¡Es una estrella fugaz!—exclamó Yumi.—Rápido, hemos de pedir un deseo.

—Por favor, Yumi, eso de pedirle deseos a las estrellas no es mínimamente científico, es una ton…

—¡Es verdad! ¿Qué puedo pedir…?—se preguntó Aelita, cruzando sus manos.

—¡¿Qué…?!—Jeremy quedó estupefacto.—Aelita, ¿No me digas que tú también…?

—Eh, eh, relájate, Einstein. Si pides un súper microscopio, igual la estrella te lo concede.—bromeó de nuevo Odd, riéndose escandalosamente.

Las chicas se unieron a su risa, quedando Jeremy desconcertado y resignado frente al resto. Interrumpiendo la guasa, Ulrich hizo un esfuerzo de su parte por tratar de animar a William e indicarle que, incluso él, su famoso y legítimo rival, estaba de su parte ahora.

—¿Qué deseo pedirías tú, William?

—¿Hm?

William alzó la mirada, contemplando mientras durara el astro brillante en el cielo nocturno. No pudo evitar una sonrisa indiferente ante la insinuación de Ulrich. Nunca creyó en esas cosas como las supersticiones o los deseos, o simplemente no se los tomó demasiado en serio. Sin embargo, el brillo amarillento le llamó vorazmente la atención, hasta tal punto que no pudo despegar su vista de él.

—Un deseo, ¿Eh?—pronunció, en un tono picaresco que delataba a leguas su personalidad rebelde.

De la forma en la que William miraba al cielo, sin apartar la mirada ni siquiera para parpadear, el resto de la pandilla no le quitó la vista de encima. Casi parecía que se lo hubiese tomado en serio.

El eco de la palabra "X.A.N.A" quedó colapsado por la voz y las palabras de William, que quedaron también flotando en la noche. Parecía que dirigiese las palabras a esa brillante luz amarilla, a quien se las dedicaba.

—Desearía… Vengarme de X.A.N.A.

Su afirmación provocó en el resto una expresión de sorpresa bastante difícil de describir. Cualquiera podría llegar a la conclusión poco descabellada que se trata nada más de una broma, de algo dicho por decir, pero la mirada de William daría a pensar que lo dijo muy seriamente. El brillo malicioso de sus ojos, tan brillante como la estrella fugaz, daba a entender que parecía que estaba retando directamente a X.A.N.A.

Y el destino, ya por aquél entonces, era caprichoso y tenía muy buena memoria.

—William...—susurraron muchos de los Guerreros Lyoko al comprobar que lo decía aparentemente bastante en serio.

—Y decís de mí. William sí que está hecho todo un bromista.—comentó Odd, con una simpática guasa.—Pero bueno, Ulrich, no te sorprendas tanto. Podría haber pedido que desaparecieses para no tener obstáculos con Yumi…

—¡...Odd!—gritó Yumi, ruborizándose.

—¡Y-yo sí que te voy a matar, payaso!—amenazó el castaño, también colorado.

—¡¿Se puede saber qué es todo este alboroto?!

Desde un pasillo colindante, intervino una voz ronca no muy amigable. Todos la conocían más que a la perfección, pero pese a eso se sorprendieron en el sentido negativo de la palabra. Era Jim. Y no parecía muy alegre.

—¿Os importaría decirme por qué estáis aquí fuera a estas horas? ¿Metiéndoos en líos otra vez?

Muchos tragaron saliva, intimidados por su profesor de gimnasia en pijama, con cara de pocos amigos. Sin embargo, William, por su parte, seguía sonriendo misteriosamente al cielo nocturno, como si no se hubiese percatado de lo que se cocía a su alrededor.

—N-no, nada de eso, Jim, sólo estábamos…

—He sido yo, Jim. Les quería enseñar una cosa, y les pedí que viniesen. Ha sido cosa mía.—se excusó William, sin ni siquiera molestarse en darse la vuelta.

—Así que has sido tú el que la ha armado buena, ¿Eh, Dunbar? Ya hablaré yo contigo un día de estos, gamberro. Ahora todos a vuestros cuartos inmediatamente.

—Pero Jim, ¿No has visto la noche tan bonita que hay? Solo le falta un poco de luz, pero tú ya estás acostumbrado a las luces artificiales de la disco, ¿Verdad que sí, Jim?

—¡Della Robbia! ¡Ya te dije que prefiero no hablar del tema!—gruñó el aludido profesor de deportes.

El chiste fue acogido con risas disimuladas por parte de todo el mundo presente excepto William, que seguía embobado mirando el cielo buscando o viendo quién sabe qué.

—¡Se acabó! ¡Todos a vuestros cuartos ya!

Protestando algo infantiloidemente, Yumi se despidió de todos, encaminándose a su casa, al no ser alumna interna de la academia. El resto de la panda comenzó a andar perezosamente al interior del edificio. William, por su parte, se propuso hacer lo mismo, sin embargo tardó un poco más. Seguía observando el negro de la noche.

—Vengarme de X.A.N.A… Si solo pudiese…

—¡Dunbar!—le espetó Jim, de mala uva.

—¡Ya voy, Jim, un momento!—chilló, algo irrespetuosamente.

Para no ganarse indefinidas horas de castigo, William cedió a las regañinas del profesor de educación física y se dirigió a su cuarto, lentamente, sin ninguna prisa. Tampoco se podía decir que la tuviese.

Avanzando por el escasamente iluminado debido a la hora que era pasillo del piso de las habitaciones de chicos, William anduvo hacia la suya con paso pesado, reflexionando para sí mismo mientras caminaba. En sus pupilas parecía seguir brillando la ya desaparecida estrella fugaz a la que le había formulado un deseo. Un deseo ya imposible de cumplir.

—Vengarme de X.A.N.A… ¿En serio podría hacerlo?—se repitió por milésima vez mientras abría la puerta de su estancia.

La dependencia estaba bañada en una penumbra misteriosa que le daba al lugar desordenado por la rebeldía de su dueño una lugubridad que ni en una mansión encantada. La luz de la luna se filtraba lechosa por la ventana, lo único que hacía el favor de alumbrar ligeramente para mínimamente poder ver donde se ponían los pies.

—Sé que es imposible, pero… Estaría bien. Me gustaría. Vengarme por todo lo que me ha hecho. Por haber hecho que mis amigos desconfíen de mí. Por haberme usado por su bien, y para hacer el mal. Si pudiese, me vengaría de ti, X.A.N.A.

A modo de desafío imaginario, William volteó su cabeza para mirarse al espejo en la penumbra y distinguir en su reflejo al muchacho sublevado que es, con una mirada llena de retos que cumpliría si se le diese la ocasión, con fanfarronería en su expresión, sin temor a nada de lo que se cruzase en su camino. No obstante, no le pareció apreciar eso.

—¿Eh…?—musitó, entrecerrando los ojos para ver mejor en la oscuridad.

No podía creer lo que acertó a ver. En lugar del chaval bastante alto que era, de cabellos negros cortos y revueltos, ojos oscuros, vestido juvenilmente y, por qué no, bien plantado, vislumbró a alguien no del todo distinto pero definitivamente ajeno a su persona: se trataba de una chica que le estaba mirando. Una muchacha hermosa pero tétrica, de piel clara, cabellos del azabache más intenso imaginable, orbes rojizas como la sangre y ropajes góticos y sombríamente elegantes. Sorprendido, William se fijó atentamente en ella, y en el desafío que rezumaba su mirada pícara. Acertó un atisbo de parecido entre ambos, pero le sorprendió el comprobar que, obviamente, se trataba de otra persona que no era él, a quien debería ver.

—¿Pero qué diantres…?

Parpadeó repetidamente, y la imagen de la joven brillaba por su ausencia. Hizo gestos algo exagerados y se aseguró, aliviado, de que al otro lado del espejo solo estaba él, William Dunbar, y nadie más. Pedía deseos a las estrellas fugaces, y veía cosas inexistentes en el espejo. Consideró la posibilidad de estar volviéndose algo loco.

—Se me ocurre cada tontería… Y encima ahora estoy hablando solo.—concedió, sacudiendo la cabeza.

Trató de calmarse un poco, y optó que el sueño iba a ser lo mejor para dejar de lado sus imposibles sedes de venganza, sus deseos irrealizables por fuerzas místicas inexistentes escondidas en estrellas brillantes pero no mágicas y sus visiones irreales. Quizás debería plantearse proponer al director un adelanto de las vacaciones, alegando que el exceso de tareas podía llegar a ser fatal para la cordura de uno y más de uno.

Riéndose ante sus exageradas cavilaciones, William se puso su pijama y se sepultó bajo las sábanas, pensando que el día siguiente sería una nueva jornada y asimismo una posibilidad de poder poner los asuntos de sus amistades en orden. Ya de paso, podría escuchar algo de música para tener el cerebro ocupado con cosas aunque no materiales, existentes.

Y se durmió, sumiendo todo su ser en la oscuridad que parecía rodearlo todo. En sus sueños, esa negrura ni siquiera se exceptuaba en aquella estrella fugaz que había destruido la armonía y uniformidad de lo negro. La estrella no cruzó sus sueños, porque una vez se mostró ante él, se le escapó de la mirada una vez recogió su deseo de venganza. Y aunque durmiendo quisiese olvidarse de todo aquello, el deseo ya había quedado archivado… Y a la velocidad, precisamente, de la luz se dirigía a su correspondiente destinatario.

Cerca de la academia Kadic, donde el indisciplinado William ya dormía profundamente, la supuesta estrella seguía su camino. Al verla, algunos habían formulado sus deseos, y ya que se habían manifestado, alguien debería recibirlos.

Nadie se fijó en que la dirección a la cual se dirigía la "Estrella" era en el sentido de una vieja fábrica abandonada, y que de astro incandescente tenía bien poco, pues al llegar a dicha fábrica no causó estrago físico ninguno. Sin embargo, sí que podrían haber causado un mal, sino físico, todavía mucho más peligroso.

Por alguna razón a primer vistazo sin explicación razonable, una palanca que apuntaba hacia abajo, con un ruido sordo se alzó por acción de una fuerza invisible e inexplicable. Consecuentemente, algunos cortocircuitos abarcaron lo que era el ambiente en el que se encuentraba un superordenador, creando algunas reacciones en todo el sistema.

En todas las plantas de esa fábrica sucedió algún que otro cambio. La palanca de la sala más baja se alzó misteriosamente, los escáners del piso superior parecieron abrirse y cerrarse por acción de alguna avería que no se podía atribuir a nada lógico y, más arriba, en la sala de control, un ordenador con más apariencia de serlo se prendió de un chispazo, reinstalando millares de archivos mientras en el monitor únicamente aparecía un fondo negro sobre el cual se distinguía un símbolo en rojo: un punto y dos círculos concéntricos, una línea superior y tres inferiores constituían ese monstruoso dibujo semejante a un ojo. Por algo se llamaba "El ojo de X.A.N.A". Y pese a ser un ojo, esa noche, más que ver, había escuchado. Bueno, más concretamente, la razón por la cual lo supo era más bien desconocida, puesto que el virus múltiple poseía un sistema de funcionamiento ciertamente complejo. El caso era que, por sobrenatural que sonase, lo supo. Supo que, incluso antes de reaparecer en el mundo, la gente habló sobre él. Y la gente habló sobre vengarse de él.

La estrella que no resultó ser tal cosa, y mucho menos tan brillante como la bondad, trajo a X.A.N.A, y a su vez, cierta información para él. Más concretamente, el desafío de venganza de su anterior aliado. Y ahora que había revivido, ¿Qué razón había para no aceptar el desafío?

"Te vas a arrepentir, William Dunbar. Te vas a arrepentir de haber desafiado a X.A.N.A. ¿Conque quieres vengarte? Humano ingenuo. Ningún humano puede vencerme. Esa bravuconería fue tu perdición una vez, y lo va a ser una segunda. Ven si te atreves, enfréntate a X.A.N.A, ¡Y atente a las consecuencias!"

Una mecánica y horrenda voz que se escuchaba desde la sala de control inundó el lugar, y aunque no tenía ningún testigo de momento, no lo necesitaba para poner en marcha sus macabros planes.

Mientras William dormía en Kadic bajo el más profundo silencio, una amenaza chirriante presidida por el sonido sordo del cierre de un escáner resonaba por toda la fábrica. Sea lo que fuere en lo que estaba soñando, podía irse despidiendo de ello, pues a partir de entonces comenzó lo que iba a ser una pesadilla para él.

(...)

¡Hola, muy buenas a todos! Este es mi primer fic de Code Lyoko, porque pese a que soy fan acérrima desde hace mucho, nunca he escrito ningún fic al respecto, y decidí porque sí que esto no podía seguir así XD

Gracias por leer a quienquiera que se haya pasado por aquí :) Espero que os haya gustado. :D Cualquiera que lo haya leído ya tiene mi total agradecimiento. Sin embargo, si alguien quiere dejarme review para decirme qué le ha parecido, qué mejoraría, en fin, cualquier cosa, ya sea opinión, crítica, etc. será muy bienvenida, y me será de mucho apoyo. :D

Quizás sea un poco obvio, pero tengo la intención de continuar este fic XD Es la primera vez que hago algo multichapter actualizando periódicamente, y trataré de actualizar con bastante regularidad. ;3;

Muchísimas gracias por haberos pasado por aquí, muchos besos.

Codelyokofan210399