[Actualizado]

Nota: Lynn es el nombre de sucrette. Suelo usarlo siempre, pues no soy fan de colocar otros nombres o el de mi su.


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Lynn PO'V

Me encontraba recostada en mi cama leyendo una novela policial que Nathaniel me había prestado; estaba feliz, ya que tan solo me faltaba una página y terminaría de leerlo. Tal vez podría compartir opiniones con él en el instituto, me haría bien.

Suspiré luego de leer la última frase. Cerré el libro y lo puse en mi mesita de noche, apagando la lámpara de paso. Apoyé mi cabeza en mis brazos y me acosté soltando un bostezo; sin embargo, cuando cerré los ojos me di cuenta de que no dormiría fácilmente esa noche.

Curiosamente me estaba pasando varios días seguidos, no podía conciliar el sueño por más que lo intentara y la mayoría de veces dormía recién a las cinco de la madrugada. Mi mamá me llevó al médico preocupada y me recetaron una pastilla, diciendo que con ella dormiría como un angelito.

Me levanté, tomé una pastilla del frasquito que estaba sobre el velador y bajé con cuidado las escaleras para servirme un vaso de agua. Una vez lo hice, subí a mi habitación nuevamente y me volví a acostar, tapándome todo lo que podía, pues nos encontrábamos en invierno y uno bien frío. La pastilla aún no hacía efecto, por lo que me puse a pensar en el instituto o, mejor dicho, en mis compañeros.

En Armin…

—''Es tan lindo. Me gustaría ser algo más que su amiga, decirle «te amo», darle un par de besos en la boca y… ¿Por qué no en el cuello?'' —pude sentir arder mis mejillas al pensar en él de esa manera. Sí que me estaba volviendo pervertida.

En Alexy…

''La ternura en persona. Es taaan apachurrable, ¡me dan ganas de jalarle las mejillas! Solo que aún no me he atrevido…''

En Castiel…

''Es un idiota… ¡pero qué idiota!'' —reí ante mi pensamiento—. ''Me gustaría mimarlo para ver su reacción''.

En Nathaniel…

''Me encanta cuando se enoja y se pone algo azul. Adoraría llamarlo pitufito, jalarle las mejillas y decirle «te quiero~». Me pregunto si se pondrá rojito si lo hago —solté una risa digna de una loca al imaginarme eso.

En Lysandro…

''¡Siempre perdiendo sus cosas! Mm…mis pechos han crecido tanto que hasta Castiel dejó de decirme tabla. Así que, ¿por qué no poner su libreta entre mis senos para ver si se le ocurre volver a perderla? Es una buena idea, pero me da vergüenza y ni en mil años me atrevería. ¡Dios, no!'' —esta vez no reí, sino que oculté mi rostro en la almohada, completamente avergonzada por los pensamientos pervertidos que cruzaban por mi mente.

En Kentin…

''Es tan mono, ¡y más cuando se sonroja! A veces me parece ver al pequeño Ken… Después de todo, solo su físico ha cambiado, él sigue allí''.

¡Hasta en Jade y Dajan!

''Esos dos… Pasar un tiempo con ellos no estaría nada mal, pero como siempre, nunca hago lo que pienso. O soy tonta, o soy tímida… ¿A quién engaño? Soy las dos cosas. Me encantaría hacer tantas cosas, mas nunca demuestro mis sentimientos, mucho menos digo lo que pienso''.

Solté un bostezo, sintiendo mis párpados pesados. Pensé en alguna de las chicas, agradeciendo haberlas conocido.

''Violeta, Kim, Iris… Rosa…Son tan buenas, la vida me ha sonreído con ellas…''

Antes de que mi cerebro pudiera idear otras cuestiones pervertidas o me hiciera pensar en los chicos, todo se volvió oscuro. Con un último y débil bostezo, caí en la inconsciencia, siendo recibida por los brazos de Morfeo.

[~Fin Pov~]

[…]

Los tenues rayos de sol que lograban pasar por entre las grises nubes comenzaron a colarse por la ventana, iluminando el rostro de una adolescente de diecisiete años. Estaba desparramada en la cama y los cobertores se encontraban en el suelo, tal vez debido a sus bruscos movimientos en medio de sueños.

El pequeño e infantil pijama dejaba entrever sus pechos medianos y su buen cuerpo. El largo y brillante cabello negro caía como cascada por la almohada, ni siquiera parecía haberse estropeado por dormir de esa forma.

Poco a poco, la joven comenzó a abrir sus párpados con pereza, dejando escapar un bostezo mientras se sentaba con lentitud, pues no quería marearse.

—¿Hmm? —balbuceó adormilada, observando su habitación con atención. Sus ojos, algo irritados, parecían buscar algo, hasta que escuchó cómo la llamaban.

« —¡Lynn ya baja a desayunar!, ¡Se te hará tarde! »

Sin duda, era la voz de su madre; sin embargo, no le prestó tanta atención, sino que continuó mirando su cuarto, como si no le reconociera.

—Lynn, te dije que… —su madre calló al verla— Mi niña, ¿sucede algo? —cuestionó, acercándose a su hija. Ésta la miró extrañada.

—No, mami —negó, quedándose en silencio unos segundos. Y, antes de que su madre abandonara la habitación, agregó—. ¿Sabías que te amo?

Lucía, su progenitora, volteó sorprendida. Lynn jamás demostraba sus sentimientos y solía ser muy orgullosa, ¿qué le ocurría? Aún así, decidió no prestarle atención a eso y se acercó a su pequeña, rodeándola en un tierno abrazo.

—Yo también te amo, cielo —depositó un besito en la frente de su hija—. Baja a desayunar, se te hará tarde para ir al instituto —finalizó, saliendo del cuarto. No sin antes, claro, regalarle una última sonrisa.

Lynn se quedó quieta, pensando en lo que le había dicho.

—¿El instituto? —susurró, observando sus manos. Se sentía extraña, con ganas de ver a los chicos y a sus amigas para decirles todo lo que alguna vez pensó y calló.

Se levantó, tomó un short negro, unas botas del mismo color, guantes sin dedos y un top oscuro. Por algún extraño motivo, no le apetecían los colores vivos, mejor utilizaría aquellos, pues además combinaba con su cabello. Se adentró al baño y decidió darse una rápida ducha.

De alguna extraña manera, su cuerpo no sentía el frío de esa mañana de invierno.

Salió ya completamente vestida y con una toalla secando sus oscuras hebras, mismas que, de todas formas, quedaron húmedas. Se colocó el perfume de siempre y sonrió, fresca.

''Me siento llena de energía, tanto que casi no reconozco mi propia habitación'' —suspiró, dejando el perfume en su lugar y terminando de arreglarse el cabello—. ''Cierto, Nath me prestó un libro, será mejor que lo devuelva hoy'' —pensó, encaminándose a la mesita de luz para tomar el ejemplar. En ese momento, notó el envase de pastillas—. Uh… supongo que dormí bien —susurró para sí misma. Tomó el libro, lo metió en su mochila y, con ella, abandonó la habitación.

Bajó las escaleras de dos en dos, mirando el reloj en su muñeca. ¡Ahh, ya era tarde!

—¡Lo siento, mami! ¡Llegó tarde, te amo! —gritó, cerrando la puerta con fuerza al salir. El aire helado chocó contra su piel al descubierto, mas ella ni se inmutó, sino que echó a correr hacia el instituto.

Y a los veinte minutos…

Se encontraba en la entrada del Sweet Amoris, con la respiración entrecortada, sus manos descansando en sus rodillas y estando ligeramente inclinada. Dios santo, la carrera que tuvo que hacer para llegar a tiempo casi le cuesta un paro al corazón. Además, en esos momentos, estaba empezando a sentir… ¿frío?

Notó a algunos estudiantes, todos con bufandas y abrigados como una bolita de nieve. Se miró, ella llevaba un conjunto de verano. Una gotita resbaló por su sien, ¿cómo demonios no se dio cuenta? En eso, una voz conocida la sacó de sus pensamientos.

—Se puede saber, ¿qué haces tan…así?

Volteó de un salto, encontrándose con un chico de cabellera rojiza y orbes grisáceos.

—¿Pasa algo? —preguntó Castiel, arqueando una de sus cejas ante el mutismo de Lynn— ¡Oye! —bufó, comenzando a enojarse por la nula respuesta y la expresión tonta que se había formado en la chica. Pero cuando estuvo a punto de gritarle todas sus verdades, sintió cómo ésta se le lanzaba encima, abrazándolo fuertemente. Un poco más y le dejaba sin aire— ¿Q-qué…? —logró susurrar, confundido.

—Te quiero mucho —fue lo único que mencionó Lynn, apoyando su cabecita en el pecho del chico y cerrando sus párpados, temblando levemente por el frío.

—Tonta —chistó Castiel, correspondiendo el dulce abrazo. Ante tanta cercanía, era obvio que notaría que ella tenía frío—. ¿Por qué has venido vestida así? —cuestionó, frunciendo el ceño.

—Es que… —calló, pues el pelirrojo se había quitado la chaqueta para colocársela a ella, dejándola caer en sus hombros.

—Úsala por hoy, mañana acuérdate de que no estamos en verano —dicho aquello se fue, con un rojo casi imperceptible en sus mejillas, y dejando a Lynn con la palabra en la boca.

La joven de cabellos negros se quedó unos segundos inmóvil, apretando el abrigo de Castiel contra ella, sintiendo el aroma masculino inundar sus fosas nasales. No pudo evitar abrazarse a sí misma y acurrucarse un poco contra la chaqueta, adorando la calidez que le brindaba aquella simple acción.

Castiel, él… era tan lindo. A su manera, pero lo era.

Sonrió y se adentró por completo al instituto, se había sentido tan bien abrazar a un chico. Sus brazos fuertes rodeándola, su corazón latiendo acelerado en su pecho, su respiración, su voz. Jamás se habría atrevido a hacerlo, pero ese día se sentía libre, plena, sincera, con ganas de mimar a todos y decir cada cosa que pasara por su mente.

Oh dios, necesitaba ayuda.

De un momento a otro se quedó parada a mitad del pasillo, observando atentamente algo. Mejor dicho, a alguien.

—¿Uh? ¿Lynn? —cuestionó un joven de rebeldes cabellos marrones y unos bonitos ojos verdes— ¿Tengo algo? —volvió a preguntar, pues ella seguía mirándole; sin embargo, ésta no respondió, sino que arrugó la nariz como si hubiera recordado algo, comenzando a poner nervioso a Kentin.

—Ken —llamó Lynn, con una mirada que daba a entender que tenía algo planeado.

—¡Ya te dije que no me llamaras así! —se quejó al instante.

—Ken~~ —canturreó la joven, moviendo sus dedos al ritmo de su voz.

—Lynn, harás que me enoje —bufó Kentin, cruzándose de brazos. No entendía qué le pasaba a la chica, pues normalmente ésta solo asentía y le pedía disculpas.

—¡Me gustas! —casi gritó, con las mejillas algo rosas, una hermosa sonrisa adornando su rostro y un pequeño brillo en sus orbes.

El militar se puso rojo, tanto que hasta dejó de notarse el verdadero tono de su piel.

—Me gustabas antes, y más ahora. ¡Más cuando te sonrojas! —rió, lanzándole un besito antes de echarse a correr hacia el hueco de las escaleras como si el mismísimo diablo le persiguiera, dejando a Kentin completamente confundido y del mismo color que un tomate.

Pero condenadamente feliz…

Cuando Lynn llegó a las escaleras, se sentó en el primer peldaño para descansar. Estaba agitada, había corrido mucho para ser un simple lunes. Ni siquiera se había ido el tono rojizo de sus pómulos, mas no le importaba, después de todo valía la pena correr de esa forma si le hacía aquellas cosas a los chicos.

Colocó sus manitos en el escalón para echarse hacia atrás cuando sintió algo extraño.

—¿Eh? ¿Una libreta? —murmuró. La tomó y, sin pensarlo tanto, supo que era de Lysandro. Estuvo a punto de ojearla cuando notó que el chico se acercaba a lo lejos.

Una sonrisita malvada se formó en su rostro. Deslizó la chaqueta de Castiel hacia atrás, dejando sus hombros al descubierto —no estaba cerrada, por lo que su top se encontraba a la vista— y juntó más su sostén, de modo que sus pechos quedaran más unidos. Introdujo la libreta en medio de éstos y cerró el abrigo, levantándose de un salto con una inocente sonrisa.

—¡Hola Lyss! —exclamó, poniéndose en su camino.

—Oh, hola Lynn —saludó con una tenue sonrisa, aunque parecía medio distraído—. Disculpa, ¿no has visto mi libreta?

Bingo.

—Ehm… ¿Una chiquitita, con cosas escritas, de color blanca? —preguntó, haciéndose la desatendida.

—Sí, en efecto. ¿La has visto? —contestó, algo confundido por su actitud.

—Es… —susurró Lynn, bajando su cabecita y provocando que unos mechones ocultaran su mirada— ¿Esta? —concluyó, abriendo su chaqueta lentamente, dejando ver parte de la libreta que estaba oculta en sus pechos.

La chica levantó la vista y lo que vio le pareció muy, pero muy divertido. Lysandro tenía una expresión tanto desencajada como avergonzada, sus labios estaban abiertos y sus mejillas teñidas de rojo. Lynn podría jurar que estaba en peor estado que Kentin.

Sonrió, ahora sí, con maldad, dando unos pasos hacia delante, notando que el albino retrocedía lo mismo que ella avanzaba.

—¿Qué pasa? —cuestionó Lynn con un fingido puchero— ¿No querías tu libreta, Ly-san-dro~?

Antes de que el victoriano pudiera contestar, unos pasos se escucharon cerca. Lynn ladeó su cabeza, notando que Castiel se acercaba a ellos con rapidez. Soltó una pequeña maldición y, sacando la libreta de sus pechos, se acercó rápidamente a Lysando e hizo que la tomara, puesto que éste todavía estaba algo atontado como para hacerlo por su cuenta.

Volvió a acomodarse la chaqueta del pelirrojo y corrió escaleras arriba, no sin antes gritar.

—¡Los amo, sexys! —soltó una risita malévola, perdiéndose en la planta alta.

Mientras tanto, Castiel llegó donde estaba Lysandro, hablándole sin obtener respuesta coherente. Aunque él mismo terminó sin habla cuando oyó elpequeño grito de Lynn, algo que provocó un sonrojo en las mejillas de ambos amigos.

Oh, Lyss podría prenderse fuego. No sabía dónde esconderse.

Por otro lado, Lynn ya caminaba feliz en la parte superior del instituto. Canturreaba una canción infantil mientras sonreía cual niña pequeña.

—La cucaracha, la cucaracha~, ya no puede caminar. Porque no tiene, porque le falta… Uh, ¿qué le faltaba? —dejó de caminar al darse cuenta de que se olvidó la letra. En eso, observó a su alrededor y dio con el reloj que allí había— Me salté la primera clase y nadie me dijo nada —soltó un silbido—. ¡Soy genial!

Una risa se escuchó detrás de ella, haciendo que volteara.

—¡Rossaaa~! —gritó, abalanzándose sobre su amiga y abrazándola como si no hubiera un mañana, casi dejándola sin respiración.

—Hey, hey. ¿Acaso vas a algún lado? —cuestionó extrañada, tratando de respirar y corresponderle a la vez.

—Nop, solo… ¿Sabías que eres una gran amiga? —mencionó con dulzura, dándole un beso en la mejilla— Gracias por todo, Rosita.

Rosalya no pudo evitar sonreír con ternura, y ahora era ella la que casi asfixiaba en un abrazo a Lynn. Pasaron minutos hasta que ambas decidieron separarse, recuperando el aire. Ah, sus pulmones agradecían eso.

—Un momento… —Rosa pareció percatarse de algo— ¿Qué hace esta señorita saltándose las clases? —Lynn rió, sin responder— Ven, vamos. ¡Nos toca juntas!

Dicho esto, bajaron por las escaleras. Rosalya no pareció darse cuenta de que Lynn llevaba la chaqueta de Castiel, tal vez porque estaba algo aturdida por el repentino cambio de actitud en su mejor amiga.

Por suerte, no se encontraron con ningún chico en el camino. Aún así, cuando llegaron al Aula B, Rosalya decidió quedarse unos instantes en el marco de la puerta, esperando observar las acciones de Lynn. Notó algo extraño en ella, y se le hizo mucho más extraño cuando vio lo que le hizo a Lysandro.

Aunque, claro, no iba a negar que le causó mucha gracia, tanto que hasta se tuvo que tapar la boca para no reír y ''arruinarle el momento a su mejor amiga''.

Lynn empezó a mirar para todos lados, olvidándose de su mejor amiga. Parecía un depredador buscando a su presa, y pareció localizarla cuando una sonrisa ladeada se formó en su rostro.

—Alexy —musitó mientras un aura terrorífica se formaba a su alrededor, haciendo que algunos alumnos que estaban próximos a ella se alejasen porprecaución.

El aludido se encontraba sentado al revés, viendo cómo su hermano jugaba con el psp. Bueno, mejor dicho, intentando quitarle la psp a su hermano.

Lynn se acercó a ambos dando pequeños saltitos, quedando a un lado de Alexy.

—Alex… —lo llamó, poniendo ojitos llorosos, algo que alarmó al gemelo y que provocó que Armin, milagrosamente, dejara la psp, prestándole atención a la única chica que le interesaba en todo el instituto.

—¿Lynn? ¿Qué pasa? —cuestionó preocupado; sin embargo, cuando quiso levantarse, la chica hizo que se volviera a sentar.

—''Funcionó'' —pensó la pelinegra al lograr que Alexy se sentara bien, ignorando la confundida mirada de éste.

—¿Por qué tienes los ojos llorosos? —preguntó Armin, pero Lynn seguía sin decir nada, empezando a inquietar a los gemelos— ¿Lynn? —llamó.

—Armin, luego te mostraré algo —fueron las únicas palabras que le dedicó al pelinegro para, seguidamente, poner toda su atención en el otro gemelo—. Alex —le llamó, obteniendo su linda mirada violeta al instante—. Tengo miedo —murmuró, poniendo uno de sus deditos en sus labios a la par que su mirada se volvía aún más llorosa, como si estuviera a punto de romper a llorar a todo pulmón.

El chico no pudo evitar sonreírle con dulzura, parecía toda una lolita. ¡Era tan frágil y bonita! ¡Y a él le encantaba!

Sin cambiar su expresión, tomó la manito de Lynn e hizo que se sentara en una de sus piernas, instándola a que apoyara, también, su cabecita en su pecho. Le dio un tenue beso en la mejilla y le acarició el cabello, como si fuera lo más delicado del mundo.

Armin, por su parte, tan solo frunció el ceño. A pesar de saber que su hermano era homosexual, no le causaba nada de gracia que estuviera en esa posición con Lynn; sin embargo, volvió a jugar con su psp, intentando no prestarles atención ni a ellos ni a las palabras que la chica le había dedicado: Armin, luego te mostraré algo.

Chistó cuando se murió su personaje, soltó una maldición y dejó de mala manera el preciado aparato en la mesa. Se levantó, enojado, y se dirigió a la salida del aula.

—Armin, no te vayas. Aún estamos en clases —oyó la voz de su gemelo, y por alguna razón, eso lo enfadó aún más. No quería escucharlo.

—El profesor faltó, voy a tomar aire —en ese momento se dio cuenta de que sus propias palabras lo habían delatado. Él, definitivamente, odiaba salir.

—Es raro —susurró, observando la puerta por donde su hermano se había ido; mas dos manos en sus mejillas hicieron que desviara su atención hacia Lynn, algo confundido.

—Siempre quise hacer esto —sonrió como una niña, con los cachetes más rojitos que antes. Pellizcó con cuidado las mejillas de Alexy, haciéndole reír suavemente.

—¿Ah, sí? —cuestionó el chico, un poco sorprendido. Lynn nunca hacía ese tipo de cosas, ni mostraba sus sentimientos abiertamente. Es más, le costaba demasiado.

—Sip —asintió ella, casi hipnotizada. Dejó de juguetear con la carita de Alexy y le dio un beso en cada mejilla, viendo cómo se volvían algo rojizas. Ensanchó su sonrisa—. Te quiero mucho, Alex —murmuró dulcemente, abrazándole con fuerza y siendo correspondida al instante.

El aroma ajeno era más suave que el de Castiel. Parecía un campo de flores. Y sus brazos eran más suavecitos, podría dormirse allí.

—Yo también te quiero mucho —contestó Alexy, riendo. Esa chica sí que era extraña, pero lograba que estuviera feliz siempre.

En eso, un carraspeo hizo que se separaran. O bueno, al menos un poco, puesto que Lynn se aferró a él cuando notó sus intenciones. Aún no quería dejar de sentir el calorcito del gemelo.

Violeta, Kim e Iris, habían entrado al aula.

—Vaya, vaya. ¿Ya te gustan las chicas? —preguntó Kim con diversión, haciendo que Violetta bajara la mirada.

—Nop —negó Alexy, ignorando si ese comentario era desagradable o no. Abrazó a Lynn de forma posesiva, como si ellas fueran unos monstruos que intentaban arrebatarle la preciosa joya entre sus brazos.

—Estás algo extraña hoy, Lynn —comentó Iris, algo preocupada—. Por cierto, los chicos también andan raros… luego de que hablar contigo.

Lynn movió su cabecita del pecho de Alexy, lo suficiente para verle con sus ojitos rojos. Mostró una bonita sonrisa inocente y contestó:

—¿Hice algo malo?

—N-no, no. Pasa que… —balbuceó Violeta, tan tímida como siempre; sin embargo, Lynn la interrumpió al levantarse lentamente del regazo de Alexy, acercándose para abrazarlas a todas a la vez.

—Chicas, las quiero mucho. Gracias por todo —suspiró, dándole un sonoro beso a cada uno en la mejilla, dejándolas sorprendidas.

Alexy observó la escena con ternura. Si bien era cierto que Lynn actuaba de forma extraña, cada cosa que hacía… lo hacía con amor. Así que estaba bien. Mientras fuera ella, mientras brindara su cariño de esa manera, mientras fuera su sonrisa la que viera, todo estaría bien.

—''Mientras sea ella, no hay problema''—pensó Alexy, levantándose y saliendo de allí lo más silencioso posible. Debía intentar encontrar a su hermano, pues se daba una idea del por qué de su malhumor.

—No-nosotras también te queremos —susurró Violeta, feliz.

—¡Así es, y mucho! —rió Iris.

—Si que estás rara, pequeña. Pero yo también te quiero, con todo y cambios de humor —bromeó Kim, provocando que las cuatro rieran.

Estuvieron hablando un buen rato hasta que el timbre las interrumpió. Lynn se despidió y salió disparada del salón, realmente se encontraba hiperactiva ese día. Pero cuando estaba por llegar al patio, sintió un fuerte jalón en su chaqueta, y de no ser porque hizo equilibrio habría caído de bruces al suelo.

—¿Amber? —mencionó desconcertada, y al parecer su voz sonó potente, pues algunos estudiantes voltearon a verlas. Entre ellos, Nathaniel y Castiel. Éste último observaba la escena con atención y un toque de fastidio; sin embargo, la rubia no pareció percatarse de ello, ya que estaba hecha una furia.

—Con que… ¿coqueteando? —siseó.

—No sé de qué me estás hablando —contestó Lynn inocentemente, poniendo la misma expresión que le mostró a Alexy, pero sin lloriquear.

—¿Que de qué hablo? ¿Se puede saber de quién es esto? —volvió a preguntar furiosa, jalando la chaqueta que el pelirrojo le había prestado, sacándosela de un tirón seco y tirándola al suelo. Lynn, por su parte, también había caído debido a la fuerza de la chica.

Los chicos iban a intervenir pero Rosa, que se encontraba allí, se los impidió y les dijo ''Disfruten del show'', dejándolos confundidos.

Los ojos rojos de Lynn eran tapados por los mechones de su largo cabello negro. Se encontraba inmóvil, con sus brazos colgando a sus costados y sus piernas flexionadas, aún en el suelo.

—¡Ya te dije que no te le acerques! —gruñó, acercándose dispuesta a hacerle daño; sin embargo, antes de lograr hacer algo, Lynn se levantó de golpe, quedando frente a ella— Ja, ¿qué harás? ¿Llorar como cuando vino Debrah? —cuestionó altanera, pues era más alta por media cabeza.

Debrah…

Click.

Algo en Lynn se encendió al escuchar ese nombre y ser tratada de esa manera. Caminó a paso lento, bajo la atenta mirada de todos, y tomó la chaqueta de Castiel. La sacudió, la dobló y la apretó contra su pecho, como si aquello la protegiera de todo daño. Levantó su rostro, encarando a Amber.

—Pff, como si una zorra como tú me hiciera llorar. No eres tan genial como para hacer eso, déjame decirte que no le llegas ni a los talones a Debrah. Ella es mucho mejor que tú —mencionó de forma desinteresada, sorprendiendo a todos—. Y no me pienso alejar de Castiel solo porque tú me lo digas —dio un golpe en el suelo con su pie, poniendo una mirada amenazante. Incluso Amber sintió miedo por un segundo—. Y si me quieres obligar, siempre está la hora de salida si las palabras no sirven —dejó en claro.

Volvió a colocarse el abrigo, pues empezaba a tener frío, y observó la hora. Aún no tenía ganas de entrar a clases, y además, debía hacer cosas antes de que el día acabara. Miró en dirección a Rosalya y los chicos, saludándolos con la manito mientras sonreía feliz.

—¡Cualquier cosa me duele la cabeza! —les gritó, corriendo hacia el patio nuevamente, mientras Amber aún intentaba reaccionar.

Se dirigió al gimnasio, soltando un pesado y largo suspiro. Tal vez se había pasado, pero se lo merecía. Además, lo que le dijo a la rubia era uno de los tantos pensamientos que, normalmente, no se atrevía a soltar.

Dejó escapar una risita malvada, pero antes de pensar en su siguiente maldad, notó que alguien más estaba allí, sentado en una de las gradas. Sus ojitos rojos se iluminaron cuando se percató de que era Armin, quien estaba muy concentrado en mirar el suelo. Parecía estar pensando en algo extremadamente importante, susurrando varias cosas que no lograba comprender debido a la lejanía.

Se acercó lentamente por detrás, logrando oír algunas cosas mientras ideaba algo para hacerle notar que estaba allí.

—Maldición, si no fuera por ese idiota de Alexy hubiera continuado la partida. No, ni siquiera me habría olvidado mi psp en el salón —mascullaba, enojado.

—''Mmh… ¿le cubro los ojos y le pregunto si me reconoce? O…'' —acortó aún más la distancia con el gemelo, haciendo que su respiración chocara contra la nuca de éste.

Armin se estremeció, ladeando un poco su cabeza para ver quién era.

—Lynn… —balbuceó con sorpresa; sin embargo, ella no le prestó atención, sino que pasó sus manos por debajo de sus brazos y le abrazó por detrás, acariciando su pecho con dulzura— ¡¿Eh?! ¿Qué estás…? —intentó preguntar, olvidándose de su enfado en un santiamén.

Sus mejillas se volvieron rojizas y un débil gemido escapó de sus labios cuando Lynn bajó la tela que cubría su cuello, dejando besos y mordidas en la piel que quedó al descubierto.

—Hola~ —murmuró la joven con dulzura, fascinada con la suave textura que la dermis del pelinegro poseía. Además, su aroma, no era ni tan fuerte ni tan suave, estaba perfecto.

Lynn no pudo evitar sonreír cuando notó que un escalofrío recorría la espalda del chico en el momento en el que ella hundió su nariz en su cuello, sintiendo su aroma aún más. Sin poder evitarlo, la chica obligó a Armin a voltear para robarle un beso.

No uno rápido, no uno suave, no uno cualquiera.

Uno profundo, con dulzura y sin intenciones de dejarle ir. El joven se quedó de piedra ante la sorpresa, pero pronto pudo recuperarse, correspondiendo el contacto con la misma intensidad, probando los labios de esa chica que tanto le gustaba.

Armin volteó un poco y tomó la cinturita de Lynn, haciendo que se sentara en sus piernas. Ella, por inercia, movió sus brazos y rodeó el cuello ajeno, apretándose más contra él. Con el pasar de los minutos, tuvieron que separarse, completamente agitados. Lynn depositó varios besitos más en los labios de Armin, porque, demonios, ¡tenían un sabor delicioso!

—Lynn… —susurró él; mas cuando iba a agregar algo más, ella se levantó de un salto.

Con la bufanda del chico en su mano y una sonrisita divertida.

—Te amo, Armin —murmuró, sintiendo su rostro arder. Tomó aire y se echó a correr fuera del gimnasio, dejando al pelinegro con una expresión estupefacta—. ¡Y ERES TAN LINDO CUANDO TE SONROJAS! —exclamó antes de desaparecer tras las puertas del lugar.

Lynn dio saltitos, completamente emocionada. ¡Lo besó! ¡Oh dios, y era tan hermoso! Ese chico era su debilidad, demonios.

Observó el reloj de su muñeca, haciendo un pequeño puchero. Le quedaba poco tiempo.

—''Nath, ¡allá voy!'' —pensó con una expresión malévola, colocándose la bufanda de Armin solo para… sentir su perfume.

Qué lindo, dios santo.

Continuó con su camino y tuvo que hacer varias maniobras ninja para que nadie la pillara infraganti por no andar en clases. Aunque según ella, valdría la pena si sucedía.

—¿Nath? —llamó apenas se adentró a la sala de delegados, provocando que Nathaniel, quien se encontraba sentado en medio de un montón de papeles, elevara la mirada.

—¿Lynn? —mencionó el rubio, levantándose— ¿Por qué no estás en clases?

La chica soltó un silbido.

—Pues, ¿no quería ir?

—Es raro viniendo de ti —comentó Nathaniel, frunciendo el ceño—. Por cierto, con respecto a mi hermana… —comenzó, incómodo.

—Oh sí, no te preocupes, ya pasé por eso —el rubio arqueó una de sus cejas, confundido—. Sí, cuando me dijo que me aleje de ti —explicó.

Cuando dijo aquello el joven llevó una mano a su frente, frunciendo el ceño con molestia; sin embargo, pronto cambió de expresión cuando oyó la suave risa de Lynn.

—¿Qué es tan gracioso? —bufó.

—Pitufo —soltó ella, aún riendo mientras acortaba la distancia con Nathaniel.

—¿Pituf-…? ¡Auch! —se quejó, pues la pelinegra estaba jalándole las mejillas con una expresión aniñada.

—¡Sí! Cuando te enojas pareces un pitufito —comentó, dejando escapar una carcajada. Se acercó al rostro del rubio y le dio un beso en ambas mejillas, tal y como lo hizo con Alexy.

Nathaniel pasó de estar azul a estar rojo a más no poder. Le habían comentado que Lynn estaba extraña, pero no sabía que con extraña se referían a más cariñosa.

—Te quiero mucho, pitufito —le guiñó el ojo, saliendo disparada de la sala de delegados y dejando a un Nathaniel confundido, avergonzado y del mismo color que una cereza.

Lynn caminó hacia el hueco de las escaleras, pensando en que ya había cumplido con todos sus objetivos. Por alguna razón, se sentía realmente cansada, como si hubiera estado corriendo en una maratón por un día completo.

Miró la hora con sus párpados entrecerrados, en cinco minutos tocaría el timbre de salida. Se dirigió a los casilleros, tomó su mochila y se aferró más a la chaqueta de Castiel, echándose a correr hacia la salida.

Cuando iba saliendo pudo distinguir las voces de Rosalya y Alexy llamarla, mas hizo oídos sordos y continuó su camino. De alguna forma, sentía… ¿vergüenza?

Una vez llegó a casa, le dijo a su madre que no quería comer nada y que prefería dormir, pues había sido un día agotador. Le dio un beso, saludó a su padre y subió las escaleras, echándose a la cama sin más. Apenas tuvo energías para quitarse las botas y la chaqueta de Castiel, misma que terminó abrazando como si fuera un peluche.

—''Qué día… más… hermoso… '' —fue su último pensamiento, antes de caer rendida en un profundo sueño.

[…]

Lynn se levantó de golpe de su cama. Tenía los párpados abiertos de par en par y el corazón le latía con fuerza, como si hubiera recibido el susto de su vida. El reloj marcaba las siete de la mañana, a las ocho debía partir hacia el instituto.

Recuperó el ritmo normal y se sentó en la cama, riendo. Había tenido un sueño muy extraño, donde se saltaba todas las clases y le hacía todo tipo de cosas a sus compañeros. Cosas que jamás haría, obvio, ya que sus secretos se irían con ella a la tumba.

''Tal vez algún día me anime'', pensó feliz; sin embargo, en ese momento notó que estaba abrazando algo con fuerza, y que su cuello se sentía calentito, pues algo suave lo cubría.

Bajó la mirada para ver qué sucedía y…

—Esto es… d-de… Oh dios…no por favor… Castiel… A-Armin… —su corazón se detuvo— E-entonces… el sueño…la pastilla…

1

2

3

—¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Fue el grito que se escuchó en todo el vecindario.