Estaba sentado en los sillones de la sala común, Pansy me miraba mientras pronunciaba rápidamente unas palabras que yo no llegaba a entender, tenia el ceño fruncido, una sonrisita de suficiencia en la cara y de vez en cuando soltaba alguna de sus risitas estúpidas. Estaría criticando a Ginny Weasley, como siempre, mientras pensaba que yo la escuchaba, pero yo tenía demasiadas cosas en la cabeza como para atender sus inútiles cotilleos.

Había dos cosas que me preocupaban: la primera era la misión que me había asignado el Señor Tenebroso bajo la amenaza de acabar conmigo y con mis padres. Tenía un plan brillante, pero poco a poco las esperanzas de conseguir mi propósito se iban agotando, ya había pasado casi un trimestre del curso y aún no había hallado la manera de arreglar ese estúpido armario. Lo escondía en la sala de los Menesteres, en el séptimo piso, era una sala extraña, pero útil en casos como este. La pareja del mueble se hallaba en Borgin y Burkes, una tienda de artículos de magia oscura. Si conseguía arreglar el que tenia yo, se crearía un pasadizo entre los dos, y los otros mortífagos podrían entrar en Howarts sin ningún problema, y entonces sería mucho más fácil cumplir mi cometido, matar al director. Pero había probado mil maneras y ninguna había funcionado, y ya estaba empezando a perder la paciencia.

El otro problema aun no había acabado de asimilarlo. Por alguna extraña razón que no entendía no podía dejar de pensar en Herminio Granger, una asquerosa sangre sucia de Griffindor, y por si eso fuera poco amiga de Potter, un estúpido creído que iba por todo el castillo chuleándose de su ridícula cicatriz en forma de rayo, y que era a demás el responsable de que mi padre estuviera encerrado en Azcaban. No podía explicarme como podía parecerme guapa alguien cuyos padres eran unos repugnantes Mugles, pero aunque había intentado meterme en la cabeza que ella no era mi tipo, no podía evitar buscar su mirada en las clases o enfurruñarme cuando Ron Weasley le hacia reír. Aquel comportamiento me parecía bochornoso, y cada vez que sucedía me odiaba a mi mismo.

Draco, ¿Me estas escuchando?- Pansy me miraba ofendida, al parecer al fin se había dado cuenta de que pasaba absolutamente de todos sus comentarios sobre la pequeña de los Weasley.

Lo siento - me limite a contestar.

Pues te estaba diciendo que esa pelirroja traidora de la sangre….

Pansy… ¿No tienes nada mejor que hacer?- le pregunte – no me interesa lo que haga o deje de hacer esa Weasley.

Pero…

Mira, creo voy a dar un paseo – le espeté.

Me levanté del sillón y me encaminé hacia la puerta de la sala común de Slytherin. Abrí el retrato y salí a las mazmorras, donde no se veía a nadie. Caminé a lo largo del pasillo con la mente en blanco, escuchando mis propios pasos en el frío y húmedo suelo. Al final del corredor giré a la izquierda, y entonces choque con un alumno de primero, que se calló al suelo del impacto.

Mira por donde vas la próxima vez si no quieres tener problemas – le amenacé señalando mi placa de prefecto.

Lo….lo siento – tartamudeó el chico.

Se levantó rápidamente y salió disparado hacia la sala común, con el rostro pálido a causa del susto.

Una sonrisa de satisfacción se extendió por mi cara, podía sentir la euforia recorriéndome cada parte de mi cuerpo, me encantaba que el resto de los miembros del colegio me temiesen, y la insignia verde y plateada que colgaba de mi túnica me ayudaba a conseguir este propósito. El año anterior había disfrutado de lo lindo mi puesto de prefecto, haciendo la vida imposible a los alumnos, en concreto a los de Griffindor, y si era posible a Potter o a algún amigo suyo. Pero este año estaba demasiado ocupado como para divertirme de este modo.

Subí por las escaleras que llevaban al vestíbulo y me paré en seco cuando llegué a la entrada. Hermion Greanger caminaba con paso decidido hacia los jardines, los rizos castaños se movían de un lado a otro con cada paso, sus ojos se encontraron con los míos, frunció el ceño y me miró con desprecio.

¿Pero quien se había creído ella para mirarme de ese modo? Maldita sangre sucia. … Si, supongo que eso es lo que debería haber pensado si en estuviera en mis cabales en ese mismo momento, pero como no lo estaba, su mirada de hielo traspasó mi piel y me atravesó el corazón (por muy cursi que suene, sentí un dolor casi insoportable en el pecho).

Sabía que no debía hacerlo, sabia que tenia que subir al séptimo piso y centrarme en mi trabajo, pero aun así lo hice, seguí sus pasos y salí a los jardines de Howarts.

Soplaba un viento frió, el cielo estaba nublado y no había rastro del sol. La seguí por la hierba aún mojada por las gotas del rocío a una larga distancia, pues no quería que descubriera que la estaba siguiendo. Bajó la colina que llevaba al lago, y se sentó en el suave césped bajo una vieja haya a unos 50 metros de las aguas oscuras. Sacó uno de los libros de texto de la mochila, lo abrió y se sumergió en la lectura. Me quede observándola en silencio, movía los ojos de un lado a otro, absolutamente concentrad en su tarea, mientras se tocaba los rizos castaños sin darse cuenta, lo hacia a menudo, mientras estaba en clase o cuando estudiaba en la biblioteca, era un tic que me encantaba, auque no quisiera reconocerlo. No pude evitar que una leve sonrisa iluminara mi cara.

- No seas estúpido Draco – me dije a mi mismo.

Un ruido sordo se escuchó detrás de mí, me giré asustado por que alguien me hubiera visto embobado con la sangre sucia esa. Delante de mí había un chico más o menos de mi edad, tenia el pelo lacio, de un negro carbón que le caía greñudo por el rostro blanco, de una forma elegante y a la vez informal. Los ojos verdes le daban un aire misterioso, y había una sonrisa burlona dibujada en su cara.

Hola Blaise – dije con el ceño fruncido.

Blaise Zabini era de mi curso, de Slytherin, tenia tanto éxito con las chicas como yo, solo que él salía con ellas, la mayoría de veces para hacerse el interesante y no por que le interesaran de verdad. Era bastante creído, y a veces me habían dado ganas de estrangularlo, pero otras tantas lo consideraba uno de mis colegas.

Hola Draco – dijo Zabini – ¿que haces aquí? ¿Tomando un poco el aire?

Había salido a dar un paseo, - le dije en tono cortante – y a quitarme de encima a Parkinson.

Vaya, y yo que pensaba que te gustaba…..- dijo en tono de burla. – Como siempre vas con ella….

Fruncí el ceño, si quería guerra la tendría, y no me iba a dejar ganar. Conocía su punto débil, y él demostraba su estupidez al no tenerlo en cuenta.

Ya, y yo creía que te gustaba Giny Weasley – le espeté sin ningún remordimiento – Pansy sabe muchas cosas sobre tu pelirroja favorita, ¿Por qué no le preguntas? Quizás sabiendo más de ella consigues conquistarla.

Sabes que jamás saldría con esa traidora de la sangre, Malfoy – me dijo con odio.

Y tú sabes que yo jamás saldría con una tía con cara de perro, Zabini.

Blaise rió a carcajada limpia, como si no hubiera pasado nada, y yo le imité aunque aún estaba dolido por su comentario. Pansy era la chica más pesada que había conocido, todo el mundo sabia que estaba loca por mi, pero ella no era para nada mi tipo, yo buscaba una chica guapa, sincera, que no aparentara ser lo que no era, y que no pasara el tiempo recalcando los errores de los demás para llamar la atención.

Bueno, ¿porque no entramos al castillo? – dijo Zabini – aquí hace un poco de frío, ¿no crees? a demás, he visto a unos alumnos de Griffindor jugando a correr por los pasillos, y pienso que se merecen un buen castigo.

La idea parecía divertida, así que acepté con un simple movimiento de cabeza. Blaise comenzó a andar por el césped, pero, antes de seguirlo miré hacia atrás, en un movimiento involuntario, en busca de Greanger, pero allí, debajo del haya, no había nadie.

Draco, ¿vienes?

- Si, si – dije casi en un susurro.

Y entonces nos encaminamos hacia el castillo.