Yo siempre fui superior al resto.
Más bella. Más inteligente. Más admirada.
Yo volvía loca a los hombres, y a mí me encantaba que eso les pasara.
Yo era Fleur Delacour, toda una celebridad.
Tenía a todo el mundo a mis pies. ¿Qué otra cosa podrías esperar de alguien como yo?
Incluso cuando llegué a Inglaterra la gente me adoraba y me mimaba sin motivo aparente.
Era la reina de mi mundo, y nadie parecía querer empañar mi dicha.
Hasta que llegó él.
Él, dispuesto a dar un golpe de Estado a mi soberanía.
Él, consiguiendo hacerme renunciar a mi trono.
Él, haciéndome sentir como una colegiala solitaria, sin posiblidades de triunfar.
Él, convirtiéndome en una más del montón.
Y sin embargo, ¡qué feliz me hacía!
Me sentía como una chiquilla de doce años; espiándole mientras intentaba que él no me viera, buscando maneras de hablar con él, arreglándome el pelo cada vez que lo veía...
Era una situación extraña: por primera vez, yo tenía que conquistar a un hombre y no al revés.
Y lo peor de todo era que, por primera vez también, ese hombre literalemente ¡me ignoraba!
Quizás fue esa irritante indiferencia la que hacía que cada día creciera mi obsesión por aquel estúpido pelirrojo.
¡Yo, Fleur Delacour, emperatriz de Beauxbatons, perdiendo los estribos por un vulgar extranjero!
Era algo que yo no podía consentir.
Puse todo mi empeño: me aparté de mi séquito de supuestas "amigas", aprendí un idioma nuevo, cambié de aficiones, de manera de comportarme...
Cuando me quise dar cuenta, ya no era la Fleur Delacour que todos conocían. Y lo más raro de todo aquello es que ¡me gustaba!
Y para mi disfrute y placer, a él también le gustaba.
Me sentía cómoda con mi nuevo yo. Por fin me di cuenta que la antigua Fleur era una máscara, una máscara que había llevado durante tantos años que se llegó a convertir en mi propia piel.
Pero lo mejor de todo aquello es que al fin tenía a mi lado al hombre que amaba.
Un hombre valiente. Dispuesto a enfrentarse a todo con tal de proteger a las personas que quiere.
Un hombre entregado. Capaz de darlo todo de sí mismo por los demás.
Un hombre fuerte. Que resiste todo por amor.
El hombre que yo quería.
¿Que es un hombre pobre, sin séquitos de admiradores, familia rica y grandes posesiones?
No me importaba.
¿Que no iba a volver a disfrutar de los mimos y atenciones que recibía en mi Francia natal?
No me importaba.
Porque le tenía a mi lado.
A Bill Weasley.
