UNIDOS PARA SIEMPRE
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Prólogo
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¿Por qué…? ¿Por qué nos separamos? ¿Dónde fallamos? ¿Dónde quedaron nuestras promesas… nuestras aventuras, tristezas, alegrías, secretos, discusiones? ¿Por qué los amigos tienden a hacer promesas, si no las podrán cumplir? ¿Desde cuándo nos volvimos tan insensibles? ¿En qué momento ¡diablos!, dejamos de ser amigos? ¿Les suena ya esa palabra? Y qué, si al fin y al cabo siempre nos dejamos llevar por las mismas chiquilladas: intentar olvidar, buscar riquezas, nuevos rumbos, nuevas experiencias. Pero nos olvidamos de que la verdad se halla en donde siempre hemos estado y con quienes hemos estado y nos conocen de verdad.
Era imposible que de un momento a otro nos olvidáramos de nosotros, habíamos vivido tantas cosas juntas, que éramos, realmente, como hermanos; está demás nombrar todas las hazañas que hicimos juntas, sin nombrar ese año y algo más, de la búsqueda de los Horcruxes y el fin de esto. Sin embargo, el tema no es ese. El tema es nuestra amistad, reiteramos. Y en el fondo, un amigo nunca deja de serlo, y si es que en verdad desapareció esa confianza, es porque la amistad fue de fantasía.
Solo podemos decir que los amigos son amigos, y abarcan un ente muy grande, no existen los malos amigos, porque quien te miente y te traiciona no lo es. Sin embargo, quien te apoya, comete un error y lo reconoce, ese es ya, un amigo. Y por eso, solo fue un mal pasajero, que al fin y al cabo duró cuatro años, pero ahora estamos, nuevamente —con la misma confianza de siempre, las mismas incansables y entretenidas rutinas que siempre nos han maravillado, aunque sea una simple y repetida partida de ajedrez mágico o una lectura de las figuritas de las ranas de chocolate) , y por última vez, (y esperamos que sea la última vez que lo digamos, porque ahora sí aprendimos la lección de saber valorar las cosas que se tiene y no derrocharlas por cosas absurdas y superficiales que se cruzan en nuestro camino como queriendo alejarnos de nuestras preciadas posesiones) — Unidos Para Siempre.
