Café
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Lo veía pasar todos los días, siempre en compañía de las mismas personas. Él no la conocía, quizás no como a ella le gustaría que fuera. Aun así, lo veía, aun así… No podía evitar sentir esas emociones por él. Lo veía desde su pequeña ventana en aquel café neoyorquino, mientras serbia o era adulada por algún cliente sobre su tienda. Y él, siempre pasaba, pendiente de su teléfono celular o de un libro que relataba alguna cuestión compleja sobre el espacio. Ella sabía que él era un astronauta, lo supo el primer día que paso por ese café.
-Negro, doble, sin azúcar.
Tenía una sonrisa amable, emocionado por su primer día de trabajo. Ella no pudo evitar escucharlo y sonreírle, ahí no noto su anillo.
Días pasaron, y volvió a venir. Ella sabía porque estaba ahí, había dejado su libro en apuro por una importante llamada, y cuando se lo entrego no pudo evitar hablarle en japonés, este le contesto sorprendido mientras se volvía a olvidar de la existencia del libro, impresionado porque ella era también japonesa. Ella lo supo en el momento en el que contesto aquella llamada.
El hombre de cabello rubio cuyo nombre era Yamato Ishida; se sentó y desde ahí, empezó a pedir lo de siempre. Compartían pequeñas cosas, aun cuando a ella le encantaba hablar; tenía conocimiento que él era de pocas palabras y eso no la detenía a hablar, él no parecía molestarse por sus ocurrencias.
Siempre acababa su café, continuaba leyendo y esperaba por una llamada y se iba. Al inicio ella dedujo que era trabajo, poco duraron esos encuentros a la cafetería tras una última visita.
-Iré al espacio la semana entrante, estaré fuera un par de meses. Solo en caso de que no me veas, no te preocupes.
Ella solo rio, porque él sabía que ella era una mujer de preocupaciones natural. Trataba a sus trabajadoras como familia y se preocupaba cuando alguna de ellas se iba sin abrigarse, o cubrirse de la lluvia. Eso, lo que hizo fue hacer que ella le gustará más el astronauta. Porque se daba cuenta de esos pequeños detalles y tenía la delicadeza de hacérselo saber, de una manera muy sutil.
En efecto, meses pasaron, su tienda creció y se amplió, gracias a sus experimentos con la repostería logro terminar comprando el local que tenía a un lado. Su felicidad no se hizo esperar y siempre terminaba la noche mirando al cielo, observando el manto nocturno pensando cuando volvería el hombre del espacio y mostrarle lo que había conseguido. Ella sabía que no lograría nada con eso, pero él no se mostraba molesto cuando ella le contaba sobre algo que hacía. Eso sí, nunca se atrevió a probar sus experimentos.
-No me gusta el dulce, nunca fui adicto al mismo. No podré darte la opinión que buscas.
Luego supo que volvió, cuando lo vio pasar con su paraguas y solo mirando al frente. Iba a llamarle la atención y que notará lo nuevo que ella tenía, pero lo vio acelerar el paso y encontrarse con otra persona. Después de eso, pasaron los días y lo volvió a ver. Esta vez dentro de su café. Mientras retomaban el tiempo perdido, mientras le ponía su usual café que lo noto. El anillo y el sabor amargo ella también lo probó. Él lo noto y sonrió abiertamente, mientras relataba ese motivo de felicidad. Se había casado, lo habían adelantado antes de él irse al espacio, porque sencillamente no aguantaría.
Ese día, ningún experimento salió de la cocina. No nuevamente, no mientras su corazón aún seguía incomprensible. Ella le gustaba él, pero esto que ella sentía no era gusto o atracción. Era algo más.
Ahí, la pastelera se dio cuenta.
Se había enamorado del hombre en el espacio.
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No sabía en qué momento, o a partir de qué punto se volvió rutina ir a aquel café. No era grande, no era ostentoso. Tenía un calor hogareño que le recordaba a Japón, y sobre todo a su pelirroja. Estar lejos de ella, lo tenía con los nervios de punta y eso añádale la ansiedad de saber que pronto empezarían a probarlo para el programa espacial. Así que con eso, se aventuró a entrar y relajarse un poco.
No esperaba encontrar un sitio que le recordará realmente a Japón, en esta ciudad tan aventurada y ajetreada, pero ahí estaba. Y apenas pidió el café. Noto como la barista, una bella castaña filtraba el mismo café a la manera japonesa y eso solo lo hizo más curioso. Cuando la misma, le entrego su café. Nunca sospecharía que se tratará de una japonesa.
Su sorpresa fue cuando encontró su libro. Su nombre era Mimi Tachikawa.
Había venido a Estados Unidos hacia muchos años atrás, y por ende su acento al hablar inglés no podía reconocerse como extranjera. O así, le conto. Entre muchas otras cosas además, no le molestaba, le entretenía si bien se ponía a pensar. Era como una brecha abierta a la tranquilidad y por ende no se evitó ser regular.
Siempre con la misma intención, relajarse y así poder hablar con más calma, cuando su pelirroja llamará. Ambos sabían que la distancia, los golpearía y eso se volvía tenso y motivo de pelea a la hora de hablar por teléfono. Gracias a este café, él podía disfrutar de nuevo el conversar con su prometida.
-¿Por qué no adelantamos la boda? Puedo ir para allá y nos casamos ¿No te parece, Yama?
Y si le pareció buena idea, su programa espacial duraría 6 meses o quizás un par más y pensar en dejar tanto tiempo a esa mujer, le daba pavor y lo terminará cambiando por alguien más. Así, la aventura empezó. Sora voló apenas pudo a encontrarse con él y tuvieron un tiempo juntos, antes de poder ser marido y mujer. Por suerte, todos aceptaron adelantar sus pasajes y vuelo sin compromiso. Puesto, se establecerían en América y su prometida, ya esposa podría abrir su sucursal de diseño de moda japonesa en Estados Unidos.
Estaba a solo un par de días de irse al espacio cuando recordó a la barista, había visto en una noche que iba de vuelta a su hogar como ella espero hasta que el ultimo trabajador se fuera a casa y su curiosidad floreció aún más al ver cómo le daba su propia bufanda a una de las mismas, para cuidarse del frio. Olvidándose de ella. Algo en él se movió a decirle que se iría, y que no se preocupará porque noto en ella la naturalidad de preocuparse por los demás.
Su risa y un café negro para llevar, fueron el regalo que ella le otorgo como buen deseo en su viaje.
Todo paso tan rápido en el espacio, que parecía ya un sueño efímero y lejano. Ni la cantidad de meses que ahí estuvo, fueron suficientes para calmar su amor por el espacio y ya se encontraba haciendo planes para que lo aceptarán en otro programa espacial. Disfruto de una luna de miel con su pelirroja y unas merecidas pequeñas vacaciones, que aun cuando ella aun trabajaba no esperaba tiempo para compartir, y apenas volvió al trabajo; recordó que no había visto el café japonés y no dudo en pasar por el café. Su sorpresa era ver cómo había ampliado y ahora exhibía dulces y demás postres en formas únicas, muy al estilo Mimi.
Emocionado entro a saludarla, y no se esperó menos. Lucia radiante, orgullosa de lo que había logrado, pero algo raro había en ella y fue de un momento a otro sin dar explicación, que se excusó y se fue a la cocina. Pregunto un par de veces por ella antes de pagar, y una de las chicas la más pequeña del grupo fue quien termino de atender su mesa. La mesa que siempre Mimi dejaba para él. No quiso darle mucha larga al asunto y se fue.
Lo que vino luego, fue aún más extraño para él. Fue diferente, nuevo. Apenas le dio la noticia a Sora de querer volver al espacio, la pelirroja se mostró recelosa y las peleas empezaron. Hacia lo que podía para calmarla, y demostrarle que no había nada de malo y que debía entender que ese era su sueño. Fue al café a pedirle consejo a Mimi, siendo mujer ella sabría qué hacer, pero no la encontró en el sitio. Ahora, que recordaba. Tenía tiempo que no iba para el café y mucho menos veía a Mimi, cerca.
-Disculpe, Mister Ishida. Sé que no es mi lugar, se le ve muy consternado. La jefa hoy no se encuentra, y sé que quizás me matará si sabe que fui yo quien hizo esto. Así que debe prometerme que lo consiguió por otros medios. Sé que necesita hablar con ella.
Escondido entre la factura, estaba un número de teléfono, Yamato no dudo en escribir. Mientras observaba el icono debajo del nombre de Mimi y la palabra escribiendo… Parecía que fueron años, finalmente le respondió y sin mucha larga, ella se excusó por su ausencia pero con la ampliación muchos clientes pedían cosas que requería de su total presencia y por eso no la había visto más. Sin dudarlo, le pidió consejo sobre su situación y cuando tardo en contestar, le dio los mejores consejos de cómo hacer feliz a su esposa. Ya cumplían un año de casado y la llevo al mejor sitio que conocía, donde ahí después de mucho tiempo pudo volver a ver a la mujer de la cual se había enamorado y por lo cual le había pedido matrimonio, y nuevamente pensó que todo estaría mejor.
Agradecía la amistad que tenía con Mimi.
Gracias a eso, podría conseguir volver al espacio, y tener a su esposa feliz.
Que iluso había sido.
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-Bien, ya pronto cerraremos. Recuerden dejar todo en orden y no olviden ninguno de sus artículos personales. Por favor- comando la castaña con voz natural y autoritaria. A pesar de ser una mujer dulce, todo el personal sabía lo estricta que podía ser. Revisaba una lista de proveedores, cuando la más joven del grupo se le acerco algo apenada- ¿Ocurre algo?
-Bueno, como explicarlo… Allá afuera, aún queda un cliente.
-¿Cómo? Pero, si… Se informó que cerraría el sitio, ya son pasadas las nueve.
-Sí, pero no es cualquier cliente, Boss… Se trata de Mister Ishida.
-¿Yamato-san?- Empezó a caminar a la par de la chica, y desde el ojo de buey de la puerta trasera observo al rubio mirar un punto fijo en la mesa, con 3 tazas a su alrededor. Enarco una ceja pensando que quizás Yamato se encontraba preocupado por su siguiente programa.
-Se veía muy triste, por eso no pudimos sacarlo. Sé que es conocido para usted, Boss.
-Yo me encargaré, termina de recoger- Se giró camino a la cocina y tomando unos ciertos ingredientes, empezó a experimentar, pero su mente estaba en las palabras de su empleada y el rostro del japonés en su mesa habitual.
Respiro profundamente, mientras terminaba de decorar su experimento, mientras las emociones galopaban en su corazón. Aun, ni después de tanto tiempo. Ni después de los consejos, pudo olvidar las emociones que sentía por el hombre afuera. Por eso se había aislado, por eso intento alejarse de él. Era un hombre casado, esa emoción debía morir. Por eso creyó que dándole esos consejos, ella podría pasar la página y olvidar lo que sentía, pero no es así.
Y se golpeaba a ella misma mentalmente, al darse cuenta que tampoco podía alejarlo porque él la consideraba una amiga, había compartido problemas con ella en busca de su consejo, ni siquiera con su hermano a sabiendas que tenían una buena relación, sino con ella; mucho menos ahora, que nunca lo había visto tan consternado.
Observando el plato entre sus manos, tenía una misión.
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¿Cómo había llegado a este punto?
Estaba en su pequeño santuario desde temprano, esperando liberar todo lo que había acontecido el día de hoy, pero su mente se volvía repitiendo a la misma escena. Una y otra vez. Había ordenado el mismo café, una y otra vez. Buscando liberarse de la tensión, tanto que no había notado siquiera que ya habían cerrado, pero como a él le conocían; ni se inmutaron de avisarle. Suspiro pesadamente y observo el anillo en su dedo anular, haciendo uso de su pulgar palpo un buen rato mismo, quizás en búsqueda de una respuesta que calme su ser.
Su respuesta vino acompañada de una copa de cristal con un contenido oscuro en ella, y una ligera capa color mostaza, adornado por una guinda de menta y la pequeña cuchara apoyada casi tangente a la copa. Subió la mirada y se encontró con los ojos caramelo de la mujer, la barista. Mejor dicho, repostera. Se había sorprendido de saber que el café era solo parte de las cosas que le gustaban y que la pastelería era su gran sueño.
Le sonrió y tirando de la silla frente a él, se sentó. Apoyo ambos codos en la mesa y uno sus manos, dejando como una pequeña hamaca donde recostó su mentón sin dejar de mirar al rubio. Este solo observo nuevamente el postre frente a él. Y mientras la puerta se abría y cerraba por última vez, dejando un eco de la campaña. Se aventuró a hablar.
-Sabes bien que no me gusta lo dulce, Mimi-san.
-¿Me crees deschavetada? Claro que lo sé, por eso te hice este especialmente para ti. Es un postre de café amargo con, esencia de vainilla y una capa de crema de curry. Pruébalo.
-¿Curry y café? Debes estar loca.
-¿Alguna vez, te he servido algo que no haya sido de tu agrado? Un dulce, es lo mejor para el alma Yamato-san, y tu pareces necesitarlo, aun si no es de la manera convencional. Soy repostera, mi dedicación esta en traer alegría y emociones a quienes prueban mis recetas. Tú, no eres la excepción.
Asimilando las palabras que la castaña le dedico y sin saber que otro camino tomar, hizo uso de la pequeña cuchara con algo de temor. Volvió a mirar a la castaña justo al momento que ya tenía un bocado montado sobre la cucharita y esta le hizo un ademán de que se aventurará. Sin dejar la suave sonrisa a un lado.
-Traje también agua, por si realmente no soportas el sabor.
Rio un poco, ante el comentario honesto de la chica y respirando con profundidad, probo el postre experimental. Cerro los ojos, mientras la explosión de sabores se abalanzaba sobre su lengua, y sorprendido del resultado. Miro asombrado a la castaña ¡No era dulce! Pero, tampoco era amargo. Era como una mezcla que no lograba definir, y sin saber cómo empezó a comer el postre. Olvidando como Mimi se ponía de pie e iba a la barra y traía una bebida caliente entre sus manos. Cuando acabo lo que tenía frente, fue que repuso en lo que tenía.
-¿Té? Haces café y tomas té. Sí que puedes resultar extraña muchas veces, Mimi-san.
-El té siempre es un buen acompañante para una noche fría, y por lo que veo, pasaremos un buen rato aquí. Estas algo más calmado, por los momentos- poso la taza en la mesa y la sonrisa desapareció, ahora se miraba preocupada y no podía culparla- Ahora, Yamato-san… El postre ayuda a aliviar el alma, pero hablar… La limpia de todo dolor- rio un poco antes de continuar- No te diré, llorar porque ese es mi experticia y solo uno puede llorar aquí, pero si puedes hablar. Por primera vez, seré yo quien te escuche mientras callo.
Yamato volvió a sentir el peso en sus hombros y bajo la mirada al anillo, mojando sus labios y alcanzando el agua solo para tener un punto focal. Mimi era una gran amiga, y parece que a veces podía leerlo mejor de lo que él mismo podría leerse. Sabía que ella no lo presionaría y le daría el tiempo justo y necesario para atreverse a hablar. Apretando un poco el vaso, observo por la pequeña ventana un momento, solo con ver su propio reflejo sabría que solo hablando tendría conocimiento de que hacer, Mimi una vez lo ayudo, quizás esta vez podrá ayudarlo nuevamente y se aventuró a relatar, el camino en el que se encontraba ahora.
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Esto no es como tal una nueva historia, apenas tendrá 3 capitulos o 4. Es algo que necesito escribir, porque bueno, escribir es la mejor medicina. Y no me podía atrever a continuar las demás historias porque lo que siento ahorita es mas o menos esto y no puedo agregarle mas drama a las demás.
Porque sabemos que los personajes suelen tomar vida propia, cuando hay emociones involucradas y no quiero que se torne a algo que no pueda remediar hahahaha.
Espero lo disfruten.
