DESPEDIDA

Sentados sobre una manta sobre el verde y mullido césped, iluminados por el sol caliente de una tarde de primavera, ellos estaban perdidos en ese único y placentero lugar al que solo podían acceder cuando estaban juntos.

Él, apoyado contra el tronco de un grande y viejo árbol, y ella, recostada con la cabeza en su regazo, se perdían mutuamente en la mirada del otro y conversaban de música, libros y cualquier tema que se les viniera a la cabeza.

A simple vista, era una escena perfecta. Dos personas enamoradas compartiendo un agradable momento.

Nunca nadie que apreciara dicha escena hubiera podido notar algún indicio de tristeza, desconsuelo o desesperación entre ellos. Nunca nadie hubiera notado que en realidad las sonrisas de ambos jóvenes estaban ligeramente bañadas de nostalgia, que la forma en la que él acariciaba el pelo de ella estaba empañada de tristeza o que los ojos que lo contemplaban a él con tanta devoción se llenaban constantemente de lágrimas que no se permitía derramar.

Este no era una reunión cotidiana de dos jóvenes enamorados, era una despedida, un último encuentro que ellos intentaban con todas sus fuerzas no opacar con el conocimiento de lo que tendría que pasar cuando el sol comenzara a ocultarse y ellos tuvieran que levantar la manta, que les sirvió de asiento toda la tarde, y comenzar a caminar en direcciones opuestas…

De pronto Bella cierra el libro que ha estado leyendo y que ha despertado en ella miles de emociones, pero que de igual manera, no se atreve a terminar.

Lo deja a un lado, mira hacia arriba y se topa con las perfectas facciones de su novio, el cual apoyado en el tronco de un viejo árbol se ha quedado profundamente dormido.

Le acaricia la barbilla con la esperanza de no despertarlo, pero ya es tarde y unos ojos verdes la miran con intensidad y cariño contenido. En su boca se dibuja una encantadora sonrisa torcida y ella no puede evitar pensar que es perfecto antes de que a su mente volvieran a rondar los recuerdos de la historia que acaba de leer y sus pensamientos se empapen de tristeza. Se pregunta cómo es que dos personas que claramente se aman con locura no pueden estar juntar y le reprocha automáticamente a la vida por ellos y ruega nunca tener que atravesar por algo así.

Intenta dejar esos pensamientos de lado y vuelve a colocar su cabeza sobre el regazo de su amado, quien comienza a acariciar su pelo entretanto se enfrascan en una conversación sobre su música preferida, libros y hasta películas, mientras disfrutan del sol de una tarde de primavera y son ajenos a todo. Ajenos a los niños que juegan en el parque, de las personas que pasan trotando por los senderos y hasta del ruido de un lápiz escribiendo rápidamente sobre un cuaderno de espirales mientras una persona los observa atentamente desde una manta cercana.