Andrea se limito a ver aquellos payasos con un gesto de incredulidad. Ella había observado tantas veces el publico que transitaba por el establecimiento de los juglares.
Todos se maravillaban aun en estos tiempos, donde hacer reír o impresionar requería de más esfuerzo, creatividad e imaginación. La gente le contaba de aquellos malabares tan mágicos.

"Tienes que verlos" le decían sus compañeros .
"Algún día se irán, debes apresurarte".

¿Debía ir? Andrea no se decidía. ¿Por qué ver a un grupo de payasos que no hacen otra cosa más que saltar, cantar, moverse sosamente e inflar globos? ¿Qué tienen ellos de especial?

La chica comenzaba a sentir ese gusanito de curiosidad. Aún dos días después, en su colegio, cada vez más estudiantes comentaban el deleite de poder apreciar al grupo de simpáticos animadores.

"Esta tarde debo ir" decidió por fin Andrea.

Por razones que ella detestaba salio 30 minutos tarde

"Otra vez tuve que organizar el periódico mural" se dijo algo molesta.

Corrió para llegar al lugar del espectáculo. "Solo espero que no este tan atestado de gente".

Y es que era verdad. A pesar de que siempre caminaba en la acera contraria al show y que los automóviles que circulaban no le permitían ver claramente, tenía oportunidad de ver el establecimiento lleno de personas que exclamaban "¡Wow, mira como lo hizo!" "¡Increíble!" "Que bonito" y demás exclamaciones.

Finalmente llegó, pero su rostro pronto paso de la emoción a la decepción.
¿Por qué? ¿Por qué llego ella tan tarde? Si tan solo hubiese terminado rápido su deber escolar. Justo ese día tuvo que hacerse cargo del periódico mural.
Daniel, un compañero que vivía cerca, le saludo. Pero al acercarse vio el rostro desilusionado de Andrea y pudo descifrar el porque de su ánimo al voltear a la tienda de antigüedades que estaba contemplando: un gran panel de vidrio que aprisionaba varias curiosidades entre ellas una familia de 10 payasos de cuerda que estaban apagados.

"Descuida, mañana podrás verlos" la consoló Daniel y le señalo hacía la puerta del establecimiento: un letrero que decía:

**Cerrado. Abrimos de 8 a.m. a 3 p.m.**

FIN.