Disclaimer: No, no, no. Sólo la trama, gurls.
Claim:¿A qué no saben? Jasper, solo solito. María aparece, pero no es nada ;D
Notas: Va en respuesta al reto 'A César lo que es de César',del foro LOL.
Advertencias: El final no me complace, pero qué va, no se me ocurre otra forma de terminarlo. Disfrutad.
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Newborn
Abres los ojos, a tu nueva vida. Sientes algo extraño en ti. Tu piel, fría y rígida; como una roca. Eres consciente de que el tiempo es más lento para ti, o tú más rápido. Pero también puedes percibir otra cosa; puedes entender sentimientos ajenos. No el por qué, pero sí sentirlos, y controlarlos.
Y aún más importante. Sed, sientes la sed.
No esa sed de cuando eras humano. Ésta es una sed atroz, terriblemente insoportable.
Una nueva presencia en la habitación te alerta; María. Te sorprendes de lo agudos que son tus sentidos.
— No te alarmes, soy yo —dice, y su voz te suena mucho mejor de lo que recordabas.
Te pones a la defensiva, por puro instinto. Todo ser te es peligroso en este instante.
— Venga, te enseñaré a cazar.
Sabes que ella no te lastimará. No siente ira o rencor hacia ti. Era... agrado, cariño y hasta cierta atracción. Qué va, el ardor de tu garganta te está doliendo verdaderamente, y tu instinto te dice que lo que necesitas es cazar, aunque no sepas exactamente lo que eres ahora.
La sigues, y te asombras de lo fluídos que son tus movimientos, y de lo rápido que te desplazas. Te guía por una casona que no conoces, hacia el exterior, plena noche, con la luna en cuarto menguante.
Mucha gente transita las calles en este momento, y algo te sorprende (como si fuera raro ya; todo te sorprende en estos momentos); cada transeúnte tiene su propio efluvio, y puedes oír cada uno de sus latidos y las emociones que desprenden.
Y aquello agrava tu sensación en la garganta, tanto que era lastimero. Siseas, superado por tu lado salvaje, y oyes que María ríe suavemente.
No necesitas que ella te instruya, el instinto sale a flote apenas hueles un aroma que te hace arder la garganta al punto de ser insufrible, y tu boca se llena de un líquido que claramente no es simple e inofensiva saliva.
Siseas nuevamente. Gruñes. Bramidos en el aire al tiempo que tus músculos se tensan, preparado para saltar sobre tu víctima.
— Adelante, toda tuya.
No necesitabas su permiso, porque tu instinto asesino te llevaba a actuar por impulso. Corres hacia la frágil humana, asombrado porque sabes lo que debes hacer, y cuando te acercas a ella, ya puedes imaginarte bebiendo su deliciosa sangre.
Y te disparas; tu sed te guía. Incrustas tus dientes en su débil cuello, sin que ella pudiera identificarte siquiera.
Los gritos comienzan y te encanta el hecho de que intente forcejear por su vida. Eso hace que su sangre corra más fuerte y rápido por sus venas.
Aquel líquido entra en contacto con tus labios, y es increíble cómo tu sed comienza a apaciguarse con ese simple tacto. Por todo lo sagrado, cómo adorabas aquella sensación, aquel elíxir.
Tiraste con cierto desdén el cuerpo inerte, frío, seco y sin vida, y miraste a María con ojos exultantes, claramente pidiendo más. Te viste reflejado en sus ojos rojo carmesí y vislumbraste que los tuyos eran de un rojo chillón, pero con una chispa de negro carbón; aún estabas sediento.
— Descuida, eres un neófito; es normal que no te sacies en la primera caza.
Su voz aún te sonaba a soprano, y decidiste hablar para escuchar tu voz, para comprobar si sonaba igual a la de ella.
— ¿Cuándo podré cazar de nuevo? —sí, tu voz, sonaba como si estuvieras cantando; melodiosa, aterciopelada y seductora.
— Tranquilo —sonríe—. Debemos guardar apariencias. Pronto podrás.
Tú asientes, obediente como buen recién nacido. Tenías que aprender mucho en esta nueva existencia como neófito, y María era la mejor maestra que podrías encontrar.
