Disclaimer: Este es un trabajo sin fines lucrativos, solo me divierto escribiendo las quimeras de mi cabeza. "Sing" y sus personajes le pertenecen a "Illumination Entertainment".


Mezcla Extraña

Prólogo

Cien mil dólares. Un número uno con seis ceros detrás.

Como un rey sobresaliente delante de sus súbditos simplones.

Cien de los grandes.

Y que fácil. Solo tenía que cantar. Cantar. Ni un par de notas en el saxo se le exigía, mucho menos un solo agotador tipo Bob Fleming, que lo dejaban exhausto.

Cantar.

Je.

Estudio a su competencia en la parte trasera del Teatro Moon donde se encontraban desparramados uno que otros artículos de utilería. Los concursantes emocionados celebraban con platicas chillonas su debut ganador mientras que otros, más sagaces, empezaban a ser planes sobre su siguiente actuación.

Él era el único se molestaba en analizar a sus rivales con un solo vistazo de precaución, producto de su experiencia, que había adquirido como acto reflejo para medir las capacidades ajenas para saber a qué atenerse. Precaución totalmente innecesaria.

La primera persona bajo el escrutinio de su mirada fue una mujer un poco regordeta con cara redonda. Unas pocas arrugas yacían en los costados de su mirada verde, se le estaban formando las patas de gallo. Su pelo rubio resaltaba por la playera rosada y pantalones azules genéricos. No tenía ningún signo de pertenecer ahí. Era totalmente ajena. Más bien la veía en un club de macramé.

Todo su cuerpo, ademanes y su aura gritaban "¡mi marido no me toca y quiero acción!". La audición era un acto desesperado para salir de su rutina matrimonial aburrida y monótona. Seguro que había algún chiquillo en medio o dos. Con esos muslos grandes de sus kilitos de más, él dudaba que lograra su cometido.

Tendría que estar desesperado el pibe y…

Oh, oh.

¿Qué tenemos aquí? Con esa loca de dorado no lograría jamás ver acción. En vez de una frustrada sexual, dos frustradas sexuales se juntaban. Por lo menos una supero su etapa de groupie de Madonna. Aparto la mirada del hombre robusto de sonrisa fácil que tenía su brillante ropa con toques oscuros, húmeda, por el esfuerzo de su presentación. Que ocurrió hace, mínimo, 2 horas. Y aún sudaba.

Quitándose de la cabeza a ese cerdo mofletudo, se fijó en el chico bonito que se estaba dirigiendo a la zona que Buster Moon, el hombre que se molestó en aprenderse el nombre por ser quien daría el efectivo, les asigno a cada uno para ensayar a partir de mañana.

A ver. El típico prototipo de las industrias musicales, con una chaqueta de cuero, tenis, camisa estampada y blue jeans rotos a propósito en las rodillas. Una mirada melancólica aquí, otra allá, con un instrumento, que no pasa del piano o la guitarra, junto a una boludez de letra que habla de sentimientos junto con ritmito de comercial de chicle y ¡Bam! Tenemos a otra cara que olvidas a penas pierdes la virginidad.

Su alto cuerpo tonificado le beneficiaba para esa imagen de ídolo pop pasajero.

Tsk, eso sí le molestaba.

Solo un poco.

Bufo.

A su izquierda un montón de imbéciles con traje pegado hablaban con jerga extraña, ¿es qué compran al mayor la ropa con el gordo para el descuento? Seguro cantan YNCA. ¡Que risas se iba a dar!

Unos griticos agudos inentendibles le hicieron reconocen a las chicas de ojos rasgados. Todas iguales variando nada más en el color chillón de su ropa.

Ni se molestó en pensar más en ellas. Seguro que las metieron por la cuestión racial y lo políticamente correcto.

Un hombre usando una gorra y overol estaba sentado en el escenario. Su pañuelo atado al cuello era lo único que le daba algo de color a su atuendo. Seguro cantaba los mejores soundtracks de las películas y sus amigos le decían que cantaba genial.

Que plomo. Lo ignoro (y olvido) a los 2 segundos.

Más alejada, cerca de las bambalinas, se encontraba la adolescente nadie me entiende, que quiere salirse de los estándares de la mayoría, imitando a otra mayoría, pero de inadaptados que visten como delincuentes. Discutía con su hermano gemelo de rastras, separados del resto apropósito para no llamar tanto la atención. Al principio creía que los dos eran varones. Parecían Minnie y Mickey Mouse, iguales, sólo con el moño sabias que era niña. Con esta (si la podíamos catalogar como fémina) descubrías su sexo por la falda arriba de sus leggins. Su cabello, con mechas blancas sin patrón alguno como pintura salpicada, se alborotaba más con cada replica de su contraparte masculina. Su alicaída cara revelaba tristeza por no ganar junto a su acompañante con esos gritos que llamaban música.

¿En serio es esa su competencia?

¿Esa masa humana sin cerebro, que pensaban que cantaban, iban a ser los que le separaban del premio? ¿para alguien tan groso como él?

Sonreía sin un ápice de modestia tocándose con placidez el sombrero, típico gesto suyo que denotaba regocijo desordenando un poco su cabello caoba. Con menos de 1 minuto de análisis se declaró ganador del cofre con su botín. Moon debería darle el premio de una vez. Ya se veía yendo a Las Vegas.

A diferencia de ellos él tenía trayectoria. Ya había tocado en uno que otro sitio con clase, que el mismo debía admitirse (sólo para él en su fuero interno), arruinaba con asuntos de dinero que se convertían en un quilombo o por un par de lindas piernas.

Pero que piernas.

Pero de que tenía talento lo tenía. Sabía que lo suyo duraba, no cantaba la moda de la radio o televisión que consumían las masas como zombies. Olvidándolas a los 2 meses.

No. Lo que cantaba, lo que tocaba, lo que él hacia perduraba.

Su público nunca dejaba el género.

Ningún arrepentimiento, sonrojo, justificación o risa vergonzosa de "¿En verdad escuchaba esto a los 14 años?". No. Frank Sinatra, Bob Darin, Louis Armstrong… Esos eran inmortales. Ellos siempre ganaban admiradores, nunca perdían.

Ni siquiera debería estar pisando esas tablas con ese montón de charlatanes con sus cancioncitas de radio.


Se dirigió a su salón particular para practicar con un semblante relajado, por lo menos ese gran montón de escombros que tiene la osadía de llamarse teatro, aún contaba con eso. Un cuarto cerrado con espejo grande le serviría. Nada más lo usaba porque la casera de su apartamento lo tenía fastidiado con la renta. No iba a ser estúpido como para cantar en esa choza que nada más usaba para dormir. Ya tenía un record de 2 meses sin pagar el alquiler como para delatarse por su grandiosa voz. Las anteriores changas no eran muy lucrativas.

Tenía que buscarse a como dé lugar un buen sitio para su magna presencia. El premio ya era suyo, podía pedir el préstamo ya. Esa misma tarde se largaría de ese cuchitril, pagándole con creces la deuda para cerrarle el pico a esa vieja.

Y para celebrar invitaría a salir a su ratoncita.

Sus ojos brillaron por un momento.

Esa mina con caminar insinuante, con vestido de cóctel no apto para cardíacos, tenía que ser suya. Era justo de su tipo. Con curvas peligrosas, cabello corto que exponía su exquisito cuello y clavículas níveas, sus tacones que le daban la ilusión de tener piernas interminables a pesar de su corta estatura, con esa actitud sensual de ser de las "difíciles" le embrujaba. Si con un solo de saxo no caía, entonces era de las que les gustan los brillitos, para el desagrado de su bolsillo. Por lo menos no tenía que recurrir a su usado repertorio de frases ronroneantes. Últimamente no quería innovar en esa área, solo perderse en ese ajustado vestido mientras escuchaba sus gemidos excitantes y averiguar el olor de su perfume.

Un carro tampoco le vendría mal.

Era un pequeño incentivo para continuar en ese viejo teatro con grietas, goteras y pintura vieja.

Paso delante de los otros salones que dejaban a la vista sus residentes por los grandes ventanales de vidrio. Sus dientes relucieron al abrir su boca en una mueva burlesca. Tenía gracia ver a los payasos. Siguió con su marcha dominante y relajada, volviendo su cara a su usual expresión de indiferencia. Si practicaba era para destacar más, en comparación a ese espectáculo absurdo que eran sus compañeros de escenario. Algo bueno debía tener ese circo. Hacían que brillará más que la luna en una noche sin estrellas.

Ahora, ¿Qué canción para la demostración? No podía ser tan asombrosa como la que usaría para su estelar pero sí estupenda. Nana era culta a diferencia de estos sosos que si escuchaban una bocina de carro creían que se merecía un Grammy a canción del año. ¿Será Nat King Cole o quizás Tony Bennett? ¿o…?

¡Plash!

Dio una mueca de dolor por el ardor sorpresivo.

Para rematar el circo…

- ¡L-Lo siento!

Tenemos a Dumbo.

-Déjame si puedo… -saco un pañuelo del bolsillo de su suéter azul con capucha, haciendo ademán de acercarse a él.

Ese elefante inútil que se la vive tropezando y cagandola a más no poder.

Primero el intento de asesinato en primer grado con las luces. Ahora esto.

A lo mejor era secuaz de alguno de los otros concursantes para eliminarlo y darle parte del premio. No era mala idea. Con su carita de yo no fui era perfecta para el sabotaje.

Mejor mandarla a volar como fuera.

Se le hacía exasperante ese titubeo. Lo extraño es que se le hacía familiar desde antes de que empezara a dar tumbos ahí. Quizás producto de sus pesadillas cuando aprendía el idioma.

Se borró toda muestra de dolor en su rostro caucásico, trasmutando en una versión iracunda de sí mismo. La joven, sacando a relucir su instinto de auto-conservación, se apartó del hombre lo más posible al inclinarse sobre su espalda. Un poco más e imitaría una posición de yoga.

No tenía tiempo de correr.

- ¡¿A vos qué te pasa?! –salió su acento con fuerza al ritmo canturrearte italiano. Los descendientes de los dioses romanos, al emigrar a Argentina, la conquistaron con su particular entonación usando esas "sh" arrastrantes a la menor oportunidad. En teoría, si aprendiera italiano, podría pasar por originario del país en forma de bota.

La tonta le acababa de tirar una taza de café caliente, saliendo de Dios sabe dónde, tropezando con sus patas. Sí, patas, las piernas eran de humanos. Ni siquiera pudo decir una grosería decente por lo repentino del baño de cafeína

- ¡Acabas de dañar mi traje! -eso era lo peor, le dolía más la ropa. Era su consentida. Una de sus prendas favoritas por ser uno (actualmente el único) de sus trajes hechos a la medida. No alquilada, heredara o comprada por talla en una tienda vulgar. A la medida. Su medida. Hecho por un sastre reconocido.

Siendo salvada de tragos arrojados inesperadamente, el clima caprichoso, unos besos apasionados con labial rojo (con su cara marcada con una mano por apartar dichos labios), las carreras rutinarias de su agitada vida… Y siempre salía ilesa. Ni un rasguño, solo necesitaba el cuidado de una buena lavandería o de sus manos cariñosas (últimamente usaba mucho ese método por falta de fondos) y ya está. Como nueva para hacerlo lucir tan elegante como merecía ser visto.

Y mata su buena racha una larguirucha con dos colitas de niña de kínder. Ni una tintorería de lujo quitaría esa señal oscura.

-No fue mi intención –salió una voz pequeñita. Si no tuviera los sentidos a millón por la rabia no la registraría. Los dos flequillos largos a cada lado de su cara ocultaban cada vez más su expresión–. Yo…

- ¡CALLATÉ! -mejor. Mucho mejor. Con ese grito descargo parte su furia. Ver la cara de la joven a punto de hacerse pipi fue, en alguna medida, una contribución a su perdida. Lástima que fuera más alta que él, le quitaba gran parte del efecto dramático.

En otras circunstancias, y con otras clases de personas, les haría pagar su traje con creces, aunque tuvieran que vender su alma al diablo. No era sólo porque estuviera en un sitio público con una madre postiza merodeando como perro guardián, que fuera del género femenino o menor de edad.

Gruño al imaginarse la impresión que causaban ellos dos en ese momento.

Él, un hombre con un (arruinado) traje de chaqueta y pantalón marrón oscuro, casi desgarrándose la voz para reñir a una tonta niña con una curiosa combinación de piel morena y ojos azules, con capucha y jean viejos, encorvada, de mayor tamaño que él.

Un hombre bajo gritándole a una niña alta.

Hombre bajo vs Niña alta

Bajo y alta

Y estaban cerca, para recalcar a un más la diferencia de altura.

¿De verdad iba a dar espectáculo semejante?

¿No estaba gastando su voz de paso?

-Tsk, ol…

- ¿Qué pasa aquí? -salió apresurada un timbre femenino severo anunciando su llegada.

Y vino mamá gallina a proteger a sus pollitos.

En ese instante apareció con los brazos en jarra, una mujer de mirada severa, cejas doradas fruncidas y los labios con brillo arrugados en una mueca de desdén. Su camisa holgada, tenía manchas de sudor bajo sus axilas, con el cabello recogido en un moño escapándole uno que otro conjunto de pelo rubio medio rizado y cara más rojiza de lo normal, demostraban que había estado bailando.

¿No estaba ensayando? ¿Cómo logra oír sus píos de auxilio mentales en un lugar que emana a reventar sonidos estridentes, ritmos variopintos, instrumentos machacados y voces que con suerte llegaban a tener algo de armonía?

La muy bruja debería usar sus súper poderes en otra cosa de provecho, en vez de ser una nube que jode sus días de sol. Con Dumbo tenía suficiente.

-Rosita, no pasa nada. Es que le iba a llevar café al señor Moon, y…- mágicamente se volvió más pequeña su figura e invisible. Por lo visto, además del bluetooth con Jamón, tenía el poder de mimetizarse con el ambiente gracias a su vestimenta tal gris- Tropecé derramando el café al sr. Mike.

-Oh, ¿estás bien cariño? –la mujer dirigió una preocupada mirada a la mulata de ojos claros.

¡¿Qué?!

Le tiran café a ÉL y es a ella a quien le pregunta "¿estás bien?"

¡Se cagab…!

-Si -respondió deprisa antes de que se lanzará a destruir con su lengua filosa a Tocino Frito -. Me he caído por eso. –su mano bronceada señalo con el índice sin pintura de uñas. Tirado en el piso se encontraba un objeto redondo de color marfil, del tamaño de una pelota pequeña que había pasado inadvertido.

¿No era…?

-Muchachos ¿han visto mi ojo de vidrio? Siempre lo pierdo.

No necesitaba ver a la momia de Crawley con su anticuado vestido amarillo para largarse. Ya había participado mucho en ese carnaval burlesco. Solo un morboso se queda a ver el número del deforme.

Que ultra woman se quedara con las ganas de gritarle.

Se escabullía para finalmente volver a la realidad de la mano con Dike Farney. Siempre lograba trasportarlo a una atmosfera segura y relajante. No le pedía mucho, solo que le alejara del drama absurdo que era el Teatro Moon.

Solo hasta ganar Mike. Aguanta hasta ganar y a Las Vegas

-Espera.

¿Ahora qué? Ya hasta rozaba el pomo de la puerta. ¿Es qué era viernes trece?

Volteó con una mirada fría y dura en sus ojos castaños, elevándola. Alguien debería cortarle un par de huesos en el quirófano. Como detestaba estar cerca de gente alta. Con mayor razón si ni siquiera llegaba a la edad para sacarse la licencia.

-De verdad lo lamento, si pudiera recompensarle por el accidente… –hablo bajo, arrepentida. Miraba sus zapatos, tocando repetidas veces uno de sus flequillos que volví a inmediatamente a su sitio original a un lado de su cara- Por favor no le diga al sr. Moon lo del café. No quiero que me despida. Le devolveré el favor con creces –paro con el jugueteo de sus cabellos para prestarle toda su atención. Sus ojitos azules conectaron con los suyos por un segundo. Vio algo que reconocería en donde fuera; anhelo.

No mentía.

Debía de ser viernes trece.

Suspiro resignado.

-Sí, sí, sí, claro, dale Miss disculpas, no pasa nada. Lárgate. Tomátela. Vete. –dio unos movimientos en el aire con la mano restándole importancia junto con sus rápidas palabras. - Si vos queres ser tramoyista, adelante. No le diré nada a Moon.

El mundo también necesitaba a la gente tras bambalinas, ¿no? Si era su sueño encargarse de las cuerdas, pintura, los berrinches de un actor histérico y demás parafernalia de un teatro en vías de extinción, no la detendría.

-La verdad, me gustaría cantar –dijo la frase de sopetón sin pensarlo, sorprendiéndose hasta sí misma ruborizándose ligeramente por no guardárselo.

Y sigue la cantaleta. ¿Quería inducirlo al suicidio o qué?

- ¿Y por qué 'tas jugando al Fantasma de la Opera tirando sacos de arena por doquier? -pregunto, golpeándose la cara al instante ¿qué no iba a cortar la charla? Empezó a restregarse el entrecejo con fuerza moderada.

Él y su bocota.

-Bueno yo… Es que…-Oh, ya. Reconoció de antes ese tartamudeo que se perdía. Era la que tartamudeaba en la selección antes de dejar estupefactos a los demás. Así que desde ahí quería hacerse un hueco en su vida para amargarla.

Mejor sacársela de encima. Terminen bien y así no se le ocurra de verás lo de sacarlo del escenario con una fractura.

-Mira -si le iba a tocar ser doctora corazón mejor terminar rápido-. Vos… -la señalo directamente con su mano derecha- Dumbo.

-Me llamo Meena. –como si le interesara su nombre.

-Como sea -rodo los ojos. Puso su figura recta y empleo una de sus facetas favoritas; la de mando -. Si seguís tartamudeando como si tuvieses hipotermia, nadie te va a endenté nada. Mucho menos vas a podé cantar ni cumpleaños feliz. Si querés cantar deja ya esa mala costumbre que atormenta los oídos ese zumbido de mosca que tienes por voz. Ni se entiende bien que decís, pero hablaste bien hace menos de dos segundos, sin el "biiiiiii, biiiiiiii" usual. inglés, no idioma mosquito. Hablamé por lo menos a mi bien, allá los demás si les gusta la gente que se creé araña. Y vos no sos tan tonta como para creer ser un insecto. ¿Verdad? –se interrumpió un momento en la pregunta retórica para dar énfasis a su punto- Si empiezas a hablar bien podrás empezar a cantar bien. ¿Entendido Dumbo? -termino mirándola intimidantemente y cortante. Sin lugar a replicas.

Asintió Meena solemnemente.

Así le gusta. Que le hicieran caso.

-Ahora, ¿recuerdas ese favor que me debes? Es que te marches. –ordeno.

Extrañamente sonrió la de tono caribeño. –De hecho, las arañas no son insectos. Son arácnidos por sus ocho patas. –él dando consejos de vida y le salen con innecesarias clases de biología dejando implícito que no le importo una mierda su ayuda. Se alejó rápidamente la chica antes que la dejará sorda a base de gritos.

Se esfumo en uno de esos pasadizos del montón de tablas. Sí que le gustaba a ella jugar a ser un raro del teatro, no le extrañaría si empezara a usar mascará.

Al fin solo.

Que fuera a cantar a los baños. Si con eso lo dejaba en paz.

Por lo menos lo último lo dijo bien. Algo bueno hizo para sus oídos.

Terminó su reflexión centrando su atención nuevamente a la música al entrar a su salón; ¿Tony o Cole?


N/A

¡Hola! Estrenándome en el mundo de los fanfic, como autora en vez de lector, en una sección algo ¿vacía? No sé qué rayos tenía esa película, pero me encanto cuando la vi hace poco en directv. Quería aportar mi grano de arena en el fandom.

¡Que no tiene esta pareja! Lo sé, revise, por lo menos en español. Como no podía ser posible para mi procesarlo, lo hice yo.

Espero que les haga gustado el capítulo. Tiene como base la película, pero como es AU tendrán diferentes reacciones. Lo bueno de tan poca información de los personajes es que te puedes desbordar en creatividad sin pecar de OOC.

Los hice humanos por obvias razones.

Tengo la mente muy imaginativa y abierta, pero hasta mí me parecía rocambolesca la idea de un ratón y una elefanta.

PD: Tuve que re-editarlo un poco. Sigo siendo novicia en la página y por lo visto no asimila las líneas de word en las publicaciones, necesario para dar margen de tiempo y dividir tramas. Y uno que otro errorcito ortográfico y palabras de más.

Se recibe lo que sea en el review, en serio, lo que sea. Me encantaría cualquier opinión.

Mil Bendiciones,

Miss Perchman