AN: Esto es un poquito tarde pero en mi defensa no escribía hace cierto tiempo. Tampoco lo hubiera hecho si no fuera por el cumpleaños de SweetInsanity1039! So, FELIZ CUMPLE MAFER, yey! Que te hayas divertido un montón y espero que te guste este fic uwu
"Estoy seguro de que esto es considerado acoso sexual."
"Shhhh."
"¿O mejor dicho acoso anal?"
"¡Kenny!"
"Ya sabes, porque eres gay."
"Cielos- sí entendí ¡No es gracioso! ngh, ahora cállate."
Tweek parecía al borde de un ataque de ansiedad o de tener un aneurisma, dependiendo de cual llegara primero. Y es que acosar a alguien en secreto durante sus horas de trabajo mientras su mejor amigo observaba era demasiada presión.
"Ohhh aquí viene, ¡prepárate!" Tweek odiaba cuando Kenny decía eso, lo hacía sentir como si estuvieran a punto de ser empujado en una jaula llena de panteras hambrientas. Observando nerviosamente por la ventilla de Harbucks pensó que esa analogía era tétricamente precisa. Tal vez demasiado precisa. "Mmm, ¿crees que sea mayor de edad? Es decir, sé que esta fumando y todo pero eso no significa mucho. Aparte es tan…"
La mirada asesina de Tweek cortó su oración y, con el amor que cualquier persona le tendría a su propia vida, Kenny se dirigió hacia las mesas vacías del local con un trapo viejo en manos mientras tarareaba una melodía desconocida.
Tweek sabía perfectamente de que hablaba el otro, por supuesto que sabía, pero decirlo en voz alta lo hacía más realista, más urgente. ¡Y es que Tweek Tweak no era ningún pedófilo maldita sea!
Todos sus pensamientos paranoicos y descabellados se aplacaron al ver como la persona que había causado todo ese alboroto tiraba su cigarrillo y entraba despacio a Harbucks. Como en trance Tweek lo observaba atentamente, sus manos jugueteando nerviosamente con un tirante de su delantal y sus dientes abusando de su labio inferior. Contuvo la respiración cuando por fin lo vio a los ojos, esas orbes negras tan oscuras que parecían tragarse todo lo que veía.
Ante cualquier otra persona era un simple pelinegro quien gustaba gastar su dinero en café muy caro para valer la pena; pero ante Tweek era perfección hecha persona (el rubio se ganó 2 horas enteras de bromas y chistes de parte de Kenny tras decir eso).
Pequeño.
Eso era lo que Kenny iba a decir. El pelinegro que había rondando la mente del barista por casi un mes era muy pequeño como parecer mayor de edad, y Tweek casi se sentía culpable por gustar de él. ¿Tal vez era Tweek quien era muy alto? Quien sabe, el hecho es que cualquiera que los mirara podría notar la diferencia de altura. Tweek quería creer que el otro rondaba su edad pero simplemente era bajito. Eso y que sus facciones eran demasiado maduras para ser un simple niño.
"Un café latte."
El rubio podía desmayarse con solo escuchar esa voz, es más, lo imaginaba susurrar su nombre con ese tono ligeramente ronco. Claramente podía visualizar como se retorcería bajo las manos del rubio, sus labios pronunciando una y otra vez su nombre, venerándolo de esa forma tan suya; podía imaginar como-
¡CONTROL TWEEK!
Con las mejillas encendidas y maldiciendo a sus hormonas traicioneras, pudo tartamudear que el precio eran 4 dólares con 80 centavos y tras recibir el dinero se puso a trabajar.
Un mes. Ya había pasado un mes desde que el pelinegro se apareció por primera vez en Harbucks, robándose el corazón y los pensamientos del barista con una simple mirada. Un mes desde la primera vez que Tweek decidió hacer un pequeño dibujo mientras vertía la leche sobre el shot de expreso. Era algo simple, una flor sencilla que no tomó más de cinco segundos extras, pero al ver la tímida sonrisa del pelinegro y como sus ojos brillaban con curiosidad antes de sacarle el dedo medio, Tweek decidió que valió la pena así le hubiera tomado una hora.
El rubio no esperaba volver a verlo. En serio que no; sin importar lo que su traicionero corazón pensara cada vez que escuchaba el sonido de la campana al llegar un nuevo cliente, Tweek no esperaba volver a ver al pelinegro.
Obviamente lo hizo. Al día siguiente volvió y con esa misma voz apática pidió otra taza de café latte. Pero había algo más en su expresión, en la forma en que lo miraba y el aire que emitía. Como si guardara un secreto, o más especifico, compartiera un secreto con Tweek. El barista escondió su sonrisa mientras, una vez más, se ponía a trabajar. Esa vez dibujo un pequeño gato, lo que tomó aún mas tiempo y concentración de su parte, pero la pequeña sonrisa del otro y su dedo medio en alto era toda la recompensa que necesitaba.
Esa rutina siguió por un mes entero, excepto los domingos que eran los días libres de Tweek. Pero aparte de eso creaba un nuevo dibujo en el pedido del pelinegro. Desde diseños simples como líneas y ondas, hasta dibujos complicados como un cisne.
Lo que lo traía a la actualidad.
En un impulso (y, lo que luego decidiría, un acto suicida) Tweek dibujo un corazón en medio de la taza. No era la gran cosa, ni muy grande o elaborado de forma que pareciera que había tomado tiempo en hacerlo; ni muy pequeño como para perderse entre la bebida. Era justo, perfecto y un absoluto error. Tweek ahogo un gritó de desesperación al darse cuenta de lo que había hecho y oh por dios, oh por dios, oh por dios ¡¿en que estaba pensando?! Sí es que eso no era dar una pista sobre sus sentimientos, entonces el rubio no tenía idea de que otra forma llamarlo. Pero todo era demasiada presión y Tweek no estaba listo para declararse por medio de una taza de café, por el amor a todo lo que sea santo. ¿Qué debía hacer? ¿Remover la bebida? No, sería muy obvio si entregaba una taza sin dibujo, en especial porque el otro lo estaba viendo atentamente ¿Empezar de nuevo? Pero el tamborileo de los dedos del pelinegro contra la mesa le indicaba que el rubio se estaba demorando mucho. Cielos.
Sin pensarlo dos veces Tweek cubrió la bebida con esas tapas de plástico baratas que Harbucks ofrecía, mientras rogaba a Ramsés porque el otro no se diera cuenta. Con manos temblorosas y sin poder verlo a los ojos le entregó la taza, dando unos pasos atrás y conteniendo la respiración.
El muchacho levantó una ceja, extrañado y algo curioso por la presencia de dicha tapa, algo que nunca había ocurrido antes. Al darse cuenta de que el barista no le prestaba atención se encogió de hombros y sin pensarlo mucho sacó la tapa. Jamás lo admitiría en voz alta pero la única razón por la que volvía todos los días a gastar su dinero en café caro era por los dibujos del rubio.
Eso y que el barista era lindo, pero eso también era otra cosa que jamás admitiría en voz alta.
Sentía una extraña energía en lo más profundo de su estomago y no tenía la menor idea de porque. O tal vez sabía la razón pero no quería admitirlo. Tal vez una parte dentro de él esperaba ver el corazón dibujado encima del café (eso, o un descarado llámame xoxo).
Una parte remota de su cerebro registró el grito mortificado del rubio, pero el muchacho estaba muy ocupado tratando de esconder su sonrojo y calmar los latidos de su corazón. Eso no significa nada ¿verdad?, solo era un dibujo más y ya. Nada de que preocuparse. Pero sus manos sudorosas y los vuelcos en su estomago decían todo lo contrario.
Con lentitud levantó la vista hacia el barista, sintiendo como su boca se secaba al ver la expresión avergonzada del otro. Humedeció sus labios son su lengua rápidamente, dándose cuenta de cómo el otro observaba atentamente su boca y mordía sus propios labios. Tomó un sorbo de la bebida sin despegar los ojos del otro, asintiendo complacido. El café era bueno.
Normalmente a este punto el pelinegro le sacaría el dedo medio antes de dar media vuelta y salir de la cafetería. Volvería al día siguiente, diciéndose a si mismo que la única razón por la que regresaba era porque el café no sabía a agua de desagüe como en otros lugares. Se repetiría una y otra vez que los dibujos y la sonrisa del barista no le importaba en lo absoluto. Se trataría de convencer que no se sintió desilusionado cuando se enteró que el otro no trabajaba los domingos. No.
Y aún así no se podía obligar a si mismo a salir de la cafetería. Por extraño que fuera sentía como si ese momento fuera decisivo. Como si todo el mes hubiera estado esperando por esa taza y por más ridículo que sonara, sentía que si no decía algo todo se acabaría.
Lo que sea que todo signifique.
Con todo el cuidado posible volvió a depositar la taza de cartón sobre la mesa. Contó hasta cinco mentalmente y aspiró la mayor cantidad de aire posible antes de levantar su cabeza. Sostuvo la mirada del rubio, quien tenia un color rojizo en sus mejillas para nada saludable y con la voz temblorosa habló.
"Dibujas bien."
Tweek abrió la boca ligeramente, sorprendido y algo exaltado. No espera eso, y no estaba preparado para una situación así. Miró su reloj de mano por un segundo y tragó saliva nerviosamente. Su corazón parecía decidido a hacer un acto escapista desde su pecho y sus huesudas rodillas no se quedaban quietas.
"G-gracias. Uh, mi descanso es en 15 minutos. Te puedo mostrar otros dibujos… ¡si quieres claro! ACK."
Se tapó su boca con ambas manos, mortificado por lo que acababa de decir. Pero el pelinegro solo sonrió, y esta vez no fue esa sonrisa tímida que escondía detrás de la taza de café. Y esta vez no le sacó el dedo medio cuando aceptó su propuesta.
