DISCLAIMER: Neon Genesis Evangelion no me pertenece. Historia publicada sin fines de lucro.

Preso de tu Beso

Aleksast, 2015

Para esto que escribo no hacen falta preámbulos, prólogos, notas previas, dedicatorias o una linda portada. No hace falta nada salvo ver tus ojos melancólicos y cristalinos para comenzar a desvestirme de las máscaras que preciso portar. Para esto que escribo es necesario únicamente acariciarte la cara con mi mirada, ver el agua escurrir por tu cuerpo después de que te bañas, abstraerme por un par de segundos en el delirante recorrido de esas gotas que presagian los lugares donde luego se deslizarán las yemas de mis dedos, esos que tú mismo elogias con la simpleza galante de un suspiro entusiasmado. Ni en falta puedo echar la ausencia de un papel y un bolígrafo, o de mi pequeña cajita de secretos llamada computadora, esa que no te presto pues no estás listo aún para abrirla y ver lo más profundo de mi propio ser en quién sabe cuántos archivos de texto y otras cosas que podrían enmudecerte. Quizás algún día, pero no ahora. No echo en falta recrearme cada ilusión prohibida que antaño fuese mi alimento, mi adicción, si es que tengo el delicado roce de tus labios temblorosos, si es que tengo aún tu inocencia, esa que yo perdí a la mala, con mis errores, con mis fracasos. Si aún la tengo me siento salvado por tu hermosa ingenuidad, me arrojo a tus brazos, esperanzado de merecer la salvación de mi alma a pesar de mis incontables pecados.

No comprendo la forma en que guardas para ti esa magia inaudita, como si en cada ocasión en que nos poseemos guardases en el armario tu tierna candidez, ahí, reposando cuan tesoro inmaculado, antes de quitarte cada una de las prendas que acaban regadas en la alfombra de nuestra secreta guarida, y te rindes ante mis caprichos, y me rindo ante tu sed inagotable, sin que el mundo se entere de que nuestros cuerpos consuman una y otra vez la unión perfecta, la comunión sincera de nuestros sexos que arrebatados se buscan, se encuentran, se sumergen en lo profundo del otro, primero yo en ti, y luego, inesperadamente me enseñas lo terrible que soy cada que me invades con tu desenfrenada ansía, esa misma que yo he incitado. Y a pesar de nuestra irremediable lujuria ahora agotada tras dejar de contenerse, siempre, sin falta, vuelve a nosotros esa delicadeza para decirnos lo que somos y lo que pensamos, para bebernos el elixir del amor en nuestras pupilas, para besarnos un par de últimas veces, luego andar de la mano en nuestro gracioso juego de no importarnos nada más en ese instante.

Te amo incontrolablemente, Shinji.

Intensamente tuyo, y sólo tuyo

Kaworu.