Bueno, gente. Es hora de mostrar mi nueva historia acerca de la familia Loud y sus aventuras. Sin embargo, creo me demoraré en subir los demás capítulos. Como siempre, pido paciencia.

Daré una información más detallada sobre la historia a partir del segundo capítulo, pero por el momento, les confirmo que se tratará de un Longfic para homenajear las películas road movie, las cuales creo que calzarían bien con el sentimiento de la serie de la enorme familia. También haré referencias a todo, sea directa o indirectamente: películas, videojuegos, animes, libros… incluso a otros fanfics, sean o no del fandom del niño peliblanco y su enorme familia. Espero hacerlo de una forma satisfactoria y cruzaré los dedos para no recibir quejas por parecer un plagio del episodio Tripped, de la tercera temporada (la cual aún no veo).

Por el momento, mostraré este intro, a ver qué les parece. Como siempre, espero lo disfruten.

EDIT: Hice unos cambios que encontré pertinentes, pero nada que afecte la narración.


Aeropuerto Internacional de Detroit
Detroit, Michigan
9:10 AM

—Aquí tiene su boleto… ¡El siguiente!

Un ejecutivo de ventas del aeropuerto, estaba vendiendo otro boleto más a una pareja de recién casados. Era un día como cualquier otro para este señor de cabeza completamente calva, de piel bronceada. pero no pasaría mucho para romper momentáneamente su monotonía, después que llegara a su mesa una niña de camisa blanca con una flor rosa en su bolsillo. Su falda amarilla de cuadros y calcetines de futbolista del mismo color, le daba un aspecto muy cómico; además, su tierna sonrisa revelaba sus frenillos de la dentadura superior.

—Un boleto a Nueva York, por favor.

—Ok, jovencita.

El ejecutivo se dirigió a su computadora, estuvo un minuto sin mencionar una palabra mientras tecleaba, lo que le provocó algo de incomodidad a la joven.

»¿Forma de pago?

—Efectivo.

El ejecutivo, muy calmadamente, siguió tecleando otro minuto, antes de decir la frase que arruinaría el entusiasmo de la joven:

—Necesito tu documentación.

—¿Mi… documentación?

La joven se puso nerviosa de un momento a otro, principalmente porque no tenía ninguna identificación en su poder. Había salido de su hogar en forma apresurada. No obstante, el ejecutivo, a pesar de darse cuenta, la miraba con serenidad.

»Señor… ¿es… necesario que le presente mis documentos?

—Por supuesto, niña. Es la política del aeropuerto, sobre todo para una menor de edad como tú. En tu caso, debemos corroborar tu edad y proceder de acuerdo a las tarifas correspondientes.

—¿Menor? ¿Dónde saca eso que soy menor? ¿Cómo puede asegurar que no está mirando a una chica de 21 años, que quedó a medio crecer?

—Je je je je —rió el ejecutivo discretamente—, buen chiste, niña. Estoy a punto de cumplir 30 años trabajando en aeropuertos... aunque en otros oficios, claro... y he visto a toda clase de personas por acá. No me cuesta para nada reconocer a un adolescente de un adulto.

—Bueno, no debería fijarse tanto en canas y arrugas de la gente, lo que importa es el corazón.

—¡Ja ja ja ja! En eso tienes razón, mi método no es infalible. Por eso, para estar seguros de tu edad, necesito tus documentos.

La joven soltó una carcajada nerviosa.

»Niña, no hagamos esto más complicado, acepta que eres una menor de edad, que intenta viajar sin papeles.

La joven no tenía idea de cómo convencer al ejecutivo para venderle un boleto. Agachó la mirada un momento y miró con tristeza otro momento a la izquierda.

»Como me lo imaginaba.

La joven asintió levemente con la cabeza.

»He vivido casos de niños que llegan acá solos y sin la documentación apropiada. Puede que lo sepas, pero para que un menor de edad viaje en avión, es requerimiento fundamental que se contrate un servicio de asistencia. Los encargados deben velar que estén seguros en el viaje, siendo recibidos por un responsable al terminar el viaje.

—Bueno, señor… hay alguien que me está esperando en Nueva York.

El ejecutivo comenzó a simpatizar con la joven, que se demostraba determinada a llegar hasta allá.

—Disculpa si mi pregunta es indiscreta, pero ¿por qué vas a Nueva York?

—¿Por qué? —La joven se irguió repentinamente, como si hubiese recibido un golpe anímico— Porque allá, se celebrará uno de los festivales más grande de comedia del país. Se realizará en 2 semana y tengo la intención de participar y mostrar que tengo el talento para estar allá.

—Una joven comediante… lo supuse por tu vestimenta. ¿Sabes?, tal vez, sí haya una forma de que vayas hoy mismo a Nueva York.

La joven se mostró entusiasmada.

—¡¿En serio?!

—Exacto. Nuestra empresa posee un servicio de asistencia, donde uno de nuestros empleados te acompañará y velará por tu seguridad… aunque claro, sumando un cargo extra al servicio total. Si dices que hay una persona de confianza esperando, no habrá problema en contactarla. Lo único que debemos hacer —el ejecutivo tomó el teléfono sobre el escritorio— es contactar a tus padres o a quien esté a tu cargo para pedirle…

—¡NOOOO!

El sorpresivo grito de la joven hizo que el ejecutivo mirara con duda. Lentamente, éste bajó el teléfono a su posición inicial y muchas ideas rondaban en su cabeza, destacando las peores. Articuló la pregunta que parecía más coherente:

—¿Acaso huiste de tu hogar, niña?

La joven mostró una muy notoria preocupación en su rostro, seguido de una risa nerviosa.

»Mira, no voy a preguntar tus motivos, pero no seré cómplice de esto. Llamaré a la policía para que vuelvas con tu familia.

El ejecutivo miró a su espalda un momento para solicitar la asistencia de los guardias de seguridad, pero al devolver la mirada, vio que, en un abrir y cerrar de ojos, la joven desapareció como por arte de magia. Miró inútilmente de izquierda a derecha, tratando de encontrarla y detenerla. No quiso quedarse de brazos cruzados, así que dio aviso a todo el personal del aeropuerto y, posteriormente, llamó a las autoridades con tal de averiguar si existía una constancia por extravío, en relación a una adolescente en Michigan.

ΜΛΦΛΜ—

La joven comediante huía lo más rápido que podía del aeropuerto, no tenía pensado volver a su hogar.

Al pasar los minutos, vio que los guardias comenzaron a mirar a todos lados, y seguramente la estaban buscando a ella. Así que se acercó hacia la calle para así tomar el primer taxi que pasara.

Sin embargo, en su huida, tuvo la mala suerte de pisar mal con su pie izquierdo, doblando su tobillo. Esto le hizo detenerse bruscamente, mientras gritaba, a los 4 vientos, unas palabras no apropiadas para el horario familiar. Se agachó por instinto y tomó su pie inflamado, tratando de alivianar el dolor, sin mucho efecto.

No obstante, fueron estas palabras y los posteriores gemidos de dolor, los que llamaron la atención de una señora de edad, muy gordita, con cabello canoso amarrado en un bulto similar a una cebolla y de apariencia amable.

—¡Esa boquita, niña! —dijo aquella señora.

La señora miró su rostro de dolor cuando la joven le observó y sintió algo de pena por ella. Por ello se acercó a ella y decidió asistirla.

»¿Te sientes bien, jovencita?

La joven la miró con miedo, principalmente porque creía que podría denunciarla al personal del aeropuerto. Sabiendo lo que sentía, la abuela levantó sus manos abiertas para llevarla a la calma.

»Vamos, no te asustes. A mi edad, no podría lastimar a nadie… Solo si quieres, pero ¿por qué no vienes a mi auto y te sientas un rato para calmar un poco ese dolor? Está hacia allá.

No sabía por qué, pero confió en aquella señora. La siguió hacia su vehículo a un par de minutos del aeropuerto, mientras cojeaba. Aunque la señora le pidió más de una vez que se detuviese para descansar, ésta no quiso y continuó como pudo.

Al llegar a su modesto auto verde oscuro, modelo «escarabajo», la joven se sentó en el asiento de atrás, sin cerrar la puerta, manteniendo los pies fuera del vehículo.

—Gracias, señora —dijo—, siento aprovecharme de su hospitalidad. Por cierto, aún no le he preguntado su nombre.

—No te preocupes y lamento no haberte dicho. Mi nombre es Margaret, ¿y el tuyo?

—Luan, me llamo Luan Loud.

—Luan, espero te puedas sentir mejor. Es lo menos que podía hacer, normalmente paso por algo parecido con mi osteoporosis. A veces, mis huesos me duelen y me cuesta mucho caminar, sobre todo en invierno.

—Cuánto lo lamento. Por lo menos para mí, esto me pasará pronto, y cuando me sienta mejor, tomaré un vehículo que me lleve hasta Nueva York.

—Muy bien por ti. En un momento, viajaré en mi vehículo a una importante convención fuera de este estado, me parece que seguiré la ruta hacia donde tú vas, o eso creo. La verdad, tengo muy mala memoria para recordar calles.

Luan se sintió calmada luego de haberse sentado en el auto, sin embargo, aquella calma se esfumó en un parpadeo, al ver que habían unos policías en frente del aeropuerto, hablando con los guardias y luego movilizarse. Ésta entró sus pies al interior el auto y preguntó nerviosamente a la abuelita:

—¡¿Dice que va a seguir la misma ruta que yo?! ¡No me gustaría abusar de su confianza, señora Margaret! ¡Pero ¿podría llevarme por esa ruta para encontrar un transporte hasta Nueva York?!

La señora Margaret estuvo pensativa.

—No estoy realmente segura… Pero Luan, ¿no sería mejor buscar un transporte en el aeropuerto, como dijiste?

—¡Sí, pero me ha costado encontrarlo! — dijo exaltadamente mientras giraba, con exagerada regularidad, su cabeza hacia la puerta abierta—. Tuve problemas con el papeleo, como soy menor de edad… pero… ¡si usted conoce algún terminal concurrido, puede dejarme ahí y yo buscaré la forma para llegar!

—Si así lo quieres, no tengo problemas en llevarte, conozco un sitio concurrido. ¿Tienes familiares en Nueva York?

Luan se quedó muda un instante.

—Por… ¡supuesto! Mi familia me está esperando en... ¿Long Island?

—Entonces no esperemos más, Luan. Estamos en la hora, vamos ahora mismo.

Luego de cerrar la puerta, Luan miraba alterada hacia el aeropuerto y a la fuerza policial, desesperada de la enorme calma de la señora por encender el motor, el cual, además, no partía de inmediato.

—Disculpa, Luan —dijo Margaret—, es normal que mi autito me haga esta jugarreta, no me acordé de poner el contacto para calentar el motor.

Luan quería gritarle que partiera de inmediato, especialmente porque los policías se estaban acercando a donde estaban. Cuando por fin encendió, el vehículo tomó velocidad tan sorpresivamente, que hizo sentar a Luan con el impulso. Cuando la joven miró a los policías, quienes estuvieron a unos metros de llegar, por fin dejó de sentir ese apretón en su pecho (provocado por la ansiedad), y su cuerpo se relajó tanto que, al acomodarse en el asiento y suspirar sonoramente, se quedó dormida en un abrir y cerrar de ojos.

—Espera… —dijo para sí misma la señora Margaret—. ¿Nueva York queda camino a California?... ¿O hacia Texas?

La señora no mentía cuando decía que no conocía las rutas del país, es más, no sabía dónde se ubicaba Nueva York u otro estado que no fuera Indiana, su tierra natal. Luego de tomada la carretera, recién en ese instante tuvo la idea de preguntar a Luan qué ruta le servía realmente, pero al encontrarla dormida, no quiso molestarla.

No se sintió muy preocupada de todos modos, porque creyó que podría llegar a Nueva York desde Indianápolis, aunque, en el fondo, estuviese en sentido contrario a donde Luan debía dirigirse.