¡Hey! Hay nueva historia.

Antes que nada quisiera decir que no estaré sola en este nuevo fanfic, contaré con las colaboraciones de GabyMarie, AngieTainaka, Mark y TenshiEverdeen (más nuestro padre que no sé si en algún futuro se una, si lees esto papá, te queremos uwu).

¿Que por qué? La verdad es algo demasiado random de contar xD, pero básicamente cada quien se encargará de un capítulo y así. Por lo tanto si un día los dinosaurios atacan a nuestros semidioses, que no les sorprenda xD

El primer capítulo va de mi parte, así que los dejo leer. ¡Espero les guste!


The BIG Shiny Shiniest Dramatic Family

Capítulo 1

"La presentación"

AniKamia666.


Hay quienes piensan que los Dioses rigen todo en la tierra y más allá de ella, pero lo cierto es que no es así, pues como en cualquier lugar, responden a superiores, en este caso, a las creadoras de todos los universos: Honoka y Chika.

Aun así, eso no evitaba que Dioses egoístas como Kotori, hicieran lo que quisiesen, pues sabían que, al darles libre albedrío, las dos creadoras no podían castigar o intervenir en sus asuntos personales a menos que se los pidieran. Cuando los hijos de Hanamaru, hija de la gran Hanayo, crecieron, quedó perdidamente enamorado de su hija: La semidiosa Umi. Sin embargo, había una regla que las dos Diosas creadoras habían impuesto, y es que ningún ser divino podía unirse con un semidios; esto equivaldría a la destrucción total del planeta en el que la falta hubiera sido echa, en este caso, la tierra.

Era una regla que los protegía, aunque para Kotori, solo era una tonta ley que lo molestaba y que, por supuesto, no seguiría, después de todo, ¿quién se enfrentaría al mecha de un Dios?


Hanamaru y Dia eran las hijas de las Diosas Hanayo y Nico respectivamente. El amor surgió entre ellas apenas verse en la habitual presentación por la que pasaban los semidioses una vez alcanzada la veintena de edad; Hanamaru fue presentada, y Dia, con 24 años de edad, acompañaba a su hermana, Ruby, quien apenas cumplía veinte primaveras terrestres. No fue fácil lograr estar juntas, pues mientras Hanayo era una madre amorosa que encantada les dio su bendición, Nico se opuso rotundamente a que uno de sus hijos se uniera con alguien que estuviera relacionado con la magia Koizumi, aunque esto no tenía que ver con qué poder era más fuerte que el otro, la ira de la Diosa de cabello negro era pasional, pues consideraba que Hanayo le había robado el amor de la Diosa Maki, y nunca se lo perdonaría.

Al final Chika y Honoka se encargaron de la unión de Hanamaru y Dia, permitiéndoles estar juntas y formar una familia. Una vez hecho el lazo nupcial de luz naranja, ni siquiera Nico podía objetar a esa unión.

Con el mes que iluminaba Mercurio llegó la primogénita de la familia Kurosawa (apellido adoptado por parte de la madre humana de Dia). De ojos ambarinos y cabellera roja: Riko. El oráculo felicitó a las semidiosas, pues el futuro de Riko era prometedor. Sería una chica de grandes cualidades en música y pintura, con la paciencia del padre tiempo, pero con el temperamento de las tormentas solares más brillantes.

Algunos años más tarde, en el mismo mes, llegó a la familia una niña de ojos dorados y cabello azul: Umi. Esta vez el oráculo se conmovió con la ternura de la chica y concluyó con apenas verla, que sería la flor más delicada de la era, pero también la que más espinas tendría, pues a pesar de su apariencia frágil, tendría un carácter que opacaría al más bravo guerrero, todo un eclipse de gracia y seriedad, pero con un corazón de cristal, el cual se rompería fácilmente.

Con el mes bendecido por la luna, llegó el primer y único hijo varón de Hanamaru y Dia, un niño de cabello azulado y ojos violetas, al cual bautizaron como: Kanan. El oráculo auguró que sería un chico saludable, lleno de vida, pero también alguien impulsivo que no dudaría en poner un pie en el fuego si lo que quería estaba del otro lado. Temperamento de titán y con la fuerza abrumadora de un rayo, de corazón noble y lengua afilada.

Finalmente, en el mes regido por Plutón, nació una pequeña de cabello azulado, como el de Kanan y Umi, sus ojos eran violeta con un tono rojizo: Yoshiko. El oráculo sonrió al mirar a la más pequeña de la familia, tal parecía que el fuerte carácter no amainaría en lo más mínimo así tuvieran diez hijos. La pequeña Yoshiko sería una chica amante de las artes oscuras, con el temperamento de las tormentas en Saturno y la personalidad de un lobezno, lo cual le daría un noble y puro corazón comparable con el mar embravecido que vuelve a la calma.

La familia prosperó por largos años de paz y alegría. Dia era una madre estricta, sus hijos adoptaron la costumbre de nombrarlo "papá", así que de esta manera y con el debido respeto, se dirigían a ella. Comenzó a entrenarlos en todo lo que sabía: Combate con mechas, combate cuerpo a cuerpo, dominio de poderes heredados y estrategia en batalla. También enseñó música y pintura a su hija mayor, quien, como ya se esperaba, mostró talento por esas artes. Mientras que sus hermanos, Kanan y Yoshiko, exprimieron en un comienzo de Dia todo lo que pudieron en cuanto a combate y ceremonia de té, aunque esto último fue tomado con mayor pasión por Umi, quien solía pegarse a su padre todo el día cuando iba a recoger las flores y hierbas que utilizaban.

Hanamaru era una madre amorosa y cariñosa, pero sin duda no negaba en sacar la vara de bambú para calmar a su revoltosa familia. Enseñó a sus hijos los misterios de la medicina, los cuales le habían sido confiados por su madre, y a su vez, era el don con el que contaba. Lo quisieran o no, también les enseñó a vestir y comportarse apropiadamente, aunque tuvo que hacer una gran excepción con Riko y Yoshiko en cuanto a los vestidos, pues las niñas terminaban rasgándolos en algún lugar. Así parecía que solo tenía una hija, aunque Yoshiko de repente adoptaba comportamientos femeninos que ocultaba con rapidez, apenada.


— ¡Kanan! Llevas la corbata de lado, Dia-chan, por favor, arréglasela zura— dijo Hanamaru mientras terminaba de peinar a Umi. Ese día presentarían a la chica de cabello azulado y ojos color ámbar, así que sí o sí, toda la familia debía ir vestida de acuerdo a la ocasión.

— ¿En serio tenemos que ir todos? — preguntó Kanan mientras se dejaba hacer el nudo de la corbata.

— Todos, sin distinción— respondió Dia en un tono autoritario mientras terminaba de ajustar la corbata de su hijo.

— Me aprieta el cuello de la playera— se quejó Yoshiko mientras se desabrochaba un botón, pues ella y Riko también iban de traje.

— A este paso no podré presentarlos apropiadamente zura— Hanamaru sonrió, igual sabía que al final estarían listos, así tuviera que jalarles las orejas a sus hijos.

Pasada la batalla de vestir a sus jóvenes semidioses, emprendieron el camino al Olimpo, donde se llevaría a cabo la ceremonia de presentación.

Umi estaba nerviosa, ya había visto cómo era el asunto y no le parecía nada del otro mundo, simplemente decían su nombre, sus talentos, hacía algunas demostraciones de sus dones para ser evaluada y nombraban a los Dioses de los de descendía, pero no era una persona a quien le gustara destacar, así que estar en lo alto de un escenario mientras tenía que hacer honor a su familia no iba a ser tarea fácil; pero lo lograría, no era una Kurosawa por nada.

— ¿Todo bien, onee-chan? — preguntó Kanan mientras se agachaba ligeramente para verla.

— Sí, todo bien— confiaba en sus hermanos, pero tampoco quería aquejarlos con sus problemas.

— Tranquila— Riko pasó un brazo por sus hombros —, lo harás muy bien, no tengas duda de ello.

— Si todo falla, echaré al escenario una bomba de humo, tranquila— ofreció Yoshiko.

— ¿Traes eso contigo? — preguntaron Kanan y Riko con los ojos centelleantes.

— Zura— Hanamaru fijó su vista en su hija menor y extendió la mano —, ¿qué te dije de traer estas cosas contigo?

— ¿Q-Qué cosas? — la peliazulada fingió demencia.

— Yoshiko-chan — reprendió Dia.

— Bueno…— suspiró y metió la mano en el bolsillo interno del saco para después entregar una pequeña bola negra en la mano de su madre. Umi no creía que de verdad llevara una bomba de humo con ella y aun más, que Riko y Kanan pensaran que esa era una buena idea.

— Así me gusta zura— sonrió Hanamaru mientras tomaba el brazo de Dia.

— ¿Estás nerviosa? — preguntó la pelinegra mientras besaba la cabeza de su esposa.

— Me lees muy bien— Maru suspiró —, la verdad siento que Umi está muy nerviosa, por un momento la escuché decir "¿y si me quedo con mis hermanos en la mesa?"— rio al recordar la sonrisa nerviosa de su hija —. La verdad creo que estoy igual de temerosa que ella zura.

— La vez pasada te pusiste igual por Riko— Dia entrelazó sus dedos con los de Hanamaru —, todo va a salir bien, respira.

— Sí— la castaña sonrió —. Todo va a salir bien zura.


— Umi Kurosawa— llamó Chika.

La peliazulada supo que había llegado su momento, cerró los ojos y pensó en mil y una formas de escapar del lugar sin dejar en vergüenza a sus padres o que estos mismos la llevaran a punta de jalones al escenario. Concluyó que no tenía escapatoria, era hora y aunque no le gustara, debía subir ya.

— Me llamo Umi Kurosawa, mucho gusto— dijo mientras hacía una reverencia. Inmediatamente comenzó a escuchar murmullos, y se sintió infinitamente afortunada de no entender ni una palabra de lo que decían todas esas voces, aunque eran reemplazadas con el aura que desprendían todos esos Dioses y semidioses. La Diosa Chika comenzó a narrar un poco de su vida y después siguió con sus grandes virtudes (que para Umi solo eran cosas comunes). Paseó su vista por el escenario, fue entonces cuando vio a un chico de cabello gris y ojos dorados mirarla con una sonrisa ladina. Incómoda, volvió su vista al frente, donde su familia la miraba. Hanamaru la saludó con alegría, buscando transmitírsela a su hija.

La presentación de sus dones comenzó, tuvo que hacer acopio de toda su templanza para no electrocutar a todo el auditorio o hacer algún daño con sus poderes. Lo logró.

— … Nos alegra tenerte con nosotros Umi— dijo Honoka mientras pedía un aplauso para la hija de los Kurosawa.

Una vez abajo del escenario, soltó un pesado suspiro que contenía todo el aire que había estado guardando. Al levantar la vista, se encontró con aquel chico que la estaba mirando desde el otro lado del salón, elevó una ceja en señal de duda, pues parecía que la estaba esperando, el aura que desprendía era extraña.

— ¿Nerviosa? — preguntó mientras se acercaba a ella.

— No del todo— respondió con recato. Conocía bien la fama del Dios Kotori, y aun si no supiera que era un ser lleno de vanidad y aires de superioridad aun por encima de los que compartían en su totalidad sangre divina, con el simple hecho de ser un Dios completo en plan conquistador, sabía que tenía que tomar su distancia.

— Lo imaginé, debes saber que tu belleza es notable, no hay razón para temer— el Dios tomó la mano de Umi y esta la apartó con un poco de incomodidad, cosa que molestó a Kotori —. Oye, ¿qué te parece si me acompañas a mi mesa? Sirven el mejor vino del lado de los Dioses, y quizá, después podríamos salir.

— No gracias, mi padre no me permite tomar y aunque así fuera, sabe que no es apropiado entre usted y yo tener ese tipo de trato.

— Reglas antiguas, hagamos reglas nuevas— envolvió a la semidiosa entre sus brazos, pero esta se liberó de ellos y lo empujó.

— Con permiso, su grandeza— dijo antes de caminar a la mesa que le correspondía a su familia, pero pronto sintió un brazo sujetando su muñeca y un jalón.

— ¿Quién te crees que eres para tratarme de esa manera? ¡Yo soy un Dios!

— Suelte a mi hermana— exigió Riko mientras se apresuraba a llegar al lugar. Había sentido el aura molesta de Kotori, y no dudó en aproximarse en ir a auxiliar a la peliazulada.

Kotori iba a refutar, pero cuando vio acercarse a Kanan, supo que ahora lo superaban en número, y aunque fuera un Dios, eso no le garantizaba ganarle a tres semidioses, y serían seis si toda la familia se metía.

— Cómo sea— soltó a Umi —, nos vemos luego, muñeca.

— Pero qué…— Kanan estaba a punto de irse encima del hombre, pues no le agradaban las personas prepotentes. Aunque en el fondo, estaba un poco perturbado por esa nueva sensación que había experimentado al acercarse al Dios.

— ¡Hermano! — Umi lo detuvo — No es el momento— le advirtió.

— Tch…— Kanan bufó y comenzó a caminar a la mesa.

— ¿Estás bien? — preguntó Riko.

— Sí, tranquila, ya antes me había encargado, pero supongo que debí apresurarme a regresar.

Riko sonrió y comenzó a caminar, asegurándose que Kotori no estuviera alrededor e intentara algo extraño.

Lo que no sabían, es que habían enfrentado a alguien que no se rendía tan fácil. Alguien que conseguía lo que quería cuando lo quería. Y, a pesar de toda prohibición y sin importarle la opinión de la peliazulada, el Dios Kotori había decidido que quería a Umi.