Por tu amor
AphroditaLa razón que me llevó a utilizar este titulo fue por una canción que encontré (No la escuche, pero leí su letra) Y que me pareció acorde al fic, este no es un Song fic, pero de todos modos utilice dicha canción. La letra es de Fito Paez y la música de Juan Carlos Baglietto.
CAPITULO 1: "Sonrisas"...
Por tu amorSin tu amor,
yo sé que el mundo
No es un buen lugar.
Sin tu amor, me iré
Al lado de la soledad.
Por tu amor, sé bien
que nada puede hacerme mal
Por tu amor, yo sé
que existe el tiempo y la piedad
Sin tu amor, me hallé
En un desierto de verdad.
Sin tu amor
seré un trapo sucio en la ciudad
Sin tu amor, mi bien
por fin desaparecerá
Por tu amor, lavé
mis manos en la inmensidad
Por tu amor, me ves
arrodillado en tu lugar
Por amor, también
Aprenderás a perdonar.
Había pasado un año desde la Guerra Santa contra Hades, había pasado un año desde que la mayoría de los Santos habían vuelto a la vida... Y quince años desde la muerte de Aioros.
En la soledad de su Templo Shura se preguntó ¿Por qué?... ¿Porque los Dioses se ensañaban de esa forma tan despiadada con él, porque no le dieron la posibilidad de redimirse, de pedir perdón, de enmendar su error, ¿Por qué?.
De todos los Santos revividos, solo dos no lo habían hecho... Uno de ellos era el antiguo Patriarca Shion y el otro, el Santo de la novena Casa, Sagitario.
¿Por qué?...
Según Athena, las razones eran mas que obvias... Habían vuelto a la vida aquellos Santos que aun les quedaba camino por delante, aquellos que debían enmendar sus errores, continuar con sus vidas para cumplir con su Destino. Sencillamente ni Shion ni Aioros necesitaban volver, a los ojos de los Dioses, esos dos hombres tenían las puertas de los Elíseos completamente abierta pues sus almas eran puras, y sus destinos habían sido cumplidos, habían protegido y servido a su Diosa.
¡Maldición!... Le arrebataron así a Capricornio su única posibilidad, le arrebataron la esperanza... Poder ver, oír una vez mas al griego... Verlo caminar, escuchar sus palabras; extrañas, a veces incoherentes, pero que escondían siempre una gran verdad. Le arrebataron al español la oportunidad de pedir perdón.
Pero eso a alguien ¿Le importó?... No, claro que no, él sentía morir día a día en su Templo sin que nadie notase su agonía y su necesidad. ¡Dioses! Necesitaba tanto de Aioros.
Para sublimar la ausencia de su compañero de armas, Shura había adoptado la desagradable costumbre de beber una que otra copa en soledad... Así empezó, con un vaso... Que luego fueron dos, tres... Hasta terminar siendo la botella entera. En el correr de la fecha, comprar pan y una botella de licor era cosa de todos los días... Pero no, no terminaba borracho, o eso creyó él, solo en un estado necesario de inconsciencia (Inconsciente él)... Necesario para no pensar en nada, porque "Nada" Ultimamente tomaba la forma de Aioros y eso lo estaba matando lentamente en vida.
Era un día agradable en Grecia, un día mas que se sumaban a los tantos que ya habían pasado... El almanaque ondeaba como bandera gracias al viento que se colaba por la ventana, el insistente ruido de la hoja al chocar contra la heladera le trajo a Capricornio el triste recuerdo de que no había nada en la misma... ¡Dioses! Solo una jarra con agua, un limón ya podrido, y un huevo en dudosas condiciones.
Tomo su billetera y se la colocó en el bolsillo trasero del pantalón de Jean, se ató los cordones de sus zapatillas y salió de su Templo con algo de duda para poder palpar el clima... Una brisa fresca golpeó su cara, algo fría pero que era contrarrestada con el calor de los rayos solares de ese mediodía.
El sol le obligó a taparse el rostro con un brazo, caminó presuroso por los Templos deseando interiormente no cruzarse con nadie, no estaba de ánimos para mantener un dialogo... Y si vamos al caso, últimamente nunca lo estaba.
Llegó victorioso hasta la Primera Casa, y aunque Muu lo vio atravesar su Templo no intentó siquiera saludarlo al pasar, no por estar enojado, ofendido o molesto con su compañero, sino porque en ese ultimo tiempo había notado en el español su incomodidad al ser saludado, y entonces ¿Para que importunarlo? Aries era muy perceptivo con esas cosas.
Shura caminó un buen trecho hasta llegar al pueblo, el hambre hizo que su estomago crujiera vergonzosamente y apuró su paso casi corriendo por el temor de encontrarse con los puestos de la feria ya cerrados; Por fortuna algunos de ellos se encontraban aun atiborrados de gente. Se quedó de pie frente a uno de frutas y verduras, y pensándolo seriamente unos segundos, se alejó de allí en busca de pan... No se pondría a cocinar, y mejor en esos caso es el querido y oportuno pan, que va con todo salvándonos en esos momentos de pereza culinaria... Pero, como ni siquiera tuvo ganas de comprar algo para comer con ese pan, fue directo a una tienda de licores, aun mas apresurado que antes.
Pero jamas imaginó que algo se interpondría entre él y la botella de Vodka más barata del mercado, jamas imaginó que alguien pudiese conseguir distraerlo mas de lo necesario, pero un muchacho de perfil, comprando un poco de fruta, le llamó poderosamente la atención.
Capricornio caminó lentamente hasta el joven, investigando seriamente sus facciones, dicho muchacho siguió su camino dándole la espalda y fue en ese momento que el español reaccionó, corrió hasta él y bruscamente lo hizo voltear:
--¡Aioros!...
¡Dioses!...
Era él, no había lugar a dudas.
El chico temió por un instante, y con un nuevo sacudón de Shura, las manzanas en la bolsa que sostenía su mano derecha, cayeron estrepitosamente al suelo.
--¡Aioros! ¡Estas vivo! ¡Estas aquí!... –Exclamó Carpicornio lívido, con la respiración gravemente agitado, el otro solo lo observaba con temor.
--¿Q-quien eres?... –Tartamudeó el muchacho.
--Soy yo... Shura... –Algo andaba mal, eso intuyó, tampoco había que ser muy perceptivo para notarlo... Se serenó, separándose unos centímetros de su interlocutor.
--Lo... Lo siento... Creo que te equivocaste de persona... –Intentó sonreír pero el mal trago de ese momento no se lo permitió.
No, no podía ser...
El español estaba seguro, ese muchacho no era parecido a Aioros ¡Era Aioros!
--Yo... Tu... –Señaló Shura sorprendido.
--Empecemos de nuevo... –Propuso el griego con una sonrisa, a pesar de que Capricornio se había comportado como un loco, el miedo se le borró dejando paso a la curiosidad –Mi nombre es Egisto Bakoyanis ... El tuyo era... –Y dudó.
--Shura... –Completó la frase aun confundido.
--Mucho gusto... –Egisto sonrió aun más –Lamento mucho no ser quien buscas...
--Oh... No... Esta bien...
Un momento de tortuoso silencio se instaló en el lugar, todo se detuvo en un segundo a pesar de que el mundo seguía su paso, la gente caminaba presurosa de un lado al otro y los gritos de los comerciantes se escuchaban muy lejanos... ¿Qué estaba ocurriendo allí?.
--Tu por casualidad... –Preguntó Shura un poco mas calmo --¿No tienes o tenias un hermano gemelo?... –Y en ese momento recordó a Aioria.
--Pues no... Soy hijo único... –Respondió el mayor agachándose para recoger la fruta caída.
--Déjame ayudarte... –Se ofreció Capricornio apenado --¿Estas seguro?... –Siguió insistiendo mientras metía una a una las manzanas dentro de la bolsa.
--Si... Si tienes dudas puedes preguntarle a mis padres...
El español dudó, acaso ¿Lo estaba invitando a su hogar?.
--No vivo muy lejos de aquí... –Indicó el griego disipando las dudas de su compañero.
--Este... No sé...
--Oh esta bien... No hay problema si tienes cosas que hacer...
Observando la bolsa de manzanas rota por su culpa, sumado a su inmensa curiosidad, Shura aceptó acompañarlo.
--Esta bien... Es lo mínimo que puedo hacer después del susto que te di...
Egisto rió bien alto y con un gesto le indicó al otro que no se preocupara. Juntos emprendieron la marcha dejando atrás el mercado del pueblo, una sensación extraña se agolpó en el estómago de Capricornio: ¿Se estaba volviendo loco? ¿Tan loco como para ser capaz de confundir a un humano normal con su semi Dios Aioros? Observó nuevamente a su acompañante y negó con su cabeza, el parecido era abrumador.
El griego guardó al principio un oportuno silencio, aquello que estaba haciendo era muy raro ¿Por qué llevar a un perfecto desconocido a su hogar? Sencillo, aquel hombre que decía llamarse Shura lejos de infundirle temor, le dio la seguridad necesaria para caminar acompañado por él... Había algo en el español que le daba esa tranquilidad, quizás sus ojos, quizás su porte, su manera de actuar y de hablar, pero había algo en él muy secreto que lo atrajo desde un principio cuando lo normal hubiese sido salir corriendo para escapar de un loco.
El muchacho tan parecido a Aioros comenzó a hablar una vez que salieron de la ciudad, ya había pasado media hora de caminata sin esbozar una sola palabra... En dicho dialogo le comentó al otro donde vivía, y a medida que caminaban Capricornio lo fue comprobando, cuando quiso darse cuenta se encontraban subiendo por la colina Philopappos y eso lo comprobó finalmente cuando visualizó a lo lejos las características anémonas que crecen en su suelo fértil. El griego apuró su paso atravesando ese pequeño paraíso de todos los colores, sus pies se perdieron en el follaje verde, mezclándose con esa bella flor que ofrecía su gama de colores yendo desde el blanco, al púrpura, azul y principalmente rojo... Un rojo fuerte y llamativo... Dioses, esa imagen combinada con los rayos del sol iluminando el rostro Sonriente de Egisto consiguió que Shura muriese de emoción en ese momento ¡El parecido era tanto! Que tuvo ganas de arrojarse a sus pies y llorar clamando perdón.
Shura frenó abatido su andar bajo un hermoso castaño, el griego volvió sus pasos notando que su acompañante se había quedado rezagado.
--¿Estas cansado? ¿Quieres descansar?... –Preguntó el muchacho situándose al costado de su compañero.
--No; No es eso... –Capricornio apoyo su espalda sobre el grueso tronco pardo verdusco.
--¿Te sientes bien?...
El español solo negó, no pudo ni siquiera articular palabra alguna... La razón de su malestar era su confusión, un mareo amenazó con tirarlo al suelo, pues lo que estaba viviendo era muy fuerte para él, sí, inclusive para un Santo Dorado.
--¿Has almorzado?... –Egisto siguió con su interrogatorio gravemente preocupado por el menor.
--No... Debe ser eso... –Naturalizó Shura incorporándose lentamente.
--Falta poco para llegar... Mi madre debe tener el almuerzo listo... –Aseguró el griego ayudándolo a incorporarse.
Capricornio siguió caminando a la par de la copia de Aioros, observándolo incrédulo, aun sorprendido por el parentesco, respiró profundo y le obligó a su cuerpo a no caer rendido. Ya en mas altura el Santo se preguntaba cuanto más faltaría para llegar y recordó las palabras del mayor "Vivo cerca".
Las violetas puestas por los Dioses al azar le indicó al menor que ya se encontraban en una altura bastante importante, acaso ¿El muchacho y su familia vivían en la cima de esa colina, apartados de la civilización?.
--Cerca de aquí... Donde nacen los narcisos, hay un hermoso rió... Mas abajo... –Indicó Egisto con alegría –Mas tarde te llevare... Es un lugar hermoso...
Shura asintió sin poder articular palabra alguna, aun le apabullaba la presencia de ese griego.
--Vivo allí ¿Ves?... –Indicó el mayor señalando con su dedo índice –Donde están los cipreses...
Y efectivamente, debajo de hermosos cipreses que protegían la casa del viento y la lluvia evitando derrumbes y aludes había una precaria casona con sus ventanas abiertas y su puerta entornada. A lo lejos, bien en lo alto donde por fin la pared de la colina permitía ver el cielo, Capricornio pudo deleitarse con la imagen de cientos de pinos adornando el lugar... Pinos inconmensurablemente altos, tanto que uno debía echar la cabeza completamente hacia atrás para poder ver la puntiaguda copa. Pero la vista engaña... Llegar a esos pinos indicaba lograr la mayor altura del Philopappos, y para ello había que caminar un buen trecho e internarse en el follaje entre alimañas y seres autóctonos de la región.
El español siguió a su compañero que lo condujo hasta la puerta de la casa, cuando ingresó aviso su llegada:
--¡Mamá! ¡Papá! ¡Ya llegue y traje a un amigo!...
¿Amigo? Pues si, así lo había sentido a pesar de su brusco encuentro.
--Ponte cómodo... –Indicó Egisto con una sonrisa.
Shura se sentó en una pequeña silla de madera y observó el lugar algo pobre y descuidado pero sin dudas acogedor. Pequeño por donde se mirase pero adornado con plantas de interior y muebles viejos y rotos.
--¡Oh! Has traído aun amigo contigo... –Dijo una mujer ya entrada en años algo regordeta, saliendo por una abertura de donde un rico aroma a comida inundó la sala principal.
--Aquí tienes madre... –Dijo el griego cediéndole a la mujer la bolsa con las frutas y verduras.
--Mucho gusto joven... Es una grado tenerlo aquí... –Dijo la señora aceptando la bolsa que le ofreció gentilmente su hijo, escudriñando con la mirada al invitado.
Capricornio se puso de pie y saludo a la anciana algo incomodo, apenas llevaba unos segundos de conocerse y ya lo trataban con suma cordialidad.
--Homero ¡Ven aquí! Egisto trajo a un amigo...
Aquella inusual alegría en la señora le indicó al español que esa familia no estaba habituada a recibir visitas.
Un hombre mayor con anteojos y bastón, de contextura mediana, algo encorvado y con una incipiente calvicie apareció por la puerta trasera con su gran sonrisa.
--Hola señor... Mucho gusto... –Saludó Shura con educación.
--Siéntese muchacho, siéntese... – Pidió el hombre acomodándose los lentes para mirarlo mejor.
--¿Cómo te llamas?...
--Shura, papá... –Respondió Egisto algo avergonzado por la conducta de sus padres y por dejarle al otro en evidencia lo solo que estaba en el mundo.
--Ya déjalo Egisto... El muchacho sabe hablar... –Se quejó Homero girando brusca y graciosamente para increparle a su hijo.
--Shura señor... –Reafirmó Capricornio sentándose con duda en la silla, dejó la bolsa de pan sobre la mesa y bajó su vista.
--Ya estará la comida... Pon la mesa cariño... –Pidió la mujer con dulzura hacia su hijo.
El griego buscó, en una alacena cuya puerta estaba rota, cuatro platos pero su padre detuvo su labor con una reprimenda.
--Esos no Egisto... Tenemos visitas, trae los otros platos... ¡Iré en busca de mi vino!... –Comentó el hombre con alegría levantándose con premura y algo de dificultad, automáticamente el español se acercó al señor para ayudarlo a incorporarse alcanzándole el bastón.
--No se preocupen por mí, solo acompañe a Egisto porque... –Shura dudó un instante, la cara regordeta del hombre esperaba ansiosa por saber las razones –Nos conocimos de casualidad y bueno...
--Pero te quedaras a comer... –Señaló la mujer volviendo de la cocina con un cucharón en su mano y su delantal floreado manchado de comida, detrás su hijo con cuatro platos blancos de porcelana y los cubiertos que colocó con desgano en la mesa cuadrada.
--Pues... No quiero incomodarlos... Yo... –Titubeó observando de reojo a la copia de Aioros.
--Nah... –Se quejo el hombre muy gestual con su mano –No nos incomodas muchacho, seria un honor que te quedaras con nosotros. –Y desapareció por una puerta en busca de su preciado vino.
¡¿Un honor! ¿Qué sabían de él? ¿Si era un loco, un asesino serial, o un violador?. Capricornio sonrió y asintió con su cabeza, ¿Qué mas daba? Se quedaría allí en compañía de Egisto.
--La comida es algo modesta... Nos tomo de sorpresa tu visita... –Dijo la señora con informalidad –Si tan solo Egisto nos hubiese advertido antes... –Reprochó sacudiendo la cabellera de su hijo con una mueca de falso enojo en su rostro.
--Ya, madre... Lo conocí hoy ¿Cómo quieres que te avise?... –Se defendió el griego sumamente abochornado, mantuvo su vista baja para evitar cruzarse con los ojos de Shura.
¡Dioses! ¿Por qué sus padres tenían que comportarse así? Con razón nunca tenia amigos. Capricornio rió al adivinar los sentimientos del mayor, aquella reacción infantil le pareció muy cálido y dulce de su parte.
--Espero que te guste... –Indicó la mujer trayendo de la cocina una fuente.
--Helena hace la Musaka Más rica de toda Grecia... –Afirmó el hombre volviendo con un vino, sin etiqueta, en su mano que deposito en la mesa.
--Oh... Seguro que me gustara... –Tranquilizó Shura con una sonrisa, aun sintiéndose raro por la hospitalidad, hacia mucho que no comía comida casera, ofreció gentilmente la bolsa con pan, lo único que llevaba consigo y lo único que pudo ofrecer a cambio.
--No muchacho... –Retó la madre a su hijo cuando este intentó aparentemente sentarse en su lugar –Ve al lado de tu amigo... –Susurró lo suficientemente audible, tan gestual y poco sutil que el invitado tuvo que hacer fuerza para no reírse.
Con incomodidad Egisto fue hasta donde estaba Shura y se sentó a su lado. Capricornio lo observó y le sonrió con empatía.
--Discúlpalos... No están muy acostumbrados a recibir visitas... –Aclaró el griego, apenado, en un murmullo.
--Esta bien... Son agradables... –Reconoció el español.
Cenaron amenamente y una charla dio comienzo, si se le puede decir al monologo del Señor Homero un dialogo... La señora acotaba en contadas ocasiones, cuando su marido relataba con efusividad el día de trabajo de un Bakoyanis, y por lo que contó se dedicaban allí a la silvicultura, a lo único que podían dedicarse en un lugar tan apartado de la civilización... El lugar, no le quedó dudas a Shura, estaba poco habitado por no decir deshabitado.
La amena conversación tomó un rumbo inesperado cuando la señora afirmó alegre:
--Nos alegra tenerte aquí Shura... En vistas de que mi niño nunca trae a una chica a casa...
--¡Mamá!... –Reprochó Egisto hecho un tomate humano.
--Hemos perdido las esperanzas de ver a nuestro hijo casado... Pero nos consolamos con esperar que sea muy feliz...
--¡Papá, ya basta!...
--Egisto... Estamos hablando de tu felicidad... –Se quejó Helena gravemente ofendida por su hijo –Nosotros ya somos mayores, no nos queda mucho camino por recorrer, tu ya casi tienes treinta años y...
--¡¿Quieres ir al rió conmigo!... –Propuso el griego sumamente humillado poniéndose súbitamente de pie.
--Pues... Este... Si... –Aceptó Capricornio completamente avasallado por esa familia ¡Qué momento le toco vivir! Y pobre muchacho tener que soportar que tus padres te entreguen desesperadamente en bandeja de plata al primero que se les cruza en el camino indistintamente de su genero sexual.
--Pero Egisto... –Se quejó Homero –Aun no sabemos nada de él, ni en donde vive, ni de que trabaja...
Egisto ignoró a sus padres y tomando al español de un brazo lo arrastró hasta la entrada. Cuando dejaron la casona, Shura rompió a reír en parte nervioso por la situación y en parte divertido por la reacción del griego, quien sin saber como, se disculpó de sus padres de una y mil formas.
--¡Son terribles!... Ya ves porque estoy solo... –Se quejó el muchacho con algo de tristeza.
--No es tan terrible... Te aprecian y mucho... Ojalá yo tuviese unos padres así... Ojalá yo tuviese padres...
El mayor frenó sus pasos al escuchar esa confesión.
--¿No tienes ni siquiera hermanos?...
--Pues... Creo que si... No estoy seguro...
--¿Y sabes donde están?... –Continuaron la marcha cuesta abajo.
--Por lo que tengo entendido están en España... Soy español... –Aclaró antes de que la pregunta se formúlase.
Siguieron caminando mitad del trayecto en silencio y mitad hablando sobre lo hermoso del lugar, sin embargo Capricornio tenia en su cabeza un millar de preguntas por hacerle a ese joven, a pesar de que ya comenzaba a acostumbrarse al parecido con Aioros algunos gestos tan propios le recordaba a ese Santo muerto por sus propias manos... ¡Por Athena! Si tan solo recordase un poco mas... Lo vivido junto a Sagitario en su infancia comenzaba a ser cada día menos nítido, los recuerdos forzosamente retenidos en su mente se iban disipando, por mas que el español lo intentase, cada día que pasaba recordaba menos a Aioros sin poder evitarlo, aun así estaba seguro, el parentesco con Egisto era sumamente abrumador.
Cuando el Santo de Athena volvió en si dejando de lado sus cavilaciones se encontró con un hermoso arroyo cuyas riberas estaban adornadas por ciento de narcisos amarillos que caprichosas intentaban verse reflejadas en el agua, era cuasi graciosa la imagen de tan bella flor caída hacia las aguas cristalinas, por algo se llamaban narcisos.
El griego se sentó y quitándose las sandalias dejó que sus pies entrasen en contacto con el agua fría, Shura lo imitó hasta un punto, se sentó a su lado con los pies inversamente puestos, no pensaba sacarse las zapatillas y las medias para meter sus pies en esa agua helada.
A pesar de permanecer el mayor tiempo en silencio, ninguno de los dos se sintió incomodo con este detalle, es mas, disfrutaban como nunca de la mutua compañía, aunque fuese en silencio.
--Dime Shura... ¿En donde vives?... ¿Qué haces?... –Preguntó el muchacho recordando el interrogatorio de su padre, a él también le había entrado esa duda.
Capricornio vaciló un instante, es que no se le había ocurrido, no había previsto ese pequeño infortunio y ahora ¿Qué le decía al mayor?.
--Pues... Yo... Este... Vivo en la ciudad... ¡Bah! En realidad... También vivo alejado del centro pero por ahí...
--¿Cerca de Acrópolis?...
--Algo así... –Shura tosió incomodo y el otro notó esto, una mueca en su rostro lo delató, se había dado cuenta de que le estaban mintiendo.
--¿Y de que trabajas?...
--Pues... De nada... –Rió Capricornio aun más incomodo que antes.
--¿Cómo que de nada?... –Se extrañó Egisto jugando con su pie en el agua --¿Cómo haces para sobrevivir?...
--Mi familia... Me dejo dinero... –Mintió poco convincente.
El griego dejó la conversación allí... O el menor no tuvo ganas de hablar de ello o tuvo algo que ocultar, lo que fuese consiguió que desistiese en su intento, y fue el turno del español de hacer preguntas.
--¿Hace mucho que vives aquí?...
--Si... Desde niño... Desde que nací...
--¿Y has ido a la escuela?... –Preguntó Shura lejos de pensar que el otro era un inculto o un idiota, pero le pareció muy infantil desde "El vamos" Como para tener casi treinta años.
--No...
--Cuéntame algo... No se, ¿Qué hacías cuando eras niño? ¿A que te gustaba jugar?... –Quizás si le arrancaba a ese griego parte de su infancia, Capricornio pudiese atar cabos suelto.
--No lo sé... –Dijo Egisto algo confundido.
Acaso, el mayor ¿También tuvo cosas que ocultar o temas de los que no quiso hablar?.
--¿Por qué no lo sabes?... –Investigó el español sorprendido.
--Es que... Yo... Tuve un accidente... –Los potentes rayos solares de la tarde consiguieron que cerrarse incomodo sus ojos –Hace mas de dos años... O uno... No lo se...
--¿Qué sucedió?...
--No lo recuerdo... No recuerdo nada... Y ni tampoco recuerdo mi vida antes del accidente pero mis padres me contaron que yo había ido en busca de castaños... Subí a la copa del árbol, ese mismo árbol en donde tu te detuviste a descansar... Y caí... –Contó el muchacho con recelo, era tan difícil relatar algo que no había vivido, o mejor dicho que no recordaba.
--Perdiste el conocimiento... –Ayudó Capricornio en la difícil labor de armar un recuerdo difuso.
--Si... Desperté días después y solo reconocí a mis padres... El doctor dijo que era normal que un buen día recordaría todo lo anterior al accidente... Y aun sigo esperando...
Se produjo un silencio necesario para acomodar las ideas, Egisto espió incontadas veces a su nuevo amigo, agradeciéndole a los Dioses su presencia, tan a gusto que se sintió con el español; algo extraño, un sentimiento desconocido y muy cálido se apoderaba de su pecho cuando sus ojos se encontraban.
Aquello era tan raro para Shura, desde un principio estuvo seguro de que ese joven era Aioros, sin embargo su estilo de vida, su familia, su entorno no encajaban con el Santuario, el puesto de Sagitario y la vida de un Santo ¿Quién era en verdad Egisto, Era acaso ¿Un gemelo desconocido? ¿El mismo Aioros resucitado, o mejor dicho reencarnado? ¿Una broma de mal gusto de los Dioses?... O quizás la posibilidad de Capricornio para pedir ese perdón que siempre le reclamó a los Dioses y que necesito profesarle a Sagitario.
Algo le quedó en claro al español, que adoraba estar en compañía de ese joven que osadamente había robado la imagen de Aioros, aun tenia muchas cosas por saber de Egisto, y por prudencia supo que debía mantener el encuentro y la presencia del griego en un completo secreto, no podía ir al Santuario y gritar a los cuatro vientos que había encontrado a Aioros, o "Que no estaba seguro pero le parecía que sí" Pues el león no le perdonaría que jugase de esa forma tan cruel con sus sentimientos ¡Confundir al venerable Santo de Sagitario con un campesino inculto!... Bueno, quizás el mayor no sabia de matemática avanzada, de medicina especializada, ni de ingeniería aeronáutica, pero si sabia mucho de la vida; ¿Cómo? Ni el mismo lo supo, pero la capacidad para comprender la naturaleza, desde el agua que corría bajo sus pies hasta el sol que brillaba esplendoroso en el azul cielo, no la tenia nadie. Tal vez el accidente le había borrado tantos recuerdos que fue como empezar de cero, pero fue gracias a esa inusual inocencia que Shura se quedo prendido del griego, hechizado por su dulzura y su naturaleza, una naturaleza tan despreocupada que sin mas que el joven se había desvestido completamente para meterse en el agua.
Capricornio se quedó a un costado maravillándose con semejante escena, la de un adonis griego disfrutando de la frescura del agua cristalina, afortunadamente cristalina, que le permitió al español ver mas allá. ¿Cómo podía tolerar la temperatura del agua? El sol comenzaba a perder su fuerza, sus rayos no daban el calor necesario y la excusa para zambullirse, sin embargo ahí estaba Egisto, riendo como un niño, invitando con un brazo a su nuevo amigo.
Shura no quiso reconocerlo pero ya era hora de marchar.
--Lo siento Egisto pero el sol se esta ocultando... Si no salgo de aquí pronto me sorprenderá la noche...
Con un semblante triste el griego salió del agua.
--Te acompañare...
--No hace falta... –Dijo Capricornio con la voz ronca, culpa de ese formado cuerpo que se exhibió indecorosamente ante sus ojos bisexuales.
--Te perderás si no te acompaño... –Aseguró el mayor poniéndose su pantalón, su remera y sus sandalias con suma rapidez, la ropa se le pegó automáticamente al cuerpo mojado resaltando aun mas sus músculos formados naturalmente.
Shura aceptó y tuvo que reconocer que estando solo hubiese terminado en la colina Licabeto, sin embargo notando la rapidez con que el sol se ocultaba preguntó alarmado:
--¿Y tu?... ¿Cómo volverás?... Pronto será de noche...
--No te preocupes, conozco atajos...
Capricornio silencio un momento y luego reaccionó:
--¿Y porque no vamos por allí?...
¡Haberlo dicho antes!.
--No te puedo llevar por allí, el camino es muy peligroso, es borrascoso y con muchos acantilados... Hay que estar preparado físicamente, y yo ya estoy acostumbrado... Por aquí el terreno es mas liso...
¿Para que explicarle al otro que una simple colina no se comparaba a recibir en carne propia el Tenbu Hourin de Shaka? En parte porque Shura no podía explicarle algo que supuestamente era un secreto y los secretos no se cuentan ¿No?.
Ahorrándose la imperiosa necesidad y el orgullo de demostrarle al otro sus habilidades de Santo, el español siguió camino apresurando sus pies tanto como a los dos el físico les permitió. Cuando llegaron a la parte mas baja de donde Capricornio ya podía guiarse solo, a Egisto solo le faltaba llorar.
--¿Por qué esa cara?.. –Investigó el español con ternura.
--Fue bueno haberte conocido... Y te agradezco todo...
--¿Qué? Acaso ¿No quieres volver a verme?... –Aquello le sonó a despedida.
El griego levantó su vista sorprendido.
--¿Tu... Tu quieres?...
--Pensaba venir a visitarte... —Shura aun tuvo muchos interrogantes que necesitó expresarle a los padres de ese muchacho sobre el accidente y la infancia de su hijo–Para asegurarme que hoy has llegado bien...
De la conmoción, Egisto solo sonrió abiertamente y desapareció por el follaje prácticamente corriendo, con su corazón latiendo de emoción, no solo había hecho de amigo a un muchacho interesante y apuesto, sino que volvería a visitarlo ¿Qué mas pudo pedir en su rutinaria vida?.
Capricornio se alejó por el camino riendo... Risa que pronto se convirtió en sonrisa, y sonrisa que no lo abandono en todo el viaje, inclusive lo acompaño hasta el Santuario cuando ya era de noche... Y Dioses, hacia tiempo que no sonreía de esa forma tan estúpida, exactamente desde hacia ya 15 años, desde que Aioros había muerto por su culpa... Y que ironía que esa sonrisa la recuperase gracias a Egisto, a ese joven que era el duplicado de Sagitario...
¬¬¬ CONTINUARÁ... ¬¬¬
Egisto Bakoyanis: Plagio autorizado a Gadya XDDD Es el nombre que utiliza para Saga en su fic "Encuesta", es que no se me ocurría nada (Llámese "No se me caía una idea") Y le pregunte si podía plagiarla y me dio permiso ¡Gracias!.
Musaka griega: Comida típica griega, lleva principalmente berenjenas, garbanzos cocidos y picados, tomate natural, aceite de oliva, cebolla, laurel, ajo, queso parmesano rallado... Además harina, leche, manteca, huevo, sal, pimienta y nuez moscada rallada para hacer su masa ya que es similar a una tarta de verdura.
¡Ah! Dioses, a pesar de que esta pareja me encanta, me esta constando horrores este fic, me costo... Tres... ¡TRES DIAS TRAER ESTE MISERO CAPITULO! D-i-o-s-e-s. Espero que les guste y si no, esta todo bien. Preguntas que quieran hacerme sobre este fic, adelante... Yo ya se como va a terminar XD Solo espero que no me lleve muchos capítulos.
Rosas.
30/08/2006 09:15 a.m. - San Luis Capital, Argentina.
