Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de J.K. Rowling y demás. No los utilizo con ánimo de lucro y tampoco gano nada con esta historia.
Una misión suicida
1. Marcado y sentenciado
El dolor era insoportable. Sabía que tenía que aguantarlo y morderse la lengua para no demostrar debilidad. Quien estaba ante él era alguien extremadamente peligroso, alguien sin un ápice de misericordia en su ser y con una maldad más allá de cualquier estándar.
Su mano derecha agarraba su brazo izquierdo con una fuerza tal que estaba seguro que la Marca Tenebrosa no sería lo único que quedaría marcado en su piel, pero eso era mejor que dejar que sus chillidos escaparan de sus labios fuertemente apretados.
Sin embargo, sólo había una persona a la que debía culpar por la situación en la que debía depositar la culpa por la situación en la que se encontraba. Si no hubiera sido por él y esa estúpida incursión en el Ministerio, su padre no estaría pudriéndose en Azkabán y él no tendría que estar en donde ahora se encontraba, pasando por ese calvario sinsentido.
Narcissa Malfoy mantenía sus brazos a ambos lados, aparentando una calma que no sentía en absoluto. Sabía a qué venía la repenti
na decisión del Señor Tenebroso por meter a su hijo entre sus filas y le temía; temía lo que le deparaba el futuro a su único hijo. Bellatrix Lestrange estaba a su lado, su sonrisa demente pintada en su rostro mientras jugueteaba con un mechón de pelo entre sus dedos, enroscando y desenroscando.
—Levántate, Draco —indicó la voz seca, lenta y cruel del Señor Tenebroso, arrastrando un oscuro poder. El joven rubio apenas pudo contener un escalofrío al oírla, levantándose del suelo sin atreverse a levantar la mirada. Sabía muy bien que jamás debía cruzar sus ojos con los de esa serpiente—. Tengo grandes planes para ti. —Con un gesto les indicó a la mayoría de los mortífagos que salieran de la estancia. Tan sólo permanecieron los Malfoy y Bellatrix, quien miraba con enloquecido orgullo a su sobrino.
La inseguridad estaba apoderándose de él, el hecho de no saber exactamente qué querían de él era algo poco familiar para el hijo único de la familia Malfoy. Toda su vida se le habían indicado cuáles eran las expectativas que tenían puestas sobre él y encontrarse ante el Señor Tenebroso con un futuro incierto y con la notable sensación de que su familia no era muy bienvenida en ese lugar no ayudaba a que su estado de ánimo llegara a calmarse por completo.
Nagini se movió por el suelo, arrastrándose hasta quedar a los pies del Lord y levantó su cuerpo hasta que su cabeza quedó al alcance de la mano del mago, quien la acarició con perezosa lentitud, observando cada una de las reacciones del joven Malfoy.
—Tengo una misión especial para ti, Draco —comentó con extremada lentitud—, algo que sólo tú puedes llevar a cabo. —Hizo una pausa, cruzándose de piernas, su mano libre jugueteando con su varita—. Espero mucho de ti —continuó, levantando la barbilla, mirando a Narcissa de reojo—, mucho más que lo que causó tu padre en el Ministerio...
Draco se estremeció de forma imperceptible. Bellatrix retrocedió un paso disimuladamente, sabiendo que eso también la incluía a ella. Querría haber podido defenderse, decir algo, pero no lo hizo. Estaba servida de Cruciatus.
—Hay alguien que sigue interponiéndose en mi camino —prosiguió el bífido ser, barriendo la estancia con sus gélidos ojos rojos—, alguien que es un obstáculo mayor que el propio Potter...
—¿Señor? —murmuró el Slytherin. Se sentía desconcertado, inseguro y temeroso. ¿Quién podía ser ese «alguien»? ¿Qué quería que hiciera?
—Por supuesto, si consigues llevar a cabo esa misión... —Voldemort se incorporó de su asiento, las ropas de su túnica hicieron ruido al moverse—, tu padre será eximido del error que cometió el pasado mes de Junio.
Narcissa se sentía incómoda, inquieta. Aquello no podía ser bueno y si era un plan del Señor Tenebroso, no podía significar nada bueno. Nada que proviniera de ese mago iba a ser favorable para ellos. En realidad, para nadie excepto para sí mismo.
—En primer lugar, necesito que encuentres una forma para que mis mortífagos puedan entrar en Hogwarts. No me importa cómo, sólo encuentra una manera para que puedan penetrar esos muros.
Draco disimuló su asombro. ¿Entrar en Hogwarts? ¿Una infiltración o un ataque? ¿Qué se proponía el Señor Tenebroso? ¿Qué esperaba hacer en Hogwarts? ¿Qué era la otra parte de dicha misión? ¿Quién le estorbaba más que Potter?
—Estoy seguro de que serás capaz de llevarlo a cabo, de eso no me cabe ninguna duda —continuó el mago oscuro, dándose la vuelta para mirar directamente al joven Malfoy—. En segundo lugar y más importante... —Se detuvo, como pensando las palabras adecuadas para continuar su explicación—, matarás a Albus Dumbledore.
Pareció como si le hubieran lanzado un cubo de agua helada encima. El golpe de la noticia fue tal que por un instante se tambaleó sobre sus pies. Bellatrix se sentía traicionada y sus ojos lo reflejaron por un segundo, ¡ella era mejor que Draco!
Narcissa sintió como si su corazón hubiera sido apuñalado por un millar de cuchillos a la vez. Algo en ella se desgarró, era como si acabaran de arrancarle su propia alma. En su mente sólo había una palabra: suicidio.
Cuando Draco fue al fin capaz de articular palabra, hincó su rodilla derecha sobre el suelo e inclinó su cabeza.
—Será un honor servirle, mi Señor.
—No esperaba menos de ti, Draco —asintió el mago oscuro—, podéis marcharos. —Con un gesto de la mano les despidió, regresando a su asiento mientras Nagini se hacía un ovillo a sus pies, apoyando su cabeza en el regazo de su amo.
Los tres magos presentes se alejaron sin dar la espalda a su señor. Bellatrix fue la última en salir de la estancia y cerrar las puertas tras ella.
Cuando estuvieron lo suficientemente alejados, Bellatrix finalmente estalló.
—¡Esto es un ultraje! ¡Yo estoy mucho más cualificada para esa misión!
—Draco, regresa a casa —le indicó su madre en un hilo de voz.
—Madre...
—Hazlo —le cortó ella.
El joven Malfoy quiso seguir con sus protestas, pero optó por callar y acatar la orden que le acababan de dar. Echó polvos flú en la chimenea y desapareció entre un remolino de llamas verdes.
—Bella, tú y yo sabemos lo que planea el Señor Tenebroso al encomendarle esa misión a mi hijo. —La voz de Narcissa era seria, baja y derrochaba preocupación.
La pelinegra frunció los labios, ladeando la cabeza hacia un lado.
—Si me vas a dar otra charla sobre lo ocurrido en el Ministerio...
—No, Bella. No es eso. Pero sabes tan bien como yo por qué le ha encomendado esa misión a Draco.
Lestrange se cruzó de brazos con loca elegancia, mirando a su hermana como si fuera ella la que había perdido el juicio.
—¿Estás cuestionando al Señor Tenebroso, Cissy? —preguntó de forma mordaz.
—Yo... no, no es eso. Pero... mi hijo será incapaz de cumplir esa misión. ¡Tan sólo tiene dieciséis años!
—¿Cuántos años crees que tenía yo cuando maté a mi primer sangre sucia? Cissy, deberías sentirte honrada por el hecho de que Él haya elegido a tu hijo.
—¡Lo ha elegido para morir! ¡Está intentando vengarse del fracaso de Lucius! —le espetó la rubia—. Bella, es mi único hijo. Él no tiene la culpa de que su padre la fastidiara. ¿Qué crees que pretende el Señor Tenebroso si no es vengarse? No quiero perder a mi único hijo. No puedo...
Bellatrix puso los ojos en blanco, sus brazos moviéndose ante ella como si apartara moscas en señal de desacuerdo.
—¿Y qué pretendes hacer? ¿Que alguien cumpla esa misión en lugar de tu hijo? Sabes que eso no le engañará.
Narcissa se quedó un instante en silencio, pensativa. ¿Y si pudiera hacer exactamente eso? ¿Y si lograra que otra persona de su confianza vigilara a su hijo y, llegado el momento, acabara el trabajo en lugar de Draco evitando así que muriese?
—Severus...
—¿Snape? —preguntó Bella, enarcando una ceja con exceptismo—. ¿Qué pasa con ese traidor?
—Él puede ayudarnos —concluyó la Malfoy—. Él es el único que puede.
La pelinegra la miró con incredulidad. Snape jamás fue alguien de su confianza. ¿Dónde había estado todos los años en los que el Señor Tenebroso había estado en paradero desconocido? ¿Por qué había estado impartiendo clases bajo el mando de Dumbledore? ¿Cuál era el verdadero motivo por el cual no había acudido a la llamada de su señor cuando éste les llamó dos años atrás? ¿Era espía de Quien-No-Debe-Ser-Nombrado o de Dumbledore?
—Cissy... —se aventuró a decir su hermana—, no hagas esto. Escúchame.
La otra mujer la ignoró, con un movimiento de varita y un escueto «Accio» hizo que su capa volara hasta ella. Antes de que Bellatrix pudiera decir una sola palabra más, se desapareció.
—¡Narcissa! —Convocando también su capa, se desapareció poco después que su hermana. Aquello no le gustaba ni un pelo.
