Bueno, este es mi primer fanfic yuri. Espero, sea de vuestro agrado. Se centra en la pareja Nami-Robin, aunke incluyo otros personajes creados por mí para dar consisténcia a la trama.

Mi idea es asignar a cada capítulo una banda sonora ke la acompañe.

AVISOS: este primer capítulo contiene escenas un poco gores.

Para este capítulo, recomiendo:

-Para la 1º parte: la BSO de "Silent Hill 1" (todas menos la canción de la intro) o "Silent Hill 2 Bonus Tracks", de éste último sobretodo: "blood pulse", "promised mutilation", "dark corridors", "checking in"...

-Para la 2º parte: recomiendo OST ONE PIECE: "because we´re alive".

CAPITULO 1: EL BARCO FANTASMA

(1º parte)

El espadachín de pelo herbáceo soltó las enormes pesas, que cayeron al suelo con un golpe seco y se secó el sudor de la frente con la pequeña toalla que llevaba en su haramaki. Se encontraba entrenando en el observatorio que coronaba el mástil central del barco. Desde allí también realizaba sus tareas de vigía.

Se sentó pesadamente sobre el banco que rodeaba la sala y se recostó contra la pared, de suerte que a los pocos segundos estaba roncando.

Pasaron los minutos, hasta que algo lo hizo despertarse y ponerse de pié. Se encaminó hacia el catalejo y miró a través de sus lentes, escrutando aquella negritud.

La silueta de un barco se recortaba contra la luz de la luna a pocas millas de distancia. En cuestión de minutos llegarían hasta él, ya que navegaban con el viento a favor y aquello dotaba al Thousand Sunny de mayor velocidad.

El megáfono bramó con su voz, despertando súbitamente a sus nakamas, que dormían plácidamente, excepto Robin, que se encontraba leyendo en la biblioteca de popa.

Usopp tuvo que hacer gala de su ingenio para conseguir que su capitán se levantara de la litera; a la voz de "un enorme chuletón se está escapando", el chico del sombrero de paja saltó de la cama babeando.

Zoro bajó hasta la cubierta donde se encontraba el resto de la tripulación y les informó.

-He visto un barco de la Marina a unas 2 millas de aquí en dirección sur-este…justo en mitad de nuestro recorrido. Será mejor que nos preparemos para lo que haya de venir.

-Un solo barco no supondrá ningún problema –dijo el cocinero mientras encendía un pitillo- les haremos frente.

-Eso es precisamente lo extraño -objetó Robin.

Todos la miraron, como esperando una explicación.

-Parece mentira que a estas alturas no lo sepáis, pero por regla general los Marines no suelen ir por ahí en flotas de menos de 2 barcos –puntualizó- por lo que un solo barco de la Marina en mitad del mar significa…que algo le ha sucedido al resto.

Todos se quedaron en silencio. Usopp tembló un poco y tragó saliva.

-¿Quieres decir que…? –farfulló.

-Podría tratarse de otros piratas –dijo Franky.

-No he visto ningún otro barco –aclaró Zoro.

-Puesss…¿tal vez haya sido algún Rey Marino? –espetó Luffy ladeando la cabeza.

-…¿Fantasmas?...-titubeó Brook.

-Sea lo que sea –dijo Zoro levantando una ceja- es mejor no confiarse y prepararse para entrar en combate si es necesario.

Todos asintieron y se dispusieron a prepararse, mientras que la silueta del barco cada vez se acercaba más y más.

Era una fragata, bastante más grande que el Sunny (que ya de por si era enorme) y su gigantesca y oscura silueta recortándose sobre la luna parecía que fuese a engullir el barco de los Sombrero de Paja. Para sorpresa de todos, no había una sola luz encendida a bordo y las velas estaban completamente rasgadas.

-Con las velas en esas condiciones...¿cómo podrían navegar?.-dijo Nami.

Cuando tuvieron el enórme navio a su lado sintieron una extraña sensación, como un escalofrío que les recorriese el cuerpo. Como cuando entraron en el Florian Triangle.

No había señales de vida a bordo: ninguna luz encendida, nadie dio la voz de alarma cuando los divisaron (y no habría habido problema alguno para verlos), los cañones con los cuales solían recibir a los piratas permanecieron mudos…

-¡ Echad el ancla ! –gritó Zoro de repente.

Todos lo miraron perplejos.

El peliverde estrechó su mirada y con un chasquido su Sandai Kitetsu salió ligéramente de su funda :

-Aquí pasa algo raro…esto no es nada normal.

Usopp decidió quedarse en el barco mientras el resto subía a bordo de la fragata. No quería imaginarse lo que había sucedido en aquel enorme navío ni tampoco tenía ganas de averiguarlo.

El silencio a bordo del buque de guerra se hacía denso e insoportable. Tán solo el silbido del viento entre las cuerdas de la embarcación y el crujido de la madera y de los huesos de Brook rompían aquel contínuo.

No había nadie en la cubierta. Sin embargo sí que había rastros de presencia humana reciente. Lo que más les sorprendió fueron unas extrañas siluetas marcadas en las paredes; eran siluetas humanas, pero aparecían en posturas inquietantes, como huyendo o protegiéndose de algo.

Sin bajar la guardia, los Mugiwara se dirigieron hacia el interior del navío.

-Será mejor que nos separemos –susurró Zoro- este barco es demasiado grande para explorarlo todos juntos; nos reuniremos aquí en media hora.

-Yo iré con Luffy –dijo Nami, para disgusto del cocinero- si no le vigilo quien sabe qué burradas hará este cabeza-hueca.

-Yo voy con Robin –dijo Chopper pasando a su forma Heavy Point.

-Acompañaré al señor Huesos a dar un voltio –apuntó Franky.

-En fin…a falta de mejores opciones –Sanji encindió otro cigarro- iré con el marimo, no vaya a ser que se pierda, como siempre hace.

-¡Cocinero de pacotilla! –vociferó Zoro poniendo sus manos sobre su Wadō Ichimonji.

Un ruido seco, como un golpe, procedente del interior del barco interrumpió la inminente pelea. El grupo se quedó en silencio y luego se dispersó velozmente. Si había algo a bordo, lo acorralarían entre todos.

La navegante y el capitán entraron por una de las puertas que había frente a ellos en la cubierta y que les condujo por un largo pasillo, que disponía de luz artificial, lleno de puertas a ambos lados y que resultaron ser camarotes. Habían varias filas de literas en cada uno, Nami contó unas 10 por camarote, en total unas 100 camas en aquellas 10 puertas del lado izquierdo, mas otros 100 en las del lado derecho. Y a continuación había otro pasillo con camarotes.

En todas ellas había un desorden total, impropio de gente tán disciplinada como eran los marines: ropa tirada por el suelo, camas deshechas…

Luffy revisaba todo con el hastío pintado en su rostro. Suspiró y cerró los ojos:

-Aquí no hay nada interesante…-ladeó la cabeza y llamó a la navegante, que se encontraba revisando otro camarote-...oye Nami, vayamos a buscar la cocina, tengo hambre.

Nadie respondió.

-Oye, Nami…

El capitán se dirigió al camarote donde la había visto colarse, pero en el pasillo vió algo que lo aterró; la sangré se le heló en las venas cuando entró y miró.

Nami tenia una expresión de terror en la cara. Con los ojos abiertos de par en par por el miedo y la piel extremadamente pálida, señalaba con su dedo tembloroso hacia una de las paredes del camarote.

Cinco profundos arañazos de considerable tamaño cruzaban la pared. Debajo había un charco de sangre fresca y de él partía un rastro carmesí que se dirigía hacia una de las puertas, llegando hasta el pasillo.

El esqueleto y el carpintero lograron llegar a la habitación del timón. Las cartas de navegación y los libros de las estanterías yacían tirados por doquier. Los den-den mushi estaban destrozados sobre las mesas.

-Demonios…-masculló Franky- esto está peor que nuestro cuarto.

El músico no dijo nada. Apoyado en su bastón examinaba uno de entre tantos libros que habían tirados en el suelo. Lo reconoció enseguida:

-Es el Cuaderno de Bitácora.

-Leelo, tal vez ponga algo que nos ayude a averiguar qué ha pasado aquí. –dijo el cyborg.

Brook comenzó a leer en voz alta y melodiosa…que se volvió apenas un susurro tembloroso cuando llegó a cierta página…

-¿Por qué se supone que siempre acabo por tener que acompañarte, espadachín estúpido? –se quejó Sanji mientras seguía al peliverde en las sombras, pues el alumbrado no funcionaba.

-Jódete, cocinero pervertido –le espetó Zoro- si no estuvieses tán salido…

Se detuvo en seco sin acabar la frase. Sanji lo cogió por la pechera.

-¿Qué ibas a decir, marimo de mierda? –le siseó el rubio. Pero se quedó estupefacto al ver la extraña expresión de su nakama.

-¿Ocurre algo?.

-Huele…huele a …sangre –susurró Zoro, sujetando firmemente sus katanas mientras Sanji lo soltaba y retrocedía.

Frente a ellos se encontraba una puerta metálica de debajo de la cual salía aquel olor ferruginoso que le embotaba los sentidos al espadachín. Un olor demasiado familiar para él.

De un rápido tajo cortó la puerta y la pared, dejando al descubierto un escenario dantesco envuelto en la penúmbra, iluminado tan solo por la luz de la luna al colarse por los ojos de buey.

Había salpicaduras en las paredes y rastros de sangre por todo el suelo de aquel laberinto de puertas y pasillos, como si alguien hubiese arrastrado algún cuerpo ensangrentado. Todos los rastros convergían en un camino escarlata que conducía a otra puerta metálica al final de un pasillo y desde el cual se percibía un frío penetrante y glacial.

-Es una cámara frigorífica –sentenció Sanji con un susurro.

Retrocedió un paso y pisó algo blando. Se llevó las manos a la boca para reprimir una arcada al reconocer un globo ocular humano bajo la suela de su zapato. Zoro observó con un escalofrío que había más restos de partes humanas esparcidas por el suelo.

-Tenemos que avisar a los demás –jadeó Sanji, incapaz de seguir soportando por mucho tiempo más las náuseas que le causaba aquel lugar.

-Antes hay algo que debemos hacer –dijo Zoro encaminándose con paso decidido hacia la puerta de la cámara frigorífica.

La arqueóloga y el doctor bajaban por una escalera que había tras la escotilla situada en la cubierta, junto al mástil, hasta que llegaron a un pequeño pasillo envuelto en penumbras. La morena localizó a tientas un interruptor en la pared; las bombillas se encendieron momentáneamente para apagarse pocos segundos después con un chispazo. El renito se colocó temeroso tras su nakama, la cual avanzaba con paso decidido, haciendo resonar sus tacones en la oscuridad.

Llegaron hasta una puerta metálica que encontraron al final del pasillo; intentaron abrirla, pero estaba cerrada.

Escucharon el ruido de algo pesado arrastrarse tras ella y Chopper se decidió. De un puñetazo la derribó con estruendo, dejando al descubierto un almacén. Robin y Chopper miraron dentro.

Unos ojos de buey polvorientos apenas dejaban pasar la tenue luz del astro nocturno a aquella estancia, donde habían un montón de cajas apiladas, sacos y maromas mohosas.

Avanzaron en la penumbra, cuando oyeron un ruido frente a ellos. Robin cruzó sus manos frente a sí, preparándose, mientras que Chopper olisqueó el aire.

-No estamos solos –dijo en un susurro- hay alguien más aquí –volvió a olfatear.

Se oyó un débil sollozo. De repente una figura envuelta en blanco salió veloz de detrás de las cajas y se abalanzó sobre Robin antes de que les diera tiempo a reaccionar. Aquella figura se derrumbó sollozando amargamente entre los brazos de la morena. Sus albos ropajes tenían varias manchas de sangre. Su llanto cesó en el instante en el cual se escurrió inerte hacia el suelo.

(2º parte)

Zoro depositó con cuidado a la chica inconsciente sobre la camilla de la enfermería del Thousand Sunny y salió, dejando a Chopper a cargo de la revisión médica. El resto de la tripulación se encontraba esperando fuera en el comedor. Sanji estaba tras la barra preparando algún refrigerio para cuando la chica despertase.

-¿Cómo la encontrasteis?-preguntó Nami a Robin.

-Parece ser que estaba escondida en el almacén -dijo ella- y en cuanto entramos allí salió disparada hacia nosotros.

-Pues supo esconderse a la perfección, porque con lo que encontramos en la bodega es un milagro que siga viva. –dijo Zoro.

-¿A que te refieres? –preguntó Usopp temeroso.

-Toda la tripulación estaba metida en una cámara frigorífica…hecha pedazos, literalmente…–la voz de Sanji tembló ligeramente al recordar el dantesco escenario.

-Podría tratarse del ataque de un monstruo –dijo Nami- en los camarotes encontramos marcas de garras y...sangre...-su voz tembló-... en una de las paredes. Y no eran precisamente marcas pequeñas.

-En la cámara frigorífica habían varios cadáveres a medio devorar…parece ser que entramos a la nevera del bicharraco –añadió Sanji.

-Sea lo que fuere lo que atacó a los Marinos, ya no estaba allí –la voz del carpintero sonaba con un deje de preocupación- por lo cual podría aparecer en cualquier momento. Sugiero que nos larguemos de esta zona cuanto antes mejor.

-Ahora que lo mencionais –intervino Brook- en el cuaderno de bitácora decían algo sobre una silueta negra. Se movía tan veloz que no fueron capaces de identificarla.

-¿Aún conservas ese cuaderno, Brook? –dijo Nami.

-Si. ¿Por?...

-Me encantaría echarle un vistazo, si no te importa. Puede que haya algún dato de interés.

El esqueleto rebuscó entre sus huesos y sacó un pequeño cuaderno de tapas negras que le entregó a la navegante.

-Gracias, Brook.

-A cambio del cuaderno…¿puedo ver tus bragas?.

-¡NOOOOOO, NO PUEDEEEES!-gritó ella mientras su puño se estrellaba contra la cabeza del músico.

Un grito penetrante se oyó desde el otro lado de la puerta de la enfermería y todos se sobresaltaron. Después se oyó una retahilla de alaridos en un idioma extraño, que se fue apagando lentamente hasta que se hizo el silencio.

La puerta de la enfermería se abrió y todos se dirigieron en tropel hacia ella. Chopper salió quitándose los guantes de latex que llevaba puestos y lanzó un profundo suspiro.

- No tiene herida alguna en el cuerpo, pero sufre ataques de pánico y ansiedad; en cuanto despertó y me vió trató de arañarme la cara, todos la habréis oído gritar. Le he inyectado un sedante y ahora duerme otra vez. Tampoco presenta síntomas de desnutrición ni deshidratación, seguramente hizo uso de las reservas del almacén del barco. Tiene una fobia extrema a la luz, he tenido que taparle los ojos con una gasa y dejarle una vela encendida porque con la luz normal no puede abrir los ojos. Ha estado susurrando algo de un cofre y unas gafas oscuras.

-¿Podemos verla?. –preguntó Sanji.

-Ahora mismo está grogui del sedante que le he inyectado. Sería conveniente que solo Robin se quedase con ella; puede que le inspire más confianza. Y averiguad lo de las gafas, por favor.

-Voy a volver a subir a la fragata a buscarlas por el almacén –dijo Zoro saliendo.

Robin entró tras Chopper a la enfermería, la cual estaba tenuemente iluminada por la vacilante luz de una vela.

Se sentó en una silla al lado de la camilla mientras el reno clasificaba medicamentos y anotaba algo en un papel en el buró de detrás suyo.

La arqueóloga miró a la joven de tez pálida que yacía en la camilla. Por su aspecto debía tener unos 25 o 26 años. Su cabello castaño dorado se volvía rojizo a la luz de la vela. Sus ojos estaban cubiertos por un paño de gasa. Le pareció sutilmente hermosa y se estremeció ligeramente al pensar en la escena macabra que les había descrito Sanji.

Nami se sentó sobre el césped en la cubierta mientras el resto de sus nakamas se desperdigaba por el barco, regresando a sus quehaceres.

Miró hacia el enorme barco, cuya presencia la inquietaba y más al saber lo que había sucedido allí.

Pero había otra cosa que la inquietaba aún más.

El saber que Robin iba a quedarse a solas con aquella extraña mujer a quien había rescatado la llenaba de un desasosiego que no alcanzaba a comprender.

-Tal vez sea miedo, susto...yo que sé -se dijo para sí misma- ese rastro de sangre, esas siluetas y esas marcas de garras en la pared...dios mío...

Pero otra vocecita se abrió paso en su cabeza:

-No es por eso y lo sabes. No es miedo a lo que has visto hoy...es miedo a algo que está creciendo dentro de tu corazón...