CAPÍTULO 1: DESPEDIDA

Habían vencido. Habían derrotado a Aizen y la mayoría de los arrancars, salvo algunos que habían vuelto a hueco mundo.

Aunque en su bando también habían habido bajas. Entre ellas, las de los capitanes Komamura, que había muerto al derrotar a Tousen, y el capitán Kurotsuchi, que tras haber acabado con varias espadas, había caído para no volver a levantarse.

Ichigo estaba de pie, observando los destrozos que había causado esa guerra en toda la sociedad de almas. Estaba lleno de heridas, algunas aun sangraban en abundancia. Tenía que curarse enseguida, pero había alguien que necesitaba más unos cuidados.

Rukia estaba tumbada sobre la tierra. Apenas podía mantenerse consciente. Lo único que podía ver en aquellos momentos era al chico de pelo naranja que la estaba observando, y que poco a poco, y con esfuerzo, se iba acercando a ella.

El chico se arrodilló frente a la shinigami, y viendo la gravedad de sus heridas, buscó con la mirada a Inoue, que ya se acercaba corriendo hacía ellos.

-¿Ku...Kurosaki-kun, estás bien?- preguntó casi sin aliento la muchacha. No tenía heridas. Ella se había quedado al margen de la batalla. Después de recuperarla en hueco mundo, habían decidido que no la expondrían a más peligros, ni para ella, ni para la sociedad de almas.

-Yo estoy bien... Bueno, mejor que ella. Cura a Rukia, por favor.

Inoue miró a su amiga, y rápidamente, se puso a trabajar. En poco tiempo, las heridas comenzaron a cerrarse. Cuando la shinigami comenzaba a sentirse mejor, y ya se podía mover, el muchacho, que no había dejado de observarla ni un segundo, se desplomó justo al lado de ella, sobre sus piernas.

-¡Ichigo!- pero el chico ya no respondió, estaba profundamente dormido.

Ichigo despertó en la enfermería del cuarto escuadrón. No estaba solo en la sala. Renji e Ikkaku también descansaban allí, y cuando vieron que el chico iba despertando, ambos le sonrieron y le saludaron..

-¡Vaya vaya! Ya pensábamos que no te ibas a despertar nunca- dijo el pelirrojo, con voz socarrona.

-¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?

-Pues como cuatro días, y no había quién te despertase.

Cuatro días. Se había pasado cuatro días en esa cama. Los había desperdiciado. ¿ahora cuánto le quedaba? Posiblemente poco más de una semana.

Se levantó de la cama en la que estaba y quedó de pie delante de ella unos segundos. No le dolía nada. Seguramente Inoue le habría curado después de Rukia... ¡Rukia! Era verdad, no sabía como estaba.

Se reprimió a si mismo. Siempre pensando en esa cría con la que siempre peleaba. Primero iría a ver como estaban los demás.

Se despidió de los dos chicos, ambos un tanto sorprendidos por su actitud, y salió en busca de sus amigos. Miró en varias habitaciones, pero nada más que encontraba a shinigamis y más shinigamis heridos, y otros a los que les estaban curando.

Finalmente, llegó a una habitación en la que estaban Inoue, Ishida y Chad, la primera curándoles a los otros dos.

-¡Hey!, ¿estáis bien?

-¡Kurosaki-kun!- gritó una alegre Inoue, pegando un pequeño saltito.

-Sí, estamos todos bien, Kurosaki. ¿Algo más?- las respuestas de Ishida siempre eran así de secas. No había nada que hacer.

-¡Encima que me preocupo me vienes con esas!¡Mira que eres desagradecido!- Ichigo miró la habitación, solo estaban ellos tres. Nadie más.-¿dónde está Rukia?

-Pues... Creo que su hermano quería que estuviese en la casa Kuchiki, ya que allí también tienen gente del cuarto escuadrón.

Maldición se dijo a si mismo, de nuevo pensando en Rukia, como si no pudiese cuidarse ella solita.

Pero en ese momento la recordó en la batalla, exhausta, al límite de sus fuerzas, con un montón de heridas, pero ella seguía luchando. Por eso luchó a su lado, para que siempre se mantuviese con vida, para que nadie se la arrebatase.

Eso era lo que pensó en aquellos momentos. Pero esta era una situación muy distinta. La batalla ya había pasado, todo ya estaba resuelto, y ella estaba a salvo...en la casa de los Kuchiki. ¡Cómo que le iban a dejar pasar!

Después de dar una despedida casi inaudible, salió de la sala. No sabía muy bien qué hacer ahora. Simplemente no podía hacer nada.

En ese momento, oyó unos pasos que le sonaron familiares.

-¡Ichigo!

Era Rukia. Iba prácticamente vendada hasta el cuello, incluyendo un brazo y una pierna, pero a pesar de eso se la veía bien.

-¡Rukia!-el chico no podía dejar de mirar sus vendajes, y jamás lo admitiría, pero no se calmó hasta que no vio que la muchacha estaba, dentro de lo que cabía, bien.-¿Por qué no estás en la mansión de tu hermano?

-Ya me estaba aburriendo, viendo la procesión de shinigamis del cuarto escuadrón desfilando delante de mi cama.-dijo la shinigami, aunque le miró preocupada. Ichigo estaba en una situación muy parecida a la de ella. También estaba cubierto de vendajes hasta el cuello, y sabía que él había recibido peores heridas.

Se quedaron unos segundos en silencio, sin saber muy bien qué decir, o qué hacer, hasta que el capitán Ukitake llegó hasta ellos, y se tuvieron que separar. Al parecer tenía que decirle algo importante a Rukia.

No podía evitarlo. Acercarse a Rukia, simplemente estar con ella, oír su voz, sentirla cerca. Era como un imán que le atraía y le impedía separase. Para ambos, haberse conocido fue algo que cambió sus mundos, tanto el de él, como el de ella. Quizá eso les hizo inseparables, aun sin su consentimiento.

Por eso, no podía evitar pensar, que apenas dentro de dos semanas, posiblemente fuese su última despedida.

Ella se quedaba en la sociedad de almas.

Él...

FLASH BACK

-Ichigo, lo sabes, ¿verdad?- Hirako se pudo al lado del chico, que después de una dura sesión de entrenamiento, estaba descansando en una especie de sillón al que se le notaban los años.-Cuando la guerra acabe, vendrás con nosotros

-¡¿Qué?!-no, él no lo sabía, o simplemente s negaba a intentar saberlo. -no me pienso ir, ya lo sabéis. Desde un principio os dije que no quería unirme a vosotros. Tan solo quería que me enseñaseis.

-Te daremos dos semanas después de que acabe la guerra. Que lo quieras ver o no, eso es cosa tuya-la mirada de Hirako no admitía réplica. Era una orden, que de no ser cumplida, tendría que pagar las consecuencias.

Ichigo vio como el vizard se alejaba de él. No podía hacer nada. Sin él quererlo, su destino ya estaba marcado.

FIN DEL FLASH BACK

Esas dos semanas, apenas se separó de sus amigos, en especial de Rukia. Seguramente no la volvería a ver.

Por desgracia para él, llegó el día en que se tenían que despedir. No se lo había dicho a nadie, aunque no sabía muy bien por qué.

Vio la puerta que le llevaría al mundo humano, y deseó, con toda su alma, que aquella puerta jamás se abriese.

Miró a los shinigamis que estaban detrás de ellos, en un intento de digna despedida.

Ichigo y Rukia se miraron, como lo habían hecho muchas otras veces, pero a la vez de forma distinta, intentando hablar a través del silencio.

-I-Ichigo...- la shinigami lo miró si cabía con más fuerza- volveré... Digo, volveremos. Lo prometo.

El muchacho sonrió casi sin fuerza. Sí, puede que ella volviese, pero él no estaría.

Hubo un destello de luz, y cruzaron la puerta. Era un adiós.