Disclaimer: Los personajes pertenecen a JK Rowling; el universo de la historia también, pero este capítulo es mío.
Este fic participa en el reto "El día de la Batalla" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Esta escena está basada en el universo de la película HP y Las Reliquias de la Muerte II.
Draco Malfoy se encontraba en medio de una batalla que no sentía como suya. Estaba en un bando pero deseaba la victoria del otro. Un bando era su enemigo, el otro era el verdadero enemigo. Se sentía en medio de ambos bandos y no quería pertenecer a ninguno de los dos. Un bando era lo que había despreciado toda su vida, sangresucias, traidores a la sangre, mestizos, seres mágicos inferiores. El otro, le había destrozado la vida, había humillado a su familia y los había convertido en despojos de lo que fueron. La decisión del bando en el que iba a estar jamás estuvo en sus manos pero no estaba seguro de que de haberlo estado hubiese tomado otro camino. Para Draco Malfoy siempre había existido un único bando claro: el de los Malfoy. Y ese día, parado entre los alumnos del colegio que se habían quedado a luchar frente a Voldemort y demás mortífagos, tenía más claro que nunca que ese era su único bando. Despreciaba a la Orden del Fénix, le asqueaba el bando tenebroso. Solo confiaba en su familia; solo "tenía" a su familia.
Desde su posición podía ver perfectamente como Hagrid, el semigigante llevaba en brazos el cuerpo sin vida de Potter; su mayor enemigo en los seis años anteriores de colegio; su salvador por dos veces ese mismo día. No sabía que sentir. Ni siquiera sabía si debía sentir algo. Temor. Tal vez debería sentir temor por el futuro que le esperaba, el que les esperaba a todos si la victoria del bando tenebroso se hacía realidad, y sin Potter el bando de "la luz" podría irse abajo. Aún así no era ese temor el que sentía.
El único temor que sentía era el que estaba asentado en su pecho desde mediados del curso pasado. El lado tenebroso no era su sitio y ya no era aceptado, el bando de la luz jamás lo aceptaría. Draco Malfoy sería enviado a Azkaban si ganaba el lado de la luz y asesinado si lo hacía el tenebroso. No había futuro para él, bien pensado.
Estaban todos expectantes, mudos por la impresión de ver a Potter muerto. Voldemort intentaba hacerles creer que había intentado huir para hundir más los ánimos del bando de Potter, pero seguramente se equivocaba de táctica. Esos idiotas creían en Potter y Dumbledore ciegamente; así solo conseguiría arengarlos contra el lado tenebroso.
Y ahí estaba la prueba. Al pedir que se pasaran a su bando, nadie había respondido a su llamado. Ni siquiera él. No quería volver a su bando y si no tenía futuro, ya que más daba.
Pero ahí estaban sus padres… reclamándole para el bando tenebroso. Delante de todo el mundo. No deseaba ir, no deseaba quedarse. Sus piernas no se movían y su padre seguía reclamándole que cruzara hasta el lado de Voldemort. Pero ese no era su bando. Tampoco el de la luz.
Solo existía un bando. El de los Malfoy.
Lucius Malfoy volvió a llamarle y finalmente dio un paso adelante.
