Hola chicas. Vengo con otro fic. Se trata del fic portugués Cenas de un casamento, traducido como Escenas de un matrimonio. Sus autoras son Luna e Dri Azevedo. Es un fic bastante erótico, aunque también habrá amor, celos, malentendidos, etc… Espero que os guste.

¿Tiene la alcaldesa un amante?

Emma Swan es la sheriff de Storybrooke.

Está casada desde hace más de 16 años con la alcaldesa de la ciudad, Regina Mills.

Las dos tienen dos hijos, Henry Mills-Swan, que está a punto de cumplir los 16 años y que anhela entrar en una de las ocho universidades privadas del nordeste americano que forman la Ivy League, y Lilly Mills-Swan, una rubita de 10 años de penetrantes ojos castaños verdosos, que todavía está en el escuela elemental.

La sheriff es la principal autoridad policial de la zona, y, además de rescatar gatitos de los árboles y parar peleas de borrachos en el Rabbit Hole, principal bar de la ciudad, también tiene que lidiar con los robos, estupros, allanamientos, tráfico de droga, entre otros muchos problemas que una ciudad con cerca de 25 mil habitantes enfrenta.

Y la alcaldesa tiene que combatir con las dificultades relacionadas con la gestión del municipio, intentando encontrar, junto con su equipo de administración, soluciones para los problemas de sanidad, educación, seguridad, infraestructura, vivienda y otros que un poblado de mediano tamaño comporta.


¡RING, RING!

El teléfono de la comisaria sonó.

«Diga» Emma atendió

«¿Sheriff Swan?» preguntó una voz masculina y ronca al otro lado de la línea

«Sí» respondió la rubia.

«Usted no sabe quién soy yo, pero siento admiración por usted y no veo correcto lo que su esposa le está haciendo » dijo el hombre misterioso y Emma tuvo la sensación de que estaba usando un distorsionador de voz.

«¿De qué está hablando?» preguntó la sheriff, ya temerosa

«Ella la está engañando desde hace seis meses. Se encuentra todos los miércoles por la tarde con un hombre de cabellos castaños y barba rala en el Motel Fairy Tale» dijo la voz misteriosa

Emma se levantó de la silla. Su respiración ya estaba desacompasada y su corazón latiendo acelerado en el pecho.

Deseó ardientemente que esa llamada fuera una broma

«¿Qué historia es esa?» preguntó con voz afligida, mirando para el calendario que tiene encima de la mesa y constatando que era miércoles.

«Solo la estoy avisando. Acabo de verlos entrando en un Porsche azul en el susodicho motel, si quiere sorprenderlos in fraganti, sugiero que vaya ahora hasta allá» sugirió la voz misteriosa.

La persona colgó, sin dar más información a Emma, que se quedó desorientada.

Se acordó de que ella misma llevó el Mercedes de Regina para que le hicieran una revisión el lunes y que, todavía, el taller no había devuelto el vehículo, y desde ese día, la rubia estaba siendo la chofer oficial de la casa, siempre llevando y trayendo a su esposa de donde necesitara ir, ya fuera en el coche patrulla o en su escarabajo amarillo.

La rubia estaba aturdida, cogió el arma y se la colocó en la cartuchera, al mismo tiempo que llamaba a Graham, su asistente, y le avisaba de que tenía que hacer una diligencia.

Cuando ya estaba entrando en el escarabajo, vio a su hermana, Mary Margaret, acercarse.

«Emma, ¿a dónde vas?» preguntó la morena de cabellos cortos.

«Tengo que investigar algo. ¿Puedes recoger a Lilly del colegio?» preguntó, acordándose de que las clases de su hija terminaban en media hora.

«¡Claro, cariño!» Mary es profesora y enseña en preescolar y fue maestra de sus sobrinos.

La sheriff entró en el coche, sin dar mayor información a su hermana y condujo como loca, saltándose los semáforos en rojo y sin respetar lo cruces para llegar cuanto antes al Fairy Tale.


Al llegar al hotel, pidió una suite, y tuvo certeza de que la recepcionista la reconoció, pero la muchacha era muy discreta y no cuestionó el hecho de que la sheriff fuera la única ocupante del vehículo. Ya llevaba trabajando unos cuantos años en ese establecimiento y ya era conocedora de algunas perversiones sexuales de los que frecuentaban el sitio, incluso había uno que siempre llevaba una muñeca hinchable como acompañante y la trataba como si fuese su novia.

Emma estacionó el escarabajo en la plaza correspondiente a su habitación, bajó del vehículo y comenzó a caminar por el motel, levantando la lona que servía de cobertura para los garajes de los cuartos.

Encuentró el Porsche azul estacionado en la plaza de una Suite Deluxe y la sangre comenzó a correrle más caliente en sus venas, ya que, si Regina estaba realmente allí, ciertamente escogería ese tipo de cuarto debido a su comodidad y refinamiento.

La rubia entró en el garaje, miró atentamente dentro del vehículo para ver si encontraba alguna señal que probase que su esposa realmente había estado dentro de ese coche, sin embargo, no encontró nada.

Subió las escaleras que llevaban hasta la suite y pegó su oído a la puerta.

De repente, oyó la voz de su mujer, aquel timbre ronco y sexy que tanto amaba.

Rápidamente tapó su boca con la mano derecha para evitar que los sonidos de su llanto fueran escuchados por los ocupantes del cuarto.

La rubia todavía no se creía que la broma fuera verdad.

¡Su corazón estaba destrozado!

Emma no aceptaba que su único amor, la mujer que veneraba desde la adolescencia, con quien tenía una sólida relación de cerca de 20 años, estaba teniendo una aventura con un hombre desconocido.

Comenzó a oír los gemidos de los amantes que, probablemente, ya estarían follando.

La sheriff era consciente de que la vida sexual de las dos, después de tanto tiempo de casadas, no tenía el ardor del principio, pero la rubia sabía que amaba a Regina con la misma intensidad o, tal vez, hasta más de lo que la amaba cuando se conocieron.

Y descubrir que la morena la estaba traicionando era la mayor decepción con la que la rubia había tenido que enfrentarse en la vida.

El odio tomó cuenta de su corazón en ese momento y, los celos infestaron cada recodo de su cuerpo.

«¡Voy a matarlo con mis propias manos!» gruñó la rubia, pegada a la puerta «En cuanto a ti, querida esposa, voy a follarte hasta que te quedes paralítica» prometió Emma, entre dientes, poseída por la furia.

Una tragedia shaskespearina se avecinaba en aquel motel.

Emma sacó el arma de la cartuchera, y colocó el cañón en la cabeza, mientras escuchaba los gemidos de su esposa, siendo follada por otra persona.

Imágenes de la vida compartida con Regina comenzaron a pasar por su mente, al mismo tiempo en que Emma descendía lentamente por la puerta hasta quedar sentada en el suelo.

Las lágrimas caían descontroladas de sus ojos verdes y se preguntaba por qué Regina le estaría haciendo eso.

La rubia quería ver correr la sangre, pero sabía que no tendría valor para matar a la madre de sus dos hijos, ya que sabía con certeza de que no podría vivir sin el calor de la piel de Regina, y la dulzura de su cabello negro deslizándose por sus dedos, mucho menos resistiría un día sin sentir el gusto a manzana que emanaba de la boca y del sexo de su esposa.

Imágenes de Regina con otra persona entre sus piernas tampoco salían de su cabeza, mientras los gemidos que se escapaban del cuarto llenaban sus oídos, y no le permitían pensar en otra cosa, a no ser en Regina siendo penetrada por un hombre en ese exacto momento.

Después de escuchar el último gemido, Emma se levantó rápidamente, y le dio una patada a la puerta del cuarto, que cedió ante el impacto, y la rubia entró, asegurando el arma engatillada con la mano derecha, y vistiendo unos vaqueros, camiseta negra, chaqueta roja y botas de caña alta, además de la estrella colocada en la parte derecha superior de sus pantalones.

Emma pensó que estaba preparada para ver lo que iba a ver al entrar en la habitación, sin embargo, la sorpresa reflejada en su rostro dejaba ver que nunca había pensado en esa escena que sus dos esmeraldas estaban presenciando en ese momento.


Emma recorrió con sus flameantes ojos verdes el cuerpo de la persona que todavía estaba entre los muslos de su mujer.

El trasero que Emma vio era blanco y bonito, muy femenino para ser de un hombre.

La persona realmente tenía el pelo castaño, pero parecían artificiales, y la sheriff vio algunos mechones dorados escapando por debajo de la probable peluca que estaba usando.

«¿Emma?» la rubia fue sacada de sus pensamientos por la voz de su mujer.

La amante de Regina se viró y la miró, haciendo que Emma la reconociese.

Se trataba de Elsa Frozen, una ingeniera rubia que se había mudado recientemente a Storybrooke y era la responsable de la construcción de un cine de cinco salas que la alcaldía estaba financiando con recursos propios.

«¿Sh…sheriff Swan?» balbuceó la otra mujer, todavía encima de Regina, viendo que Emma estaba armada.

La ingeniera salió de encima de la morena, quitándose el dildo de cerca de 15 centímetros que estaba usando para follar a la alcaldesa y dejarlo sobre la cama.

Se quitó la peluca y también la barba postiza que utilizaba para realizar la fantasía de Regina.

«Sheriff, por favor, no cometa ninguna tontería» imploraba una balbuciente Elsa, mientras la mirada asesina de Emma no se desviaba de ella y Regina, en cambio, estampaba una sonrisa irónica en sus labios viendo cómo su mujer estaba a punto de echarse al cuello de su amante.

Emma le puso el seguro al arma, dejándola encima de una mesa que estaba cerca de ella, y corrió hasta Elsa, cogiéndola por el cuello, mientras pensaba en lo tonta que había sido al no desconfiar de la persona que estaba jodiendo con su mujer, ya que la única que poseía un Porsche azul en la ciudad era la ingeniera.

«Es mejor que se vaya rápido de aquí, mientras me estoy resistiendo a la idea de matarla haciendo alarde de una crueldad exacerbada» gruñó la sheriff, entre dientes, mientras apretaba con fuerzas el cuello de Elsa.

«¡Suéltala, Emma!» ordenó Regina, en un tono frío y autoritario, haciendo que Emma se girase para mirar a su mujer por primera vez desde que había entrado en el cuarto.

Elsa aprovechó la distracción de la sheriff para salir corriendo desnuda y desesperada de allí.

«No pienses que voy a decir que estoy arrepentida o que no es nada de lo que estás pensando» habló Regina, sentándose en la cama y levantando su pierna derecha, mientras abría los brazos, igual que el Cristo crucificado, y los colocaba en el respaldo de la cama. «Elsa me está follando desde hace seis meses, y me admira mucho que tú, siendo policía, solo lo hayas descubierto ahora, cuando todos los miércoles llegaba a casa con un chupetón diferente en cada parte de mi cuerpo. Y, de todas maneras, no me sorprendo, si tenemos en cuenta que en este tiempo tú solo me debes haber follado unas diez veces y de aquella forma perezosa y poco creativa con la que lo llevas haciendo hace más de tres años» hablaba la alcaldesa calmadamente, levantando una ceja y el mentón, encarando la mirada furiosa de su mujer, viendo cómo la respiración de Emma se hacía cada vez más rápida.

«¡Cállate, zorra!» gruñó Emma airada, y oyó como respuesta la famosa carcajada de Regina Mills, estilo Reina Malvada.

La sheriff perdió lo que le quedaba de razón a causa de la forma guasona con la que su esposa estaba conduciendo la situación, la agarró por los tobillos, le dio la vuelta en la cama, le aferró las muñecas, presionándolas en la espalda, mientras con su otra mano se sacaba su cinto y amarraba con él las manos de su mujer.

Regina estaba con el trasero hacia arriba, con las manos atadas a las espaldas, y el rostro apoyado en la almohada y calzando sus tacones, mientras escuchaba a Emma quitándose sus ropas.

Dentro del cuarto sonaba incesantemente la melodía francesa "Je t'aime…moi non plus" de Serge Gainsbourg y Brigitte Bardot, al mismo tiempo en que Emma se colocaba el dildo, antes usado por la amante de su mujer, para follar a Regina.

«¡Voy a tratarte como la puta que eres!» gruñó la rubia y, mientras escuchaba los gemidos de la actriz francesa, metió, sin ceremonias, todo el strap dentro del sexo de su esposa, que gimió sin sentir ningún dolor como respuesta.

Emma embistió a Regina con violencia, mientras el lateral del rostro de la morena giraba hacia un lado y hacia otro sobre la suave sábana de la cama.

«¡Zorra!» dijo la rubia, dando fuertes nalgadas a su mujer con la mano derecha, mientras que a la otra estaba clavada en la piel de la cintura de Regina, impidiéndole que se moviera, aunque la morena no tenía intención de salir de aquella posición, ya que su sexo estaba completamente encharcado y latiendo de una manera que hace mucho tiempo que no sentía.

«El…sa ya me fo…lló as..í» provocó todavía más, mientras gemía de placer.

Emma metió su mano derecha en el pelo de Regina, enrollando sus dedos en sus mechones negros y levantó la cabeza de la mujer, mientras seguía embistiéndola, hasta que su boca se acercó a la oreja izquierda de la morena.

«Pues yo te voy a follar de una forma que sé que ella jamás ha hecho» gruñó, retirando el dildo de dentro de la vagina de su esposa, soltó sus cabellos, colocó a Regina de vuelta a la posición anterior y separó las nalgas de la mujer.

«¡NO, EMMA!» gritó Regina, aterrada, sabiendo donde quería la sheriff meter el strap.

Emma pasó la mano por el sexo de Regina, humedeciendo sus dedos allí, pasándolos, después, por la raja del trasero de la morena, reteniendo a Regia con la mano izquierda, ya que la alcaldesa estaba intentando escapar.

La sheriff introdujo, lentamente, el dildo hasta la mitad en el trasero de su esposa, y la morena abrió la boca sin soltar ningún sonido, mientras sentía su culo ser invadido por el juguete.

Regina comenzó a abrir y cerrar los ojos frenéticamente, mientras Emma se movía, embistiéndola cada vez más rápido, viendo el dildo entrando cada más en el culo de su mujer.

La alcaldesa gimió y lágrimas de placer comenzaron a correr por su rostro.

Nunca imaginó que podría sentir tanto placer al ser penetrada de aquella forma.

Emma introdujo tres dedos en el sexo de su esposa, mientras seguía con su ritmo implacable.

Su mano izquierda se deslizó por la espalda de la morena y la rubia levantó la cabeza de la mujer, agarrándola por el pelo, dejando a Regina a cuatro patas.

«¡Vamos, Señora Alcaldesa, córrete mientras follo tu culo y tu coño al mismo tiempo!» la incitó la rubia.

La morena solo consiguió emitir algunos gemidos, mientras abría y cerraba la boca, su cuerpo todo convulsionaba debido a la forma en que Emma la estaba follando y la morena solo deseaba prolongar todavía más aquellas sensaciones.

«¿Te gusta, puta?» preguntó la rubia, rabiosa, al mismo tiempo en que penetraba a su mujer con fuerza.

«Em…Em…ma» era lo único que Regina conseguía decir en ese momento, pues el orgasmo está recorriendo cada terminación nerviosa de su cuerpo, mientras la sheriff la penetraba rápidamente con los dedos incrustados en su sexo y el dildo enfilado en su culo.

Regina tenía la sensación de que estaba alcanzando el nirvana, ya que nunca había sentido un orgasmo tan intenso en toda su vida.

En ese momento, solo existía Emma y ella en el mundo, y la alcaldesa jamás amó tanto a su mujer como en ese momento.

La sheriff percibió que su mujer se estaba contrayendo alrededor de sus dedos y siguió penetrándola hasta oír el último gemido de Regina.

La rubia soltó los cabellos de la morena, sacó el dildo y los dedos de dentro de ella, y la alcaldesa cayó encima de la cama.

Emma desanudó el cinto que amarraba las muñecas de la morena, se levantó, se quitó el arnés, se puso su ropa y salió del cuarto.

Regina, sin recuperar aún los sentidos, en lo único en que podía pensar era en que "su Emma estaba de vuelta", mientras sonreía de satisfacción, con cara de deleite.

Emma, en cambio, estaba poseída por la furia y los celos y decidió ir al Rabbit Hole, a emborracharse hasta caer inconsciente, pues la imagen de Elsa Frozen follándose a su mujer en los últimos meses no abandonaba su cabeza.