Bueno, realmente esta es una nueva historia que llevo pensando un tiempo atrás.
Realmente creo, y por eso advierto, que su inicio será lento pues, en sí es como un poco necesario para mi que comiencen conociendo a los personajes.
Realmente espero les guste, y gracias a quienes se tomen el tiempo de leer "Magenta" y dejar algún review.
~Prisionera de la luna.~
1
Josh
Sentado frente a un gran escritorio caoba, del lado opuesto a mí, el hombre revisaba el papeleo de ingreso. El "Lic. Turrubiates" –según indicaba la placa de identificación sobre el escritorio–, un hombre adulto rondando por los 50 años edad, leía cuidadosamente cada dato contenido en mi currículo escolar.
Mientras analizaba sus movimientos, sus manos se detuvieron. Apartó unos cuantos papeles del montón que sostenía y se dirigió a mí. —Entonces Joven…—Dudó mientras daba una ojeada a los papeles en busca de una confirmación. —Señor Luna, concluyo en que ya tiene su horario e indicaciones ¿No es así? —. Asentí.
—Perfecto, firme aquí. — Indicó los espacios vacíos en los papeles colocados frente mío ofreciéndome un bolígrafo azul con la inscripción " " en su superficie. —Estando todo en orden, puede retirarse. No se preocupe por su primer periodo, hablaré con su profesor y le explicaré que lo retuve en mi oficina. — Me volví hacia la puerta con el fin de salir de aquella oficina; fui detenido por su voz antes de lograrlo. — ¡Ah! Y señor Luna—sonrió —Mucha suerte en su primer día. Bienvenido al Colegio.
— Gracias Director Turrubiates.
—No es necesario que uses todo el título, puedes llamarme como te sea más cómodo. Por supuesto, sin olvidar el respeto.
—Siendo sincero, prefiero llamarle .
—Cuanta formalidad, hacen faltan más chicos como tú. —Sonrió—En fin, no te retengo más
—Claro, Licenciado. Gracias, con permiso. —Cerré la puerta de su oficina, le dirigí un "con permiso" a la secretaria fuera de ella y me encaminé hasta el corredor de la escuela.
Caminaba entre el mar de alumnos que realizaban su cambio de clases, en busca del aula de Literatura. Noté algunas miradas sobre mí mientras realizaba mi búsqueda. Por supuesto, ofrecía el papel protagónico de "chico nuevo perdido en su primer día de clases". El papel me quedaba muy bien, perfecto a decir verdad. Estaba perdido y lo peor eran esas miradas, que a cada segundo se hacían menos disimuladas. Algunos chicos me miraban con el ceño fruncido quizá mandando el mensaje de "Soy el rey aquí, no te metas en mi territorio", mientras otros más escaneaban que tipo de alumno resultaría ser; las chicas, ellas simplemente estudiaban el producto; examinando la nueva adquisición masculina del colegio, seguidamente procedían a murmurar entre ellas. Ignoré lo mejor que pude todas las miradas, evitando sentirme incómodo; me concentré en examinar cada uno de los letreros ubicados sobre las distintas puertas en ese pasillo. Ninguna parecía ser de literatura. Subí las escaleras con la esperanza de encontrar la bendita aula en el segundo piso.
Ya en el segundo nivel del edificio me encontré con un pasillo casi vacío. Llegaría tarde a mi primera clase, bueno si a eso le agregamos que me perdí mi verdadera primera clase, quizá no estaba tan mal.
Primera puerta a la derecha "Aula de literatura"; después de mi pequeña odisea en el pasillo de la planta baja, la había encontrado. Me planté de frente a la puerta del aula y toqué. La profesora, una mujer delgada de aproximados 35 años, dirigió su mirada a mí y acudió con paso firme a donde me encontraba. Cuestionó mi retraso y mientras le explicaba pude notar algo curioso en su aspecto físico. A pesar de ser adulta, su estatura estaba por debajo del promedio –según su edad–, quizá no era demasiado baja pero podía asegurar que era incluso más baja que la mayoría de las chicas que vi en el pasillo. Además de su altura, su vestimenta no era necesariamente a lo que estarías acostumbrado a ver en una profesora de dicho nivel escolar: tejanos claros, una blusa de botones con el escudo de la escuela y tenis, de los que te venden por anuncios televisivos con el eslogan de "baja de peso caminando con estas maravillas revolucionarias del calzado". Claramente no los necesitaba, era delgada, además de bajita, debo admitirlo, tal como debo admitir que su corto cabello oscuro ondulado no parecía haber tocado el cepillo al menos durante dos días.
Una vez acabada mi explicación, sonrió y me señaló un asiento vacío en la cuarta fila de mesas, junto a la ventana. Las mesas eran de dos plazas, un chico de sudadera blanca con dos líneas en color aguamarina oscuro ocupaba el asiento junto al pasillo, por lo que debía tomar el asiento junto a la ventana. Caminé por el pasillo y rodeé la mesa, pasando detrás del chico para tomar asiento.
Mientras la profesora reanudaba su presentación, miré delante de mí. En la tercera fila se encontraban dos chicas, la primera frente al chico de la sudadera, de ojos miel y cabellos largos y lacios en tono rubio miel con mechas chocolate sujetos a la mitad en una coleta, mientras que la chica frente a mí, tenía el cabello castaño oscuro, aunque de ella siquiera miré su rostro mientras cruzaba el pasillo, parecía escribir algo bastante interesante en su cuaderno. Al menos, agradecía que no me mirara como todas las demás chicas.
La clase transcurrió con la profesora "Genny" –como se había presentado–, dando su breve introducción de 50 minutos. En los que, si soy honesto, me dediqué más a dibujar que a escucharla.
