Este fic es una regalo para Yessi Sanchez. Mi amiga secreta en esta navidad que se organizo en el grupo de Amamos el OkiKagu/ We love Okikagu.
Espero que la hayas pasado increíble en esta fecha y que siempre este sonriendo.
La volvió a ver. Lo invadió un sentimiento que no supo describir. Él era un profesional en todo el sentido de la palabra, tantos años estudiando, quemándose las pestañas, y forjando una actitud admirable frente de a sus pacientes que lo miraban como si fuera un ángel. Alguien cercano a Dios que había llegado para curarlos y hacerlos salir lo antes posible del prestigioso nosocomio.
Llegaba ella y sacaba lo peor de él. Pero lo que rebalso el vaso era que se colaba en sus pensamientos, antes de dormir le dedicaba un pensamiento maldiciéndola por la vergüenza que le hizo pasar, a su mente venia sus ojos azules brillantes que tuvo la suerte de ver cuando esta se quitó los lentes para limpiarlos, su cabello llamativo color bermellón y su menuda figura que veía con más detalle en sus sueños se preguntaba si la volvería a ver alguna vez.
Se preguntó a su mismo: ¿por qué?
Respondió: Es amor.
Contraataco diciendo: Es ridículo.
Y afirmo aquello agregando: Eso dices porque ella aun no es legal y ese cuerpo nos dice que no lo será pronto.
Dio como resultado final que era por la vergüenza que le hizo pasar, el hecho que haya levantado la voz en su lugar de trabajo "Si pudiera te mataría" asustando a los pacientes que esperaban su turno y a colegas que pasaban, sacando en ella un sonrisa burlona y un comentario llamándolo hipócrita y potencial sádico.
—Buenos Días —saludo el castaño entrando al consultorio.
Abrió el folder con la información del paciente de hoy. El nombre se encontraba borroso así que alzó la vista para ver a su paciente y preguntarle su nombre encontrando a una joven de cabello bermellón quien vestía un uniforme de marinero de esos que usaban en las escuelas secundarias, además que tenía las piernas cruzadas, ella lo miraba con superioridad y le sonreía un poco traviesa.
— ¿Tú vas a revisarme? Exijo un cambio —dijo agresivamente. El castaño se sentó al frente de ella — ¡Cambio! —Grito.
Extrañamente no llamo la atención de los demás que estaban afuera.
— ¡Cállate! maldita sea —Sougo se sentía fastidiado, le empezó a doler la cabeza y la voz irritante de esa mocosa no le hacía sentir mejor.
— ¿No vas a fingir? Si vamos a jugar al doctor quiero un trato como a los demás pacientes.
—Creí que querías un cambio.
—No —dijo susurrando.
Aquella joven se paró y se acercó al castaño volteando su cara hacia la izquierda sin permitir que el castaño la viera. Sougo sonrió confiado.
—Siéntate antes de que te ponga un sedante como a los animales.
Ella lo ignoro. Y desobedeciendo, se sentó en su regazo, por fin dándole la cara. Sougo se sorprendió. Tenía a la chica con las piernas abiertas encima de él moviéndolas como si de una niña pequeña se tratase. Aquellos ojos azules lo miraban traviesamente y lo invitaban a que él diera el siguiente paso.
Muy diferente a lo que decía el dicho ella estaba proponiéndose y ahora dependía de que si él se disponía a jugar con ella. Debió ser lento su pensar porque ella quito la invitación, lo cogió de la solapa de la bata jalándolo y estampando sus labios con los de él.
Eso era todo, no le pidan compostura, ni ética, había tenido fantasías que finalizaban con el abrazando su cuerpo y besando la espalda desnuda de la femina, mientras que ella tranquilizaba su respiración.
La cogió de la cintura acercándola a su cuerpo, debido a que él se inclinaba un poco encima de ella tuvo como consecuencia un choque de pechos en el cual sintió los pequeños pechos de ella en desarrollo a través de las telas, profundizo el beso metiendo su lengua para que bailara con la de ella, sentía su entrepierna emocionarse. Esa mocosa lo estaba emocionando más que en todos sus sueños y percatándose de ello, la jovencita de cabellos rojizos comenzó a frotarse en él. El castaño se sintió como un adolescente, el movimiento de aquellas caderas lo estaban estremeciendo. No le preguntaría si quería seguir porque sí ella se arrepienta, él se encargaría de tomar todo lo que ella le ofreció y hacerla gritar que continuara.
Ella termino el beso, él quería más, veía sus labios hinchados, bajo la mirada para ver el pequeño pecho de la fémina subir y bajar ante su respiración rápida.
—Me duele—se quejó su "paciente" inclinando la cabeza tratando de parecer adorable. Como la masoquista que anhelaba que fuera. La odio tanto. Quería ver más, necesitaba ver ese rostro suplicarle por más.
— ¿Te duele? —Se arrepintió de su estúpida respuesta inmediata, que podemos decir, estaba sin palabras. Su cerebro se hallaba en piloto automático solo quería arrancar ese uniforme que le impedía de verla y hacer suyo cada parte de esa piel blanca. Además, de lo que el instinto le guiará.
—Aquí —respondió.
Ella puso su mano en el moño rojo de su uniforme de marinero. Lo entendió y sonrió satisfecho. Debido a la diferencia de altura y aunque ella se encontrara sentada en su regazo podía verla desde arriba. La mirada de aquella pelirroja había cambiado si comparaba a como lo había recibido. Ahora esos ojos azules estaban un poco llorosos.
—Ni modo, tendré que revisarte —dijo mostrándose desinteresado en la salud de ella y haciendo notar el estetoscopio que llevaba colgado en su cuello recibió una respuesta afirmativa por parte de ella dándole permiso de revisarla.
Se lo colocó en sus oídos y con la parte de la campana de aquel instrumento dispuesto a ponerlo en el pecho bajo la camisa como suele hacerlo de rutina, cambio un poco. Ella no era una paciente normal. Levanto su blusa metiendo su mano, escucho el corazón, esos latidos nerviosos le sacaron una sonrisa, con un dedo lo mantuvo quieto y con la palma tocó el pecho que se encontraba cubierto por el sencillo sostén blanco.
— ¿Cómo está mi corazón? —Pregunto.
—Puedo hacer que lata más rápido —sin pensarlo demasiado apretó el seno encima de la ropa interior, soltando la campana y provocando un pequeño salto en ella.
—Hazlo. Tómame— los ojos carmesí del joven doctor se perdieron en los zafiros de la pequeña estudiante rompió el intercambio de miradas, bajando la mirada alzo la blusa blanca dejando ver ese pequeño sostén blanco que ocultaban sus abultados y pequeños pechos, la parte superior de ese uniforme se quedó en las manos del castaño. Sougo se sorprendió la última vez que la vio tenía un uniforme de Instituto, semanas después se "esperanzo" en que tendría que esperar tres años por lo menos para poder tener una aventura con ella.
—Tú la otra vez ¿no llevabas otro uniforme?
—Si —la bella expresión que la pelirroja le brindaba ante los ojos del castaño había cambiado, ahora era una mirada soberbia y una clara burla sobre el —te sientes tan culpable de estar enamorado de una menor de edad. Bastardo sádico que estas soñándome como una chica de secundaria. —Una de sus blancas manos se aventuró para tocar su entrepierna ya animada — Mírate sólo eres un pervertido. Estas tan duro.
— ¿Soñándote? Mierda... —se quejó, arrojando la blusa de la imaginaria chica de sus sueños. Miro a la pelirroja que no dejaba de verlo con burla. No había de otra, ya que estaban en un sueño, aprovecharía en sentir como seria su piel, así como se escucharían sus gemidos —Ya que estamos en esto.
—Si... pero ¿sabes que tienes? —Pregunto aquella jovencita cuando el castaño se abalanzo a besar y lamer el blanco cuello.
—Una erección —sonrió separándose de ese cuello provocador para callarla con una beso, la pelirroja se separó causando molestia en el castaño.
—Tienes turno en la mañana —sentencio cruzándose de brazos. Se rio ante la negación del castaño.
Despertó irritado, se quitó su antifaz, se levantó y miro la erección que tendría que bajar con una fría ducha si quería llegar a tiempo al hospital.
Llego. Una de las enfermera le dijo que una paciente lo esperaba en el consultorio N° 1, agradeció, cogió el folder y miro los datos de una jovencita de dieciséis años. El nombre: Kagura Yato. Presentaba dolores en el estómago.
Abrió la puerta topándose con una joven de cabellos bermellones que lo miro con furia, no pudo evitar sonreír. Tenía el mismo uniforme de instituto gris que vistió la última vez que lo humillo delante de todos. Vio a un peliblanco a su lado, frunció el ceño de inmediato.
— ¡Oh! Souichiro-kun —lo llamo el peliblanco trayendo recuerdos en el castaño, haciéndole sonreír. En su último año de Preparatoria escucho rumores de que el autollamado "Ginpachi-sensei" había adoptado a una niña. —Escuche que te habías convertido en doctor.
—Danna, cuanto tiempo. —Miro a la menor que no le quitaba la vista enojada —Ya entiendo tu mala actitud. —se dirigió a la pelirroja
— ¿Se conocen?
—Mire nada más. Es el doctorcito sádico.
—Se conocen —afirmó el peliplateado a su propia pregunta.
El castaño saco su cuenta rápidamente. Esa chiquilla pronto cumpliría diecisiete y seria mayor de edad. Y él estaría dispuesto a que lo recordara por siempre.
No más sueños húmedos. Él se quedaría dentro de ella por siempre.
Gracias por leerme
Espero que todos hayan pasado una linda navidad y Feliz Año Nuevo por adelantado
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