¡Hola! ¿Qué tal?

Adivinen quién trajo un nuevo fanfic Jeren c:

Últimamente había estado muy metida en este tema y recientemente leí un fic buenísimo que no solo me metió en un fandom al que jamás imaginé entrar, sino que me ayudó a pensar en un Jeren de esta clase. Sé que no a todos les gusta la temática y espero no ofender a nadie con ello, respeto los gustos de las demás personas aún si no estoy de acuerdo, así que espero que haya cierto respeto mútuo entre quienes no gustan de el tema y quienes sí.

Si les gusta la temática me alegra y ojala pueda hacerles disfrutar este fic.

¡Espero que les guste! c:


Advertencias:

Omegaverse. Mpreg.


Capítulo I

Bastó, como cada vez, una simple mirada a sus caderas. Y sin prisas volvía a decirme a mí mismo que dejara de hacerlo cada día, a cada momento en el que me lo encontrase vagando por ahí. Ciertamente no podía resistirme, lo sabía. Dudaba incluso que cualquier otro en mi situación pudiese resistirse a mirar esas caderas y es que cuando me daba cuenta ya lo había hecho, a veces encontrándome con sus ojos que de casualidad se cruzaban con los míos. Entonces ahí me encontraba yo, siendo víctima una vez más de mis propios deseos.

Él era extraño para ser uno de su clase. Yo no era el único que lo seguía con la mirada pero era el único que se daba cuenta. Un espécimen raro siempre es llamativo, a la vez es repulsivo para una jerarquía que tiene una normalidad. En mi caso tenía muchísima más curiosidad que los demás. Me sentía como un gato asechando a su presa a pesar de que no tenía la mínima intención de atraparlo. Y aún así mantenía la mirada sobre él esperando un solo descuido. Ahora bien, quizás no parecería merecer la pena a los ojos de cualquiera. Sin embargo cualquiera no estaba aquí en este instante. Es decir, él no tenía ni una pizca de olor. No tenía una sola pizca de esencia para los demás pero yo podía sentir su olor revolotear en mi nariz cada que pasaba a mi lado: sutil, refrescante, dulce a la vez y tan deseable e inusual como él lo era. Su aroma era sencillamente perfecto aunque no estaba seguro de que alguien más pudiese sentirlo por lo realmente etéreo que era incluso si tomaba alguna clase de supresor. Para ser sincero cada que lo olía podía reconocerlo de inmediato, no era como los demás, oliendo prácticamente de la misma manera, irritándome la nariz con su celo. Me atrevería a decir que me agradaba su aroma.

Eren era el primer omega cuyo aroma no sólo no me molestaba, sino que me agradaba de cierta manera. Cualquier alfa se lanzaría hacia él para cortejarlo en el segundo en el que se diera cuenta de que le agradaba. Pero contrario a quienes sí intentaban hacerlo yo sabía que Eren era un omega libre. Eren no se dejaría marcar por cualquiera así insistiera o lo intentara por la fuerza.

Él era libre de sus instintos mundanos.

Eren era un omega distinto a los otros montones de omegas que uno podría mirar al caminar por la calle. No estaba dispuesto a dejarse marcar por cualquiera que le prometiese una vida de en sueño. Él buscaba escoger su camino, él tenía claro que escogería al alfa que lo marcaría, que no sería escogido y que seguiría siendo libre de cualquier forma sin importar que eso implicase convertirse en un omega pasado de edad para juntarse con alguien. Jamás dejaba que alguien le dijera cómo comportarse ni permitía que alguien intentase decirle de qué manera debía vivir su vida. Nunca había olido su celo ni tampoco había tenido el olor de un solo alfa encima. Su carácter se imponía por sobre los demás como si no fuese lo que era. Rompió con los estándares jerárquicos convirtiéndose en el creativo de la empresa de publicidad más famosa del país a base de esfuerzo. Se mostraba ante la sociedad con la cabeza en alto, la mirada firme, las metas fijas en su lugar. No vacilaba al hablar ni al dar un solo paso. Sus ideas siempre iban más allá y sobre todo su olor era casi imperceptible.

Probablemente fue eso lo que más me sorprendió. Un omega por lo general se reconoce inmediatamente incluso en medio de miles de personas por su olor característico pero para saber que Eren era un omega uno tenía que tener un olfato excepcionalmente bueno o debía escucharlo de su propia voz. A veces se hacía pasar como un más beta frente a otros betas como si toda su vida lo hubiese sido. Ciertamente tenía un cuerpo común y corriente, como el de un beta promedio. No desprendía feromonas en exceso, el mayor misterio de Eren Jaeger siempre sería ello. A veces me preguntaba si Eren había tenido su primer celo ya, aunque seguramente era estúpido suponerlo si quiera porque había pasado de la mayoría de edad ya hace unos años.

Lo miré venir hacia mí, con una copa de champagne en una mano y un bocadillo que tomó de una bandeja que pasaba en la otra. Antes de llegar a mí ya se había metido medio panecillo de chocolate a la boca y se relamió los labios para asegurarse de quitar de ellos cualquier pequeño residuo. Una vez que lo tragó estuvo frente a mí, así que se sintió libre de hablarme mientras se acomodaba en el espacio que había a mi lado.

—Jean, podrías fingir mejor mientras miras mi trasero— reprochó antes de beber de su copa—. Si incluso yo lo noté estando de espaldas imagínate la gente alrededor.

—Bueno, es que me acabas de hacer ganar una apuesta— sonreí yo a cambio.

—¿Qué clase de apuesta asquerosa implica mirar mi trasero en plena fiesta?

Me reí, sabía que él no estaba ofendido realmente, sólo buscaba como siempre seguir la conversación. Entonces me di la libertad de acariciar el cinturón en la cintura de Eren con un dedo como si fuese la pieza de ropa más valiosa del mundo, dejando que mi cabeza recordara cada vez que le había visto con él desde el día que le conocí.

—Ya sabes: Eren seguramente usará su cinturón rojo en la fiesta— recité.

—No entiendo qué tiene de raro usar un cinturón rojo— bufó, cansado de el mismo comentario—. Y deja de apostar por ello.

—Lo extraño no es el color del cinturón en sí, Eren— aclaré—. Sino que uses el mismo cada día de tu vida.

—Por supuesto, ese cinturón es especial— sonrió él. Pero no sólo sonrió, sino que me sonrió a mí y por un momento sus sutiles feromonas me hicieron estremecer.

—¿Especial?— pregunté, intentando no caer en esos encantos que de vez en cuando me hacían caer, caer muy pero muy profundo.

Y él no contestó, se limitó a mirarme con una sonrisita que para ser sincero hizo que por mi espalda atravesara un escalofrío. No importaba si no significaba nada o si con ello me indicaba que no siguiera preguntando algo que no me importaba. A veces poder tener una sonrisa de ése precioso chico me hacía temblar. Si el quisiese podría tenerme a sus pies, podría hacer que yo cayera e hiciera cualquier cosa sólo para él sin importar que clase de cosa fuere. Me sentía contento de quererlo por lo maravilloso que era, no por ser un omega. No me gustaba sólo por instinto.

—Esta fiesta es una mierda— dijo al final, luego de terminar su copa—. Ya me duelen las mejillas de sonreírle a todos y ni siquiera sé exactamente por qué estoy aquí.

—Porque tu diseño les hizo vender casi diez veces más su producto, obviamente te quieren aquí—le recordé pero estaba igual de irritado que él entre tantos alfas y sus penetrantes aromas mezclándose alrededor de mí—. Y tienes que quedarte porque acabo de oír que te darán el reconocimiento en pleno discurso.

Eren bufó, gruñendo palabras sin sentido entre dientes. Obviamente tenía la intensión de largarse luego de una hora haciendo acto de presencia pero ahora tendría que quedarse a recibir elogios sobre su diseño hasta que la gente se olvidara de que existía una vez más. Lo oí quejarse de lo hipócritas que eran todas esas personas que esperaban estrechar su mano diciéndole que era el mejor cuando jamás en su vida habían escuchado su nombre.

—Sus elogios no me llegan en lo más mínimo— masculló al final, intentando seguir con la plática.

—¿No te gustaría tener un poco de fama en el mundo de la publicidad? Tu sueldo podría subir cada vez más— reí.

—Ése no es el asunto, Jean. No quiero ser alguien famoso— lo miré y él me miró directamente. Ahí estaba de nuevo esa mirada de desprecio que tenía cuando le hablaban de algo que no le gustaba—. Ser alguien famoso implica que los demás te juzguen como les da la gana y que te pidan cosas que ellos esperan que hagas. Me gusta lo que hago, no quiero hacer lo que los demás quieren que haga.

—¿No es ese tu trabajo a caso?

—Pero yo lo hago a mi manera. Cuando alguien me impone un tipo de publicidad me gusta hacer un diseño que me gustaría a mí ver en la calle— alzó las cejas, intentando saber si entendía qué quería decir pero puedo decir claramente que no entendía exactamente qué clase de estrategia era esa. Por suerte lo notó—. Bien, escucha. ¿Te gusta cómo luce mi cinturón rojo cada vez que lo uso?

Asentí, sincero. Él sabía la respuesta porque tenía que decírselo alguna vez y él siempre me daba una buena oportunidad para hacerlo así estuviésemos en media reunión del Departamento Creativo.

—De acuerdo. Ahora, ¿qué crees que pienso yo de mi cinturón?

—Te gusta, obviamente.

—¿Por qué lo piensas?

—Lo usas todos los días, sin importar la ocasión— alcé mis hombros, sin pensarlo mucho. Seguía sin entender por dónde iba el asunto.

—Sí, pero podría no gustarme. Si no me gustara el cinturón, ¿crees que lo usaría tan visiblemente?— lo pensé un momento y luego negué con la cabeza—. Exacto. Si algo que haces no te gusta no lucirá igual a como luciría si te gustara. ¿Ya entiendes?

—Tus diseños llaman la atención porque lucen como te gustaría verlos— él asintió mientras yo comenzaba a entender la idea—. ¿Entonces es cosa de tener ganas de hacer las cosas o no?

—Algo así. Cuando te gusta algo que haces y te gusta cómo lo hiciste no tienes problemas con el resultado, prácticamente quieres mostrárselo a todo el mundo, quieres que les guste así que de alguna forma haces que les guste— explicó, más entusiasmado ahora.

Sonreí, mirando sus ojos verdes tan cautivadores, tan preciosos. Su sonrisita estirada hacia mí me dejó un dulce sabor en la boca y no pude evitar sentir esas mariposas en el estómago que cada vez me hacía sentir. Eren me hacía sentir bien cada vez que le miraba, me hacía sentir enamorado. Me gustaba cada parte de él.

—Eres único Jaeger, en serio.

—Para nada, sólo me gusta mi trabajo— rió.

—Me gusta que te guste lo que haces— no pude evitar decir pero él no se sorprendió del todo.

—Me gusta que te guste lo que hago— respondió.

Estuve a nada de contestar, algo avalentonado por su respuesta, pero justo en ese momento el discurso comenzó y tuvimos que sentarnos en nuestra mesa asignada una vez más. Mientras el presidente de la compañía a la que publicitamos hablaba yo me perdí en mis pensamientos, aplaudiendo cuando los que estaban en mi mesa aplaudían. Al oír mi nombre hice lo que el resto cuando los nombraban: me levantaba, fingía que los miraba a todos moviéndome como lo hace un ventilador y luego hacía una leve reverencia antes de sentarme. Entonces el momento que Eren odiaba llegó. Todos lo elogiaban de la manera que más odiaba luego de ello, sin siquiera recordar su nombre. Claramente ahí todos querían verse bien ante un creativo tan talentoso por si en algún momento necesitaban ponerle un caballo a su logo. Todos buscaban contactos, no importaba quien fuese, necesitaban contactos.

Cuando los bolsillos de Eren se llenaron de tarjetas de presentación decidí que era hora de irnos, así que nos despedimos de algunas personas y antes de darnos cuenta ya estábamos saliendo del estacionamiento directamente a casa. Eren se acomodó con la cabeza pegada a la ventana y tuve que rogarle para que se pusiera el cinturón de seguridad mientras alternaba la mirada entre él y el cruce. Ambos estábamos cansados. La parte estúpida de nuestro trabajo era exactamente esa, ir a fiestas que no nos interesaban en absoluto, pero estábamos obligados si es que era necesario estar presentes. Eren suspiró pesadamente mirando las luces en la ciudad nocturna. Pensaba que se había quedado dormido cuando le escuché maldecir a más de la mitad de las personas que le habían dicho algo sobre su diseño en las últimas veinticuatro horas. No dije nada, seguramente no tenía ganas de escuchar a alguien contradecirle o siquiera darle la razón. Eren era a veces así de complicado, no quería que le dijeses nada pero aún así terminaría sacando otro tema de conversación a la larga. Una vez que aparqué frente a su casa, apagué el auto y lo miré esperando su nuevo tema de conversación. ¿Qué diría hoy? ¿Hablaría quizás del proyecto en el que aún trabajaba? O tal vez me diría que su dálmata seguía siendo tan adorable como siempre lo hacía. Pero no. Lo que dijo no me lo habría imaginado.

—Nunca conocí a un alfa que tratase tan bien a un empleado— comenzó y sin dejarme decir nada continuó—. Hablamos como si fuésemos buenos amigos y en el caso de que no nos veamos de esa manera nos vemos como buenos compañeros. Me traes a casa y te importa si uso o no cinturón de seguridad… ¿Estás intentando cortejarme o algo así? Porque es la manera más rara de cortejar a alguien siendo tú un alfa. Y no sólo un alfa, sino que eres el director del Departamento Creativo de la empresa publicitaria más importante del país. El jefe de un omega casi sin aroma.

—Eren, no estoy intentando cortejarte.

—¿Entonces qué intentas? Es confuso hablar contigo sin poder leer tus intenciones— admitió—. No sé qué clase de cuidados debería tener contigo.

—Bueno… no tengo ninguna intención realmente— confesé, pero lo que dije después no me lo creí ni yo mismo—. Me gustas pero no intentaría nada contigo.

Esta vez sí que lo sorprendí y yo carraspeé intentando no entrar en pánico. ¿De verdad lo había dicho? Sí. Había sido uno de esos impulsos que mi alfa me hacía cometer casi sin darme cuenta. Esas frases que a él le parecía correcto decir. No era un instinto muy libre después de todo y cuando podía salir a flote por un solo segundo no perdía la oportunidad. Ciertamente ser un alfa con hipersensibilidad a los olores cambiaba mi estilo de vida, mis hábitos y sobre todo limitaba mis instintos mundanos.

—¿Por qué? ¿Por qué no intentas cortejarme entonces?

—Porque sé que el alfa que te marque será escogido por ti.

Entonces rió. Comenzó a reír con tantas ganas que las lágrimas no tardaron en caer por sus mejillas rojas de la fuerza con la que lo hacía. Me pregunté qué cosa de lo que había dicho era gracioso pero lo único que pude hacer fue escucharlo reír como nunca le había escuchado antes. Intentó calmarse más de una vez pero terminaba cayendo en otro ataque de risa irracional. Esperé pacientemente intentando no enojarme y cuando logró dejar de reír me sonrió ampliamente una vez más en el día.

—Dices que yo soy único y eres tú quien realmente lo es— habló por fin, secándose las lágrimas—. Un alfa que deja elegir a un omega lo que quiere en su vida. Vaya.

Alcé una ceja, él alzó ambas.

El silencio que se formó no fue incómodo pero me hizo sentir la nariz irritada más sensible. Si antes estaba irritada ahora comenzaba a irritarse aún más con mi propio olor a alfa. Maldije mi hipersensibilidad por unos segundos, desviando la mirada para intentar calmar la irritación dando un masaje en el puente de la nariz.

—Jean, ¿puedes olerlo?

—¿El qué?

—Estoy en celo.

Abrí los ojos, sorprendido. No lo había notado en ningún momento. Ésa era la razón por la que mi olor se intensificaba a cada momento. Y no era lo único, desde hacía un rato que mi alfa se estaba poniendo más terco. Él lo percibía pero el resto del mundo no podía notar el aumento de feromonas porque Eren tenía ese aroma tan extremadamente sutil.

—No uso supresores porque no suelo tener problemas como otros omegas— siguió—. Pero te juro que si permanezco en el auto por más tiempo terminaré montándote.

Me sonrojé, mirando a mis pies mientras hacía que las ventanas se abrieran con un ruidito que conocía demasiado bien para prestarle atención. Él respiró del aire fresco que entró, casi aliviado y después de respirar hondo varias veces volvió a separar los labios para dejar pasar palabras entre ellos.

—Cortéjame, Jean— no contesté aunque él hizo una larga pausa para que lo hiciera—. Intenta hacerlo, enamórame.

Reí, volviendo a sus ojos verdes una vez más en el día.

—¿Quieres tener una historia de amor que puedas contar a tus nietos?

—Quiero darle una oportunidad a las cosas que me gustan de ti— objetó, con un rostro que decía que no le había afectado mi comentario—. Escucha, soy un omega raro que siempre pone como excusa ser infértil cuando ni siquiera los médicos saben porque mi olor es tan débil. Todo el mundo me cataloga de la manera que quiere. Me gustaría que la persona a la que le gusto intente enamorarme pero también me gustaría que se enamore de mí al mismo tiempo.

—Espera, ¿eso cómo funciona?

—Si intentas enamorarme te dejaré conocerme, Jean. Todo sobre mí— declaró, quitándose la chaqueta, acalorado—. Abriré mi vida para ti si estás dispuesto a intentarlo pero tú también debes abrirme tu vida. Quiero enamorarme de ti, de tu vida y de tu realidad pero quiero que tú te enamores de mí, de mí vida y de mí realidad.

Sonreí, sintiendo que lo que me decía me gustaba más de lo que podía imaginar. Por supuesto era una propuesta que al final de cuentas podía salir mal y no tener ningún resultado productivo para ninguno de los dos. Sin embargo no sonaba mal e incluso sonaba a un buen sabor de boca. Reí un poco, captando su atención.

—¿Qué?— soltó secamente, acalorado.

—Y dices que soy yo quien es único.

—Lo eres.

—Tú también.

Soltó aire bruscamente al mirarme, bajando del auto drásticamente.

—Bien, tienes hasta mañana para responderme— indicó inclinándose hacia la ventana del auto, con el sudor cayéndole por la piel—. Digas sí o no quiero que te quede claro que eres el primero al que le propongo algo así.

—Acepto— le corté, notando que quería seguir excusándose—. Quiero intentarlo.

—¿En serio?

—Sí, quiero hacerlo.

Un sonrojo saltó a sus mejillas.

—Mierda. Tu estúpido aroma me altera las neuronas— masculló y luego suspiró—. Te veo mañana entonces, Jean.

—Te veo mañana, Eren.

Él me miró por un momento más y luego entró a casa, despidiéndose con un leve movimiento de mano. Yo esperé unos segundos más, sin creer que de alguna manera había logrado conseguir una oportunidad para cortejarlo. Cuando pensé que me lo había creído encendí el auto, arranqué y conduje hasta casa sin pensarlo mucho pero justo al momento de tirarme en la cama de mi habitación sonreí, cubriéndome los labios como si de una colegiala que ha dado su primer beso se tratase.

Realmente me había dado una oportunidad.


¿Qué tal? ¿Les gustó? ¿Sí? ¿No?

¿Qué tal si continúa?

Me gustaría saber su opinión c:

Por cierto, ya tengo Wattpad y comencé a poner mis historias ahí por si se sienten más cómodos por allá (?)

Me encuentran como ChickenBrown, justo como aquí, tal cual sin más ni menos.

"Él y yo" ya está disponible en Wattpad. Gracias a los que me apoyaron con ésa última historia y a los que siguen poniendo en favoritos y dejando reviews bonitos en cada escrito que subo. No saben cuanto me alegra que les guste lo que hago c':

Miles de gracias a todos.

Mis mejores deseos,

ChickenBrown.