Livin in a world without you
A John Watson le costaba creer que su fiel amigo, su compañero de aventuras, el hombre que había entrado en su vida cuando más necesitaba un amigo. John Watson no podía creer que Sherlock Holmes estuviera muerto. Aun creía oír a veces el sonido del violín desafinado, aun le parecía verle sentando en su sillón enfurruñado porque no tenía ningún caso interesante y se aburría. A el que siempre le había molestado la desordenada vida de su compañero de `piso le sorprendió descubrir que lo echaba mucho de menos.
Iba cada día al cementerio a llevarle flores, a cuidar su tumba o simplemente a asegurarse de que era verdad que estaba allí, muerto, eso le hacia darse cuenta de que si que era cierto que estaba muerto y que no iba a volver, de que jamás oiría su voz, ni irían juntos a resolver casos que siempre ponían en peligro sus vidas.
No tenia vergüenza en reconocer que lloraba muy a menudo cuando pensaba en el, lloraba cada vez que iba al cementerio, ni en reconocer que había llorado en su funeral o cuando supo la noticia, pero el no fue el único que lloro, lloro la señora Hudson, Lestrade, Myrcroft también. Aunque a diferencia de el, ellos habían vuelto poco a poco a sus vidas mitigando su dolor en su aburrida rutina, encerrando en el recuerdo a Sherlock Holmes, el ya ni siquiera escribía en su blog, ¿para que? Ya no podía escribir sus aventuras con el único detective asesor del mundo, ¿Qué se suponía que debía de hacer ahora?
Lestrade le había dicho que iban a hacer una placa en su honor, eso a el le disgusto, ¿una placa? Sherlock merecía más, aunque recordó con añoranza lo que el propio Holmes le había dicho "No conviertas a la gente en héroes, John. Los héroes no existen, y si existieran yo no seria uno de ellos." Pero para el, Sherlock Holmes era un héroe.
La señora Hudson había hecho todo lo que estaba en su mano para aliviar su pena y su estado depresivo, había cuidado de el como si se tratara de su hijo, le había consolado y había estado a su lado cuando por las noches se despertaba creyendo sentir la presencia fantasmal de su amigo y se había pasado un buen rato buscándolo por la casa sin resultado alguno, la mujer se convirtió sin saberlo en su segunda madre.
¿Y Myrcroft? Bueno a veces iba de visita y hablaban sobre Sherlock, casi siempre sobre como era de joven y a Watson le encanto saber que ya de niño Holmes había hecho experimentos tan brillantes como los que había realizado de mayor. Watson sabia que Myrcroft también echaba de menos a su hermano, a su peculiar manera, pero lo echaba.
Poco a poco fue saliendo de su estado de depresión y volviendo a su rutina, aun lo recordaba pero empezaba a darse cuenta de que no iba a volver y que lo mejor era volver a su vida, una sosa y aburrida vida sin Sherlock, pero una vida al fin y al cabo que no estaba dispuesto a desperdiciar. Incluso comenzó a salir en serio con Sarah, ella se tomaba muy en serio el convertirse en un bálsamo de alegría, felicidad y paz para el doctor. En su interior ella sabía que estaba luchando por ganar el corazón de John, un corazón que sin saberlo aun no había terminado de sufrir.
Pero ahora ese era su mundo, un mundo sin Sherlock Holmes.
