N/A: Después de tanto tiempo ausente, por fin estoy de regreso con la continuacion de oscuridad en ascenso. A todos los que siguieron la historia original, espero que esta continuación sea de su agrado. Para no aburrirlos demasiado paso ya al disclaimer. Las tortugas ninjas y los personajes de su universo no me perteneces, hago esto por entretenimiento sin fines de lucro. Saludos y nos leemos pronto.
Capítulo 1. Pesadillas
Dolor, eso era todo lo que sentía en ese momento, un intenso e indescriptible dolor que le recorría el cuerpo. Intentaba levantarse en vano pues sus piernas no le respondían a pesar de sus esfuerzos; sentía rabia y una enorme frustración por no conseguir su objetivo de ponerse de pie y seguir luchando. ¿Acaso era todo lo que podía dar? ¿Dónde había quedado el coraje que había demostrado hace apenas unos minutos? Su cuerpo le dolía, sí, pero su orgullo le dolía aún más. Sin mucha resistencia de su parte, permitió que su rival lo tomará del cuello y lo alzará hasta altura de sus ojos, sus pies flotaban a varios centímetros del piso y el resto de su cuerpo pendía como si se tratase de un muñeco de trapo.
— ¿Qué sucede? ¿Acaso eso todo lo que puedes dar? — le dijo el hombre frente a él. Podía ver la sonrisa burlona en su rostro, iluminada por las llamas a su alrededor. A su costado pudo observar de reojo a Rafael y Miguel Ángel, inertes el suelo, amenazados por el ardiente fuego que se extendía y consumiendo todo lo que tocaba. Al ver el peligro en que se encontraban sus hermanos, hizo un último esfuerzo para levantar sus manos y sostener el brazo que le apresaba, en un inútil intento por liberarse —. Patético — exclamó con una carcajada su oponente antes de azotarlo con violencia contra el suelo para volver a levantarlo nuevamente del cuello —. Eres débil, Leonardo. Nunca fuiste rival para mí y ahora tus hermanos sufrirán las consecuencias de tu debilidad — le dijo mientras contraía su brazo para acercarse a su rostro —. Pero no tiene que ser así, sé que dentro de ti existe una oscuridad que te hace fuerte, demuéstramela, quiero verla. Déjate llevar por el odio que sientes hacia a mí y libera tu verdadero potencial — pese a sus palabras, no podía, el deseo no le faltaba pero su voluntad estaba quebrantada al igual que su cuerpo —. Si no lo haces morirás aquí junto con tus hermanos, tal vez entonces podré hacerle una visita a Karai y terminar lo que inicié.
Esas últimas palabras hicieron mella en Leonardo, de pronto sintió un ardor dentro de su pecho, mientras el rostro de Karai le llenaba la mente. Por un instante volvió a sentir ese rencor que lo había llevado hasta ese lugar, un fuego que lo quemaba por dentro y ardía con más fuerza que las llamas que los flanqueaban. Un fuego comenzaba a esparcirse por su cuerpo como lava hirviendo buscando una salida para poder escapar, hasta que lo logró.
— ¡Jamás! — clamó con fuerza al momento que sus pies se levantaban golpeando su rival en el rostro, provocando que lo soltará.
Dando una voltereta, cayó de pie en el suelo. Su cuerpo le seguía doliendo pero esta vez no se postró, permaneció de pie ignorando por completo su dolor. Su oponente se recomponía de la patada tallándose el rostro en el sitio donde lo había golpeado, a pesar de la violenta patada seguía sonriendo de manera triunfalista.
— ¡Sí! — Le dijo con emoción —. A eso me refería. ¡Vamos Leonardo muéstrame tu verdadero yo! Muestra la oscuridad que tanto escondes, dame un combate que valga la pena.
Leonardo lo escuchaba, pero su voz se perdía en un murmullo, su vista se nublaba a cada segundo, pero aun así su cuerpo no decaía y estaba dispuesto a seguir luchando, sin darse cuenta poco a poco comenzaba a perderse mientras una furia desmedida lo invadía. Una furia que soltó con un nuevo grito al momento que se lanzaba contra su oponente.
Una semana antes…
Como cada noche desde hace varios meses, las calles de nueva York lucen prácticamente vacías. Distintas bandas han surgido en un intento por imponer sus condiciones y hacerse del dominio de la ciudad a base del único lenguaje que parecen conocer: violencia. El caos ha alcanzado tales proporciones que la policía no logra contener las continuas peleas y disturbios que se presentan. La noche se ha convertido en el momento de mayor inseguridad, provocando que los habitantes vivan temerosos encerrados en sus casas, mientras las pandillas crecen noche tras noche haciéndose cada vez más grandes y violentas. Nueva York está sumida en una guerra que parece incontrolable y cuyo fin no se vislumbra pues ninguna banda tiene el control total y ceder ante otra no parece una opción.
Los muelles y los barrios cercanos estos son una de las zonas más disputadas, pues a través de ellos fluctúa el tráfico de armas y mercancías ilegales dándoles una enorme ganancia a las pandillas, principalmente a Sanguinarios y Demonios Urbanos; dos de las más numerosas que existen en la ciudad.
Esta noche prometer ser particularmente más salvaje, pues se ha extendido el rumor que los Demonios Urbanos recibirán un importante cargamento de drogas provenientes de China. Nadie, ni siquiera la policía sería lo suficientemente tontos como para intentar intervenir en la operación. Nadie, a excepción de sus mayores rivales.
La presencia de los Sanguinarios en el momento del desembarco desató el infierno que todos temían. Una lucha sin cuartel que amenazaba por salir del área de los muelles llegando a zonas habitadas de la ciudad.
— ¡Saquen esos camiones enseguida! — Ordenaba con desesperación el hombre conocido simplemente como Tony, el líder de los Demonios. Pocos conocían su verdadero nombre y menos aún se atrevían a pronunciarlo sin temor. — Malditos Sanguinarios, atreverse a asomarse aquí, ¡pagarán caro su osadía!
Descargó el cartucho de su arma sobre dos de sus enemigos que no alcanzaron a buscar refugio a tiempo, cayendo sin vida incluso antes de tocar el suelo. Tony sonrió satisfecho, con cada muerte sentía que el poder de su banda iba acrecentándose; pero del otro lado no se mostraban amedrentados, por el contrario, la ferocidad de los ataques se acrecentó al punto de que el líder de los Demonios consideró la posibilidad de dejar el resto del cargamento que aún se encontraba en el barco. Tomó un nuevo cartucho para reabastecerse de municiones mientras observaba como sus rivales se acercaban peligrosamente, maldijo al líder de los Sanguinarios y volvió a descargar su arma, esta vez con menos puntería pues no logró alcanzar a ninguno de sus objetivos.
En ambos bandos comenzaban a tener bajas considerables, fue entonces cuando Tony decidió que no valía la pena disminuir sus fuerzas en una sola noche, además de que la gran mayoría de las drogas ya se encontraban cargadas dentro de los camiones; les dejaría por el momento el último lote a sus enemigos, ya buscaría luego una oportunidad de cobrarles la afrenta.
Estaba a punto de ordenar la retirada, cuando del otro lado del muelle varios destellos de luz comenzaron aparecer llamando su atención. Los disparos se intensificaron ahogando una serie de alaridos que acompañaban a cada destello, pero ningún proyectil se dirigía Tony o a sus hombres, todos se perdían en el bando rival. Tras unos breves segundos de caos, tres miembros de los Sanguinarios salieron de su escondite, corriendo hacia sus enemigos con el rostro reflejando un pánico indescriptible.
— ¡No disparen! — Ordenó el líder de los Demonios al percatarse que sus subordinados se disponían a descargar sus armas sobre las pobres almas que no representaban peligro y parecían huir de una amenaza mayor.
Un nuevo destello se vislumbró a lo lejos, formándose un haz de luz color purpura que alcanzó a uno de los corredores partiéndolo a la mitad sin esfuerzo. Tony y sus hombres quedaron estupefactos ante tal visión sin saber cómo reaccionar; de inmediato sus otros dos enemigos corrieron con la misma suerte, a uno la luz lo atravesó por el pecho mientras a otro lo golpeo directo en la cabeza, sin importar donde lo tocará el efecto de la luz parecía ser igual de efectivo y mortífero, reduciendo al instante a cenizas lo que tocaba. El cuerpo del último de los Sanguinarios se desplomó decapitado a pocos metros de alcanzar el refugio de los Demonios.
Tony podía apreciar el olor de carne chamuscado que emanaba del cuerpo sin vida, con repulsión alzó la mirada encontrando del otro lado a un solo hombre de pie sosteniendo una extraña arma poco más grande que un rifle de asalto, un arma cromada con algunos puntos que brillaban en un tono purpura similar a la luz que había victimado a sus enemigos. Tony no podía distinguir al cruel verdugo que portaba el arma debido a la distancia, pero a pesar de esto, en medio de la oscuridad estaba seguro de una cosa: el tipo estaba sonriendo.
Bishop se despertó sobresaltado al escuchar el timbre de su celular, lo tomó con cierto hartazgo, pero se sorprendió al ver quien lo llamaba; de inmediato se levantó de la cama y se apresuró a tomar la llamada.
— Sandoval, espero que sea algo importante — le dijo con un tono de voz bastante enfadado.
— No te llamaría si no fuera así — respondió la persona del otro lado de la línea —, tal vez hayas escuchado sobre la transacción que los Demonios llevarían a cabo esta noche en el muelle.
— Eso es algo que no me compete, es problema de la policía, ¡tu departamento! — Le recriminó con una seria disposición por terminar la llamada, pero sintió que el capitán de la policía no lo despertaría a media noche únicamente por una pelea entre bandas, por lo que decidió esperar a escuchar lo que tenía que decirle.
— Las cosas salieron mal, muy mal — le dijo con cierto tono de preocupación —. Los Sanguinarios llegaron a tratar de robarse el cargamento y… algo sucedió.
— ¡Son bandas rivales! ¡¿Qué esperabas que sucediera?! — Interrumpió el Coronel levantándose iracundo de la cama, caminando presuroso hasta la ventana de su departamento con la mirada en dirección al muelle, aunque se encontrará demasiado lejos, perdiéndose entre los edificios —. Deberías agradecer que se maten entre ellos y no tengas que arriesgar a ninguno de tus hombres en una guerra donde llevan las de perder.
— Es más que una simple lucha por el control territorial — le respondió Sandoval con firmeza, intentando disuadirlo para que no colgara —. Esto es una escena del infierno, tal vez creas que estoy exagerando, pero deberías verlo por ti mismo.
— ¿Qué sucede? Háblame claro.
— Todos los miembros de las dos bandas están muertos, y la mayor parte de los cuerpos presentan partes completamente calcinadas pero, lo más extraño… — se escuchó como el capitán tragaba saliva intentando aclarar su garganta — hay vehículos partidos en dos con bordes completamente fundidos, me recuerda un poco a lo ocurrido con tus hombres hace siete meses.
Bishop sintió desfallecerse, comenzó a dar pasos hacia atrás hasta que su cuerpo encontró la cama, donde finalmente se sentó.
— Voy para allá, acordonen el área, no permitas que nadie se acerque y ¡no toquen nada! — le dijo mientras colgaba sin permitir ningún comentario de su interlocutor.
Se quedó sentado un momento con su única mano frotando la cabeza, intentando disuadirse de que no era cierto, que se trataba de un mal sueño; al menos quedaba la esperanza de que Sandoval estuviera exagerando pero no lo sabría hasta estar en el lugar. Se levantó decidido a cambiarse, intentando permanecer lo más tranquilo posible, pero de antemano sabía que de ser cierto sería el inicio de algo aterrador.
Leonardo ataba con firmeza a un poste al par de ladrones que acababan de atrapar, se aseguró que se mantuvieran inconscientes antes de dar un salto y subir al edificio cercano donde su hermano Rafael lo esperaba.
— ¿Ya te divertiste? — Le preguntó con hastío, dejándole en claro su negativa por perder el tiempo atrapando a un par de ladronzuelos mientras que la verdadera acción se encontraba en el muelle que aún les quedaba muy retirado.
— Lo siento, pero no podía permitir que escaparan, son criminales después de todo — le dijo justificando su actuar.
— ¡Criminales menores! — Exclamó con enfado Rafael haciendo un aspaviento —. ¿Qué importa que se roben un par de joyas o algunos billetes? Son una pérdida de tiempo y ahora llegaremos tarde.
Sin esperar respuesta de su hermano, la iracunda tortuga se dio la vuelta y comenzó su carrera hacia el muelle. Leonardo lo observó por un momento con melancolía, seguía sin entender porque su hermano se comportaba de esa manera cada noche, si bien ya no era su líder pues no había ningún equipo que liderar ante la poca participación de Miguel Ángel y Donatello en los patrullajes; consideraba que Rafael seguía guardándole cierto rencor y no apreciaba su compañía. Suspiró con decepción antes de proceder a seguirlo.
Durante el camino no se dirigieron la palabra, apenas intercambiaron algunas miradas fugaces cada vez que Rafael volvía el rostro para asegurarse de que su hermano lo seguía; entonces apresuraba el paso con una firme intención de dejarlo atrás, lo cual no lograba. Finalmente llegaron a la zona de muelles, deteniéndose de improviso al notar una serie de luces rojas y azules que alumbraban en forma intermitente el lugar, obligándose a ocultarse para no ser vistos.
— ¡Genial! Seguramente nos perdimos de la diversión — exclamó malhumorado Rafael a sabiendas de que la policía no estaría ahí a menos que todo hubiera acabado —. Gracias por hacerme perder el tiempo en tu buena acción Leo.
A pesar del vehemente reclamo de su hermano, Leonardo no le respondió pues su atención estaba enfocada en un grupo de policías que rodeaban el cuerpo cubierto por una manta. Entre el grupo de policías sobresalía una figura en cuclillas, ataviado con una gabardina negra, su rostro no se veía pues lo cubrí la manta que un policía levantaba por encima de su cabeza para que pudiera ver el cadáver. De pronto la figura se levantó permitiéndole a Leonardo identificarlo, por un instinto se agachó resguardándose nuevamente para evitar que lo descubriera.
— Ese es Bishop — exclamó su hermano alzando levemente la cabeza para asegurarse de que no se equivocaba —. Pensé que solo le interesaban cosas como extraterrestres o mutantes.
— Yo pensaba igual — le respondió Leonardo sin atreverse a asomarse.
— Efectivamente, está completamente calcinado, hasta los huesos — exclamó Bishop poniéndose de pie después de examinar brevemente el cuerpo de uno de los miembros de los Sanguinarios el cual presentaba un enorme hueco en el pecho.
— Esto no es posible — dijo Sandoval, un hombre avanzado en edad con evidente sobrepeso, de rostro moreno y con un prominente bigote mal recortado —, los hornos crematorios podrían pulverizar gran parte de los huesos en dos horas, pero no son tan selectivos, además dudo que sea un arma efectiva en una pelea de bandas. Y mira esos vehículos — dijo señalando a los lejos uno de los camiones cargados con la droga —, están prácticamente partidos a la mitad y el metal fundido como la noche en que atacaron a tus hombres ¿Tú qué opinas?
— Opino que tú y tus subordinados deberían irse de inmediato — le respondió Bishop sin ningún aspaviento mientras sacaba su celular y se alejaba para hacer una llamada.
Los policías miraron a su jefe con extrañeza, Sandoval meneó la cabeza e hizo una seña indicando que no se movieran de su lugar, antes de acercarse a Bishop por la espalda.
— ¿Qué quieres decir? — Le cuestionó visiblemente enojado —. ¡Te recuerdo que yo fui quien te llamó a ti!
— Agradezco su confianza capitán, pero esto lo hago por su propio bien — le respondió Bishop girando para verlo de frente —. Créeme, te lo digo como amigo, entre menos sepas es mejor. Puedes quedarte tú y algunos de tus hombres de confianza mientras que llegan los… — de repente algo en el techo de uno de los almacenes cercanos llamó su atención, por un instante le pareció haber visto un par de cabezas asomándose que de inmediato se ocultaron al sentirse descubiertas. Podría no ser más que su imaginación, pero si era lo que pensaba ahora tenía un mayor motivo para despachar a la fuerza policiaca.
— ¿Está bien coronel? — preguntó Sandoval al notarlo distraído.
— Sí — respondió secamente pasando a un costado suyo para dirigirse de nuevo al cadáver que había revisado previamente —, sólo resguarden la zona y retírense de inmediato cuando lleguen mis hombres, es todo capitán.
Sandoval levantó el dedo medio de la mano hacia el coronel, antes de dirigirse a sus hombres para darles las instrucciones que había recibido.
— ¿Crees que nos haya visto? — preguntó Rafael a su hermano intentando mantenerse pegado al techo, luchando por no levantar la cabeza por curiosidad.
— Espero que no, lo último que deseo es tener que confrontar a Bishop por estar en el lugar equivocado — le respondió Leonardo haciendo lo propio —. Será mejor que nos vayamos antes de que nos encuentre.
— De acuerdo, de todas formas no hay nada más que podamos hacer aquí.
Ambos se movieron sigilosamente esperando no llamar la atención de alguno de los policías que pudieran delatarlos. Pronto se encontraban fuera de la zona de los muelles perdiéndose en la oscuridad hacia su guarida.
Llegaron a su hogar poco antes de las dos de la mañana, exhaustos de su patrullaje pero insatisfechos por no haber logrado su principal objetivo que era detener a los Demonios Urbanos.
— ¿Qué crees que haya pasado? — Preguntó Leonardo a su hermano quien ya se dirigía presuroso a su habitación.
— ¿De qué hablas? — le cuestionó Rafael sin entender a lo que se refería.
— Del muelle, es raro que Bishop estuviera ahí por una simple disputa entre bandas.
— Es un entrometido, le gusta estar en todas partes y hacerle la vida imposible a quien se deje — le respondió su hermano con hastió siguiendo su camino hasta su cuarto —. Ni te preocupes, seguro está tan aburrido de esperar una nueva invasión que ahora persigue criminales menores, igual que nosotros — le dijo con enfado al momento de cruzar el umbral de la puerta y cerrarla de inmediato tras de él, cansado de continuar con una plática que le parecía poco interesante con su hermano.
Leonardo se sentía frustrado no por el hecho de no haber logrado interesar a su hermano en la conversación, sino porque hace mucho lo sentía tan distante a pesar de que eran los únicos que aun vivían en la guarida. Ya no era su líder, ya no había un equipo que liderar, solo eran él y su hermano; pareciera que eso debería unirlos más pero pasaba lo contraría y con cada patrullaje, Rafael parecía ser más renuente a mantener una conversación con Leonardo; así que se tragó su frustración y se encamino a la cama para descansar.
No demoró mucho en conciliar el sueño, prácticamente lo logró en el momento en que su cabeza tocó la almohada. Pronto se vio sumergido en una oscuridad absoluta seguido de varias imágenes sin sentido que poco a poco fueron tomando forma. Sus hermanos discutían sobre quien era más fuerte mientras él intentaba mediar de manera infructuosa, pronto Rafael le comenzaba a reclamar su falta de liderazgo, que por su culpa el grupo se desmoronaba; al momento Donatello y Miguel Ángel parecían apoyar a su iracundo hermano. En menos de un minuto el pleito se tornaba en su contra y él sólo alcanzaba a repetir una y otra vez que se tranquilizaran mientras sus hermanos parecían hacerse más grande al tiempo que el sentía reducirse de tamaño. De pronto una voz le hablaba, "no dejes que te hablen de esa forma, eres el mayor, el líder… libérame y les mostraré respeto". Él optaba por taparse los oídos mientras la diferencia de tamaño con sus hermanos era cada vez más evidente, entonces sus gritos le hacía eco en la cabeza al mismo tiempo que la voz sonaba con mayor fuerza "¡libérame, libérame, libérame! Entonces gritaba intentando acallar a todos y de repente todo era silencio; sus hermanos se quedaban inmóviles observándolo con la mirada fija mientras sus cuerpos se hundían en una mancha oscura que se los tragaba. Leonardo intentaba rescatarlos pero le era imposible pues ellos eran enormes y él tan pequeño, al final se perdían por completo entre insultos y reproches. Al verse derrotado y completamente solo, la tortuga simplemente daba un alarido que acallaba todas las voces; entonces finalmente despertaba.
Sentía su corazón latiendo aceleradamente mientras intentaba calmarse repitiéndose que se trataba solamente de un sueño. Por inercia buscó su T-phone para ver la hora: 2:37 de la mañana. Apenas y había logrado dormir menos de una hora. Aun con la angustia a flor de piel, se levantó de su cama y salió de la habitación; deteniéndose un breve instante observando con melancolía la puerta de la habitación de su hermano. No dejaba de sentirse culpable por escabullirse esa noche como muchas otras anteriores, pero esperaba que Rafael nunca se diera cuenta de su ausencia. Suspiro con desanimo antes de dar la media vuelta y dirigirse a la salida de la guarida.
La ventana de la habitación se abrió apenas posó la mano en el cristal, con mucho sigilo se introdujo a la recámara y cerró la ventana por dentro. Se acercó con precaución hacia la cama donde un delicado cuerpo permanecía dándole la espalda, cubierto por una delgada sábana blanca que delineaba perfectamente su figura.
Temeroso aun por las terribles imágenes que su pesadilla le había dejado, se quedó inmóvil al pie de la cama, observando la fina silueta de la kunoichi. Se quedó admirándola en silencio, siguiendo con atención el movimiento de su respiración de una forma que parecía casi hipnótica. Sabía exactamente el motivo que lo llevó ahí, pero ahora dudaba en si era correcto quedarse o salir por la ventana tan silenciosamente como había entrado, evitar despertarla esa noche; probablemente ella ni siquiera se enteraría de estuvo ahí.
— ¿Vas a quedarte toda la noche ahí parado? — le dijo repentinamente Karai mientras se daba vuelta para verlo de frente.
La pregunta lo sacó de su letargo, viéndose descubierto le sonrió con cierta vergüenza, debería de saber que era muy difícil sorprenderla, incluso mientras dormía. Enseguida levantó parte de la sabana para recostarse al lado de la chica.
— Perdón, pensé que dormías, no quería despertarte — dijo a manera de disculpa —, aunque no sé cómo haces para saber cuándo entro.
— No eres tan discreto como piensas — respondió Karai recibiéndolo con un abrazo —, siempre haces un ligero ruido al poner el primer pie dentro del cuarto — Leonardo suspiró sonoramente antes de acercarse para besarla —. ¿Qué sucede? ¿Otra pesadilla? — le dijo al sentirlo aun tembloroso.
— Sí, distinta que las otras pero aun escuchó esa voz llamándome.
— Son sólo sueños — intentó tranquilizarlo mientras se acurrucaba en su pecho —. Aunque comienzo a creer que los utilizas como pretexto para venir a verme cada noche — remató en tono sarcástico.
— Probablemente — le dijo más calmado —.No me agrada tener que salir a escondidas de Rafael, pero debo confesar que me tranquiliza tenerte a mi lado — acercó sus labios a la frente de la kunoichi para besarla suavemente —. Es por eso que temó que algún día Yami regrese y vuelva a controlarme, no sé qué clase de cosas podría hacer, cuánto daño podría causarte.
— Eso no sucederá, no importa cuanto lo intente, tú eres fuerte — exclamó la chica levantándose ligeramente para verlo a los ojos —. Pero si llegará a suceder, aquí estaré siempre a tu lado para traerte de vuelta — volvió a besarlo de manera más prolongada antes de volverse a recostar sobre su pecho —. Siempre estaré a tu lado — volvió a repetir cansadamente mientras sus parpados se cerraban.
Leonardo se quedó inmóvil con la mirada fija en la kunoichi mientras ella se quedaba profundamente dormida; hizo a un lado un mechón de su pelo mientras bajaba la mano para acariciar su mejilla con suavidad, provocando una ligera sonrisa en la chica. La observó dormir por varios segundos, pensando en lo afortunado que era en tenerla a su lado, tras todo lo que había vivido, ella parecía lo único que le daba paz y cierto grado de normalidad a su vida. Tenía razón, era probable que todas esas pesadillas fueran provocadas por él mismo, por su falta de disposición para perdonarse, terminando casi siempre buscando refugio en sus brazos. Habían pasado meses y el seguía siendo el mismo Leonardo, sus temores eran infundados y mientras ella estuviera a su lado se sentía con la seguridad de que nada malo podría ocurrirle.
Aunque aparentaba estar completamente dormido, la realidad es que Xever casi nunca lograba alcanzar un sueño profundo. Descansaba, pero sus sentidos estaban alertas en espera de cualquier peligro, esperando un ataque sorpresa por alguna de las otras bandas, algo que parecía complicado pues pocos se interesaban en su paradero debido a que su nueva pandilla era minúscula y de poca importancia, dedicada a extorsionar a comerciantes menores en un par de calles, demasiado insignificantes para tomarse en cuenta; aun así estaba alerta como cada noche desde hace varios meses. Por esta razón saltó rápidamente de la cama al momento de escuchar el primer golpe en su puerta, incluso ya se encontraba de pie junto a la puerta empuñando su navaja antes de que el inoportuno visitante terminará de dar el último de sus golpes llamando con vehemencia.
— ¿Pero qué…? — comenzó a preguntar Fong saliendo de su habitación seguido por Sid y Tsoi visiblemente adormilados. De inmediato Xever se llevó el dedo a la boca indicando que guardaran silencio.
Con cautela se acercó a la puerta para observar con la mirilla tratando de identificar al visitante. Del otro lado se encontraba un hombre aparentemente solo, con la cabeza baja apoyando una mano sobre el panel de madera que los separaba; no podía ver su rostro por lo que dudo sobre sus intenciones, que por la hora seguramente no eran buenas. La demora hizo que el visitante volviera a tocar de manera insistente mientras levantaba el rostro delatando su identidad.
Xever sintió una gran consternación al reconocerlo, de inmediato quitó el seguro de la puerta y procedió a abrirla. El cuerpo de Tony se desplomó del departamento al instante y hubiera golpeado con el piso sino hubiera sido atrapado por Xever.
— ¡Tony! ¿Qué te sucedió? — Preguntó con preocupación sosteniéndolo en sus brazos, tenía el rostro desencajado y se podía notar una profunda herida en su costado que desprendía un desagradable olor a carne chamuscada — ¿Dónde están tus hombres?
— Xe…ver, amigo — balbuceó el líder de los Demonios con dificultad, respirando por la boca dando grandes bocanadas—. Fuimos atacados, no tuvimos… oportunidad.
— ¿Quiénes fueron? ¿Los Sanguinarios?
— No — suspiró lánguidamente intentando recobrar el aliento —, fue un solo hombre… un conocido tuyo. Fue Hun.
La sola mención de su odiado rival provocó una gran ira en Xever, pero en ese momento se preocupó más por la salud de su amigo, por lo que hizo una seña a Sid para que lo ayudará a moverlo para llevarlo al sofá de la sala. Se incorporó y cerró la puerta, no sin antes asomarse a los pasillos para cerciorarse de que nadie lo había seguido. Desde el momento que escuchó el golpeteo de la puerta sabía que serían malas noticias, pero nada lo había preparado para lo que Tony le traía. Hun, el hombre que le había quitado el control de los Dragones Púrpura, el hombre que había desechado a sus tres miembros originales por pensar que eran demasiado débiles, el hombre que lo había vencido.
