PRISIONERO
Capítulo 1: Esperando mi destino
El día era soleado aquella mañana, y tanto el cielo como el mar parecían estar en constante calma allá en el horizonte mientras que en el lugar en donde me encontraba, el océano chocaba con especial virulencia contra los muros de mi prisión y el cielo estaba cubierto por nubes grises que hacían un paisaje completamente triste y desolado.
Tras las rejas de mi prisión soñaba esperanzado con volver a aquel lugar alegre y feliz, pero yo sabía que no volvería a experimentar esos sentimientos nunca más. Ese mismo día me habían arrebatado a mis amigos que eran para mí como mi familia, mi única familia y todo gracias a que no supe diferenciar la verdad de la mentira.
Ya nunca volvería a verles... nada volvería a ser igual.
Ahora lo único que quería era que se hiciera justicia y que la realidad prevaleciera sobre el engaño. No quería pagar los platos rotos de otra persona, ni que la gente que antaño me apreciaba pensara que soy un asesino sin sentimientos, en especial una persona a la que yo creí culpable siendo en realidad inocente...
Por ello estoy aquí, por pensar que el que era inocente era culpable y el culpable era en realidad inocente.
El poder ver al verdadero artífice de la muerte de mis amigos en mi lugar era el único pensamiento que me permitía seguir con vida, seguir luchando a pesar de la adversidad. Ya faltaba poco para que el mundo supiera la verdad; dentro de unas horas sería llevado al Ministerio donde se celebraría mi multitudinario juicio.
Me senté en un rincón de la pequeña celda intentando memorizar los datos que debía presentar ante el juez y el jurado para que pudieran absolverme de unos cargos que no había cometido y poder volver a ser libre de nuevo. Al recordar eso, una duda empezó a asaltar mi mente. ¿Qué haría cuando consiguiera mi libertad? No quería pensar demasiado en eso, pues no sabía como sería mi vida en aquel paisaje alegre y feliz siendo como soy ahora: un hombre triste e infeliz. En ese preciso instante supe que no me importaba morir si con mi muerte podía demostrar que era inocente.
Una punzada de dolor sobrecogió mi corazón cuando me vi lleno de rabia, ira y ansias de venganza hacia el culpable de aquella terrible situación.
Él había sido mi amigo, mi hermano y ahora yo me hallaba en un oscuro y mugriento rincón de la cárcel anhelando su muerte y, más aún, su sufrimiento.
Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y no hice absolutamente nada por ahogar mi llanto.
¿En qué clase de persona me habían hecho convertirme?
De repente la verja de mi celda se abrió y, ante mí, apareció una de las criaturas más temidas por el mundo mágico y por mí..., un Dementor. Lentamente fue viniendo hacia donde yo me encontraba, con su particular aire etéreo.
Me acurruqué lo más que pude en el rincón, intentando evitar el contacto de su mano llena de pústulas de un color azulado sobre mi piel. Ya estaba muy cerca, podía sentir como su olor a muerte y su resonante respiración me conducían a una espiral de pánico del que temía no poder regresar nunca más.
Su mano putrefacta me clavó sus garras en el hombro y entonces pude sentir como ese ser absorbía parte de mi energía vital, dejándome sin fuerzas para resistirme.
Con su vil mano me levantó del suelo como si fuera un muñeco de trapo en manos de su titiritero y me condujo fuera de la celda por los oscuros corredores de la prisión de Azkaban hacia la última oportunidad de librarme de tan cruento destino.
