Hola! Soy yo de nuevo... Sé que no he terminado mi historia sobre el Diario de Quinn, pero se me fue la inspiración y creo que por allá, Quinn olvidó a Rachel... Sinceramente no lo sé. Pero aquí voy a transcribir Twilight con algunas modificaciones, entre ellas que Edward y Bella van a ser Quinn y Rachel...Ha! Esto es un pequeño reto para mí ...( Estoy aburrida).

Twilight y Glee no me pertenecen...Son de Meyer y de Ryan Murphy y FOX, respectivamente.

Capítulo 1: Primer Encuentro: Parte 1.

Shelby me llevó al aeropuerto con las ventanillas del auto abiertas. En Lima, la temperatura era de 24 grados y el cielo de un azul perfecto y despejado. Me había puesto mi suéter favorito, con un búho marrón; lo llevaba como gesto de despedida. Mi equipaje de mano era impermeable.

En la península de Olympic, al noroeste del estado de Washington, existe un pueblecito llamado Forks cuyo cielo casi siempre permanece nublado. En esta insignificante localidad llueve más que en cualquier otro sitio de U.S.A. Shelby se escapó conmigo de aquel lugar y de sus tenebrosas y sempiternas sombras cuando yo apenas tenía unos meses. Me había visto obligada a pasar allí un mes cada verano hasta que por fin me impuse al cumplir los 14 años; así que, en vez de eso, los últimos 3 años, Leroy, mi papi, había pasado sus 2 semanas de vacaciones conmigo en California.

Y ahora me exiliaba a Forks, un acto que me aterraba, ya que odiaba el lugar.

Adoraba Lima. Me encantaba el sol, el calor abrasador, la vitalidad de un pueblecito que se extendía en una sola dirección y el Club Glee de mi vieja escuela.

-Rach-me dijo Shelby por enésima vez antes de subir al avión-, no tienes por qué hacerlo.

Shelby y yo nos parecemos mucho, salvo por las arrugas de la risa. Tuve un ataque de pánico cuando contemplé sus ojos grandes e ingenuos. ¿Cómo podía permitir que se las arreglará sola, ella que era tan cariñosa, caprichosa y atolondrada? Ahora tenía a Hiram, por supuesto, por lo que problamente se pagarían las cuentas, habría comida en el refrigerador y gasolina en el depósito del auto, y podría recurrir a él cuando se encontrara perdida, pero aun así...

-Es que quiero ir- le mentí. Siempre se me había dado bien eso de actuar, así que la mentira sonó convincente.

-Saluda a Leroy de mi parte-dijo con resignación.

-Sí, lo haré.

-Te veré pronto-insistió-. Puedes regresar a casa cuando quieras. Volveré tan pronto como me necesites.

Pero en sus ojos vi el sacrificio que le significaba esa promesa.

-No te preocupes por mí-le pedí-. Todo irá bien. Te quiero mamá.

Me abrazó con fuerza durante un minuto; luego, subí al avión y ella se fue.

Para llegar a Forks tenía por delante un vuelo de 6 horas de Lima a Seattle, y desde allí a Port Ángeles una hora más en avioneta y otra más en auto. No me desagrada volar, pero me preocupaba un poco pasar una hora en el auto con Leroy.

Lo cierto es que Leroy había aceptado bastante bien todo esto. Parecía realmente complacido de que por primera vez fuera a vivir con él de forma más o menos permanente. Ya me había inscrito en la escuela y me iba a ayudar a comprar un auto.

Pero estaba convencida de que iba a sentirme incómoda en su compañía. Yo era muy habladora y él no, además a él no le gusta que hable mucho. Sabía que mi decisión lo hacía sentirse un poco confuso, ya que, al igual que Shelby, yo nunca había ocultado mi aversión había Forks.

Estaba lloviendo cuando el avión aterrizó en Port Ángeles. No lo consideré un presagio, simplemente era inevitable. Ya me había despedido del Sol.

Leroy me esperaba en la patrulla, lo cual no me extrañó. Para las buenas gentes de Forks, Leroy es el jefe de policía Berry. La principal razón de querer comprarme un coche, a pesar de lo escaso de mis ahorros, era que me negaba rotundamente a que me llevara por todo el pueblo en un coche con luces rojas y azules en el techo. No hay nada que haga más lenta la velocidad del tráfico que un poli.

Leroy me abrazó fuertemente cuando bajaba la escalerilla del avión.

-Me alegro de verte, Rachel-dijo con una sonrisa al mismo tiempo que me sostenía firmemente-. Apenas has cambiado. ¿Cómo está Shelby?

-Mamá está bien. Yo también me alegro de verte, papá-no podía decirle Leroy a la cara.

Traía pocas maletas. La mayoría de mi ropa de Lima era muy ligera para llevarla en Forks. Todas cupieron fácilmente en la cajuela de la patrulla.

-Localicé un auto perfecto para ti, y muy barato-anunció una vez que nos pusimos los cinturones de seguridad.

-¿Qué tipo de auto?

Desconfié de la manera en que había dicho "un auto perfecto para ti" en lugar de "un auto perfecto".

-Bueno, es un Volkswagen Beetle, para ser exactos.

-¿Dónde la encontraste?

-¿Te acuerdas de Artie, el que vivía en la Push?

La Push es una reserva india situada en la costa.

-No.

-Solía venir de pesca con nosotros durante el verano- me explicó.

Por eso no me acordaba de él. Se me da bien olvidar las cosas dolorosas e innecesarias.

-Ahora está en una silla de ruedas- continuó Charlie cuando no respondí-, por lo que no puede conducir y me propuso venderme su escarabajo; es una ganga.

-¿De qué año es?

Por la forma en que le cambió la cara, supe que era la pregunta que no deseaba oír.

-Bueno, Artie ha realizado muchos arreglos en el motor. En realidad, tampoco tiene tantos años.

Esperaba que no me subestimara tanto como para creer que iba a dejar pasar el tema así nada más.

-¿Cuándo lo compró?

-En 1984... Creo.

-¿Y era nuevo entonces?

-En realidad, no. Creo que era nuevo a principios de los 60´s, o a lo mejor a finales de los 50´s-confesó con timidez.

-¡Papá por favor! ¡No sé nada de autos! No podría arreglarlo si se descompusiera y no me puedo permitir pagar un taller.

-Nada de eso, Rach, la chatarra funciona perfectamente. Hoy en día no los fabrican tan buenos.

La chatarra, repetí para mis adentros. Al menos tenía posibilidades como apodo.

-¿Y qué entiendes por barato?

-Bueno, cariño, te lo compré como regalo de bienvenida.

Leroy me miró de reojo con rostro expectante.

Vaya. Gratis.

-No tenías que hacerlo, papá. Iba a comprarme un auto.

-No me importa. Quiero que estés a gusto aquí.

Leroy mantenía la vista fija en la carretera mientras hablaba. Se sentía incómodo al expresar sus emociones en voz alta.

-Es estupendo. Gracias. Te lo agradezco de veras.

Resultaba innecesario añadir que era imposible estar a gusto en Forks, pero él no tenía por qué sufrir conmigo.

-Bueno, de nada. Eres bienvenida-masculló, avergonzado por mis palabras de agradecimiento.

Intercambiamos unos pocos comentarios más sobre el tiempo, y básicamente ésa fue toda la conversación. Miramos a través de las ventanillas en silencio.

El paisaje era hermosos, por supuesto, no podía negarlo. Todo era de color verde: los árboles, los troncos cubiertos de musgo, el dosel de ramas que colgaba de los mismos, el suelo cubierto de helechos y...bueno toda esa vaina (Nota de Autor: Vaina significa muchas cosas en mi país).

Era demasiado verde...MIERDA!

Finalmente llegamos al hogar de Leroy. Vivía en una casa pequeña de 2 habitaciones que compró con Shelby durante los primeros días de su matrimonio. Ésos fueron los únicos días de su matrimonio, los primeros. Allí, estacionado en la calle delante de una casa que nunca cambiaba, estaba mi nuevo auto; bueno, nuevo para mí. El Volkswagen era de un amarillo desteñido. Para mi enorme sorpresa, me fascino. No sabía si funcionaría, pero podía imaginarme al volante. Además, era uno de esos modelos de hierro sólido que jamás sufren daños, la clase de vehículo nazi que ves en un accidente de tráfico con la pintura intacta y rodeado de los trozos del auto que acaba de destrozar.

-¡Caramba, papá! ¡Me encanta! ¡Gracias!-dije dando saltitos alrededor de él.

Ahora el día de mañana parecía bastante menos terrorífico. No me vería en la disyuntiva de elegir entre caminar 3 km. bajo la lluvia hasta la escuela o dejar que el jefe me llevara en la patrulla.

-Me alegra que te guste-dijo Leroy con voz áspera, nuevamente avergonzado.

Subir todas mis cosas hasta el primer piso requirió un solo viaje escaleras arriba. Tenía la habitación de la cara oeste, la que daba al patio delantero. Conocía bien la habitación; había sido mía desde que nací. El suelo de madera, las paredes pintadas de rosado, el techo de dos aguas, las cortinas de encaje, los poster de Barbra Streisand y de los musicales de Broadway...Todo formaba parte de mi infancia y parte de mi adolescencia. Los únicos cambios se limitaban a sustituir la cuna por una cama y añadir un escritorio. Encima de éste había una computadora con el cable de módem engrapado al suelo hasta la toma de teléfono más próxima. Shelby lo había estipulado de ese modo para que estuviéramos en contacto con facilidad. La mecedora que tenía desde niña aún seguía en el rincón y justo arriba de ella estaba el sonajero con una estrella de David en la punta.

Sólo había un baño, en lo alto de las escaleras, que debía compartir con Leroy. Intenté no ponerme histérica por esto.

Leroy no se quedó revoloteando a mi alrededor. Me dejó sola para que deshiciera mis maletas y me instalara, una hazaña que hubiera sido absolutamente imposible para Shelby. Resultaba genial estar sola algunas veces; fue un respiro que me permitió contemplar a través del cristal y derramar algunas lágrimas. No estaba de humor para llorar como una magdalena. Eso podía esperar hasta que me acostara.

La aterradora matrícula de estudiantes de la escuela de Forks era de sólo 357, ahora 358. Todos los jóvenes de por aquí se habían criado juntos y sus abuelos habían aprendido a caminar juntos. Yo sería la chica nueva de un pueblo un poco más grande que éste, una curiosidad, un bicho raro.

Después de colocar mi ropa en viejo closet de madera de pino, me llevé el neceser al baño para asearme tras un día de viaje. Contemplé mi rostro en el espejo mientras me cepillaba el pelo enredado y húmedo. Tal vez se debiera a la luz, pero ya tenía un aspecto menos saludable.

Aquella noche no dormí bien, ni siquiera deje de llorar. El siseo constante de la lluvia y el viento sobre el techo no aminoraba jamás, hasta convertirse en un ruido de fondo. Me tapé la cabeza con la vieja y descolorida colcha y luego añadí la almohada, pero no conseguí conciliar el sueño antes de medianoche, cuando al fin la lluvia cesó un poco.

A la mañana siguiente, lo único que se veía a través de la ventana era una densa niebla. Aquí nunca se podía ver el cielo, parecía un jaula.

El desayuno con Leroy se desarrolló en silencio. Me deseó suerte en la escuela y se fue a la comisaría, que era su esposa y familia. Examiné la cocina. Nada había cambiado.

Era imposible permanecer en aquella casa y no darse cuenta de que Leroy no se había repuesto de la partida de Shelby. Eso me hizo sentir incómoda.

No quería llegar demasiado temprano a la escuela pero no podía permanecer en casa más tiempo, por lo que me puse el impermeable rosa y me encaminé hacia la llovizna.

Aún llovía, pero no lo suficiente para que me calara mientras buscaba la llave de la casa y cerrara. El ruido de mis botas de agua era simplemente insoportable. Añoraba el crujido habitual de la grava al caminar. No pude detenerme a admirar mi nuevo vehículo, como deseaba, y me apresuré a escapar de la neblina que se arremolinaba sobre mi cabeza.

Dentro de la cabina estaba cómoda y seca. Era obvio que Leroy o Artie debían de haberla limpiado, pero la tapicería de los asientos aún olía tenuemente a tabaco, gasolina y menta. El Beetle arrancó a la primera, con gran alivio de mi parte. La anticuada radio funcionaba, un añadido que no esperaba.

Fue fácil localizar la escuela pese a no haber estado antes. El edificio se hallaba, como casi todo lo demás en el pueblo, junto a la carretera. No resultaba obvio que fuera una escuela, parecía un conjunto de esas casas de intercambio en época de vacaciones. ¿Dónde estaba el ambiente a cárcel?, me pregunté con nostalgia. ¿Dónde estaban las alambradas y los detectores de metales? ¿Y los policías?

Me estacioné frente al primer edificio, encima de cuya entrada había un cartel que decía "Oficina principal". No vi otros autos allí, por lo que supuse que estaba en zona prohibida, pero decidí que iba a pedir indicaciones en lugar de dar vueltas bajo la lluvia como una boluda. De mala gana salí del auto calentito y recorrí un sendero de piedra. Respiré hondo antes de abrir la puerta. En el interior había más luz y hacía más calor de lo que esperaba. La oficina era pequeña: La típica sala de espera del dentista. Por si fuera poco las plantas crecían por doquier en sus macetas de plástico, por si no hubiera vegetación fuera.

Un mostrador alargado dividía la habitación en dos, con cestas metálicas llenas de papeles encima y anuncios de colores pegados en el frente. Detrás del mostrador había 3 escritorios. Una mujer regordeta con lentes se sentaba en uno de ellos. Llevaba una camiseta morada.

La regordeta alzó la vista.

-¿Te puedo ayudar en algo?

-Soy Rachel Berry-le informé, y de inmediato advertí en su mirada un atisbo de reconocimiento. Me esperaban. Me sentí famosa.

-Por supuesto-dijo.

Rebuscó en los documentos hasta encontrar lo que buscaba.

-Precisamente aquí tengo el horario de tus clases y un plano de la escuela.

Trajo varias hojas al mostrador para enseñármelas. Repasó todas mis clases y marcó el camino más rápido para cada una en el plano; luego, me entregó el comprobante de asistencia para que lo firmara cada profesor y se lo devolviera al final del día. Me dedicó una sonrisa y me deseo suerte.

Los demás estudiantes comenzaban a llegar cuando regresé al auto. Los seguí, me uní a la fila de carros y conduje hasta el otro lado de la escuela. Casi todos los autos tenían aún más años que el mío; ninguno era lujoso. El mejor coche de los que allí había era un flamante Volvo, y destacaba. Aun así, me estacioné una plaza libre y apagué el motor.

Examiné el plano en el Beetle, intentando memorizarlo con la esperanza de no tener que andar consultándolo todo el día. Lo guardé y respiré hondo. Puedo hacerlo, me mentí. Nadie me va a morder. Al final, suspiré y salí del auto.

Caminé hasta la acera abarrotada de jóvenes. Observé que no llamaba la atención.

Una vez pasada la cafetería, el edificio tres resultaba fácil de localizar, ya que había un gran "3" pintado en negro sobre un fondo blanco con forma de cuadrado en la esquina del lado este. Entré detrás de 2 personas que llevaban impermeables de estilo unisex.

El aula era pequeña. Entregué el comprobante al profesor. Se quedó mirándome embobado al leer mi nombre, pero no me dedicó ninguna palabra de aliento. Me envió a un pupitre vacío al fondo del salón sin presentarme a mis compañeros. Ellos me miraban como si fuera Lea Michele o algo por el estilo. Mantuve mi vista en la lista de autores que me había dado el profesor. Era bastante básica: Cervantes, Shakespeare, Chaucer, Faulkner, etc. Los había leído a todos, lo cual era cómodo... y aburrido. Me pregunté si Shelby me enviaría mi carpeta de viejos trabajos. Recreé nuestra discusión mientras el profesor continuaba con su discurso.

Cuando sonó el timbre escuche una voz que me preguntaba:

-Tú eres Rachel Berry, ¿verdad?

Bueno aquí me quedo...Díganme que opinan! Dejen Reviews! PORFAVORRRRR!