Que fastidio. Para una adolecente de quince años, los problemas más recurrentes con los que tuviera que tratar, serian cosas simples, como: el acné, las clases, el chico que le gusta o alguna otra estupidez como esa. En vez de eso, Shinoa tenía que preocuparse por la exterminación de los fastidiosos chupasangres que amenazan día tras día a la humanidad. Eso, y el cumplir con dicha tarea sin perder su cuello. Nunca ha podido ser una chica normal, después de todo, pertenece al linaje de los Hiragi, un clan bastante… complicado, por así decirlo. Lo único que le alegraba sus días, era saber que no era la única adolecente que tenía que cumplir con este tipo de tareas irregulares, ya que tenía a sus amigos y equipo con ella para cuidar su espalda cuando ella lo necesite, y por supuesto, ser su blanco de bromas las veinticuatro horas para que esta se divierta.
La pequeña chica de cabellos purpura se dirigía todas las mañanas a la escuela, (a excepción de los días que estaba dando servicio en el ejército contra los vampiros), era de las pocas cosas normales que esta tenía la fortuna de cumplir. La escuela la hacía sentir bien, como si fuera una más, como si todas esas veces en las que el miedo ha corrido frenéticamente por sus venas, por su propia vida y por la de sus compañeros, no fueran más que una pesadilla, aunque esta sabía muy bien que no era así. Al entrar al salón de clase, había dos posibles escenarios con los que ella solía encontrarse. A Yuichiro y Kimizuki pelean por alguna estupidez, o al profesor regañando a Yuichiro porque se durmió en clases. Ambas, relacionadas con el mismo busca problemas, aunque no fuera apropósito, siempre los causaba.
Como imaginaba, al entrar al salón de clases, encontró a Kimizuki dándole un puñetazo en el rostro a Yuichiro, mientras que este se incorporaba después del golpe y le pega una patada en el abdomen y lo lanzaba al otro lado del salón. La pequeña Shinoa soltó un suspiro, estaba acostumbrada a este tipo de situaciones, pero nunca se cansaba de ellas por alguna razón. Se acercó a Yoichi, que estaba tratando de razonar con el par de bestias salvajes, que parecían pelearse por el último pedazo de carne fresca que quedaba, y lo mando a sentar. El pobre siempre trataba de detenerlos, aunque eran pocas las veces que lo conseguía.
Shinoa se asomó por la ventana y fingió cara de sorpresa para luego gritar:
-¡Yu-san, vampiros atacan el vestidor de chicas!
-¿Qué?-Yuichiro se quitó de encima de Kimizuki, el cual estaba golpeando en la cara hace unos segundos para acercarse a la ventana.
-Mi arma demoniaca esta en mi casillero, pero tardare más tiempo en llegar a él. Ve adelante mientras yo la busco, Kimizuki, será mejor que lo acompañes
-¡Sí!-dijeron los dos al unísono y salieron corriendo por la puerta.
Al cerrar la puerta tras de ellos, Shinoa soltó una suave carcajada y Yoichi la miro con cara de culpa, ya que sabía muy bien que era una broma pesada de ella.
-Shinoa… ¿Crees que este bien decirles esa mentira?
-Descuida, se darán cuenta en poco para después sentarse en su pupitre.
Era divertido. El poder molestarlos, principalmente a Yuichiro, y poder conversar con el inocente de Yoichi, era de las cosas que el alegraban el día a Shinoa. El profesor llego al salón de clases y comenzó su tarea diaria, un par de minutos después, llegaron Yuichiro y Kimizuki, echos un total desastre. Tenían marcas de rasguños y bofetadas por sus rostros y alguno que otro moretón en sus extremidades. Ignoraron las preguntas del profesor y prosiguieron a guiarse a sus asientos. No sin antes, claro, dirigirle una calurosa mirada a su compañera mata vampiros, que se las devolvió con una enorme sonrisa.
Las clases pasaron volando y llego la hora favorita de Shinoa, el almuerzo. Lo cual significaba, que podía molestar a Yuichiro y a los demás sin tener que preocuparse por mantener la postura frente a un profesor. O al menos, eso creía, hasta que sonó su recibió una llamada de su número menos favorito. Su querido capitán Guren. "Que molesto"-pensó la chica para sí misma. Sabía que no tenía derecho a quejarse, después de todo es su deber, pero de todas formas, no le gustaba la idea de remplazar su hora del almuerzo por una visita a Guren. Bueno, no tenía opción.
Al llegar al cuartel, se dirigió directamente a la oficina de su capitán, sin prestar mucha atención a la gente que murmuraba a sus espaldas, ya estaba en el cuartel general, con uniforme escolar. No valía la pena cambiarse, después de todo, no pensaba durar mucho en ese lugar. Cuando su caminata terminó, toco la puerta de la oficina de Guren y espero respuesta, nada. Volvió a tocar y el silencio prosperaba, ¿Qué demonios le pasaba? Shinoa se desesperó y abrió la puerta por su cuenta, para poder encontrar a su capitán, en pleno sueño sobre su escritorio. Este era el colmo, sabía que era un bueno para nada (o eso quería aparentar), pero si la iba a obligar a venir aquí en su hora de almuerzo, que lo hiciera en buenas condiciones. Se acercó a su capitán y lo movió un poco su hombro para e este despertara. Sus papeles y libros estaban amontonados en el suelo, al parecer los había colocado en ese lugar para tener su escritorio libre para dormir, vaya vago que era.
El hombre por fin comenzó a despertarse poco a poco. Lo primero que su mirada pude ver, fueron unos ojos cafés con cierta tonalidad naranja en su la parte inferior. Maldita sea, esos ojos los seguirían persiguiendo por el resto de la eternidad, el no haberla podido salvado a ella, a la mujer que amaba, nunca se lo perdonara. Extendió la mano hasta el rostro que poseía aquellos ojos, y toco su rostro y lo acaricio con ternura, aunque sentía que algo era diferente. Para su suerte, fue detenido en pleno acto por otra mano que sostuvo su muñeca, después de esto, reacciono a la sorpresa y termino de despertar. No eran los ojos de ella, sino de su hermana menor. Pues claro, ella es la que seguía con vida.
-Hola mocosa-saludo Guren poniéndose de pie y colocándose delante de ella.
Shinoa no diría nada al respecto sobre lo que acababa de pasar, después de todo, sabía que aquella caricia no iba dirigida a ella, sino a su hermana, como era debido.
-Buenos días Capitán Guren-respondió cordialmente al saludo.
-Necesito que tú y tu equipo vayan a explorar el territorio de Ginza, al parecer hay sobrevivientes en esta zona y lo mejor será mandar un equipo pequeño con ustedes para pasar desapercibidos.
-¿Cuándo partiremos?
-En dos días como máximo, infórmale a los otros.
-Entiendo, si me disculpa, me retiro-dijo para luego encaminarse a la salida.
-Espera, ¿Quién te dijo que ya te puedes ir?-pregunto Guren algo irritado.
-Usted ya dijo la información clave, el resto de detalles me los puede decir el día de la misión.
-Si esta tan desesperada por volver con Yuichiro, solo deberías decirlo-dijo, sabiendo la reacción que estás palabras causaban a Shinoa.
Shinoa no quiso responder a esas palabras, ni siquiera quería darse la vuelta para encararlo. Ya que de hacerlo, el notaria el sonrojo que cruzaba por el rostro de la joven. Odiaba el efecto que el causaba en ella, ya que para Guren, la pequeña Shinoa era como un libro abierto, no importa lo astuta que esta fuera, aún era una niña y le faltaba experiencia, en muchos sentidos.
-Sinceramente, eres una mocosa ingenua.
Shinoa cerro sus manos hasta volverlas puños y dio la vuelta para mirarlo, el rojo de sus mejillas fue remplazado por una mirada desgarradora dirigida a Guren, estaba harta de ser tratada como una niña.
-Tiene un molesto pasatiempo de tratarme como una niña para cierto tipo de cosas, ¿No lo cree capitán?-dijo la chica con un tono serio en su voz.
-Es porque lo eres, pero no es tu culpa. Solo tienes quince años después de todo-dijo con una sonrisa burlona.
-Mi hermana solo llego a tener la misma edad que yo, y tú nunca la trataste de este modo, pero claro. Lo que sientes por mi hermana es muy diferente de lo que sientes por mí, ¿No capitán?
Hay estaba. El punto débil de Guren. Shinoa sabía que era un truco sucio, después de todo, Guren jamás se perdonara lo que sucedió con Miharu, y en especial, por haberle quitado a una niña su preciada hermana mayor. Esa niña ahora estaba parada frente a él, era su subordinada más molesta pero a la vez la más leal, hermana de la mujer que más ha llegado a amar, y con la que guarda cierto parecido que lo tortura en silencio. Y para el colmo, era de la familia a la cual el planeaba destronar. ¿Cómo es posible que tantos factores estén ligados a una misma persona?
Pero una cosa era segura. No permitiría que una mocosa le hablara de esa manera.
-Ustedes dos son totalmente diferentes, en todos los sentidos. Mientras que tu hermana era hermosa, fuerte y una genio, tu solo eres una pequeña mocosa a la cual le falta mucho por aprender. Prácticamente, como comparas agua mineral con una simple agua de llave.
Shinoa apretó los dientes, vaya que era atrevido al decir esas cosas. Pero aun así, no pensaba perder.
-Si soy tan diferente a mi hermana,-dijo cercándose poco a poco a hasta quedar frente a Guren, se inclinó un poco, quedando casi cara a cara con su oponente-¿Por qué ves a mi hermana reflejada en mí?-dijo sonriendo fríamente.
Maldita sea la hora en la que esta niña nació. Si había algo que Guren podía asegurar, es que si Shinoa moría, seria por culpa de esa boquita que ella tiene. ¿Cómo se supone que iba contradecir lo que acababa de decir? Cuando hace unos minutos, acaricio con ternura el rostro de Shinoa imaginando el de su difunta hermana. Aquella pequeña sonrisa cruel que cruzaba por su rostro, y esos ojos llenos de frialdad y a la vez melancolía, eran lo que más la hacían parecerse a ella, lo torturaban, lo comían por dentro. Pero ya estaba muy mayorcito como para dejar que una niñita lo volviera tan vulnerable.
-Entonces, tratas de decirme que eres lo suficientemente mayor como para ganarte mí respeto, al igual que lo hacía tu hermana ¿Verdad?
-Creo que me está malentendiendo un poco Capitán Guren,-dijo Shinoa relajando el tono de voz-lo que yo quiero, es que usted entienda que no soy una niña de la cual usted puede burlarse a su antojo. No estoy buscando el respeto que usted tenía por mi hermana, ya que no eso influiría a que usted tuviera otro tipo de sentimientos hacía mi al igual que ella. Lo cual sé que no pasara.
Guren embozo una sonrisa, aunque no sabía el porqué. Aunque no le gustaba la idea de que Shinoa se burlara de él, a la vez le parecía interesante el atrevimiento y la madurez que poseía esta chica. Aunque ella y su hermana son polos opuestos, ella poseía suficiente intelecto para saber defenderse a cualquier superior o igual que se le colocara al frente, no físicamente (aunque no significara que fuera débil, pues no lo era en lo absoluto), su astucia superaba a cualquier hombre de cien años que se le atravesara.
Pero había una cosa en la que aún era muy joven. Seguía siendo ingenua.
-Sabes que, tienes la razón-admitió Guren.
Los ojos de Shinoa se abrieron de golpe y sintió que sus oídos se taparon, ¿Acaso había escuchado mal?
-¿Qué?-no pudo evitar preguntar para asegurarse.
-Eres lo suficientemente madura para que te considere una adulta. Mis más sinceras disculpas.
Era una trampa. Si lo que decía era cierto, sabía que Shinoa no se creería eso tan fácilmente, pero lo mejor era dejarlo así.
-De acuerdo. En ese caso yo-
-Pero-interrumpió Guren antes que Shinoa acabara la oración-hay un defecto el cual te hace una mocosa.
-Um… ¿Y cuál es ese Capitán?
-Shinoa, ¿Alguna vez has besado a Yuichiro?
-¿Qu…!-Shinoa dejo pregunta a medias para cubrirse su enrojecido rostro, aunque era inútil.
-"Bingo"-pensó Guren para sí mismo.
Guren tomo a Shinoa del brazo derecho y la haló hasta situarla sobre su escritorio, la chica era tan pequeña que cabía perfectamente en él, a diferencia de Guren que tuvo varios problemas para colocarse ahí. Shinoa trato de forcejear, pero Guren se colocó sobre el escritorio, colocando una de sus piernas en medio de las suyas y la otra al lado de la pierna izquierda de la chica. Tomo sus brazos con una mano para colocarlas sobre su cabeza, y con una mano, tapo su boca para evitar que esta gritara. Shinoa aún tenía la cara roja, frenética por el ataque sorpresa que le había proporcionado su capitán, y por primera vez en su vida, con miedo de él. Guren inclino su rostro hasta quedar a menos de diez centímetros del de ella, Shinoa cerro sus ojos esperando lo que vendría, pero solo escucho un susurro en su oído.
-Lo ves, eres demasiado ingenua cuando se trata de cumplir tus deseos lujuriosos.
Shinoa abrió los ojos con enojo y protesto contra las palabras de Guren, aunque era inútil, ya que la mano de Guren solo permitía oír sonidos sin coherencia contra su boca. Guren solo sonrió al ver como la orgullosa Hiragi perdía la compostura por una tontería. No importa cuanto lo negara, aún era una niña. Después de unos segundos de parloteo sin sentido, Shinoa se calmó, y Guren retiro la mano de su boca.
-Yo no tengo deseos lujuriosos-dijo Shinoa haciendo pucheros.
-Por supuesto que no, como puedes desear algo que nunca has probado.
-No lose-dijo moviendo su rostro a un lado.
Guren se puso frente a frente con Shinoa, uso su mano para tomar su barbilla y hacer que lo mirada de frente, cuando lo hizo, ella abrió los ojos de sorpresa al toparse con la sonrisa de su Capitán.
-Bien, como tu capitán, te ayudare a resolver ese problema.
Shinoa trato de mover su rostro pero era muy tarde, pues Guren ya había roto la distancia entre ellos. Lo primero que noto, fue lo suave que eran los labios de Guren, y el sabor exquisito que desprendían. La mano libre de Guren le sostenía la cadera, Shinoa no recordaba la última vez que una persona coloco su mano ahí, y de ser así, no recuerda que ese toque tuviera tal efecto en ella. Como si la tema que cubría la mano de Guren y su cintura no estuvieran, haciendo que su propio calor envolviera ese punto que el tocaba. "Quiero tocarlo"-pensó Shinoa para sí misma, pero sus manos estaban aprisionadas.
Y justo como en ese momento, como si Guren hubiera leído su mente, soltó sus manos. Coloco su mano ya libre en el cabello de Shinoa y soltó el lazo que lo amarraba, para tener más libertad al tocarlo. Shinoa no perdió el tiempo y rodeo con sus manos el cuello de Guren, acariciándolo suavemente y tocando el inicio de su cabello con una lentitud agonizante. Guren pego su cuerpo más al de Shinoa, intensificando el beso y volviéndolo más salvaje, dejando entrar su lengua por la boca de la chica. Shinoa gimió al sentir la lengua de Guren explorar su boca, trato de seguirlo con su propia lengua, pero le era imposible, después de todo, era el su primer beso, uno que nunca esperaba que fuera de este modo.
Mientras tanto las manos de Guren hacían su trabajo. Mientras una tocaba su cabello, adorando el suave tacto de su cabellera, la otra tomaba con fuerza su cintura, o así era, hasta que Guren decidió bajar la mano, pasando por su trasero y deteniéndose en sus piernas. Guren llevaba tiempo observando su falda, siempre le había parecido que Shinoa usaba faldas extremadamente cortas, pero no lo hacía con malas intenciones, hasta hoy claro. Acarició sus piernas con la misma lentitud que Shinoa le hacía a su cuello, pero en los puntos indicados para hacer que el cuerpo de Shinoa se estremeciera.
No sabían cuánto tiempo había pasado, ya ha de ser par de minutos pues Guren sentía que le faltaba el oxígeno, lo que lo hizo entrar en pánico. Si el, que era un adulto que había tenido todo tipo de experiencias sentía que le faltaba el aire, ¿Qué seria Shinoa?
Guren se separó bruscamente de Shinoa, quedando aun sobre ella pero viéndola desde un punto más alto. Su cabello estaba suelto y despeinado, como si estuviera acabada de despertar, mientras que una capa de sudor envolvía su rostro enrojecido, y sus labios estaban húmedos de saliva y ligeramente hinchados. Sus manos estaban a cada lado de su cuerpo y sus piernas estaban ligeramente cruzadas. Respiraba frenéticamente, su pecho subía y bajaba conforme el aire entraba por su cuerpo, y sus ojos permanecían cerrados, ya que esta no se atrevía a ver a Guren a los ojos después de esto.
Guren no sabía cómo reaccionar. Había empezado todo esto solo para jugarle una broma y darle su merecido, pero sin darse cuenta, se había dejado llevar. Y lo peor de todo, es que tenía ganas de seguir. La vista que le estaba otorgando Shinoa, tan salvaje y a la vez tan sexy, lo excitaba como nunca. Quería más. Más besos, más caricias, llegar lo más lejos posible con ella, ser el primero en examinar aquel pequeño cuerpo que estaba indefenso sobre su escritorio, tocar cada rincón con la punta de sus dedos y con su lengua, aquí y ahora.
-Capitán…Guren…-dijo Shinoa sacándolo de sus perversos deseos.
"Capitán", "Capitán", "Capitán", "Capitán", "Capitán". Una y otra vez esa palabra se repetía en la mente de Guren, como un martillo golpeando su cabeza sin cesar y haciéndolo entrar en razón. "¡¿En qué demonios estoy pensando?!-dijo Guren para sí mismo. Era su subordinada, la hermana menor del amor de su vida, y lo más importante, ¡ella solo tenía quince años y el veinticuatro joder! ¿Había perdido la cabeza?
No sabía que decir, ni que hacer, se había aprovechado de una adolecente de quince años, sabiendo que es una imbécil en este tipo de cosas. Sinceramente, era de lo peor.
-¿Eso es todo lo que tienes?-dijo Shinoa embozando una sonrisa.
Ese rostro. El rostro que volvía loco a Guren, en todos los sentidos, pero era diferente. Su sonrisa ahora estaba envuelta en unos labios sedientos de deseo, como si aquella dosis de hace unos minutos no los satisficieran lo suficiente, mientras que sus ojos tenían ese cierto brillo que solo significaba una cosa: lujuria. La pequeña Shinoa había probado el deseo, y quería más.
-Esa es mucha confianza para alguien que casi perece por un beso-dijo Guren echándose el cabello despeinado hacía atrás.
-Mis disculpas Capitán Guren-dijo Shinoa quitándose el listón de la blusa del uniforme, el calor que corría por su cuerpo la estaba matando y quería quitarse aún más-prometo hacerlo mejor ahora.
Esa fue la gota que derramo el vaso. Guren se quitó los guantes, ya que era lo único que no le permitía sentir el tacto de la piel de Shinoa a gusto, y se lanzó sobre ella. Esta vez no empezaron suave, sino que ambos comenzaron a jugar con sus lenguas desde el principio, uniéndolas y chocándolas las unas a las otras. Shinoa tocaba el cabello de Guren con furia, vengándose de cómo había dejado el suyo, aunque él no le importaba, ya que esas carisias solo hacían que él se encendiera más. Guren abandono los labios de Shinoa y prosiguió a su cuello. Comenzó a lamerlo de arriba abajo, provocando que esta soltara pequeños gemidos. La piel de Shinoa era suave, agridulce gracias al sudor que la cubría, un sabor adictivo que Guren fue probando cada vez más a fondo. Cuando estaba a punto de morder su cuello, Shinoa lo alejo.
-Si vas a dejar marca, que sea en un lugar menos obvio.
Guren rio al comentario. Para ser su primera experiencia, tenía bastante conocimiento. Guren se separó y observo el cuerpo de Shinoa hasta fijarse en su nuevo objetivo, que lo llevaba volviendo loco desde hace tiempo: sus piernas. Retiro los zapatos y los calcetines y observo con cuidado cada detalle. Las piernas de Shinoa eran bien moldeadas y suaves al tacto. Guren comenzó a lamerlas. Mordisqueo cerca de sus muslos y sus rodillas, ya que si preguntaban por las marcas, podría inventarse una historia. El poseer así sus piernas era como un premio para él, podía morderlas, lamerlas y besarlas cuando él quisiera, pues nunca se acabarían. Sin darse cuenta, había subido a tal punto de estar mordisqueando casi debajo de la falda de Shinoa, mientras que esta aguantaba soltar cualquier tipo de gemido al contacto. Sus bragas eran de color blanco son puntos azules, lo cual por alguna razón, le dio ternura a Guren.
-¡D-deja de ver!-se quejó Shinoa al darse cuenta de lo que observaba Guren.
-Tienes razón, se vería mejor si no las llevaras puestas.
-¡¿Cómo?!
Guren la volvió a besar para acallar sus quejas y coloco una mano sobre el botón de su falda. Shinoa trato de detenerlo pero este le mordió el labio para frenarla. Se separó un poco para poder hablarle de frente.
-Tranquila,-dijo bajando la cremallera de la falda y colocando la mano sobre sus bragas, haciendo que Shinoa soltara un gemido-la diversión, apenas comienza.
-¡Capitán Guren!
Oh al menos, eso creía, hasta que escucho la voz de Sayuri llamándolo detrás de la puerta.
-¡Capitán Guren!, ¿Está todo bien?
"¡Mierda!"-pensó Guren para sí mismo. Se separó de Shinoa y se comenzó a poner los guantes.
-¡Sí!, espera un momento, estaba tomando una siesta y estoy un desastre.
Guren ni se molestó en decirle nada a Shinoa, ya que esta ya estaba organizando su uniforme y su cabello por si misma sin necesidad de que se lo ordenara. Estaba con la cabeza baja, el sonrojo le cubría hasta orejas, y sin labios temblaban por los nervios. No le diría ni una palabra a Guren. La relación entre ellos jamás volvería a ser la misma.
-¿Capitán?-volvió a llamar Sayuri
-¡Si, un momento!-dijo mirando frenético la puerta.
Cuando volvió a mirar a Shinoa, que estaba abriendo la ventana para escapar. Era una buena idea, estaban en un primero piso, así que no corría peligro, y además, sería muy sospechoso que la encontraran aquí cuando Guren dijo que había tomado una siesta. Miro para los lados para fijarse de que nadie la vería, abrió la ventana y se lanzó por ella. No sin antes claro, despedirse de su querido capitán.
-Nos vemos mañana, Capitán Guren-dijo guiñándole un ojo para después irse.
Guren cubrió su boca con su mano para evitar explotar en carcajadas. Si era por ella, no le molestaría que lo arrestaran, aunque sea por cadena perpetua.
