Hola...hum...hum... pues pasaba por aquí y se me ocurrió escribir un pequeño fic sobre mis personajes favoritos de Saint seiya, no será mucho pero me encanta tanto Mu como Shion que no podía dejar pasar la oportunidad de hacerlo...y puesto que el 27 y 30 de Abril pasado fue el aniversario de aprendiz y maestro pues...es un pequeño regalito...
Aún no está terminado pero ya me aseguraré de hacerlo jejeje...
Pues... no está de más decir que lamentablemente los personajes no me pertenecen sino a su respectivo autor pero bueno...eso no me impide jugar un rato jejeje
De antemano gracias por leer.
Fragmentos de Cristal
-¿Por qué lloras Mu?...
Ese lugar era distinto. No existían montañas que les resguardaran, no había caminos de niebla que les ocultaran a la ajena vida que colapsaba a su alrededor, aborreciendo en silencio, deseoso de refugiarse nuevamente tras las murallas impenetrables de su tierra.
Caótico, lamentable…
Pareciera como si el cielo mismo no pudiera extenderse por toda esa vasta tierra desconocida… tan grande, tan única….
Tan vacía…
No recordaba lo suficiente como para refugiarse en las imágenes del pasado… el pueblo del que había partido estaba muy lejos de él, la gente que había conocido ya no estaba con él, la vida que había tenido ya no era para él…
¿Por qué estaba ahí?, ¿Qué sucedería ahora?, ¿Qué pasaría con él?, ¿Por qué su gente le había desterrado?, ¿Por qué habían permitido que se lo llevaran?...
Porque…porque…
-¿Por qué lloras Mu?...
-¡No estoy llorando!
Arremetió herido, con amarga frustración impregnada en la voz… fue tarde al percatarse de a quien le mostraba su triste semblante, arrepentido por su estupidez. Se sentía avergonzado, humillado por mostrar cuan débil podía ser ante el infortunio con el que cargaba desde el momento en que cruzó las puertas que le separaban de tierra humana.
Lo lamento…- dejó salir en un murmullo que se perdió en el eco de la habitación- no fue mi intención levantarle la voz, no se volverá a repetir…
Estaba dispuesto a escapar, no soportaría estar más tiempo en la misma habitación que esa persona. Aceptaría el horrible castigo por su falta, pero ahora no, la vergüenza no le permitiría mirarle a los ojos…
Se puso de pie y corrió hacia la puerta, teniendo presente lo cobarde de su postura. Pero no importaba, ya nada importaba más que el saberse preso de esa persona que había descubierto su herida. Había logrado esconderle para no ser juzgado por la crudeza de sus palabras, acatando cada orden, cada enseñanza, cada entrenamiento al que era sometido desde su obligado encuentro. Y toda su minuciosa farsa se había hecho pedazos por un momento de debilidad.
Pero nunca dejó de sospechar que esa persona había descifrado sus enmarañados sentimientos, aprovechándose de ellos en una paciente espera a la oportunidad de atacarle cuando más desprotegido estuviera, siempre con esa majestuosidad emanante, serena, imperturbable ante cualquier situación...
Con la mirada llena de calidez que solo dirigía a él, a su cobarde aprendiz, mostrándole lo insignificante que podía ser en un mundo al que no pertenecía. Odiaba que le mirara de esa manera, le confundía y le agradaba por igual, sometido al sofocante calor que pareciera quemarle y ver más allá de la carne, dejando desnuda a su temerosa alma para ser juzgada.
Y lo que ahora estaba sucediendo no era más que el desenlace de la memorable actuación de dos grandes farsantes.
Ni siquiera logró rozar la puerta con sus dedos cuando la gruesa alfombra bajó su pies ondeó cayendo de bruces al suelo marfilado. A pesar del punzante dolor en su frente, ni un solo quejido se escuchó, manteniendo el silencio tenso dentro de la habitación. Apoyó una mano en el suelo, cubriéndose con la otra la herida abierta sin interesarle que las gotas escaparan por sus dedos, resbalando por su brazo, surcando su pálida piel al encuentro con el suelo…
El camino de la sangre lemuriana derramada.
El causante se mantuvo inmutable desde su asiento Patriarcal, observando detenidamente los suaves movimientos del joven a cualquier indicio de desasosiego.
Le gustaba su cabello, desde siempre, siendo lo primero que había llamado su atención cuando el joven aún era un niño con el cabello hasta los hombros. Y desde la postura en que se encontraba podía ver que tan largo y hermoso se había mantenido desde entonces.
Tanto le gustaba que le había obligado a nunca más cortárselo sin darle la merecida importancia al gesto inquisitivo del niño ante su capricho.
Sonrió tras la máscara, satisfecho.
Ese era un secreto que nadie más que él sabía.
Vaya, vaya...lo digo una y otra y otra vez...este Shion es un tipo raro...
