Continuidad: 'Teamwork' (episodio número 8 de la Season 6.)
Nota de la autora: El pequeño fragmento de canción del principio pertenece a 'Adiós', de Gustavo Cerati. Este capítulo-el primero de muchos en este fic múltiple, esperemos-contiene un poco de Hameron y un poco de Chameron también, al final, que no pude evitar (la compasión por el pobre Chase era demasiado grande, XD.) Dedicado a Dai, compañera y amiga fiel, tanto en este mundo del fanfiction como en el real además de maestra súper paciente y dedicada. Ah! Y fan Hameron, jaja. Se aceptan críticas y sugerencias, por supuesto.
Saber decir adiós…
Es crecer.
Allison Cameron se miró al espejo y su ojo entrenado clínicamente no detectó nada diferente en su imagen. El cabello seguía siendo del mismo color rubio del que se había teñido hacía ya un tiempo; los ojos seguían siendo verde azulados. Sus rasgos eran los mismos y su cuerpo tampoco había cambiado.
Pero el espejo no podía ver dentro de su corazón ni de su mente, donde habían operado los verdaderos cambios.
Ese día, sintió que finalmente el peso de todas las desilusiones, los fracasos, las decepciones, los sueños hechos añicos y el desamor se le vinieron encima; casi aplastándola bajo su peso. Allison sintió como si hubiera envejecido varios años de golpe, todo en cuestión de unos pocos días.
Mientras guardaba las últimas pertenencias se puso a pensar en las razones de su partida, en ella misma, en los hombres a los que había amado, en su carrera, en la persona que era y en la que alguna vez había sido. Miles de pensamientos y recuerdos llenaban su mente.
Por un momento, cerró los ojos y recordó con una extraña mezcla de tristeza y melancolía todos los años que había pasado enamorada de Gregory House, sufriendo por la aparente indiferencia de él hacia ella, buscando desesperadamente ganar su aprobación, tratando de leer las señales que él le enviaba, esperando a que él finalmente se decidiera a hablarle, a decirle lo que sentía, a invitarla a salir, lo que fuera… Años desperdiciados, dijo en voz baja y suspiró. Había pasado años convencida de que ella podía entenderlo, ayudarlo, curarlo, cambiarlo, si tan sólo él le daba la oportunidad.
Ilusa, murmuró, cerrando la valija. Él nunca había querido cambiar. Era demasiado orgulloso para eso. A eso se debía que sus intentos constantes por atravesar esos muros imaginarios que él construía a su alrededor, ganarse su confianza y ayudarlo hubieran fracasado. No fue culpa tuya, Allison. Él fue siempre el problema, le dijo la voz de su conciencia.
Él fue siempre el problema.
Era cierto. Gregory House la había decepcionado y desilusionado una y otra vez. Incluso cuando ella había logrado encontrar la felicidad y aceptado nuevos niveles de compromiso; incluso cuando había comenzado a construir los cimientos de lo que sería su nueva vida, House lo había arruinado todo, como un niño juguetón que sopla porque sí un castillo de naipes, derribándolo.
Allison no negaba la responsabilidad de Robert en el asesinato de Dibala, pero sabía bien que todo se debía a la influencia ejercida por el jefe del departamento de Diagnósticos sobre todos ellos durante todos esos años. Él les había inculcado la falta de respeto por las normas, leyes, autoridades, privacidad de los pacientes e incluso por los derechos humanos. Él les había enseñado que quien fuera suficientemente inteligente y audaz podía salirse con la suya-siempre. Él les había enseñado a olvidarse de lo sagrado de la vida humana, ultrajando y maltratando a sus pacientes siempre que se le dio la gana; todo con tal de conseguir su objetivo-resolver el acertijo.
Todas esas lecciones habían influido en todos ellos, en mayor o menor forma, transformándolas en personas totalmente diferentes. Personas capaces de todo-incluso de matar, si lo creían necesario.
¿Lo odio? Se preguntó Allison, sentándose por un momento en el borde de la cama. ¿Debería odiarlo?
No, no lo odio, se respondió luego de una breve reflexión. Nunca podría hacerlo. House no podía evitar ser cómo era y probablemente, había sido culpa suya acercarse tanto a alguien como él y esperar no salir lastimada. Además, tal como le había dicho a Chase alguna vez, ella tenía un problema renunciando a las cosas. Por eso, estaba segura de que le iba a costar mucho tiempo olvidarse de todo lo vivido durante esos años, sin importar lo malo que hubiese sido.
Mientras contemplaba su dormitorio por última vez, pensó en su esposo. Sabía que toda la culpa no había sido de House, por supuesto. Habían sido los ideales y convicciones de Robert (o mejor dicho, los suyos propios, que ella había repetido hasta el hartazgo sin darse cuenta de la influencia que tenían en él) los que le habían insuflado el deseo de matar a Dibala. Chase lo había hecho convencido de que así salvaba la vida de cientos de miles de personas, destinadas de otra forma a morir inevitablemente bajo el régimen de aquél terrible dictador.
Y quizás era cierto. Probablemente, el mundo era un mejor lugar sin Dibala. Quizás, Robert había salvado en efecto montones de vidas, sacrificando una sola. Pero Allison Cameron tenía principios morales y éticos, que condenaban los actos de su esposo como faltas imperdonables. Él había matado, había mentido, había escondido su crimen de los ojos de la Justicia, y a pesar de que su corazón le decía que debía perdonarlo y seguir adelante, Allison no podía hacer la vista gorda ante todo eso. Ya no.
Allison Cameron había amado a Gregory House. También había amado a Robert Chase. Y no se arrepentía de haberlo hecho, pero, tal como le había dicho a House al despedirse, ambos habían cruzado un punto de no retorno. Quedarse junto a ellos sólo hubiera significado para ella más dolor y sufrimiento, y ella ya no podía ayudarlos de ninguna forma.
Allison finalmente se incorporó, se colgó al hombro el bolso de mano y tomó por la manija a la valija con ruedas que descansaba junto a la puerta. Se dirigió hacia el comedor. Allí la esperaba Robert, sentado en el borde del sillón. En sus ojos se veían todo tipo de emociones mezcladas: culpa, remordimiento, profunda tristeza… Pudo reconocerlos bien porque ella se sentía igual.
Quiso decirle a Robert muchas cosas… Que lo había amado; que lo perdonaba, pero aún así no era suficiente; que junto a él había sido realmente feliz, aunque hubiese durado poco… Quiso decirle algo que pudiera llenarle el vacío que estaba a punto de dejarle, algo capaz de remediar el dolor de esa separación, pero se le hizo un nudo en la garganta, y en lugar de hablarle, lo abrazó, para no ver las lágrimas que le humedecían los ojos. Luego de un momento, se soltó de los brazos de él y lo miró a los ojos. Su esposo parecía un niño perdido, lloroso, asustado y desorientado.
Y no estoy tan errada en eso, pensó tristemente. Chase estaba perdido, aunque no fuera en el sentido literal de la palabra.
Con un suspiro, Allison volvió a tomar sus valijas, y salió de la casa sin mirar atrás. Tomó el primer taxi que pasó.
"Al aeropuerto, por favor."Le indicó al conductor.
Mientras se alejaba de su hogar, pensó de nuevo en lo que dejaba atrás, en lo que le esperaba por delante y en sus propios sentimientos al respecto. Volvió a asaltarla la sensación de haber envejecido prematuramente debido a los golpes de la vida. Alguien tan joven no debería pasar por lo que yo tuve que pasar, pensó en un arrebato de autocompasión.
Tenía razón. No era justo que le hubieran pasado todas esas cosas, pero tampoco era tan grave. Era joven, después de todo, y aún tenía grandes posibilidades de rehacer su vida. Sobre todo desde ese día, en el que algo dentro de ella finalmente había cambiado. De ahora en adelante no se aferraría más a aquellas personas que le hicieran daño, por mucho que las quisiera.
Quizás no estoy envejeciendo, sino madurando, pensó con una sonrisa triste. Quizás, le había llevado tiempo obtener la capacidad para alejarse del dolor, incluso el dolor provocado por la persona amada, pero finalmente lo había conseguido.
