* Notas al final del capítulo.
Advertencia: SPOILERS (Naruto Gaiden)
Naruto © Masashi kishimoto
Fanfic by Raihué
Sacrificio
Capítulo Uno: El reencuentro.
Corrió tan rápido como pudo. Habían pasado tan sólo unos minutos desde que despertara en un apartamento desconocido, todavía se sentía algo desorientada, y sin mucho más que un té en el estómago se había aventurado a la torre en el bosque. No era sólo el hambre lo que le retorcía las entrañas, no. Algo malo iba a suceder. Las desgracias se anunciaban vibrando bajo su piel, y tuvo que armarse de valor para no pensar demasiado en eso; su pequeña estaba en la boca del lobo.
"Sarada" —pensó—. Y la imagen de una adorable niña de cabellos oscuros invadió su mente al instante. Estaría allí pronto, sólo tenía que apurar los pasos un poco más.
Sabía que tarde o temprano algo así sucedería. En estos momentos se lamentaba haber seguido el plan al pie de la letra, quizás si hubiera cedido un poquito… Sacudió su cabeza, ya no había nada que pudiera hacer. Sarada era una niña terca, nunca se hubiera conformado con la información a medias de todas formas.
´— Cielos, Sasuke-kun… protégela —rogó entre lágrimas mientras recorría el camino entre los árboles—.
Ni siquiera había tenido tiempo de analizar el simple hecho de que lo vería nuevamente. Eso ya no le importaba, no en esos instantes. Sarada era lo único que ocupaba su agitado corazón, y tenerla nuevamente a su lado —a salvo— sería por el momento la máxima prioridad. Luego vería cómo mediar entre esos dos tercos que tenía por esposo e hija, porque estaba segura de que él no habría sabido responder ante la crisis de identidad de su pequeña preadolescente.
Se ubicó de un salto en la rama más alta de un árbol y divisó sin problemas la torre. Poco más allá en espeso bosque se convertía en nada más que un montón de troncos pelados; le tomaría menos de cinco minutos estar allí. Cuando notó la escasa distancia pudo por fin dejar salir el aire que había estado conteniendo, y con ello escapó un ligero sonido de angustia… el sentimiento de mal augurio no la abandonaba incluso cuando tenía enfrente la meta. Eso debía ser lo que llamaban instinto maternal —supuso—, pero aunque no lo fuera sólo quería llegar allí y asegurarse.
— Sarada-Chan, ¿te encuentras bien?
Estaba demasiado espantada para contestar, aun siendo el Hokage quien le dirigía la palabra. De un momento a otro se había visto envuelta en una batalla sin sentido, por segunda vez ese día, y no ayudaba mucho que sus emociones todavía se encontraran turbulentas a causa de la discusión anterior. Su padre ni siquiera había sido capaz de reconocerla a primera vista —así como ella lo había hecho, a pesar de no tener más que una antigua foto como referencia—, e incluso luego de intentar atacarla no había dado respuesta ni a una sola de todas sus inquietudes. Era frío y arrogante. Tanto ella como su madre no le interesaban en lo más mínimo, quizá por eso las había abandonado todos esos años.
— ¿Sarada?
— Sí. Estoy bien…
Susurró entre dientes, para despreocupar al séptimo. Se mordió el labio con furia mientras veía en lo alto como su padre, si es que todavía podía seguir llamándole así, medía su habilidad con un sujeto de apariencia extraña. No se lo propuso, pero para seguir mejor sus movimientos consiguió activar otra vez su sharingan, eso le ayudó también a esquivar al otro sujeto que se había dirigido directamente hacia donde estaba ella y el Hokage. Era el mismo de antes, con sus enormes ojos llenos de ira y su pálida piel absorbiendo los tonos morados del final del día.
— Tú otra vez…
Su voz sonaba graciosa y a la vez aterradora. No la miraba a ella, estaba perdido en la imponente figura que se erguía pocos pasos más allá. El padre de Boruto era un hombre genial. Ambos comenzaron a pelear y Sarada aprovechó para escapar hacia la torre, eran sólo unos metros pero allí había dejado a su mejor amiga y debía asegurarse de que estuviera bien… si alguien las atacaba se las ingeniarían mejor juntas.
— ¿Qué diablos está sucediendo? Pensé que sólo veníamos a buscar a mi verdadero padre…
Aunque la situación no lo ameritara en absoluto, Chocho tenía una bolsa de patatas en la mano como si el disturbio a su alrededor no fuese más que una obra de teatro. Puso los ojos en blanco cuando la vio abrir el paquete y llevarse algunos bocadillos a los labios.
— ¡Este no es momento para comer!
— Claro que lo es… ¡Mira cuánto estrés! Apuesto a que todos ellos tienen hambre, incluso tú gruñona… —le tendió la bolsa para que tomara un bocado, pero la otra niña no hizo caso—.
— Tenemos que irnos de aquí.
— ¿Eh? ¿Estás loca? Acabas de encontrar a tu padre…
— El séptimo dijo que era a mí a quien estaban buscando. Si me quedo aquí sólo causaré más problemas.
No podía recordar haber hecho algo que mereciera semejante castigo, pero al parecer, por lo que el Hokage había dicho, era a ella a quien perseguían esos sujetos. Algo estaba muy mal. No había registros de su nacimiento en el hospital de Konoha, ninguna persona jamás respondía nada que tuviera que ver con su pasado —incluso su mamá— y ahora era cazada por gente que parecía ser tan peligrosa que el mismísimo Hokage estaba teniendo problemas para combatirlos. No sabía qué, pero seguramente ella había hecho algo muy malo cuando era pequeña y estaban viniendo a llevársela por eso. La piel se le puso como gallina con tan sólo imaginar una vida lejos de su madre; si tan sólo no hubiera dudado de ella…
Tomó la mano de Chocho y la guió hacia el bosque. La noche ya casi había caído por completo y los árboles se convertían lentamente en siluetas regando sombras por doquier, le costó encontrar el camino de regreso y arrastrar a su amiga al mismo tiempo.
— ¿Qué haces, Sarada? ¡Estaremos más seguras junto al Hokage! ¡Una joven tan pura y bella como yo no pude andar por bosque así como así a estas horas! ¿Estás segura de que es a tí a quien están buscando? Realmente creo que tendría más sentido…
— ¡Tienes razón!
Se detuvo y la soltó. Chocho estaba en lo cierto, estaría más segura junto al séptimo.
— Será mejor que te escondas, allí detrás de la torre —señaló varios metros más allá—, yo haré guardia para que no te encuentren. Ve.
La empujó, sólo un poco. Le alegró que se viera tan despreocupada, podía oír cada papa que masticaba mientras se alejaba; dejó caer los hombros con gesto resignado, ahora debía alejarse lo máximo posible. No necesitaba que por su culpa atacaran a su amiga también, ya era suficiente con saber que se estaban desquitando con su padre y el séptimo por haber intentado protegerla. La idea de su padre luchando por su seguridad le sabía amarga en la boca, aunque tal vez era el miedo lo que condimentaba de esa manera sus pensamientos.
Aterrizó sobre un árbol y se impulsó con fuerza tronco tras tronco, salto tras salto. Era rápida, su madre la había entrenado. La imagen de Sakura llenó de calidez su pecho y borró con dulzura las anteriores sensaciones. Seguramente su mamá viviría mucho más feliz si se alejaba de ella también, después de todo, ella era la causante de que su padre no regresara a casa. ¿Quién querría vivir con una criminal?
Algo se movió algunos metros adelante. Paró de inmediato, su sharingan seguía en uso cuando identificó la pequeña criatura de un sólo ojo… ¿estaba abriendo una especie de portal? Bajó al suelo y esperó. No podía simplemente pasa a su lado. Tenía miedo.
Frente a ella comenzó a aparecer una figura y la reconoció de inmediato. El sujeto que la había atacado temprano en la tarde, ese mismo que acababa de dejar atrás peleando con el séptimo, pero no se veía molesto como antes; tenía una expresión indiferente.
— Tú eres un Uchiha. Tú-debes-venir-conmigo.
Toda aquella calma no la engañaba ni por un instante. El sujeto se detenía en cada palabra con violencia palpitando bajo su lengua.
— No-quiero.
Le siguió el juego. Sin Chocho la posibilidad de ganar le parecía lejana. Ni siquiera habían podido ambas ser un oponente antes, ¿por qué lo sería ella ahora?
— Te obligaré. Sarada-Uchiha.
— ¿Por qué? ¿Por qué me persigues?
— Nuestro padre ha pedido que vengas.
— Al demonio… —susurró—.
Intentaría distraerlo y escapar a la primera oportunidad. Le lanzó un kunai pero no consiguió absolutamente nada, lo bloqueó con un manotazo y siguió devorándola con la mirada. Entonces decidió que quizá algo de cuerpo a cuerpo fucionaría mejor, su madre le había enseñado a dar buenas patadas.
— ¿Eh? ¿Qué haces aquí? Yo la llevaré con padre…
Sarada permaneció inmóvil cuando vio aparecer otro oponente. Eran iguales —se sorprendió—. Con dos de ellos no había ni siquiera una esperanza. Frunció el ceño y se concentró en verlos a través de la creciente oscuridad.
— Padre ha dicho que quieres respuestas…
Estaba hablándole a ella, podía ver que la encaraba poco más adelante. Algo en su interior se despertó y comenzó a agitarse inquieto.
— Padre dice que puede darte esas respuestas. Pero tienes que venir con nosotros.
— ¿Cómo puede saber tú padre sobre el mío? —siseó—, ni siquiera yo sé sobre él.
— Padre sabe mucho sobre Uchiha Sasuke. ¿Quieres respuestas?
— Me estás mintiendo.
— No. Uchiha Sasuke… es un traidor. Una vergüenza para nuestro Clan. Ven con nosotros.
— ¡No!
El séptimo había dicho que no tenía ninguna duda sobre que su padre era un gran ninja. Concéntrate —se dijo— sólo están intentando enredarte. Sakura le había enseñado que lo mejor durante una situación de peligro era mantener la cabeza fría, pero fue difícil cuando el otro sujeto gritó con odio:
— Él-mató-a-Itachi. Mató-a-Itachi.
Las palabras eran lentas y pesadas, caían sobre ella y la arrastraban a un abismo de confusión interminable. ¿Quién demonios era Itachi? ¿Por qué su padre lo habría matado? Los ninjas a veces lo tiene que hacer… si ese hombre era malo, su padre pudo no haber tenido otra opción. Quizá estaba en riesgo su propia vida.
— ¿Quién es Itachi?
— Ven con nosotros.
— ¿Qué harán conmigo?
Los sonidos a lo lejos habían comenzado a aquietarse. Las batallas estaban terminado.
— Padre cuidará de tí.
— ¿Por qué?
Otra vez un portal había comenzado a abrirse. La figura que lo cruzó estaba cubierta en sangre pero aun así fue imposible no reconocerla; el sujeto que había intentado atacarla, al que había interceptado su padre, estaba tosiendo sangre frente a ella.
— Porque tu propio padre no quiere saber nada de tí. ¿No lo has notado? Se ha ido para no verte. Ni siquiera quiere que el mundo sepa que existes… ¿por qué crees que no has encontrado ningún registro de tu nacimiento? —los ojos de él, no sólo los que tenía en su rostro sino también en el resto de su cuerpo, la miraban de forma aterradora. Sentía como si pudiera leerla por completo—, esa farsa en la que vives es un infierno. ¿Quieres saber por qué te odia?
Su largo brazo se extendió hasta casi tocarla, pero quedó ahí, con la mano abierta y la palma hacia arriba, esperando. Sarada frunció el ceño, había demasiadas voces gritando en su cabeza y tuvo que sacudirla para hacerlas callar. Ese sujeto la miraba desde arriba sin siquiera parpadear, pero cada vez que regresaba a su cabeza la imagen de su padre ignorando todas sus interrogantes le subía una ira por la garganta que podía incluso opacar el miedo que aquel desconocido debería causarle. No lo pensó más. No lo pensó bien…
— Buena niña...—él susurró—.
Había agarrado su mano y ahora los fríos dedos se cerraban con fuerza alrededor de su pálida y pequeña palma. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando levantó la vista y miró más allá de los sujetos que la rodeaban.
— ¡Mamá!
Su grito puso tensos a todos los hombres que estaban allí. Intentó zafarse del agarre pero le resultó imposible, así que sólo pudo comenzar a llorar y gritar. No, no quería irse… sólo quería respuestas. Alguien debía dárselas, pero no valía la pena estar lejos de su madre.
Fue tan sólo cuestión de segundos antes de que uno de ellos saliera disparado metros atrás, el puño de Sakura temblaba de furia incluso después de haberse desquitado. Ahora estaba a unos pasos de ella, y Sarada se revolvió imperiosa intentando alcanzarla.
— ¡Suelta a mi hija ahora! —gritó rabiosa—.
En cuanto había visto a Sarada en medio del camino, rodeada con tres desconocidos y aferrada a la mano de uno de ellos, el corazón le dio un vuelco. Ella ya sabía que algo malo iba a suceder en esos días, simplemente lo había presentido desde hace tiempo. No le costó nada golpear al primero y mandarlo a volar, no quería estorbos; el siguiente fue aquel que era idéntico al anterior. Se veía furioso, pero aun así, ella lo estaba más. Mucho más. Cuando una cadena se aferró alrededor de su brazo y apretó fue consciente de que ése sólo quería distraerla, más allá había un pequeño bicho de forma extraña que al parecer era capaz de abrir portales a otras dimensiones. Se llevarían a Sarada.
— ¡Déjala!
Tomó la cadena que tenía en el brazo con fuerza y la jaló hasta tener al sujeto a su altura, luego le lanzó un puñetazo con su mano izquierda con tanta fuerza que pudo escuchar cada hueso romperse. Salió disparado, tensando la cadena que ella todavía tenía envuelta en su extremidad, y Sakura sintió un dolor punzante. Por un segundo creyó que el brazo se le saldría e iría tras el rastro de polvo que había dejado su oponente, pero los eslabones terminaron separándose a causa del tirón.
— Ella ha decidido venir.
— ¡No, mamá!
— ¡Sarada!
Esquivó el filo de su dagas en cuanto divisó el brillo del metal bajo la luna. Eran demasiadas, algunas lograron hacerle unos cuantos cortes… pero no podía sentir ningún dolor más que él de la anticipación. Conocía el truco de los portales, lo había visto en primera persona cuando colaboró con Obito, sabía que en cuestión de segundos ellos podrían desaparecer de su alcance.
— ¿Por qué haces esto? —preguntó angustiada—.
— Para vengarme de él.
No dijo más.
— Llévame a mí entonces.
— No —rió roncamente—, será con los ojos de su propia hija con lo que le daré muerte.
— ¡Suéltame! ¡No iré! ¡No iré! ¡No sin mamá!
Sarada sacó el último kunai de su bolso y lo clavó con saña en uno de los ojos que el sujeto llevaba en el brazo. Lo escuchó rugir de dolor pero no fue suficiente para que soltara el agarre de su mano; Sakura se acercó lentamente a ellos.
— ¿Por qué quieres engañarte? Ella tampoco te quiere… lo único que desea es que su gran amor vuelva a su lado. Por tu culpa Sasuke la ha dejado. Ella te odia.
La niña tembló. La idea de que su padre las había abandonado, e incluso de que había sido por su culpa, era algo que había masticado durante muchos años… pero jamás pensó de esa forma sobre su madre. Sakura sólo había tenido amor para darle. Sin medidas.
— Deja de decir estupideces.
Terminó de alcanzarlos y tomó la otra mano de su hija. Si se iba a algún lado, tendrían que arrastrarla a ella también. Así fuera al mismísimo infierno.
— Sarada… —se acuclilló frente a ella sin soltarla—.
— Es cierto —ya era suficiente. Era demasiado. Comenzó a llorar.—, papá me odia. Te ha abandonado por mi culpa…
— No, Sara…
— Es hora de irnos.
Sakura lo miró desde abajo con ojos rabiosos, con la poca luz que flotaba entre los árboles reflejándose sobre ellos. Ambos eran conscientes de que Sasuke ya estaba allí. Naruto también.
— Sakura.
Ella giró la vista y encontró su silueta por primera vez en mucho tiempo. El corazón le cayó dentro del hueco que se había formado en su estómago; nunca lo había visto tan tenso, ni tan preocupado. Ni siquiera el día del parto. Se mordió los labios y mantuvo allí el pensamiento.
— Sarada… —susurró muy bajo, jalando un poco a su hija— sé que tienes dudas, pero confía en mí —gesticuló teatralmente lo último casi sin pronunciarlo en voz alta— busca en mis recuerdos la noche en que naciste. Usa tu sharingan.
Por un segundo la niña dudó, pero no tenían ni siquiera eso. Cada momento era indispensable. La mirada de su madre se hizo mucho más intensa y ella aceptó con un leve asentimiento. No sabía usar sus habilidades, acababa de descubrirlas, pero hacerlo se sentía extrañamente cómodo y natural. Eso era lo que significaba ser un Uchiha realmente.
Se esforzó por entrar en su mente y lo primero que la arrebató fue una oleada de tensión. Su madre estaba agazapada y lista para destrozar a cualquiera que intentara arrebatarla de su lado; el amor de Sakura llenó todo el vacío que había sentido momentos antes. Poco a poco encontró algunos pensamientos, uno en especial latía con fuerza en el corazón de su mamá.
Lo vio. Fue tan sólo una fracción de segundo, pero ella sintió como si se la hubiera tragado una eternidad y de repente era escupida de nuevo a la cruda realidad. Sakura comprobó con una sola mirada que Sarada había encontrado lo que tenía que ver. Ya había empezado a sentir el vértigo propio de un cuerpo adentrándose en otra dimensión, así que no tuvo tiempo ni siquiera de despedirse. En un rápido movimiento tomó el brazo que sujetaba a su hija y lo quebró en dos partes con poco esfuerzo para luego arrancarlo con rabia. Fue muy rápido. Empujó a Sarada hacia donde estaba Sasuke, él y Naruto habían comenzado a correr hacia ellos y la atraparon al instante. Luego todo se volvió borroso para Sakura. Sintió como la oscuridad se la tragaba por completo y no pudo hacer otra cosa más que atesorar la imagen de Sarada y Sasuke juntos.
— ¡Sakura!
— ¡Mamá!
Sus voces llegaron desde muy lejos y se apagaron pronto. Otra voz le erizó la piel, una llena de odio que prometía hacerle pagar aquel atrevimiento.
— Ahora serás tú quien les cause muerte…
El susurro se clavó en su corazón, sofocándolo con terror y desesperación, y un golpe seco en la cabeza la hizo perder el equilibrio y el conocimiento.
Ella jamás sería capaz de hacerles daño. No. Nunca. Aunque le costase su propia vida… —los pensamientos hicieron eco en su mente antes de que todo lo demás desapareciera—.
Gracias por leer;
tu opinión me haría muy feliz. ;)
