Se estremeció ante el contacto con su piel. Los brazos de ella rodeando su cintura y su cabeza apoyada sobre su espalda.

-Por favor…- La voz de la muchacha se deshizo en un susurro.

-Historia, yo…- Ella se aferró aun más a él. Y él, si seguía así, terminaría por perder la poca cordura que le quedaba.

La alcoba real se encontraba en penumbra y tan sólo el mobiliario era testigo de lo que sucedía.

-Pronto la Legión dejará de tutelarme, y eso significa que…- El muchacho se giró y le levantó el mentón, observando los profundos ojos azules de la muchacha.

-No dejaré que esos cabrones de la Policía Militar te hagan daño.—Historia sonrió, el muchacho de ojos verdes definitivamente sí se preocupaba por ella.

-Por eso te lo pido, Eren, ¡tu eres el único que…!— Eren posó su dedo índice en los labios de ella.

-¡Me niego a que seas utilizada como una incubadora!— Lágrimas cristalinas comenzaron a resbalar por el rostro de ella.

-¡Si no eres tu será otro! ¡Para mi ya no hay opciones, Eren! ¡Y al menos quiero poder elegir al padre de mis hijos!— Eren se quedó inmóvil ante las palabras de Historia. A sus cortos veinte años, la vida les había arrebatado lo único por lo que seguían adelante, por lo que seguían luchando y por lo que no se habían conformado con ese pequeño mundo creado en el interior de tres murallas: la Libertad.

-S-si aceptase… ¿qué pasaría?—Eren se había sonrojado ante la idea de yacer con ella, su compañera de tropa en la Legión y ahora su reina.

-Tendría que ser antes del cambio, mientras vosotros me tuteléis, mientras tu guardes mis espaldas…- Eren se estremeció de nuevo, esta vez por tener a Historia entre sus brazos y por su aroma floral embriagándole el olfato. Ocultó su rostro en el cuello de ella, preguntándose si no había sido una maldición que le hubiesen encargado la custodia directa sobre ella. Concluyó que, en todo caso, había sido una maldición muy dulce.