Los caballeros del Zodíaco
De amor y Dioses
Camus x Milo
11/11/04
- Buenas noches. – dijo esbozando una sincera sonrisa. Se incorporó sobre sus codos para observar entre la noche su serio semblante. – Ya era hora. - agregó cuando Camus se detuvo a pocos metros de él y le respondió cortésmente en un susurro.
- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó arrugando las cejas. Milo parpadeó un par de veces y al comprender su pregunta volvió a sonreír.
- Supe que te asignaron una misión y decidí esperarte para no...
- No debiste. – se adelantó subiendo las escaleras del templo de Escorpio. – No tenías que esperar.
- ¿Por qué no?
Camus se hizo piedra a mitad de los escalones, justo a su lado. No entendió cómo ese hombre podía sacarlo de sus casillas una y otra vez. Lo desafió con una mirada dura que él ignoró poniéndose de pie y acercándose peligrosamente. – Pude haber ido contigo. No sé si alguna vez lo has notado... pero también soy un caballero dorado, Camus. – el caballero de acuario suspiró haciendo un ademán de continuar su camino antes de que Milo le bloqueara.
- ¿Cuál es tu problema? ¡Responde! – ordenó alzando la voz.
- No tengo porqué hacerlo. Si quieres resfriarte todas las noches aquí afuera, está bien. Déjame entrar ahora.
- Esa no es una respuesta. No, es mí templo y yo decidiré cuando podrás cruzarlo. – replicó empujándolo hacía atrás. – Cuido de ti, Iceberg malagradecido.
- ¿Con que un Iceberg no? Por lo menos tolero más el frío que tú, señor "Soy de fuego"
- ¡Cómo te atreves a...! – gritó Milo antes de ser arrojado al suelo por el peso de Camus.
- ¡Ruega por tu vida! – le advirtió zarandeándolo contra el piso.
Milo rió invirtiendo sus posiciones y sometiéndolo bajo él con un movimiento ágil.
- ¿Ahora quien va a rogar por su vida? – Camus echó la cabeza hacía atrás dejándose vencer por las cosquillas bajo su armadura. – Bien, me rindo... ¡Tú ganas!
- Me alegra conocer el único punto débil de el temido caballero de acuario. – dijo sin parar de reír a carcajadas al igual que él. Sus risas se apagaron gradualmente y
se mantuvieron en la típica postura de sus juegos infantiles. Aunque ya eran dos adultos e incluso habían regresado milagrosamente de la muerte gracias a la Diosa Athena, Camus tuvo que admitir la sensación lejana a inocencia que le invadía al sentir la presión del cuerpo de Milo sobre él. Más de una vez temió perder el control cuando la mano de Milo pudo haber llegado a tocar inconscientemente un lugar más intimo que sus costillas. Bueno, tal vez fuese solo su imaginación. Pero y si él sentía lo mismo qué pasaría entonces. Después de todo Milo había sido su único amigo intimo desde que llegó al santuario. ¿Será eso amor? Se preguntó seriamente.
No se percató de que ahora Milo le veía preocupado por su repentino cambio de animo.
- ¿Qué pasa? – preguntó poniendo su mano sobre su mejilla roja y ardiente por la emoción. - ¿Te sientes mal, Camus... no te lastimaron o sí?
- No, estoy bien, no pasa nada. – afirmó empujándolo con suavidad. – Necesito descansar, es todo.
- Entiendo. – asintió ayudándolo a incorporarse. – duerme bien y... disculpa si te fastidié un poco. También sé que somos adultos.
- Iep, fue divertido en verdad. Tendré que practicar más para superar al maestro. – murmuró.
- Hmp... – Milo se rascó la cabeza pensativo. – Bueno, dudo que eso llegue a pasar pero puedo dejarte ganar alguna vez. – dijo compasivo acompañándolo a la salida de su propio templo.
- Gracias por esperarme.
- No fue nada. – le susurró torpemente viendo su figura elegante alejarse lentamente en la oscuridad. - ¡NO FUE NADA! – bramó en su habitación ahogando su ira en la almohada que apretaba con todas sus fuerzas sobre su rostro. - ¡NO FUE NADA! – repitió más atronadoramente que antes. - ¡la oportunidad perfecta para hacer algo... pude hacerlo y yo...! Grrr... ¡NO FUE NADA! ¡Dioses! – exclamó. – ¿En qué estaba pensando...? ¡NO FUE NADA!
- No fue nada... ¡eso fue lo que dije! ¿Puedes creerlo, Kanon? ¡no fue nada, no fue...! – Kanon despidió una de sus sandalias en el rostro de Milo.
- Sí, ya me lo habías dicho.
- ¡Pero es que no lo entiendes! – replicó halándose un mechón de cabello. – El me miró como nunca antes lo había hecho... me sentí capaz de cualquier cosa, debí besarlo y yo... ¡No fue nada! – esquivó la siguiente sandalia con habilidad. - ¡dioses, no tendré una oportunidad como esa en siglos!
- Creo que haces una tormenta de una llovizna. Con seguridad volverán a estar solos alguna vez y llegará el momento preciso. – dijo con tranquilidad.
- No lo sé, Kanon. – Milo suspiró y cayó de espaldas en su cama. – si tan solo hubiese dicho algo.. ¡cualquier cosa! Lo tendría ahora en mis brazos, lo besaría, le quitaría la ropa, le diría que...
- Entiendo, entiendo, entiendo. No necesito más detalles. Ahora, si me disculpas, tengo que irme. Recuerda lo que te dije, Milo, no te desesperes. El momento tendrá que llegar.
- Sí, claro. – murmuró cuando Kanon cerró la puerta tras él. – ahora qué voy a hacer... tal vez el momento llegue y aún así... ¿Sentirás tú lo mismo, Camus? Quizás solo estoy perdiendo mi tiempo pero eres la única persona que podrá interesarme. – sonrió acomodando su brazo sobre el rostro. – heme aquí hablando solo... menos mal que no he empezado a correr desnudo por la calle.
Camus bostezó en las afueras de su templo. Era una mañana tranquila y húmeda, como él siempre las prefirió. Se reclinó en una de las columnas de su templo y su mirada reposo inevitablemente en el templo de Escorpio, dos templos más abajo.
"Así es, Camus. Es una lastima que nos separen dos templos, ¿no crees?"
Recordó esa memorable frase y dibujó una sonrisa en sus labios.
- Es verdad. – murmuró. Imágenes de la noche anterior volvieron a su memoria excitándolo. Milo había estado muy cercano, más que cualquier otra noche.
- Bien, no es hora de soñar despierto. – se riñó dispuesto a darse un buen baño.
- Me quiere... no me quiere... me quiere... no me quiere... me quiere... – pronunciaba Milo deshojando una margarita. – me quiere... no me quiere... me quiere... no me quiere... ¡me quiere! ¡NO! ¡no me quie-...!
- ¿Por qué gritas?
- ¡Ahgr, Camus! – chilló tirando el tallo a algún lugar lejano. – Yo... yo solo...
- Me sorprende encontrarte despierto tan temprano. – le ayudó sentándose a su lado. – No me digas que ahora te gusta madrugar.
- Pues, verás... no he podido dormir muy bien que digamos.
- ¿Ah no...? creí que era un motivo mucho más profundo. Como que habías recuperado tu humildad, o que seguirías mi ejemplo... o tal vez...
- Pensaba en ti.
La suave sonrisa en el rostro de Camus se esfumó. Sus ojos se ensancharon sin comprender.
- ¿Qué?
- Sí, pensaba que... – Milo miró a todas direcciones esperando encontrar la salida en alguna de ellas. – pensaba que... ¡que es muy peligroso que salgas tú solo! Eso es, estaba enojado porque me hubiese gustado acompañarte.
Camus había olvidado respirar y esto se hizo evidente por el color de su rostro.
- ¡Aaah...! – exclamó de inmediato. – Entiendo, discúlpame no fue mi intención.
- Camus... – empezó Milo y Camus detuvo el movimiento de sus labios con la palma de la mano. - ¿No lo sientes? Un cosmos extraño.
- ¿Hmp...?
Ambos se pusieron de pie y caminaron a la entrada para darle la bienvenida al intruso. Se tranquilizaron al ver que quienes se aproximaban eran Mu, Aioria y una criatura que ellos no conocían. Un hombre hermoso que desde la cintura hacía abajo no era otra cosa que un caballo, un centauro. De su hombro colgaba un fino arco de oro adornado con piedras preciosas y de su extraña pero elegante figura irradiaba un cosmos poderoso digno de dioses.
Hablaba animadamente con Aioria y a veces Mu respondía con suma seriedad. Cuando finalmente llegaron al templo de Escorpio la voz del centauro pudo ser oída más claramente, era grave y muy masculina. Sus cascos dejaron de sonar al detenerse y sus ojos al encontrarse con Milo que vestía la armadura de Escorpio parecieron desilusionados.
- ¡Ah, estos caballeros! – dijo como añorando viejos tiempos. – No son como los que conocí hace años. El caballero de Escorpio solía ser muy amenazador, no podías dar un paso cerca porque acabarías como colador, y mira como tenemos hoy en día el santuario de Grecia... una cara bonita custodiando la octava casa sagrada.
- ¡Oye tú, cómo te atreves! Te recomiendo que regreses a tu establo antes de que pierda la paciencia y sea como el caballero que una vez custodió mi templo. – gritó dejando crecer la aguja escarlata.
- Espera, Milo. – el simple agarre de Camus en su brazo fue capaz de detenerlo. Mu dio algunos pasos adelante para intervenir.
- Te ruego lo disculpes, Quirón. Es muy impulsivo.
- No hay problema, solo fue una broma. ¡Ah, estos caballeros! No, no, no... en mis tiempos los caballeros tenían un mejor sentido del humor.
Le guiñó un ojo descaradamente a Camus que hizo más fuerte su agarre en Milo quien lucho por atinarle una de sus agujas. Él tuvo que admitir que amó sentir fluir sus celos a flor de piel.
- Has de ser el caballero de acuario.
Camus asintió temiendo una vez más que Milo hiciera una tontería.
- Lo supuse. ¡Ah, tuviste que conocer al caballero de hace cuarenta años atrás...! Francamente hermoso. Eres un digno representante de tu casa. Personalmente, siempre amé los caballeros de hielo.
- ¡Cretino, no le hables así!
Aioria se hizo notar sacudiendo los brazos con fastidio y luego colocando uno de ellos en la espalda de Quirón.
- Como ya habrás notado, Quirón... no han cambiado mucho las cosas en Grecia. – dijo en tono casual. – Siempre hombres celosos por doquier, en fin. No debemos hacer esperar a la diosa.
- Aioria tiene razón. Debimos estar aquí hace dos horas. – detalló Mu. – Camus, Milo, vengan con nosotros, por favor.
La atmósfera se tensó cuando Quirón trotó junto a Milo sin prestarle el menor caso, sin embargo él, Milo, luchó contra toda la fuerza de Camus que logró detenerlo.
- ¡Ya! ¿Contento? – dijo sarcástico cuando los tres hombres salieron del templo.
- ¿Qué querías que hiciera? ¡Él pudo abrirte esa cabeza inútil en dos de haberlo deseado!
- ¿Sí? ¡No me digas que es eso lo que tanto te preocupó! – gritó exasperado. – No querías que lastimara a tu nuevo amigo. ¿Me equivoco?
- ¡Sí, te equivocas! – replicó en un tono mucho más alto. - ¡Solo pensé en ti pero si no quieres creer entonces olvídalo, me voy!
- ¡No! – bramó. – ahora tendrás que escucharme. – rodeó su cintura inesperadamente con sus dos brazos poderosos y lo acercó a su pecho. Camus tuvo que inclinar la cabeza hacía arriba para encarar al hombre más alto. Estaban tan cerca que respiraron el mismo aire.
- ¡Milo...! ¿Qué estás haciendo...?
- ¡Dímelo! ¿Te sentiste atraído por ese fracaso de caballo, verdad?
- ¡No! – negó empujando su pecho para alejarlo de él pero le fue inútil, Milo estaba furioso.
- ¡Mientes!
- ¡Es suficiente, Milo...! ¡Me haces daño!
- ¿No te gusta que te acerque tanto así? Tal vez prefieres que él lo haga...
- ¡Escorpión idiota y-hmmmp...!
Milo presionó violentamente los labios sobre los suyos. Camus abrió los ojos como platos sin responder el beso pero tampoco se negó a él completamente. El caballero osado finalmente lo dejó libre, Camus se reclinó en la pared temiendo caer desmayado en cualquier momento, Milo lo imitó sin dejar de jadear.
Sus miradas volvieron a encontrarse. Camus siempre deseó el tan anhelado beso pero no ahí, así ni en ese momento.
Milo estuvo a punto de decir algo pero la voz de Shaka en la entrada les hizo inmovilizar a los dos.
- ¿Qué hacen aquí? Deberían estar ya en los aposentos de Athena, no tenemos tiempo que perder. – dijo con su voz delicada. Caminó entre los dos sin decir una palabra más y salió del templo.
Por algunos segundos solo pudieron ser oídas sus dos agitadas respiraciones hasta que Camus reaccionó sin previo aviso.
- ¡TÚ, MALDITO! ¿POR QUÉ LO HICISTE? – estalló. Milo sintió asustado como la temperatura bajaba.
- Pues... – cualquier excusa fue callada por el fuerte puñetazo en su pómulo izquierdo. Se llevo una mano al rostro, dolido y miró a Camus sin entender. ¿Tan malo era?
- Si vuelves a hacer algo similar una vez más... no recordaré que eres mi amigo y te mataré, Milo. ¡Te mataría! – repitió rojo de ira.
- Camus, yo... – susurró pero él ya había salido de su templo. Sintió la presencia de alguien más y volvio a levantar la mirada para encontrarse con los ojos de Kanon quien venía acompañado por Saga.
- Ni hablar, compañero. – dijo y le ayudó a levantarse.
- ¡Ese estúpido Milo! ¿Cómo se le ocurre...? ¡En su templo cuando cualquier caballero pudo haber entrado! Tonto, tonto, tonto, tonto, tonto...
- Sé que lo eres no hace falta que lo digas más de una vez.
- Quítate de en medio, Afrodita.
- No me digas que has discutido con el guapo de Milo. Solo te he visto así cuando el bicho sale con otra chica o...
- No tengo tiempo para tus cosas. – gruñó. – Quítate de mi camino.
- Deberías tomar bien el consejo, preciosa. – replicó la voz de Shura tras Afrodita. – Athena nos espera a todos, no es momento de recordar viejos tiempos. Él caballero hermoso se dio la vuelta ondeando su capa elegantemente y adelantándose a los caballeros más masculinos se dirigió a los aposentos de Athena.
- Vamos.
- Tonto, tonto, tonto, tonto, tonto, tonto... no podré mirarle a los ojos una vez más. ¡Hice el ridículo!
- Relajate, Milo. Escucha, tal vez no fue tan malo como crees...
- ¿Qué no fue tan malo? ¡Me golpeó y dijo que iba a matarme si volvía a hacerlo! Nunca lo esperé, la verdad siempre pensé que él...
- ¿Te amaba?
- ¡Sí! No puedo entenderlo, Kanon. ¡Y es que lo besé, besé a un hombre...! Soy un tonto, tonto, tonto, tonto, tonto...
- ¡Ah, mi viejo amigo...! Tú siempre exagerando... Saga ya debe esperarme en el templo de Athena. – comentó poniéndose de pie. - ¿No vienes?
- No, no quiero salir hoy, discúlpame con la diosa.
El centauro flexionó su pata delantera para hacer una reverencia. Su perfil era atractivo y el cabello negro y brillante cayó sobre su rostro. – es un honor volverla a ver, Athena. – dijo.
- Ha pasado mucho tiempo, mi estimado Quirón. Hermes me aviso sobre tu visita, tienes algo muy importante que decirnos. Haré todo lo que esté a mi alcance por ayudar.
- Ciertamente importante. – afirmó aún con la cabeza inclinada. – se avecinan tiempos difíciles. Su padre está muy preocupado por Osiris.
- ¿Por qué? ¿Algo no está bien? Creí que había sido brutalmente asesinado por el dios Set hace muchos siglos atrás. – preguntó. Todos los caballeros escuchaban atentamente cada palabra.
- Sí, así es. Sus restos se encuentran ocultos en Egipto, solo los dioses más dignos tienen el derecho a conocer su paradero. Bien, Poseidón el señor de los mares ha rebelado ese secreto a la reciente encarnación de Set en la tierra.
Athena no podía dar crédito a lo que oía. - ¿Set ha renacido? Pero no lo entiendo, Quirón. ¿por qué Poseidón ha hecho eso? ¿Pretende acaso...?
- Es lo que temo. Zeus sospecha que su plan consiste en matar a Osiris antes de que este llegue a renacer algún día y así adueñarse de todas las tierras de Egipto y, con la ayuda de Poseidón, del mundo entero. Hasta que Set no mate a Osiris completamente, entonces no habrá renacido como un dios verdadero.
- Por eso Set desea matar a Osiris... ¿Cómo?
- Esparciendo sus cenizas. Es la única forma de matar a un inmortal, sus restos se encuentran en cajas sagradas. El mismo Zeus me ha pedido venir a buscarlas y encontrarlas lo más pronto posible antes de que Set, o alguno de sus ciervos lo hagan. Gracias a Zeus, encontrar esas cajas no es tarea fácil ya que antes debemos enfrentar varios obstáculos. Para esto, necesito pediros un favor, Athena. Es fundamental que lleve conmigo a un mortal griego. Solo así podremos hacerlo. - Terminó recuperando la postura alta y mirándola de frente. – no tenemos tiempo que perder. – advirtió con seriedad.
- ¿Habrá alguna manera de apaciguar a Poseidón...? – murmuró Mu acercándose a Quirón. Este se dio la vuelta haciendo que sus cascos sonaran más fuertes que nunca, el ruido era casi insoportable. – Nadie, ni el mismo Zeus puede impedir que Poseidón use su tridente para facilitarle el camino a Set, pero, afortunadamente, tenemos a Zeus quien está con nosotros. – le respondió casi de mala gana.
- Mi querida Athena. – retomó la palabra dándole la espalda a Mu. – debo darme prisa ahora que la he puesto al tanto de los hechos. Permítame por favor tomar a uno de sus valerosos caballeros.
- Todos mis queridos caballeros son muy poderosos y arriesgaran sus vidas con gusto para salvar a la tierra que tanto aman. Lamento no poder ofrecerte nada más que eso, y mis oraciones. Recluta a los que consideres necesarios.
Quirón sonrió a medias paseando entre los serios semblantes de caballeros dorados.
- Necesitaré un caballero con increíble fuerza, Aioria.
- No los defraudare.
- Un caballero con asombroso poder mental, Mu.
- Será un honor. – susurró inclinando su cabeza.
El centauro se vio indeciso entre Camus y Saga. Les juzgó a los dos con la mirada y finalmente volvió a sonreir esta vez en dirección a Camus.
- Hará mucho calor en Egipto.
Continua
I´m sorry! Tuve que volver a publicar el primer capítulo porque lo vi muy incompleto y no es la idea, tenía que terminarlo y disculpen si alguna vez vieron mi historia y enseguida desapareció, haha.
