Hasta Luego–

En memoria al padre de una profesora mía, y las palabras de aliento que me gustaría dejarle. Nunca hay despedidas, ni por la muerte, porque siempre terminas encontrándote con lo que amas.

Un adiós solía significar solo lágrimas saladas para Ginny, o un beso con una sonrisa. Un adiós, solo significada un ida hacia otro lugar, no hasta siempre. Pero cuando Harry se separo de ella ese día en su cuarto, una parte se fue con esos ojos verdes y esa tímida boca. Con esa mirada tímida, con esa poca practica para besar y lo torpe que siempre fue para bailar.

Se fue su calor corporal, se fueron las horas que pasaban "estudiando" en la biblioteca. Se fue el cariño de siempre, que a su novio tanto le costaba demostrar. Se fueron sus te quiero, se fueron los abrazos, y sobre todo, él. Y lo peor, es que Ginny no sabía ha donde.

En la boda de Bill y Fleur, cuando desaparecieron de repente, Ginny sintió el aguijón de la tristeza traspasarle el alma, pero no sin antes con tener el aliento. Con Harry, mientras todos corrían y se desesperaban, cruzaron una simple mirada, pero cargada de sentimiento. Esa mirada, que por más todos digan que era una locura, le dijo algo muy importante.

Ese adiós que ella había sentido, esa parte que se iba, eso que se arrastraba y desaparecían, no lo hacía del todo. Eso que se alejaba y no venia, no iba a ser por siempre. Porque después de todo, debajo de todas esas rocas de la tristeza y depresión, Ginny encontró la luz del camino. La voz de la razón. Lo mágico, lo bueno, lo voluptuoso. Encontró que el adiós no era eso. Era un hasta luego.

Un hasta siempre, un ahora vuelvo. Un no te caigas, solo levántate. Un beso de despedida, pero no para siempre. No un final, si no un comienzo. Porque después de todo, no siempre una despedida significa no volver a ver eso jamás. No importa si es la muerte, si es un rio, un océano o un mar de llamas lo que te interpone de eso que quieres alcanzar. Todo lo que amas, siempre vuelve a ti.

Por eso, cuando Ginny vio como Harry Potter salía de la nada en medio de la guerra y frente al mismísimo Voldemort, sintió que su corazón despedazado volvía a juntar los pedazos y repararse, que su alma volvía a tener paz. No estaba muerto, no estaba perdido en su vida.

Por eso, después de que Harry bajara horas después de la Sala Común de Gryffindor solo Merlín sabe por qué, y la atajo en su brazos, haciendo que no toque los pies con el suelo, Ginny volvió a sentirse completa.

–Harry…–Susurró Ginny, riéndose a carcajadas luego de mucho.

–Hola… –Murmuró el chico, temblando de la felicidad.

– ¡Sabia que no morirías! –Gritó Ginny con la voz rota, abrazándolo con todas sus fuerzas.

El abrazo, el pequeño beso, el calor del otro contra el pecho. El corazón volviéndole a latir. Con el sabor al reencuentro, de paz, de amor.

Siempre había sabido que Harry nunca la dejaría. Que nunca se iría sin por lo menos, decir un adiós de verdad. Solo fue un hasta luego, como cuando se iba al trabajo todos los días, cuando se iba de viajes, cuando permanecía lejos de casa, de ella. Cuando, los separo algo todavía más grande, cuando los separo el tiempo, al edad. Nunca fue un adiós, nunca fue eso.

Un simple hasta luego. Nos volveremos a ver. Porque si algo Ginny había aprendido, era que el amor, era más poderoso que la muerte.