¿Suena raro el título, no? jeje bueno pues, eso es mientras pienso uno mejor, aunque ya me las ingenié con él, pero bueno, éste fic es producto de mi ociosa imaginación. Verán que más adelante todo se va explicando y se pone más interesante, bueno, eso podría decirse jeje n.nU
Je, pues…tan sólo denle una oportunidad a mi fic, además se vale soñar XD
Aclaración:
Hiromu Arakawa es dueña de todos los personajes de FMA. Cualquier personaje inventado fuera de los personajes originales de FMA es propiedad de quien lo crea y lo caracteriza.
Éste fanfic no es copiado ni ha sido copiado (según plagio obvio). Las ideas piloto presentadas en el fic pueden ser coincidencia, más no el ambiente y desarrollo según el fin con el que son escritos por el autor, de ser copiados estos últimos, se le consideraría plagio.
Atención lector: éste fanfic se ubica después de la película de "Full Metal Alchemist: Conqueror of Shambala", por lo tanto tiene "SPOILERS".
NOTA IMPORTANTE: el fanfic se ubica después de mi fic "Destino", como una continuación, pero NO es necesario que lo leas para leer éste fic.
Resumen: Ah pasado el tiempo, los suficiente para que Edward y Alphonse pudieran formar una familia en nuestro mundo. Victoria es hija de Ed y Joseph hijo de Al, todo parece ir bien en la familia Elric, una familia aparentemente normal, ¿Pero qué sucede cuando el pasado reclama lo que la sangre lleva? Un pasado, que llevará a sus sucesores a un futuro completamente desconocido e inesperado...
INTRODUCCIÓN:
Después del paso del tiempo, Edward se casó con Lily (doble de Winry) y Alphonse con una chica llamada Estefanía, ambos con la edad de 20 y 19 años respectivamente, en aquel entonces. Los Elric, viven del otro lado de la puerta, es decir, en nuestro mundo.
Un pasado, un presente... (Capt 1)
Ese día los árboles se mecían ante el fugaz paso del viento, y en las copas, entre ramas y hojas, se dejaban pasar tenues rayos de sol, que a su paso, teñían las hojas de dorado.
Era el año de 1934. En un sendero con grandes árboles a los costados pasaba un automóvil.
En su interior, mientras el chofer conducía, el espejo retrovisor reflejaba por la parte trasera los ojos profundamente azules de una mujer adulta joven, que vestía elegante pero fresca, con el cabello rubio totalmente recogido. Sonreía mirando la senda por el cristal de enfrente cuando desvió la mirada a su derecha percatándose de la silueta de una niña de unos ocho años sentada a su lado, ésta vestía un vestido azul marino con una camisa blanca por debajo, usaba también zapatos escolares negros con calcetines. La pequeña, a quien no se le veía el rostro, se encontraba contemplando el paisaje por la ventana recargando tiernamente la mejilla en la mano. Al verla únicamente por la espalda, la mujer la examinó un poco preocupada frunciendo el gesto.
- ¿No te parece hermoso el paisaje?- preguntó tratando de darle ánimos a la infante.
Por el costado del coche se podía ver el rostro de la pequeña asomándose por la ventana. Recargaba la mano en su mejilla como gesto de aburrimiento. Miraba hacia el cielo con la mirada perdida pero fija en los árboles que se cubrían de hojas doradas por los rayos de luz. En sus ojos se reflejaba el dorado de las hojas, no obstante, tras pasar la arboleda, sus ojos miraron el azul del cielo, y aún así, permanecieron dorados. Ése era su color, tenía los mismos ojos miel de su padre.
Rubia cabellera, ojos dorados y la misma mirada penetrante.
Con ese gesto, en un principio inocente, era obvio quién era su progenitor.
- ¿Victoria? ¿Me estás escuchando?- preguntó la mujer una vez de no ser atendida.
- Si, mamá.- respondió la niña con voz malcriada y cansada, sin quitar esa cara de aburrimiento.
- Deberías alegrarte… pronto conocerás chicos nuevos.- continuó la madre con una sonrisa fingida que ni siquiera ella se la creía.
- ¿Alegrarme?- con voz fastidiada burló la chiquilla, suspirando y sin perder de vista el paisaje.
Angustiada, la elegante mujer escuchó provenir la pregunta del infante perfil que se acomodaba cercano a ella. Ya llevaba rato de encontrarla tan indiferente.
- Si acaso, debería darte gusto…- pronunció con voz firme, sonrió y luego bajo la mirada.- Tu padre está muy emocionado.
La niña no respondió, o cuando menos no se escuchó provenir nada de la pequeña silueta.
El automóvil empezó a abrir paso en el sendero y pronto dejaron de haber árboles, dejando a la vista un terreno abierto en cuya colina se hallaba una casa; un panorama bastante familiar…
- ¿Qué te parece, hermano?- preguntó una voz.
- Justo como esperaba.- suspiró otro.
Escuchándose la conversación a lo lejos, Victoria subió la colina a paso lento y la mirada baja. Ahora, que se le podía ver de cuerpo completo, se apreciaba que llevaba el cabello medio recogido por una coleta, sencillamente era magníficamente linda.
Alcanzó a un chico castaño de unos diez años que estaba de pie mirando a los dos jóvenes adultos establecer conversación. Cuando estuvo a lado del chico, uno de los dos hombres, que era rubio, la viró a ver.
- Victoria, ¿Qué te parece?- preguntó Edward sonriente, Alphonse imitó el mismo mohín.
Su hija guardó silencio y Ed la miró con preocupación.
- ¿Sucede algo?- preguntó.
El chico que estaba a un lado de Victoria, al notar que ella no respondió, la miró sin importancia y por la diferencia de estatura se inclinó para decirle burlonamente:
- Seguramente extraña a sus "amigos".
Ella lo miró con rabia apretando los puños, al mismo tiempo en que sus ojos se humedecieron.
- ¡Yo no extraño a nadie!- gritó y se fue corriendo, no sin antes estallar en llanto.
- ¡Joseph!- regañó Al a su hijo por burlarse de su prima.
Un mal gesto aquel le dio a su padre y ofendido cruzó los brazos. Ed solamente se quedó de pie mirando preocupando a su hija que se había adentrado a la casa.
La niña había entrado corriendo y llorando, su madre, que inspeccionaba la vivienda en su interior, sólo alcanzó a llamarla por su nombre al verla entrar sin detenerse y subir al segundo piso.
Victoria entró en uno de los cuartos, empezó a sollozar y se asomó por el rosetón lamentándose de su suerte.
- No a todos les gustan los cambios.- poco después, se escuchó a sus espaldas.
Volteó y vio a su padre recargado en el marco de la puerta con los brazos cruzados.
- Pues parece que a ti sí.- dijo aún con lágrimas.
Edward suspiró profundamente, luego miró hacia el techo y en brevedad, con cierta nostalgia, se adentró en sus recuerdos.
- Una vez, yo también me tuve que mudar de hogar…a un lugar totalmente desconocido para mí.- pronunció sin querer profundizar en el tema, lo evitó por completo, luego miró a su hija y le sonrió.- Pero no por eso todos los cambios son malos, es cuestión de acostumbrarse.
- Aún así ¿no te gustaría regresar?- refutó la infante un poco molesta, como si estuviera reprochándole a su padre.
Éste la observó un poco sorprendido, luego bajó la cabeza y le sonrió débilmente.
- Por su puesto… pero es algo que no está en mis manos.
- Mamá dice que te gusta estar aquí, entonces, ¿Si te gustan los cambios?- preguntó esta vez con cierta tristeza al hablar.
Ed se metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros, suspiraba de nuevo.
- Como dije, no todos los cambios son malos…además, este lugar me recuerda mucho a mi antiguo hogar.
Victoria no soportó más y estalló de nuevo en lágrimas como cualquier otra niñita caprichosa.
- ¡No me importa! Quiero regresar a casa, ahí en la ciudad, con mis amigos ¡No quiero que eso cambie!- gritó con los ojos cerrados. Las lágrimas se le escurrieron por sus delicadas mejillas.
Los ojos de Edward se clavaron firmemente en ella.
- Yo tampoco quería que las cosas cambiaran…- le dijo sincero y adquirió un semblante más sólido.- Victoria, a lo largo de tu vida sufrirás cambios, unos buenos y otros malos, es algo que debes aprender…no debes aferrarte al pasado, o afectarás tu futuro y tu presente.- expresó al acercársele y darle un abrazo para consolarla.
Suavemente ella se talló los ojos e imitó el gesto de su padre, aferrándose a él después de recuperar su sonrisa al pronunciar tiernamente:
- No importa, mientras estés a mí lado todo estará bien.
Ed escuchó las palabras de su hija, lo que lo hizo pensar, estaba apunto de contestarle pero prefirió disfrutar ese cálido abrazo, como si quisiera aferrarla a él para que así el tiempo no pasara, sin embargo, el tiempo había pasado, y seguía transcurriendo…
xXx
- Vic, Victoria…Victoria…- decía Edward adormilado una mañana, con la voz cansada y vestido casualmente. Tras no obtener respuesta después de un buen rato de espera, perdió los estribos y se despertó así mismo gritando.- ¡Victoria ya levántate!
Una niña que reposaba en una cama cubierta por sábanas de pies a cabeza, nuevamente hizo caso omiso al llamado. Sin abrir los ojos y haciendo un gemido de flojera, e ignorando la presencia de su padre, acomodó de nuevo sus mejillas en la almohada y relajó el rostro para seguir durmiendo.
Edward, al notar que lo ignoraron, se colocó por enfrente de la cama y jaló a la perezosa de los pies hacia él. Ella, al sentir cómo era arrastrada a lo largo de la cama, abrió grandemente los ojos y ya apunto de caer al suelo se aferró a una de las balaustradas de la cama.
- ¡¡Ya levántate!!- gritó Edward jalando a la niña suspendida en el aire.
- ¡No quiero ir a la escuela!- exclamó ésta tratando de no soltarse de la balaustrada.
- ¡AAAH! ¡QUE TE LEVANTES!- gritó Ed por tercera vez con más fuerza, en lo que inútilmente jalaba a Victoria que rebeldemente se resistía a soltarse.
- ¡Ya te dije que NO quiero ir a la escuela!- volvió a decir haciendo berrinche.
Mientras padre e hija peleaban, Lily entró a la habitación poniéndose los aretes.
- ¡Edward!- gritó Lily llamando la atención de los dos- ¡Te pedí que despertaras a Victoria, no que jugaras con ella!
- P-pero…- trató de excusarse y Victoria hizo carita de inocente.
Le lanzó a aquella una mirada desdeñosa y aprovechando que se distrajo la soltó ahora que ya no hacía fuerza.
- ¡Auch!- se quejó al caer sentada al piso.
- Ya oíste a tu madre, vístete que se nos hace tarde.- le dijo naturalmente.
Con mala mueca a la niña no le quedó de otra que obedecer a su papá.
Ya más tarde en el desayunador, Victoria dormitaba en la mesa, Edward se servía café y Lily se daba los últimos retoques; estaba muy bien arreglada, indicando claro que tenía una cita sumamente importante.
- Ya me voy.- miró Lily el reloj, luego viró a ver a Victoria con ojos de ternura. Se acercó a ella, y pasando la mano sobre su dorada cabellera en muestra de cariño, le dijo.- Pórtate bien, no comas dulces y obedece a tu padre.
- Mejor que él me obedezca a mí.- rumoreó aún dormitando.
Edward sólo escuchaba un poco molesto la plática. Lily aprovechó para examinarlos, por un lado halló a una niña traviesa y por el otro, a un padre temperamental. Dio un gran suspiro, le agobiaba encontrarse con la misma escena todas las mañanas.
- No debe durar mucha la conferencia, así que pienso regresar en dos días, no creo que haya problema, ¿verdad, Edward?- hizo énfasis en esto último.
Edward que tomaba café, sacudió un poco la taza y viró a verla.
- ¡Claro que no habrá problema! Me encargaré de que sea así.- pasó la vista en Victoria, que holgazana, yacía dormida en la mesa.
- Por favor, pórtense bien.- se mostró Lily angustiada.
- Já.- río Edward indiferente y mirando hacia otro lado, sin soltar su taza de café. Lily se acercó a él y lo besó dulcemente en la mejilla.
- Cuídense.- dijo a pesar de que su esposo seguía invariable, conociendo su carácter, para ella era de lo más normal. Le sonrío por lo mismo, tomó sus maletas y se fue tras cerrar la puerta.
- Apúrate que debo llevarte al cole… ¡Victoria ya te dormiste otra vez!- exaltó Ed al virar a verla, descaradamente ahora la encontró dormida en la mesa con la boca abierta.
Se le acercó para sermonearla.
- Victoriaaa…- la llamó.
- Pero…- levantó media dormida la cabeza. Edward se había acercado demasiado a ella, que al momento de la acción, le botó encima la taza de café que él sostenía.
- ¡AAAAH!- gritó al sentir lo caliente del café esparcido sobre su camisa.
Con ojos cansados Victoria lo observó y después se volvió a echar a dormir.
- ¡Pero que demo…!- exclamó Ed al ver la falta de preocupación por parte de su hija.
- Mientras te cambias dormiré.- sin siquiera mirarlo, tranquilamente volvió a recargar la cabeza sobre los brazos regresando a su profundo sueño.
Hubo un momento de silencio…
-¡VICTORIAAAAAA!- resonó por toda la casa.
Precisamente, tales eran las situaciones que tanto le inquietaban a Lily.
Ya en el coche, Edward manejaba bastante enojado.
- Oye papi, ¿Me compras dulces saliendo del colegio?- dijo Victoria inocente, ya despierta, y sin tomar en cuenta todo lo que ocurrió por la mañana.
Mirándola de reojo con su nueva camisa limpia, de nuevo Ed se acomodó en el volante, sin contestarle y resistiendo el coraje, sólo porque se trataba de Victoria, su hija, se la dejaba pasar, pero de haber sido otro, pobre de aquél.
El trayecto de la colina donde vivían hacia la ciudad era demasiado largo, gracias a esto se podía ver el contraste rural- urbano entrando a la capital. No había duda alguna de que se trataba de esas majestuosas mañanas de cada día en Alemania.
Poco después llegaron al colegio. En la entrada estaba repleto de estudiantes que inquietos aguardaban por el sonido de la campana. Victoria bajó del auto, cerró la puerta y empezó a marcharse, Ed, aún frunciendo recio la vio alejarse. De pronto, ella se detuvo, miró en dirección al auto y le sonrío alzando la mano, despidiéndose de él. Edward no pudo evitar sensibilizarse por tal gesto que le devolvió la sonrisa al tiempo que suspiraba.
La niña rubia cruzó la entrada del colegio en donde muchos niños también se despedían de sus padres; unos jugaban, otros hacían el resto de la tarea, y otro montón lloraba por lo poco que faltaba para que la campana diera inicio a las clases. Victoria se habría unido a éstos últimos, pero más que eso, después de que se fuera su padre, sólo hacía mala mueca y se hallaba preocupada.
Las escenas que pasaban en la entrada de la escuela parecían fotografías arcaicas, con los niños vestidos de gorra y zapatos de charol, mientras que las niñas pareciendo impecables muñequitas.
Pasando por los corredores de la escuela, Victoria daba a notar su hermoso uniforme azul, llevando por peinado unos bucles en su media cola amarrada por un listón blanco. Con todo esto junto, lucía elegante y tierna.
- Estúpido uniforme, me hace ver ñoña.- murmuró, pues en efecto, además de los rasgos heredados de su padre, también heredó un poco de su carácter. Sólo cuando le convenía usaba su feminidad, una chica alegre y juguetona, con la edad de diez años era un poco despreocupada y demasiado distraída. Inocente, de cualquier desgracia.
xXx
- ¡Victoria!- enojó la profesora al ver que la niña, que estaba sentada junto a la ventana, se encontraba otra vez entretenida con el profundo cielo azul, con la mirada perdida y sin prestar atención a la clase.
- ¡Déjela maestra!- gritó otra niña llamando la atención de las demás estudiantes, debido a que en esa época los salones de varones y señoritas se encontraban separados.- Seguramente está rezando para tener "atributos"- dijo seguida de burlas hacia Victoria.
-¡Aún falta para que me crezcan!- excusó sonrojada y tratando de hacerse a la enfadada.- Además, ¡Si tienes es porque te pones relleno!
La compañera que empezó a burlarse se molestó por lo que dijo Victoria, tanto, que siguió con el pleito.
- ¡Niña varón! ¡Niña varón! ¡Te juntas sólo con niños porque eres uno de ellos!
-¡Y tú eres una estúpida!- respondió Victoria.
Apenas terminó de insultar le arrojaron el borrador por parte de la maestra. Se sobó la cabeza, no entendía porqué sólo a ella le agredieron.
-Te lo merecías desde un principio por no prestar atención a mi clase. Yo no puedo permitir que me faltes al respeto, Victoria.- dijo la maestra fríamente. La burlona chica se mofó una vez más de la ambarina.- Además, eres una chiquilla majadera. Debería darte vergüenza.- terminó diciendo mirándola con desprecio.
Dando la cabeza hacia un costado de su pupitre, Victoria guardó silencio a regañadientes.
Más tarde tocó la campana del recreo y salió apresurada con su bello vestido de holanes que se revolvía por cada paso que daba. Todas las niñas se dividieron por grupos y poco después salieron los varones.
- ¿Lo trajiste Vic?- preguntó un niño acercándose a Victoria, ella estaba sola y de nuevo distraída, pero al oír la voz de éste, sonrió alegremente.
-¡Claro que lo traje!- expresó muy contenta.
Apenas dijo esto, el niño viró a ver a sus compañeros y les llamó diciendo:
-¡Vengan a ver lo que les conté!- gritó al igual muy feliz.- ¡Muéstrales Vic lo mucho que has mejorado!- emocionaba sin apartar la vista de la Elric.
Victoria asintió con la cabeza y a continuación sacó un yoyo de madera de uno de los bolsillos de su uniforme. Un grupo de chicos observaban muy atentos en lo que ella se disponía a usarlo.
- Bien ¡Aquí va!
Comenzó a jugar con el yoyo de tal forma que hacía grandes acrobacias con él. El ser chica le permitía manejarlo con delicadeza, era hábil y rápida en sus movimientos, lo pasaba de un lado a otro y hacía cuanto truco y acrobacia sabía, lo arrojaba de atrás hacia delante como si el artefacto tuviese vida propia.
Todos miraban asombrados las hazañas de Victoria.
-"Incroyable".- dijo Vic. - así es conocido en Francia y significa increíble.
- ¡Oooh!- exclamaron todos.
- ¿Sabían que hace mucho tiempo era utilizado como instrumento de caza?- preguntó ilustrando a la vez a sus compañeros.
- Y… ¿Quién te lo dio?- indagó otro niño sin atreverse a perder de vista el objeto.
- Mi papá me lo hizo.- dijo orgullosa.
- ¿T-tu papá te lo hizo?- repitió asombrado un pequeño.
- Así es, como podrán ver, está hecho de madera, mi papá es muy hábil para fabricar con tan sólo las manos.- dijo Vic, que en un pasado, sus palabras habrían tenido un doble sentido por la habilidad alquímica de su padre. Habilidad, que ella desconocía.
Después de contar los orígenes del artefacto, nadie más volvió a decir ni preguntar nada prefiriendo mirar lo que la niña hacía con tanto gusto.
Por lo que se podía ver, Victoria era una chica popular entre los chicos, que evitaba a las muñecas y por lo tanto a las niñas, razón obvia de los constantes desprecios que tenían hacia ella.
Entretanto que transcurría el día escolar de Victoria, Edward, se encontraba trabajando.
xXx
En un salón, recargado en su escritorio se hallaba Ed dando clase. En la estrada del aula leía un libro, sus estudiantes escuchaban con aplicación su lectura y le miraban con atención.
- Como principal concepto, encontramos que la palabra química proviene del vocablo griego khumeia que significa 'echar juntos', 'verter juntos', 'soldar' o 'alear'.- mencionaba sin apartar la vista del libro, con voz aburrida y suspirando a lo último.
Momentos después se escuchó sonar la campana.
- Muy bien, los espero la próxima clase con todos los conceptos y definiciones mencionados.- dio por finalizada la clase.
Los alumnos salieron de inmediato del aula. Ed se quedó con la misma posición de un principio. Cerró el libro que sostenía leyendo en su portada "Principios básicos de química" contempló breves instantes el título un poco nostálgico para luego mirar en dirección a la ventana del salón y observar el atardecer.
- No importa si son de la vida, de química o de física, siempre habrán leyes y principios...en cualquier parte.- se dijo así mismo rodeado del profundo silencio del salón.
A medio día la escuela terminó tanto para Ed como para Vic. Edward recogió a Vic del colegio y en el camino de regreso a casa, ella le contaba su día al tanto que él manejaba.
-…y después de eso, la maestra me arrojó el borrador.- dijo Vic haciendo una mueca de sufrida y sobándose la cabeza al recordar el dolor.
Edward sin perder la vista de la senda río un poco.
- ¿De qué te ríes?- le preguntó un poco molesta.
- Eso no es nada comparado con lo que tu tío y yo pasábamos con nuestra maestra.- recordó que a él y Alphonse en vez de arrojarles borradores les daban tranquizas por Izumi, su maestra.
- Lo dices como si hubiera algo peor.- dijo Victoria irónicamente.
- Sí lo hay.- alegó Ed volviendo a reír por la ingenuidad de su hija.
Cuando llegaron a casa y estaban bajando del auto, Edward se dirigió a Victoria.
- Toma.- le dijo al arrojarle una bolsa de papel que ella en seguida atrapó.
Victoria abrió la bolsa y observó que en su interior había caramelos. Sonrió muy feliz por el contenido de la bolsa, pero miró extrañada a su padre.
- No le digas a tu madre.- dijo Edward sonriente y guiñándole un ojo.
Esos, eran los momentos que cualquiera disfrutaría.
xXx
Para la familia Elric el tiempo les había sido grato, sin tomar en cuenta las constantes peleas padre-hija, todo marchaba relativamente bien. Edward y Lily se habían encargado de criar durante diez años a su amada Victoria. Al parecer Lily viajaba mucho por sus conferencias, sus libros le habían dado renombre, y Edward también era bien conocido como profesor de una prestigiada universidad.
Joseph, hijo de Alphonse y Estefanía, viajaba mucho a lado de su padre; Al buscaba recompensarle a su hijo un vacío emocional que desde muy pequeño le afectaba.
Los Elric eran una familia pequeña pero normal, común y corriente, en donde nunca, por decisiones propias, se había mencionado la palabra "alquimia", y en la cual el pasado de los hermanos Elric era tan misterioso y ajeno a sus sucesores.
xXx
- ¡Aaaah nada como un café por la mañana!- exclamó Edward una mañana saboreando la taza de café que tenía en manos.
Nadie estaba en la cocina. Él estaba enfrente de la ventana, de donde al parecer, nada se asomaba. Fue por unas cucharadas de azúcar y cuando regresó a donde estaba había un gatito por la ventana, no le tomó importancia y sorbió un poco de café, aún medio dormido no notó que ahora ya no había uno, sino tres gatos asomados en la ventana. Sin saber de los mininos, volvió a sorber de su exquisito café, y cuando miró repetidamente por la abertura se percató de que, posados, habían más gatos. Estaba confundido, y cuando se dio cuenta, no sólo había gatos por afuera de la casa, sino también dentro.
- Pero…argh ¡VICTORIAAAAAAAAAAAA!- gritó al dar con el culpable.
- ¿Si, papi?- se asomó en la cocina.
- ¡¡ ¿Me puedes explicar por qué hay tantos gatos en la casa?!
- Pues tengo permiso.- dijo Victoria muy firme.
- ¿Permiso? ¿De tu madre?- preguntó Ed desconcertado.
- No.
- ¿Entonces?
- Bueno, pues tú dijiste que si alguien de la familia aceptaba, los gatos se podían quedar…- explicaba Victoria.
- Ajá.- la apresuró su padre para que fuera al grano.
- Y pues… ¡Tío Alphonse dijo que eran lindos y que se podían quedar!
Edward cayó al suelo por las cosas con las que le salía su hija.
- ¡¡Cuando dije familia me refería a tu madre o a mí!!- gritó para que a Victoria le quedara claro.
Ella miró lo miró inocentemente con ojos de ternura sobreexplotando la imagen de niña tierna que emanaba. Edward sólo se limitó a suspirar profundamente en lo que Victoria agregaba:
- ¡Huy sí! Olvidé decirte que Edo…
- ¿Edo?
- Si, Edo, mi gato rubio.- reafirmó.
- ¿L-LE PUSISTE MI NOMBRE A TÚ GATO?- gritó más irritado que antes.
- Si papi, porque te quiero mucho.- le dijo dulcemente.
Edward se mantenía mudo por el indudable "cariño" de su hija.
- … pues, él tomó mucha leche y se orinó en tu saco, jeje.- le dijo un poco sarcástica.
- Vic…vic…to…- empezó a tartamudear de coraje.
- ¡Ya me voy papi, nos vemos luego!- se apresuró a huir al ver a su padre apunto de dar el último grito.
Breves momentos de silencio antes de la explosión.
- ¡VICTORIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!- resonó no sólo en la casa, sino en toda la colina.
xXx
En aquellos días todo era perfecto y normal dentro de lo que cabía, una familia feliz y completa, en donde el pasado, pasaba desapercibido.
Tal vez el pasado jamás tocaría la puerta de los Elric para desentrañar lo que éste albergaba, pero existe un llamado que inexplicablemente nos imbuye a conocerlo: el llamado de la sangre que nos une. Un llamado, que pronto resonaría desde lo más profundo de Victoria Elric, cuyo apellido, decía más que mil recuerdos.
Continuará….
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