La tarde caía lentamente sobre el castillo destruido, el sonido del llanto silencioso de madres, padres, hermanos, hijos y amigos se mezclaba con los vítores de Peeves y algunos otros revoltosos que celebraban el fin de la guerra. La tristeza por la pérdida de los seres queridos se hacía sentir con fuerza sobre la alegría que debería producir el haber acabado con el mago psicópata. Harry Potter y Hermione Granger se encontraban en el Gran Comedor sopesando el sabor amargo que sentían en la boca aún a pesar de la victoria, muchos habían muerto defendiendo a sus familias, a sus amigos, sus ideales. Voldemort había muerto pero se había llevado con él a tantos. Todavía no podían creer que el bueno de Fred Weasley, Lupin e incluso Tonks hayan caído en batalla. Ron estaba con su familia, llorando a su hermano, consolando de alguna manera a quienes quedaban. La victoria había llegado, sí, pero el camino por recorrer aún era largo, todavía quedaba reconstruir el castillo, ayudar a los heridos, encontrar a los mortífagos, los funerales, tanto que hacer.
"¿Qué haremos ahora, Herms?" Preguntó el-niño-que-vivió a su amiga.
'No lo sé, Harry." Realmente no lo sabía, tenían tanto que hacer, pero ¿Por dónde comenzar?
"¿Buscarás a tus padres?"
"Esperaré a que todo termine, que calmen las aguas, luego iré a buscarlos y a devolverles la memoria. ¿Crées que estarán muy enojados?"
"Yo me enojaría mucho en su lugar, pero luego comprendería. Cuenta conmigo Herms" La animó el moreno pasándole el brazo por los hombros "Iremos juntos"
"Gracias Harry" Un gran peso fue sacado de la espalda de la castaña. Merlín sabía cuanto miedo le producía el hecho de que sus padres no la perdonaran. Por lo ménos yendo con Harry tendría un apoyo, o un hombro donde llorar por si sus padres la rechazaran.
El día terminó entre ayudar a los heridos y buscar sobrevivientes entre los escombros. Aún no estaban preparados para dar entrevistas ni ir al Ministerio de Magia, ni dar declaraciones. Nada. Solamente se hicieron de un poco de tiempo y fuerzas para alimentarse lo necesario: unas galletas y un poco de té, para luego seguir con la ayuda. Hermione aún no había ido a ver a Ron, no quería ni acercarse a la enfermería, sabía que él estaría allí, con su familia, velando el cuerpo de Fred. No podría mirarlo a los ojos sin ocultar la confusión que sentía dentro de ella. El beso que se habían dado, por lo ménos de su parte, había sido por la adrenalina que corría en ese momento por sus venas, y escuchar hablar a Ron de los elfos domésticos, aquellos seres por los cuales ella se desvivía, había sido tan tierno que despertó unos instintos naturales que la llamaban a besarlo en ese momento, porque se dió cuenta que él si la escuchaba, su amigo si la apoyaba, y también se dió cuenta que posiblemente moriría en unos minutos. Ron le había gustado antes, pero con todo aquello de la búsqueda de los horrocruxes, y el abandono del pelirrojo en medio del bosque, el amor que pensaba sentir hacia él se fue agotando hasta convertirse en un cariño de amigos, amor de hermanos. O tal vez siempre fue eso y ella lo había malinterpretado. Por toda esa telaraña de sentimientos no se acercaba a la enfermería, depositaba a los enfermos a medio pasillo antes de llegar y las hermanas Patil acercaban a los heridos hasta Madame Pomfrey y el equipo de medimagos que habían venido desde San Mungo, ya que este estaba abarrotado y era mejor atenderlos en Hogwarts donde por más destruido que había quedado aún tenía lugar.
El sol de un nuevo día se asomaba imponente sobre Hogwarts cuando un grito desgarrador se escuchó en todo el castillo, seguido de voces furiosas que gritaban "¡Asesino! ¡Asesino!" Hermione corrió lo más rápido que pudo, varita en mano, hasta la entrada principal, de donde provenían los gritos. Una muchedumbre se encontraba bloqueando la entrada al castillo. Harry y ella se miraron confusos y se abrieron paso entre la multitud. Allí, frente a todos se encontraban Draco Malfoy y Narcissa Malfoy cargando en una tela negra parecida a una capa a un bulto también negro que chorreaba sangre. Era difícil distinguir quien era pero un detalle hacía que el reconocimiento fuera inmediato, el cabello negro ensangrentado de Severus Snape.
"¿Qué creéis que hacéis, asquerosos mortífagos trayendo a uno de los vuestros aquí?" Gritaba un enfurecido hombre de no más de metro y medio de altura, encabezando a la muchedumbre.
"¡Hay que acabar con ellos!" Pedían a gritos. "¡Hay que matarlos a los tres!" Decía una bruja. "¡Sí, hay que hacerlo!" Contestaban los demás.
Harry se había quedado en shock desde que vió a Snape en esa situación, lo había dado por muerto, y aunque el bulto que cargaban los Malfoy parecía estar muerto, se le notaba una respiración pausada, casi nula, lo único que indicaba que aún seguía con vida. No escuchaba nada, la realidad de Snape ya lo había golpeado en el despacho de Dumbledore, luego de ver sus memorias, pero ya lo había dado por muerto. Pero ahora, verlo allí, al hombre al que había odiado por años, pero que en verdad era el que velaba por su seguridad y el que había profesado un amor infinito hacia su madre era como si recibiera, no uno, si no cien puñetazos de la realidad que lo dejaban en estado de shock.
Hermione escuchó cada palabra del relato de Harry sobre Snape en la madrugada, y admiró, más de lo que ya lo hacía desde siempre al hombre que había arriesgado su vida por amor. Y ahora, verlo en ese estado le partía el alma. Él había dado todo de sí, y le pagaban queriendo matarlo. ¿Qué clase de magos y brujas eran esos? Vale que no sabían que Snape era un espía, pero ni aún así deberían ni siquiera considerar el ejecutarlo a manos propias. Cuando fue conciente de que Harry no se encontraba en condiciones de hablar, fue ella quien se dispuso a poner orden.
"Basta. Silencio. Orden" gritó a la multitud, en vano. Estaban fuera de control. En segundos cometerían un triple crimen si no se los detenía. Se apuntó la varita a la garganta y susurró "Sonorus". Inmediatamente agregó "¡SILENCIO!". Toda la multitud obedeció al instante. Era Hermione Granger quien hablaba -gritaba, en este caso- la que junto a Potter los había salvado a todos.
"NADIE VA A MATAR A NADIE, ENTIÉNDANLO, QUIZÁS SEA MUY LARGO DE CONTAR EN ESTE MOMENTO PERO YO MISMA ME ENCARGARÉ DE QUE EN TODOS LOS PERIÓDICOS SE PUBLIQUE LA HISTORIA DEL PROFESOR SNAPE SI ES QUE ASÍ LO QUIEREN. ÉL ESTÁ DE NUESTRO LADO, SIEMPRE LO ESTUVO Y NADIE LE VA A TOCAR UN SOLO PELO MIENTRAS YO ESTÉ AQUÍ ¿ENTENDIERON? SIN ÉL LA VICTORIA NO HUBIERA SIDO POSIBLE" Concluyó mirándolos a todos con severidad. Muchos protestaron pero las chispas rojas que salían de la varita de Hermione los acallaron.
"¿Y los Malfoy qué?" Preguntó Seamus Finiggan
"¿Los vamos a dejar sin un castigo luego de todo lo que hicieron?" "¡Hay que matarlos!" "¡Llamen a los aurores!" "¡Enciérrenlos en Azcaban!" "¡Tírenlos a Fluffy!" gritaban nuevamente enloquecidos.
"¡NADIE VA A HACER NADA! NO ESTOY DICIENDO QUE LOS MALFOY SEAN INOCENTES. DE ESO SE ENCARGARÁ EL WIZENGAMOT SI ES QUE LLEGARAN A TENER UN JUICIO. MIENTRAS TANTO YO LOS PROTEJO Y SI QUIEREN LASTIMARLOS O MATARLOS A ELLOS O A SNAPE TENDRÁN QUE PASAR PRIMERO SOBRE MÍ" No sabía qué la había llevado a obrar de esa manera, los Malfoy eran los peores mortífagos entre todos, la familia más fiel a Voldemort, pero no podía olvidar que Harry le había contado la manera en la que Narcissa Malfoy había mentido a nada ménos que su Señor por salvar a su hijo. Tal vez también ellos tenían motivos, como Snape. Tal vez también eran inocentes, o no tan culpables. Tal vez estaba muy equivocada, pero no se arriesgaría a juzgarlos sin antes conocer su historia.
Se giró para mirarlos y se encontró con la mirada agradecida de Narcissa Malfoy. Miró al rubio que la miraba con los ojos de un gris tormentoso, una mirada llena de lo que ella pudo leer como confusión. Por el pequeño segundo que conectaron sus miradas una corriente eléctrica recorrió el cuerpo de ambos, quienes retiraron rápidamente la vista del otro al sentir semejante reacción.
Snape no podía seguir esperando, así que Hermione los guió hacia la enfermería, seguida de un silencioso Harry quien aún se encontraba ebrio de sentimientos. La castaña hizo acopio de toda su valentía Gryffindor y se adentró a la enfermería por primera vez. Trató de no mirar hacia la esquina donde los Weasley estaban reunidos y apresuró el paso hasta encontrar a Madame Pomfrey quien ahogó un grito al ver a Snape. Rápidamente hizo que lo acomodaran en una cama y cerró las cortinas con Narcissa Malfoy dentro y se dispuso a atender al profesor-director con ayuda de la rubia. Harry no pudo aguantar estar sin hacer nada y a pesar de los gritos de Madame Pomfrey y los educados pedidos de la Sra. Malfoy para que se quede fuera esperando, ingresó hasta donde se encontraba Snape y ayudó a las mujeres a curar sus heridas.
Hermione sabía que era el momento preciso para ir a ver los Weasley y acompañar a Ron en su dolor, pero no quería hacerlo, prefería un mocomurciélago especial de Ginny que acercarse a los pelirrojos, no ahora. Se giró decidida a que debería enfrentar su destino, pero chocó con el duro pecho de Draco Malfoy.
El rubio no sabía qué lo había llevado a acercarse a la castaña, quería decirle algo, pero no sabía qué. ¿Agradecerle por haberlo defendido de una muchedumbre furiosa con ganas de asesinarlo? No. Era muy poco Malfoy. Sería ridículo.
Hermione elevó los ojos buscando el rostro de Malfoy, era más alto que ella, como una cabeza más alto, o tal vez más. Nuevamente sus miradas conectaron y volvieron a sentir la descarga eléctrica en todo el cuerpo. Las manos de Hermione reposaban en el pecho del Slytherin, las había colocado allí por instinto al chocar con él. Podía sentir sus abdominales, tal vez frutos del quidditch y sus entrenamientos como mortífago.
Malfoy subió las manos hasta tomar suavemente las muñecas de la Gryffindor, no apartó las manos de ella de su pecho, solamente sostuvo sus muñecas. ¿Por qué nunca se fijó en los ojos color miel de Granger? Eran fascinantes. Un momento... ¿Acababa de pensar que los ojos de Granger eran «fascinantes»? ¿Qué diablos le estaba pasando?
Hermione pareció darse cuenta de la confusión de Malfoy, e intentó rápidamente romper el tenso aire.
"¡Estás herido, Malfoy! Iré a traer un poco de díctamo para..."
"No es necesario, Granger" respondió el rubio apretando más el agarre de las muñecas de la chica. "No te vayas. No... no me dejes"
«No me dejes. No me dejes. No me dejes» Las palabras se repetían a una velocidad incomparable en el cerebro de Hermione. ¿Malfoy, el hurón botador, le había pedido a ella, Sangre Sucia Granger, que no lo deje? Debía estar alucinando.
"¡Hermione!" Una mano la tomó del brazo apartándola bruscamente de Malfoy. "¡Aléjate de mi novia, Malfoy!" Decía un airado Ron Weasley, con los ojos hinchados de haber llorado en exceso y la nariz y orejas tan rojas como el pelo.
Draco Malfoy, si es que se sorprendió no lo demostró. Puso una mirada tan gélida como el hielo y se dispuso a dar media vuelta para salir de la enfermería. Al tratar de hacerlo se encontró con tres Weasley apuntándole con las varitas directamente al pecho. Y él estaba desarmado.
"¡Malfoy, espera!" La voz de Hermione se escuchó por encima de los gritos de Ron. "No te vayas, debo curarte las heridas"
"¿Curarle las heridas? ¿De qué hablas, Hermione? ¡Es un mortífago!" Dijo Ron Weasley apretando con demasiada fuerza el brazo de su «novia».
"Nos salvó en la Sala de los Menesteres, no lo olvides" contestó Hermione con la voz más fría que nunca se le había escuchado y librándose del agarre del muchacho. "Podéis bajar las varitas, no seáis ridículos." Agregó mirando a Bill, Charlie y Percy quienes estaban apuntando al Slytherin. "Ven, Malfoy, estás herido" Se acercó al esta vez sí sorprendido rubio y lo tomó suavemente del brazo arrastrándolo hasta una de las camas libres y cerrando las cortinas. Pero asomó la cabeza para decir con la misma voz desconocida hasta para ella "Y no soy tu novia, Ronald".
