¡Hola amores! Pues nada, es mi primer fic SQ así que espero haberlo hecho bien... Espero que disfrutéis y esas cosas. No tardaré mucho en actualizar y tampoco sé cuantos capítulos van a salir de esta historia, por lo pronto aquí está el comienzo. Si alguien sigue la historia (cri, cri, cri, venga, no me emociono xD) que no se desespere porque pienso juntarles en el próximo capítulo o como mucho en el siguiente. Y no sé qué más deciros... Enjoy it!
Tras su turno de mañana en la comisaría Emma había decidido ir a comer a Granny's Diner, desde que habían vuelto de Neverland sus padres no hacía más que hablar sobre cómo siempre se encontraban y por eso habían encontrado a Henry. Para colmo el chico les seguía el juego y cuando se juntaban los tres Emma pensaba que su cabeza estallaría en cualquier momento. Gracias a Dios, desde su vuelta, su relación con Regina había mejorado mucho y ahora Henry volvía a pasar la mayoría de las noches en casa de la alcaldesa. No es que no quisiera al chico, lo echaba de menos, pero se veían todos los días y ya tenía bastante con dos Charming en casa. Además habían cesado las quejas sobre Regina.
Mientras caminaba hacia el local pensó en todo lo ocurrido desde que Regina había intentado salvar al pueblo con su vida. Realmente quería cambiar, y aunque al principio no la creyese, durante el viaje se había ganado su confianza. Aunque sus padres, Hook y Gold siguiesen viéndola como la mala del cuento, Emma había descubierto que las cosas no eran así. La alcaldesa había dejado que Emma la viese de verdad, cosa que al principio la sorprendió. Regina Mills, la mujer de hielo, la reina malvada, la alcaldesa, había abierto sus muros para dejar que Emma la viese como Regina, la madre de su hijo, una buena persona con miedos y defectos. Y aunque la había amenazado de muerte si contaba algo de eso, y sus muros estaban ahí de vuelta tras el viaje, las cosas habían sido diferentes. Seguían peleando, obvio, pero Regina le sonreía con sinceridad y no pretendía hacerle daño con sus palabras. Incluso habían comido un par de veces juntas con Henry en Granny's o habían mantenido conversaciones normales en las caballerizas mientras Henry guardaba a su caballo. Qué diablos, incluso le daba las gracias, ¡Regina Mills dando las gracias! Emma rió ante su pensamiento. Adoraba a aquella mujer. Se sonrojó al darse cuenta de lo que había pensado y sacudió suavemente la cabeza y miró el local de la Abuelita. Respiró para recomponerse y entró.
Como buen viernes que era el local estaba repleto. Se acercó a la barra y al ver a Rubí intentó llamar su atención. La chica que andaba bastante atareada le sonrió sin dejar de preparar platos.
-Hey Em, ¿lo de siempre? – Emma asintió y le devolvió la sonrisa con un 'gracias' mudo. La sheriff se dio la vuelta buscando una mesa en la que poder sentarse puesto que en la barra no había hueco ni para una mosca. Parecía que iba a tener la misma suerte cuando en una de las mesas del fondo vio a la morena, dándole la espalda.
Emma suspiró, tenía dos opciones, comer fuera y que se le secara el cerebro al sol o intentar compartir mesa con Regina. Nunca había comido con ella si no estaba Henry de por medio pero no sería tan diferente… ¿no?
Por suerte Regina había cogido la última mesa libre, hacía un día terriblemente soleado para estar fuera y su piel no hubiese aguantado comer fuera. Y a decir verdad su cerebro tampoco… Se sentó de espaldas a la puerta y a las otras mesas en general y mientras la Abuelita tomaba nota de lo que iba a comer se quitó su chaqueta, dejándola perfectamente doblada sobre el asiento, a su lado.
Mientras esperaba cogió su móvil para ver si tenía alguna llamada o algún correo. Mientras andaba inmersa en sus pensamientos mirando los mensajes, no se dio cuenta de que alguien la observaba de cerca.
-Regina.- Al escuchar la voz de la rubia, levantó la vista y al verla a un palmo de su cara pegó un pequeño bote. Ante su reacción la rubia reprimió la risa y miró a otro lado para que no se le notase.
-¿Le parece gracioso Miss Swan? –Ahí estaba de nuevo aquella rubia que la sacaba de sus casillas. Suspiró suavemente intentando calmarse, se había llevado un buen susto.
Emma levantó las manos en señal de inocencia y le sonrió negando con la cabeza. Otra vez aquella condenada y preciosa sonrisa. Regina se regañó a sí misma por pensar aquello y adoptó de nuevo su pode más formal.
-Me preguntaba si… bueno, si te gustaría comer conmigo…-Los ojos de la morena se abrieron de par en par. ¿Emma Swan le estaba pidiendo una cita? Su corazón amenazaba con salir disparado. Pero antes de que pudiese dar una respuesta Emma siguió hablando. – Es que como ves el local está lleno y no me gustaría comer al sol y bueno… si no te importa podríamos compartir mesa.
Regina asintió suavemente con la cabeza al ver la sonrisa de Emma, intentando disimular su nerviosismo. Respiró hondo para calmar de nuevo su corazón, aquella rubia iba a acabar con ella. ¿En serio Regina, una cita? ¿En qué pensabas? La morena sacudió su cabeza suavemente, intentando quitar aquellos pensamientos y esa sensación de desilusión.
Desde que habían vuelto de Neverland se había sentido rara cuando estaba con Emma y no era la primera vez que aquellos pensamientos rondaban su cabeza. Sentía cierta simpatía por aquella chica que hacía que quisiese estar más tiempo con ella. Hacía tanto tiempo que no sentía nada así que le gustaba y asustaba a partes iguales.
-Siento haberte asustado.-Emma rompió aquel silencio algo incomodo que ninguna de las dos sabía cómo llenar.
-Bueno Miss Swan, son cosas que pasan.
-Emma. –La cara de Regina la hizo reír suavemente. Esa forma de fruncir el ceño que tenía siempre que no entendía algo o cuando se enfadaba le parecía divertida.- No más Miss Swan, llámame Emma por favor, al menos fuera del trabajo.
-Claro... Emma.- Ambas mujeres se sonrieron.
Rubí llegó con su comida y sonrió a ambas mientras dejaba los platos y las bebidas en la mesa. Sin mediar palabra se fue rápidamente a seguir sirviendo, hoy no había tiempo para charlas.
Regina removió su ensalada César y notó que Emma la miraba atentamente. Se sonrojó suavemente y la miró también algo enfadada. ¿Por qué aquella mujer la hacía siempre sentirse tan pequeña?
-¿Qué?- Emma salió de sus pensamientos y la miró con cara de preocupación. -¿Qué? Pasa algo con la ensalada Miss… Emma?
-¿En serio solo vas a comer eso? ¿Una ensalada? – Negó son la cabeza mientras ponía ketchup en el pan de su hamburguesa. – Ahora entiendo que Henry devore estas cosas cuando tiene ocasión… -Emma sonrió divertida al ver la expresión de la alcaldesa que la miraba con ambas cejas alzadas y masticando suavemente. Tras tragar con tranquilidad Regina le sonrió de medio lado, dándole una respuesta.
-Bueno querida, cuando tengas que tomar tropecientas pastillas para que tu corazón no se pare a causa de tu colesterol no vengas a mendigar ayudas al ayuntamiento. –Regina lo dijo lo más seriamente posible, queriendo quitarle el apetito a la rubia que engullía cual pato. Emma la observó seria también y luego soltó una carcajada.
-Buen intento, pero no empezaré a comer como un conejo, tus amenazas de dejarme sin subvenciones no me asustan. –La rubia volvió a reír con ganas y Regina no pudo más que reír suavemente con ella.
Ninguna de las dos dijo nada pero ambas pensaban en que se podrían acostumbrar a eso, a estar juntas más a menudo.
Tras haber acabado su comido el local estaba más vacío, Rubí y la Abuelita descansaban comiendo algo al final de la barra y la gente que quedaba solo charlaba descansando un poco antes de empezar la tarde.
Mientras Regina tomaba un café grande con leche y caramelo observaba a Emma devorar el segundo trozo de tarta de chocolate, que era el postre especial del día.
-¿Cómo eres capaz de comer tanto? –Emma la miró un segundo, se encogió de hombros y volvió con su tarea.-Pues no entiendo de donde sale ese cuerpo, serán los genes. –Emma sonrió de medio lado y Regina se dio cuenta de que había hablado en voz alta. Apartó la vista y se sonrojó terriblemente, deseando que la tierra se la tragase.
Antes de que ninguna de las dos mujeres pudiese decir nada el móvil de Emma comenzó a sonar. La rubia miró la pantalla y antes de descolgar le habló a Regina.
-Tu hijo. –Sonrió y se llevó el móvil a la oreja mientras se llevaba el último bocado de tarta a la boca y se acercaba a la barra para pagar.
Regina sonrió al escuchar esas dos palabras pero no miró a Emma, aún estaba avergonzada por su comentario. Para Regina, pareces una adolescente hormonada, compórtate. Acabó su café y se acercó a la barra también, dejó el dinero al lado de Rubí y se despidió con una sonrisa formal y un 'Adiós' mudo para Emma que seguía al teléfono con Henry.
-Vale, adiós ma, nos vemos en un rato. –Henry dejó el fijo en la cama de Mary Margaret y se dirigió a la cocina donde esta estaba acabando de colocar los platos ya limpios.
-¿Dónde se ha metido tu madre?
-Me ha dicho que ha estado comiendo en Granny's con mi otra madre y que de postre había tarta de chocolate especial y nos la hemos perdido. –El chico hablaba con algo de decepción, adoraba cuando en Granny's hacían postres especiales.- Pero Emma ha dicho que traerá un poco para merendar.
El chico se sentó en la barra de la cocina para leer un rato y Mary Margaret no hizo ningún comentario aunque en su cabeza estaban saltando las alarmas. Desde la vuelta del rescate Emma y Regina se habían acercad mucho, cualquiera diría que como buenas amigas, pero ella sabía bien que esas miradas no eran de amistad. No sabía si sentirse feliz o enfadada, al fin y al cabo, aquella mujer había hecho mucho daño a su familia y Emma era su hija. Quería que ambas fuesen felices pero no sabía si soportaría que su hija y su mayor enemiga de todos los tiempos acabasen juntas. Ni siquiera lo había comentado con nadie con la pequeña esperanza de que solo fuese su imaginación.
Un rato más tarde mientras corregía exámenes en la mesa frente a Henry el chico decidió plantear la idea que llevaba en su cabeza desde hacía unos días.
-Mis madres deberían tener una cita.- Fue tal la sorpresa de Mary Margaret que el lápiz se escapó de sus manos y fue a parar al suelo.
-¿Qué? –Miró al crío esperando haber escuchado mal.
-Ya sabes, una cena romántica, unas flores. Emma debería vestir bien, mi madre siempre viste muy bien para los eventos importantes. –El muchacho hablaba muy convencido, como si estuviese planteando algo muy normal.
-Oye Henry… no creo que esto a tus madres les haga mucha gracia… -Mary Margaret suspiró intentando controlarse. – Mira cielo, esto debería quedar entre nosotros… Yo sé que quieres a tus madres pero no van a estar juntas.
- ¿Por qué? Ellas se gustan y cuando dos personas se gustan tienen citas y se dan besos, como tú y David. –Henry seguía hablando muy convencido. –Podríamos prepararle una cita sorpresa… Podríamos pedirle ayuda a Rubí y entre los tres la organizaríamos –La mujer al ver el entusiasmo del crío no pudo más que sonreír tristemente. –Cuando estén juntas seremos una familia de verdad, porque mi madre ahora es buena y no nos hará daño.
-Henry, tus madres, ambas, son muy cabezotas y no creo que les gustase la sorpresa. –El niño recogió el bolígrafo que antes había tirado Mary Margaret y sacó un folio de la carpeta de la maestra.
-Debemos apuntar todo lo que se nos ocurra. –El chico escribió 'La primera cita.' al principio del folio y lo subrayó. –Mañana es sábado y me gustaría que cenaran juntas. ¿Me ayudarás? ¿Por favor? –Puso su mejor cara de niño bueno y su abuela no pudo negarse.
-Está bien, pero si luego tus madres quieren cadáveres te echaré toda la culpa a ti. –Henry rió suavemente y Mary Margaret se sentó a su lado negando con la cabeza. Si aquello salía bien sería un milagro y no estaba segura de querer que aquel milagro sucediese.
